26 de abril de 2019

La gente que me cuida




Uno de los mayores tesoros que tenemos en la vida es la gente que nos quiere y nos cuida. Tener presente este amor que recibimos de tantas personas diferentes es reconfortante y ayuda mucho a destronar al amor romántico como la forma suprema de amar. T,omar conciencia de que estamos rodeadas de afectos muy diversos y mucho amor del bueno multiplica la alegría de vivir y nos mueve a repartir y compartir el amor que sentimos dentro de nosotras. 

Cuando me siento a pensar en toda la gente que me cuida, y que cuida a mis perras y a mi hijo cuando yo no puedo cuidarlos, me invade un enorme sentimiento de gratitud. La lista de gente con la que celebro mis éxitos y me apoyan en los momentos difíciles es enorme. En ella están no sólo mis familiares, mis amigas y amigos, mis amantes y mis amores, también las compañeras del Laboratorio del amor, muchas compas feministas, y muchas personas que no me conocen y me ayudan en la distancia, de diferentes maneras. A veces yo me entero quienes son, y otras veces no me entero, pero me siento igualmente agradecida. 

Pensar en todas ellas me hace darme cuenta de que a lo largo de mi vida he estado rodeada de mucho amor: me han velado las fiebres cuando he estado enferma, me han curado las heridas, me han limpiado los mocos, me han dado herramientas para ser autónoma y para ser buena persona, me han ayudado a crecer y a comprender el mundo, me han dado muy buenos consejos, me han ayudado con el autoengaño, me han guiado cuando me he sentido muy perdida, y me han proporcionado palabras de aliento cuando lo he necesitado. 

Mi gente me ha acogido en sus casas cuando me vi fuera del mercado laboral, me han prestado dinero, me regalan cosas que ya no necesitan, me han ayudado cuando emigré y llegué a Costa Rica sin apenas dinero. Mi gente querida me ayuda a pensar con claridad cuando estoy confusa, me sostiene cuando me caigo, me escucha cuando necesito desahogarme. 

Me apoyan en los momentos difíciles, me dan abrazos reconfortantes, me ayudan a reírme de mí misma, me hacen cuestionarme a mi misma, y también quererme más a mí misma. Su solidaridad me hace sentir de nuevo fe en la Humanidad, porque leyendo las noticias y viendo como va el mundo, a veces la fe me desaparece. Ellos, ellas, me hacen sentir que hay esperanza, y que mi vida tiene un sentido: el amor y los cuidados que doy y que recibo. Mitigan mi miedo a la soledad, me anclan a la realidad y me hacen sentir que esta vida merece la pena. 

Algunos llevan muchos años en mi vida, otros estuvieron sólo unos meses, o incluso un día, pero los veo a cada uno, a cada una, mirándome con ojos de amor, y me invade una inmensa gratitud, y una alegría desbordante: me siento muy afortunada, y ese sentimiento es tan potente que me alivia cualquier angustia, y me ayuda mucho en los momentos difíciles. 

Hagan este ejercicio de vez en cuando, no sólo cuando estén tristes o se encuentren en un mal momento. Se trata de visualizar una a una a todas las personas que te apoyan, se preocupan por ti, y te brindan cuidados. Verte en sus ojos y ver el amor reflejado en ellos cuando te miran.

Tomar conciencia de los cuidados que reciben y recibieron ayuda mucho a sentirte generosa y a devolver lo que recibes para que el amor sea mutuo. 

No hay dinero que pueda pagar esos cuidados, no hay manera de conseguirlos si no es amando y cuidando con el mismo amor que te cuidan a ti.

Es la mayor revolución que podemos hacer en estos días: cuidarnos gratis, querernos gratis, tejer redes de solidaridad y apoyo mutuo, darnos calorcito humano. 

Viva la gente y viva el amor, y aprovecho para dar las  gracias por los cuidados que he recibido de toda la gente conocida y desconocida que ha estado o está en mi vida ♥️

Coral 

14 de abril de 2019

Doulas para acompañarnos al final de la Vida



Uno de los trabajos más hermosos e importantes del mundo es el de las doulas que acompañan en los partos a las mujeres y a los seres humanos recién nacidos. También necesitamos doulas que nos ayuden y nos orienten en nuestros últimos días de vida. 

Las doulas podría facilitarnos las herramientas que necesitamos para afrontar un proceso tan duro, podrían ayudarnos a escribir las cartas de despedida y el documento de las últimas voluntades, y a afrontar los encuentros para despedirnos de nuestros seres queridos. Necesitamos tener a alguien con quien poder hablar sobre la muerte tranquilamente, que nos ayude a manejar el miedo que tenemos a dejar de existir, que nos escuchen en los momentos de rabia o tristeza, que nos orienten para dejar todo en orden. 

Es tan importante poder contar con alguien que nos ayude a aceptar el fin, a prepararnos psicológica y emocionalmente, y a ponernos en paz con nosotras mismas. La muerte es el segundo momento más fuerte en la vida después del nacimiento, y nuestra cultura vive de espaldas a la muerte: no sabemos cómo manejar nuestras emociones ni nuestro miedo.

La doula del fin de la vida podría ayudarnos a preparar al cuerpo con masajes y respiraciones, y ayudar también a nuestros familiares a aceptar nuestra muerte para que podamos hablar del tema en los últimos días con todo el mundo.   

El sistema sanitario debería poder ofrecer este servicio de ayuda y acompañamiento para todos y cada uno de nosotros, porque es injusto que nos tengamos que enfrentar a la muerte sin herramientas, con tanto miedo y dolor. Morir es un momento sagrado para un ser humano, y puede ser una experiencia muy hermosa si tenemos herramientas para vivirla sin miedo.

Merecemos una muerte digna, tranquila y sin sufrimiento físico y emocional. 

Merecemos elegir dónde y con quién queremos morir, y tener las mejores condiciones para irnos en paz. 

 #Acompañamiento #DoulasDelFinDeLaVida #MorirDignamente#MorirSinMiedo #DerechosHumanosSon

12 de abril de 2019

Por qué le quieres aunque te trate mal

Absent Minded - Joe Webb


En las relaciones heterosexuales, a muchas mujeres nos cuesta darnos cuenta de que estamos en una relación de violencia psicológica, emocional o física porque solemos conectar con el niño asustado que todo maltratador lleva dentro. Nuestra capacidad para sentir empatía y para cuidar es la que nos hace ser compasivas y comprensivas: muchas de nosotras hemos interiorizado el mito de la Salvadora, y por eso tenemos tanta paciencia y aguantamos en relaciones en las que no somos felices y no somos correspondidas.

Algunas mujeres, sin saberlo, ejercen un rol maternal con sus compañeros, y creen que podrán salvar al amado de sus problemas a base de amor. Porque también hemos interiorizado el mito de que el amor todo lo puede, que el amor nos salva de nosotros mismos y de nuestros problemas, que el amor supera todos los obstáculos cuando es verdadero y auténtico. Y con esa idea podemos quedarnos meses y años esperando al milagro romántico que nos lleve al paraíso del amor: ese cambio que se dará por arte de magia y logrará convertir al sapo verde en príncipe azul.

Es una trampa a veces mortal para muchas de nosotras, porque al compadecernos del hombre con problemas, lo que hacemos es ponernos en riesgo a nosotras mismas. El amor no es suficiente para sostener una relación sin reciprocidad, ni para salvar a nadie de sus adicciones, de sus traumas, de su discapacidad emocional o de sus problemas con la violencia.

Las mujeres conectamos a ese niño bondadoso, tierno, vulnerable que habita en todos los hombres maltratadores y que pide amor a gritos. Como vemos a ese niño, nos damos cuenta de cómo su complejo de inferioridad se convierte en complejo de superioridad, cómo tienen dificultades para identificar y expresar sus emociones, cómo los traumas de su infancia les han destrozado por dentro, y sentimos que en realidad lo que está pidiendo ese hombre inseguro es atención y cariño. Sólo que, nos decimos para justificarle, lo que le pasa es que no sabe pedirlo bien: lo hace desde el enojo, y esa rabia le hace violento. Y creemos que podemos curarle y enseñarle a expresar sus emociones, a comunicarlas, a gestionarlas para que no le hagan daño a él y de paso no nos haga daño a nosotras.

Pensamos que nuestro amor ablandará su corazón y desintegrará el muro de acero que le hace sufrir y nos hace sufrir tanto. Creemos que si aguantamos mucho al final obtendremos nuestra recompensa: pero no es cierto. No hay recompensa. La Bestia no se convierte en Príncipe Azul nunca. No se sale de la violencia si no es con voluntad, trabajo, disciplina, y si no se pide ayuda profesional. Los problemas de masculinidad requieren de mucho tiempo y energía, y la mayor parte de los hombres no quiere trabajarse esos problemas porque no quiere enfrentarse a su dolor y no quiere mostrar su fragilidad.

Así que sólo podemos trabajar en nosotras, y girar el foco de atención hacia nosotras: siendo más comprensivas, más amorosas con nosotras mismas, podremos dejar de compadecernos de la persona que nos hace sufrir. Si aprendemos a querernos a nosotras mismas, entonces conectaremos antes con nuestra niña interior, esa que necesita ser cuidada y se merece ser feliz, que con el niño interior del hombre con problemas.

Si logramos sentir más empatía hacia nosotras mismas, seríamos más solidarias y nos cuidaríamos mucho más: le daríamos prioridad a la niña que nos habita porque sabemos que nadie más que nosotras somos responsables de su felicidad y su bienestar. Sabemos que sólo nosotras podemos velar por su seguridad, así que hay que trabajar más en nosotras, y cuidarnos mucho. Una de las claves del autocuidado es rodearte de gente que te sabe querer bien, que te hace la vida más bonita, que se sitúa como un compañero junto a ti. Ni por encima, ni por debajo: sólo puedes relacionarte en horizontal, de tu a tú, con alguien que tenga el nivel suficiente de salud mental como para quererte sin hacerte daño, y para cuidarte sin machacarte a la vez.

Una vez que priorizas a la niña, el niño no te da tanta lástima ni te despierta tanta ternura, porque no quieres que nadie haga daño a esa personita linda que está dentro de ti y que es frágil y requiere atención y cuidados. A esa niña no la dejarías sola frente a la Bestia del cuento, porque no permitirías que nadie la tratase mal.

Una vez que tienes claro que te mereces un compañero que te cuide y al que cuidar, una pareja que te haga la vida más fácil y más bonita, entonces eres capaz de abandonar al niño que no quiso trabajárselo nunca para ser mejor persona, que siempre encontró a alguien a quien culpabilizar de sus problemas, y con la que desahogarse de sus miedos y frustraciones.

Porque cuando los niños se van haciendo adultos, todos pueden elegir si desean perpetuar la cadena de sufrimiento y malos tratos, o si desea trabajárselo para hacer más feliz a sus seres queridos, y para vivir una vida llena de amor, sin lágrimas, sin conflictos, sin peleas, sin malos ratos, sin chantajes, sin silencios, sin castigos y sin violencia. La clave es darse cuenta de que todos podemos elegir qué clase de persona queremos ser, y cómo queremos relacionarnos con los demás: si no sentimos que no podemos trabajar con nuestras herramientas, entonces podemos pedir ayuda profesional. Para trabajar los problemas hacen falta ganas, motivación, capacidad para el autoconocimiento y la  autocrítica. Sin ellas no hay cambio posible, aunque te prometa una y mil veces que nunca más te va a hacer sufrir y que todo va a cambiar de manera mágica un día, cuando menos te lo esperes.

Esperar no es una opción: para desconectar del niñito asustado que hay en el interior de un maltratador, hay que conectar con nuestra niña interior, y darle prioridad a ella: se merece lo mejor, se merece mucho amor.

Recuerda: tu misión es salvarla a ella de la violencia de él, no salvarle a él de sí mismo.

Coral Herrera Gómez

Post publicado originalmente en mi blog "Amor en construcción", en Mente Sana.  

9 de abril de 2019

¿Estoy atacando o haciendo una crítica constructiva? #RedesLibresDeViolencia




Una de las cosas que más hacen sufrir a la gente son las críticas destructivas y los ataques, desde fuera y desde dentro, y de gente conocida y desconocida. Para evitar los malos tratos y la violencia en redes sociales, podríamos hacernos estas preguntas antes de darle a "Publicar":
- ¿Crees que tu publicación puede servir para que esa persona haga autocrítica, reflexione, aprenda, y sea mejor persona?
- ¿Cómo se sentirá esa persona si lee tu crítica?, ¿cómo se sentirán sus seres queridos si también la leen?
- ¿Cómo se sentirán tus seguidoras con la crítica?, ¿se divertirán, aprenderán, les gustará tu forma de expresarte, se unirán o te criticarán a ti?
- ¿Crees que podrías decirle a esa persona a la cara lo mismo que en tu texto, mirándole a los ojos, expresando sin violencia lo que piensas y sientes de ella?
- ¿Explicas con asertividad y sinceridad por qué haces la crítica, y qué esperas conseguir con ella?
- Con tu crítica, ¿aportas algo, es útil, servirá para algo?, ¿es una crítica constructiva o destructiva?
- ¿Argumentas bien tus críticas, o te limitas a descalificar e insultar a la otra persona para desahogarte?
- ¿Crees que estás siendo justa en tu crítica?, ¿es necesaria tu crítica?
- ¿Cuál es tu nivel de sarcasmo e ironía, crees que suena divertido, o por el contrario pretende ser hiriente?,
- Mientras escribes, ¿estás invadida por la ira, la rabia, la mala hostia?, si la respuesta es si, ¿se trata realmente de una crítica o de un ataque?
- Si se uniese más gente, ¿disfrutarías más?, ¿te sentirías mejor?, ¿crees que te alegrarías mucho conforme recibes likes?
- ¿Cómo escribirías esa misma crítica en frío, sin la pasión del momento?, ¿sería un texto muy diferente?
- Si no conoces a la mujer que criticas personalmente, ¿pones cuidado a la hora de hablar de lo que crees que siente y piensa esa persona?, ¿puede ser que estés haciendo muchas suposiciones de alguien a quien no conoces bien?
- Mientras escribes, ¿estás invadida por la ira, la rabia, la mala hostia, o te sientes calmada?, si la respuesta es si, ¿se trata de una crítica o de un ataque?
- Cuando criticas a alguien famoso o famosa, ¿sabes distinguir entre persona y personaje?, ¿actúas pensando que nunca va a leerte o cuidas tus palabras al escribir?
- Si no criticas a la persona sino a sus ideas, ¿presentas alguna alternativa, propones algo mejor a los y las lectoras?
- ¿Cuál es el tono que estás utilizando para la crítica?, ¿se te escucha como si te sintieras superior o inferior, tu tono es paternalista, cuál es tu nivel de desprecio en el tono que has elegido?
- Si sientes odio por el personaje que estás criticando, ¿encuentras en tu odio algo que tenga que ver con su nacionalidad, color de piel, orientación sexual, edad, religión, discapacidades, aspecto físico, etc?, ¿podrías analizar a fondo ese odio y compararlo con otras personas que odias a ver si hay algo en común a todas ellas?
- ¿Te gustaría que tu odio se expandiese a más gente?, ¿para qué?
-¿Cómo se siente tu Ego al escribir la crítica, crees que está disfrutando poco, mucho o demasiado?, ¿siente admiración o envidia tu Ego por la persona a la que estás criticando?, ¿hay algún complejo de superioridad o inferioridad en ese Ego que teclea furioso?
- ¿Serías capaz de empatizar e imaginar cómo te sentirías si una compañera te criticara de esa forma?, ¿pasarías del tema, te dolería, te reirías, o te hundirías emocionalmente?
- ¿Obtienes tú algún beneficio personal de la crítica?, ¿y los demás, obtienen algún beneficio leyéndola?,
- ¿Podrías arrepentirte al día siguiente cuando la leas de nuevo y veas las reacciones que ha suscitado tu publicación?
- Si tu objetivo es entrar en guerra con la persona a la que criticas, ¿cuánto tiempo y energía piensas dedicarle a esa guerra?, ¿cuántas víctimas habrá en la discusión?, ¿saldrás tu también herida?, ¿qué ganas tú con la guerra?
- ¿Cuál es el objetivo último de la crítica? ¿Hacer una llamada a la reflexión colectiva, empezar un debate intelectual en el que podamos aprender todas?, ¿denunciar públicamente a esa persona por alguna acción que te haya parecido injusta o violenta?, ¿demostrar tus conocimientos y lucir tu capacidad de oratoria?, ¿sentirte un poco mejor humillando públicamente a esa persona, ridiculizarla un poco para echarte unas risas?, ¿llamar la atención de la otra persona para que te haga caso?, ¿quitarle seguidores a esa persona?, ¿vengarte por algo que te ha hecho esa persona?, ¿ganar tú más seguidoras?, ¿demostrar que eres una persona culta y con capacidad de crítica?, ¿destrozar anímicamente a la que consideras tu enemiga o adversaria?, ¿demostrar que tú tienes razón/sabes más?
Si se os ocurren más preguntas para hacer autocrítica amorosa y dejar de contribuir a los malos tratos y a la violencia en redes sociales, ¿me decís? 

6 de abril de 2019

No hay recompensa por sufrir por amor

Esta es la cara que se nos queda cuando nos ponemos las gafas del amor
y nos enteramos de que no hay recompensa



Para que las mujeres nos dediquemos a sufrir por amor voluntariamente, el patriarcado tuvo que inventarse el paraíso romántico. El amor es como una religión: nos piden que atravesemos con resignación el valle de lágrimas, y nos aseguran que al final podremos entrar en las puertas del cielo para disfrutar del amor eterno, maravilloso y perfecto. Pero no hay recompensa, ni hay paraíso como premio por aguantar..

Las mujeres somos educadas en la cultura del aguante, el sacrificio y la renuncia con la promesa de que en algún momento de sus vidas, serán recompensadas y obtendrán su premio. En los cuentos de Princesas, este es el principal mensaje que nos lanzan a las mujeres: si sufres y aguantas, si esperas con paciencia, si perseveras y eres leal, él se dará cuenta y caerá de rodillas ante ti, prometerá amarte para siempre, y podréis ser felices.

Es la trampa perfecta para que las mujeres cuidemos a hombres con problemas: nos seducen con la idea de que nuestro amor todo lo puede, y que con mucha paciencia y ternura lograremos cambiar al ogro y convertirlo en el Príncipe Azul. Nuestro ejemplo a seguir sería la Bella, que logra transformar a la Bestia aguantando sus malos tratos. Nos enamoramos del niñito asustado y traumado que habita en todo monstruo, las mujeres tendemos a compadecernos enseguida de esos bebés que piden amor de malas maneras convencidas de que nuestro amor nos salvará a ambos, y que obtendremos nuestra recompensa por ser tan buenas, tan generosas, tan pacientes y amorosas.

Sin embargo, no hay recompensa. No hay premio, ni hay paraíso posible cuando “por amor” renunciamos a nuestra libertad, a nuestros derechos, a nuestras pasiones, a nuestros proyectos, a nuestro auto-cuido. No hay forma de dar y recibir amor en condiciones de sufrimiento, y de malos tratos, no hay manera de construir una relación sana y bonita, no se puede ser feliz cuando cargamos con los problemas de los demás, y se convierten en nuestros problemas.

Cuando las mujeres nos juntamos a hombres con problemas, lo que sucede es que asumimos la responsabilidad de su bienestar, y enseguida se activa la culpa: creemos que podríamos hacer más, o que podríamos hacerlo mejor, pero nada parece contentar al hombre que sufre.   

No importa lo sumisas que seamos, lo obedientes y complacientes que seamos: no nos van a querer más por portarnos como se espera de nosotras, ni nos van a tratar mejor. Más bien al revés: nuestro masoquismo exacerba el sadismo del que se sabe poderoso.

Nuestra condición de víctima nunca nos va a proporcionar el amor eterno que nos prometieron: da igual que suframos mucho, que lo pasemos muy mal, o que le pongamos todo el empeño del mundo en salvar al pobre hombre que no sabe amar. De verdad, compañeras, no hay recompensa, no hay premio, ni hay paraíso.

Los alcohólicos no se salvan por amor, los ludópatas, los drogadictos, los hombres violentos no se transforman en hombres buenos por amor. De los infiernos sale cada uno si quiere y si le pone energías a su trabajo personal, pero nadie puede sacar a nadie de la depresión, de sus traumas de la infancia, de sus odios acumulados, de su mezquindad y miseria.

No hay paraíso a cambio de sufrir y pasarlo mal: la vida se nos va en esperar el milagro romántico que nunca llega. Penélope esperó a Ulises 30 años, La Bella Durmiente esperó a su Príncipe cien años, y así pasan su vida todas las mujeres de los guerreros y los príncipes, esperando a que él vuelva, o a que él cambie, o a que suceda un milagro que nos lleve al paraíso romántico que nos merecemos.

En todas las historias las mujeres esperamos y aguantamos, pero en la realidad, muy pocas son las que disfrutan de finales felices en los que el hombre se redime de sus pecados, o deja de ser un mutilado emocional, o soluciona sus problemas para hacer feliz a su princesa. Y normalmente, el precio que pagamos por aguantar es demasiado alto: sufrir deja una huella en nuestro organismo, nuestro cerebro y nuestro corazón, deteriora nuestra salud mental y emocional, nos pone feas y nos envejece.

No podemos permitirnos el lujo de derrochar nuestra corta existencia en esperar que la situación cambie o el otro cambie. Sólo podemos cambiar nosotras mismas. No podemos desaprovechar nuestras energías en salvar a nuestro amado de sus problemas: necesitamos a nuestro lado compañeros que sepan cuidar y querer bien, que puedan dar lo mejor de sí mismos en la relación, que sean generosos y solidarios, que sepan compartir y estar a la altura en todos los momentos, en los buenos y en los malos.

Vamos a desmitificar el amor para poder amar con los pies en la tierra, para poder querernos sin hacernos daño, para evitar relaciones de abuso y explotación, para que nadie pueda aprovecharse de nuestra necesidad de ser amadas.

Necesitamos ser realistas y querer en el presente, en el aquí y el ahora, sin ser complacientes, sin victimizarnos, sin creer que nuestro amor lo enamorará en el futuro. Sólo en el presente es posible disfrutar del amor, así que olvidémonos de las recompensas: el paraíso está en La Tierra, y en los momentos buenos que puedes vivir con gente que te sabe querer bien.

Coral Herrera Gómez  






5 de abril de 2019

Otras redes sociales son posibles: la Comunidad de Mujeres del Laboratorio del Amor




Una de las cosas más maravillosas que he hecho en la vida es crear mi propia red social, y quiero contaros que me siento muy orgullosa de haber fundado y alimentado esta comunidad de mujeres que nació en el 2015. Ahora que las redes sociales están llenas de violencia verbal, de peleas y malos tratos, para mí la Comunidad del Laboratorio del Amor es un paraíso. 

En el Laboratorio no debatimos, y por tanto no peleamos: lo que hacemos es trabajar en los temas juntas. No hay luchas de Egos apenas: ninguna opinión vale más que otra, y mezclamos constantemente lo personal con lo político. No hay necesidad de llevar la razón e imponer tu criterio, porque cada cual habla desde sus experiencias, y todas son igualmente válidas. Es un proceso de investigación permanente en la que no nos dedicamos a presumir de nuestros conocimientos, sino a compartirlos. 

Todas las mujeres que forman parte de ella escuchan desde el amor y el respeto, por eso apenas hay malentendidos, y los conflictos que surgen los resolvemos sin guerras. Nos escuchamos con amor, nos acompañamos en nuestros procesos, nos damos calorcito humano, compartimos materiales, aprendemos unas de otras y fabricamos juntas las herramientas que necesitamos para llevar la teoría a la práctica. A todas nos une la idea de que se puede sufrir menos, y disfrutar más del amor y de la vida, que no estamos condenadas, y que todo se puede trabajar. 

Soy consciente de que el Labo podría haberse disuelto como cualquier grupo de Whatsapp, pero esta comunidad sigue y crece porque todas la cuidan mucho, y cada cual aporta de una manera diferente: se cuidan las palabras, se acoge con cariño a las nuevas, se acuerpa a las compañeras que están pasando por momentos difíciles, se celebran los éxitos y el bienestar de las que están disfrutando de un buen momento en sus vidas, subimos contenidos interesantes, y damos consejos cuando nos lo piden. Nos felicitamos cuando damos pasos en nuestros procesos personales, nos comprendemos unas a las otras cuando damos pasos para atrás, nos reímos mucho juntas, y no nos sentimos tan "raras" como en otros espacios.

Nadie juzga a las demás, ni se compite para ver quién es más feminista, así que es un espacio en el que una puede andar desnuda y hablar en confianza, sin miedo a las críticas ni al "qué dirán", porque no sólo es una red de afecto, es también un espacio terapéutico y de acompañamiento basado en los cuidados, el placer y el disfrute, la empatía y la solidaridad. Lloramos, nos desahogamos, reflexionamos juntas, y nos divertimos mucho también: todas estamos comprometidas con nuestro auto-cuidado, y el cuidado de la comunidad y de las compañeras. 

Algunas mujeres llevan 4 años participando apasionadamente en esta red social, otras han estado solo unos meses, unas vuelven cuando necesitan acompañamiento, otras se han ido con la mochila cargada de experiencias y conocimientos. Todas han dejado algo lindo en la comunidad. Ya son más de 400 mujeres las que han pasado por el Laboratorio, más otras tantas alumnas de la Escuela, y a veces, cuando se puede, nos reunimos también presencialmente en alguna ciudad del mundo. En la actualidad somos 80 mujeres, de diferentes edades, orientaciones sexuales y países, con formas de sentir y pensar el feminismo muy diversas, y da gusto hablar de cualquier cosa sin miedo a ser atacada. 

Hacemos un chat al mes en directo, y el resto del tiempo trabajamos a nuestro ritmo, con nuestros horarios, sintiéndonos libres para llegar y para irnos cuando queramos. Unas participan mucho, otras no tanto. Unas sólo escuchan y se lanzan cuando se sienten seguras, otras llegan a corazón abierto: es un espacio horizontal en el que yo me siento una más. Antes me sentía muy sola trabajando el tema del amor romántico, ahora siento que además de buenas amigas, somos compañeras de trabajo, y entre todas vamos abriendo camino en un tema que hasta hace muy poco no se hablaba en los espacios públicos y que es tan necesario para acabar con el patriarcado y para poder tener calidad de vida. 

En fin, que quería contaros esto porque me siento muy afortunada de tener a estas compañeras tan amorosas, y de haber creado este espacio de sororidad en el que todas nos sentimos seguras, y a salvo de la violencia que hay en las redes. ¡Si queréis formar parte de nuestra pequeña comunidad, si creéis que otras redes sociales son posibles, sois todas bienvenidas! Laboratorio del Amor

#OtrasRedesSonPosibles #Sororidad #AmorDelBueno #Acompañamiento#Compañerismo #Comunidad #MiTribu



Aquí podéis leer sobre la filosofía y las normas de la Comunidad de Mujeres

Si quieres unirte a nosotras, en mi web tienes toda la información.

31 de marzo de 2019

Hombres que quieren unirse a la revolución



Muchos hombres me preguntan que cómo pueden sumarse a la revolución feminista, que por donde pueden empezar. Yo les digo que la mayor revolución que pueden hacer es dejar de hacer sufrir a las mujeres, dejar de aprovecharse de ellas, dejar de coleccionar mujeres y de presumir delante de sus amigos.

En realidad los hombres podéis hacer muchas cosas para transformar el mundo en el que vivimos: podéis empezar con tratar bien a vuestras compañeras sexuales y sentimentales. Podéis aprender a ser honestos con vosotros mismos y con vuestras parejas, aprender a cuidaros a vosotros mismos y a ellas, podéis responsabilizaros de la anticoncepción y la salud sexual en pareja. Podéis trabajar el erotismo para liberaros del porno machista que limita tanto vuestro placer, podéis trabajaros las emociones para que no hagan daño a nadie, podéis aprender a mostrar vuestra vulnerabilidad, podéis buscar herramientas para trabajaros los traumas de la infancia, la mutilación emocional, el miedo hacia las mujeres libres.

 Podéis juntaros con más hombres para trabajar los patriarcados que os habitan, podéis aprender a hacer autocrítica amorosa para ser mejores personas y para liberaros de la opresión patriarcal. Juntos y por separado, podéis empezar a preguntaros cómo explotáis a las mujeres pobres en el puticlub, a las empleadas domésticas, o a las mujeres de vuestra familia que trabajan gratis para vosotros "por amor".

 Son muchas las cosas que podéis hacer para contribuir a la transformación social y política, pero podéis empezar con vuestro entorno más íntimo y trabajar la forma en la que os relacionáis con las mujeres que os aman. Para  aprender a disfrutar del sexo y del amor, es fundamental que podáis ver a las mujeres como compañeras. Sólo desde el compañerismo podréis acabar con las relaciones de dominación o explotación contra nosotras: construir relaciones igualitarias desde el disfrute es una forma de romper con el sistema patriarcal y de cambiar nuestra forma de relacionarnos y de organizarnos económica, política y socialmente.

Nosotras ya estamos en ello y el trabajo va dando sus frutos, vosotros, ¿cómo vais a relacionaros con las Mujeres que ya no sufren por amor?

 #LoRománticoEsPolítico #HombresQueYaNoHacenSufrirPorAmor #HombresQueSeTrabajanElPatriarcado #AmorYFeminismo
#RevouciónAmorosa #Cuidados #AmorCompañero #AmorDelBueno

29 de marzo de 2019

Dejar de sufrir por amor es revolucionario



Lo más revolucionario que podemos hacer hoy en día las mujeres en nuestra vida cotidiana es no sufrir por amor a un hombre. Porque el patriarcado nos quiere de rodillas, mendigando o exigiendo amor, soñando con el amor, aguantando por amor, sacrificándonos por amor, renunciando a todo con tal de ser amadas por un hombre. 

Hay que ser rebeldes: no tenemos por qué quedarnos en relaciones en las que no somos felices, no tenemos que conformarnos con migajas de amor, no tenemos que ser comprensivas con un tipo que no sabe o no quiere cuidarnos, ni tenemos por qué empeñarnos en salvar a ningún hombre: lo que nosotras queremos y lo que nos merecemos es encontrar compañeros con los que disfrutar del sexo, del amor y de la vida. 

Si no hay, mejor estar sin pareja que sufriendo por un tipo que disfruta con nuestro sufrimiento, y que se siente poderoso teniendo a una o a varias mujeres a sus pies, todas suspirando por un poco de atención y de cariño. 

Se acabó lo de sufrir por el amor de un hombre: si no os estáis divirtiendo, si no estáis disfrutando, dejad la droga maldita y empezar a cuidaros mucho. Vamos a disfrutar, que cuanto más disfrutamos, más rabia les da a todos los que nos quieren amargadas, acomplejadas, llenas de miedos, o dependientes de un hombre. 

Para acabar con el patriarcado, hay que liberarse de la necesidad de ser amadas por un tío: vamos a romper con el sufrimiento, vamos a querernos bien y a ser felices, vamos a llenar nuestra vida de afectos y mucho amor del bueno 

#LoRománticoEsPolítico #MujeresQueYaNoSufrenPorAmor#MujeresEnRebeldía #MujeresLibres #SeVaACaer #ADisfrutar#RevoluciónAmorosa

Coral Herrera Gómez






28 de marzo de 2019

Salud, dinero y amor



Salud, dinero y amor. Esto es lo que la mayoría de la gente necesitamos para estar bien, es lo que le deseamos a nuestra gente querida con el año nuevo y en sus cumpleaños. Esta debería ser la base también de cualquier partido político que quiera acabar con el sufrimiento y mejorar la vida de la gente: 
- Salud pública, gratuita y de calidad. Aire respirable, alimentos y agua sin veneno.
- Dinero: ingresos dignos, salarios dignos y pensiones dignas. Si no hay empleos para todo el mundo, que haya ingresos para todo el mundo.
- Amor: necesitamos tiempo para el amor y los cuidados, condiciones laborales para cuidar y disfrutar de nuestros seres queridos, nuestros animales, y nuestra vida, que sólo tenemos una.

Estos tres pilares junto con los derechos humanos fundamentales son la base de la política: se trata de que podamos disfrutarlo todos y todas, no sólo unos pocos. Eliminar la pobreza, la explotación y el sufrimiento de millones de personas, garantizarles tiempo e ingresos para que puedan disfrutar del amor y la vida. Los cuidados, en el centro: este debería ser el objetivo de la política de nuestro tiempo #LoPersonalEspolítico #LosCuidadosSonPolíticos  #BuenVivir #DerechosHumanos #SaludDineroYAmor #Tiempo

26 de marzo de 2019

Otras formas de cuidarnos son posibles: colectivizar los cuidados



Este post es un capítulo del libro "Los Cuidados", es un proyecto transmedia autogestionado que además del libro ha realizado un documental. Podéis ver el trailer aquí.

El amor y los cuidados nos han permitido sobrevivir y evolucionar como especie: hoy estamos aquí gracias a nuestra capacidad para la empatía, la solidaridad, la generosidad y la cooperación. Cuidar a los nuevos miembros de la tribu, y a los que no pueden valerse por sí solos (enfermos, gente anciana, gente con discapacidades) nos ha permitido llegar vivos hasta el siglo XXI, multiplicarnos y expandirnos por todo el planeta.

Pasamos muchos años de nuestra vida siendo cuidados por las mujeres: los humanos tenemos infancias muy largas, y ahora también se está alargando la vejez, a medida que aumenta la esperanza de vida humana. Incluso cuando estamos jóvenes y sanos, y tenemos autonomía económica, requerimos cuidados de los demás: cuando tenemos accidentes, cuando enfermamos, cuando sufrimos crisis emocionales, cuando pasamos por momentos duros de nuestras vidas.

Sólo pasamos un tercio de nuestras vidas, en la etapa de la adultez, disfrutando de la autonomía y con nuestras facultades físicas, mentales y emocionales en buen estado. Es cuando tenemos salud y energías para  cuidarnos a nosotras mismas y a los demás. Pero es también el momento en que tenemos que volcarnos en la producción y en la generación de ingresos, ahorro y pensiones, así que se hace imposible del todo compatibilizar ambas responsabilidades a la vez.

Todos necesitamos compañía: somos seres profundamente sociales y emocionales. Necesitamos amor, palabras de aliento, calor humano, sentirnos arropados, recibir y dar demostraciones de cariño. Necesitamos sentirnos aceptados por nuestra familia y nuestra comunidad cercana, y necesitamos las redes de afecto y apoyo mutuo para sobrevivir en un mundo hostil, desigual y violento.

Solos no podemos: necesitamos a nuestra gente para aprender, para celebrar, para ayudarnos mutuamente, para apoyarnos en momentos duros, para compartir la vida. Esas redes que nos sostienen se están perdiendo en la actualidad, por eso aumentan las enfermedades mentales, los trastornos emocionales, las depresiones y los suicidios: en la medida en que nos sentimos solos y aislados del resto, nuestra calidad de vida y nuestra salud mental y emocional se va deteriorando progresivamente.

En nuestra sociedad actual hemos roto con el concepto de “tribu” y vivimos en familias aisladas formadas por dos adultos o una mujer adulta, con uno o varios hijos e hijas. Aún en el mundo rural, la familia extensa (abuelos, abuelas, tías, tíos, primas, etc) sigue funcionando como una red de cuido, pero en las grandes ciudades nos come la soledad. Los ancianos se mueren solos, y de vez en cuando sucede que nadie los echa de menos hasta que el vecindario huele el cadáver en descomposición.

El ritmo de producción es incompatible con la vida: no tenemos espacio ni tiempo para cuidar a los demás porque pasamos todo el día fuera de casa, produciendo para ganar un salario, y atascados en las horas punta de las grandes ciudades. Hemos externalizado los cuidados, y dejamos a nuestros bebés, ancianos y ancianas, y familiares enfermos o con discapacidades, a cargo de mujeres. Unas lo hacen gratis, otras precariamente, y otras en condiciones de semiesclavitud o esclavitud.

Somos nosotras las que sostenemos el mundo con nuestro trabajo de crianza, cuidados y labores domésticas. Pero la mayor carga recae en las mujeres pobres: sin ellas no podríamos producir ni reproducirnos. El capitalismo se sostiene gracias a la explotación de miles de millones de mujeres pobres y del trabajo gratis que realizan todas las mujeres en sus hogares.

Las mujeres que cuidan necesitan que garanticemos su derecho a la autonomía económica, a cotizar en la seguridad social, a salarios dignos, a vacaciones y descansos, a tener pensión de jubilación, a disfrutar de tiempo libre, y a recibir los cuidados de la comunidad para poder ejercer su trabajo en óptimas condiciones psicológicas, emocionales y físicas.

No es justo que no se valore social y económicamente a las madres, las enfermeras, las parteras, las niñeras, las maestras, las cocineras, las cuidadoras, las empleadas de limpieza. No es justo que las madres tengan que separarse de sus crías y no puedan cuidarlas, no es justo que estos cuidados los asuma otra mujer de bajos recursos a cambio de un salario indecente. No es justo que los hombres tengan libres 3 horas más al día que las mujeres. No es justo que tengamos que elegir entre maternidad y carrera profesional, no es justo que si criamos tengamos que renunciar a tener ingresos. No es justo que no se reconozca la inmensa labor que hacen los y las profesionales que se encargan de educar, de curar, de cuidar, de alimentar, de acompañar a las personas que más lo necesitan.

Para cambiar el mundo necesitamos hacernos cargo de los cuidados colectivamente: es un asunto político, social y económico de primer orden. Es urgente dejar de cargarnos a las mujeres toda la carga reproductiva y doméstica, y además obligarnos a asumir también la producción, a costa de nuestra salud y nuestro tiempo libre.

En algunos países nórdicos se han tomado algunas medidas para alargar los permisos de maternidad, y para repartir los cuidados a bebés entre hombres y mujeres, pero no es suficiente: necesitamos un cambio radical en nuestro sistema productivo que nos permita a todos tener tiempo y dinero para cuidar a nuestra gente querida.

Sólo podremos garantizar a los niños y niñas una infancia feliz si esta se desarrolla en un ambiente familiar y seguro, con diversas fuentes de afecto, que le permitan ir construyendo su identidad sin miedos, y sin la angustia de la separación de sus vínculos de referencia. Los bebés se merecen ser cuidados por gente que les quiera, les proteja, les cuide y les eduque con amor. Los ancianos, las ancianas, las personas con discapacidades o enfermas también. Son los más vulnerables, y los que más sufren la crueldad de un sistema que los deja fuera y que no permite que los suyos puedan cuidarlos.

Es el momento de colectivizar los cuidados, y de que todos y todas podamos asumir nuestra responsabilidad en las tareas básicas para la supervivencia (alimentación, higiene y limpieza, administración de los recursos, cuidados a los que necesitan ayuda, crianza y educación de bebés, niños y niñas, cuidados a animales y plantas domésticas). Todos, y también todas, tenemos derecho a ser cuidados y a cuidar a los demás, con el disfrute y las obligaciones que ello conlleva.

Cuidar es una tarea titánica: necesitamos una tribu, necesitamos tiempo y dinero, y condiciones laborales que nos permitan implicarnos activamente en nuestras tareas de crianza y cuidados. Necesitamos expandir los cuidados a la comunidad, ampliar el concepto de familia más allá de la pareja y del parentesco, y construir nuestras redes de cuido en grupos de gente unida por vínculos de afecto y de apoyo mutuo. Cuanto más grande sea la red y más gente comparta los cuidados, más tiempo libre tendremos todos, y más calidad de vida habrá para todos y todas.

Tenemos que poner los cuidados y la crianza en el centro de nuestros movimientos sociales y políticos, y situarlos como una prioridad en la agenda de los gobiernos. También es fundamental un cambio social y cultural: tenemos que aprender a trabajar en equipo, a ser más solidarios  y ayudarnos mutuamente, a tratarnos bien, a querernos bien, a cooperar con la gente para que la vida se nos haga más fácil y más bonita a todos y a todas.

Compartir los cuidados y querernos bien es una forma de resistencia política frente a un sistema que nos quiere solos y solas, aisladas unas de otras,
compitiendo con las demás, sobreviviendo cada cual como puede. Los problemas personales son en su mayoría sociales y políticos, por eso tenemos que buscar soluciones colectivas, no individuales.

Tenemos a favor el avance de la lucha feminista en todo el mundo, y el tremendo salto tecnológico que vamos a dar en las próximas décadas: el mundo laboral va a cambiar de una forma drástica con la llegada de los robots. Ya no será necesario explotar económicamente a miles de millones de personas, así que podremos acabar con la esclavitud femenina y la esclavitud infantil.

Si somos capaces de transformar nuestro sistema productivo de manera que nos beneficie a todos y a todas, podremos asegurar una renta básica para toda la población. Con un ingreso básico asegurado, podríamos cuidar, criar, educar y construir redes afectivas de apoyo mutuo para repartir el trabajo entre todas y todos de una manera equitativa.

El cambio que propone la lucha feminista en nuestra forma de organizarnos y de cuidarnos nos permitiría garantizar los derechos humanos de todas las mujeres, niñas y niños, y personas dependientes: derechos sexuales y reproductivos, derecho a techo y a comida, derecho a una educación y una sanidad pública y de calidad. Derecho a cuidar y a ser cuidados, derecho a vivir una vida libre de violencia, derecho a tener tiempo libre para vivir la vida y disfrutarla con nuestra gente querida. 

Colectivizar los cuidados es, desde mi punto de vista, una de las principales vías para acabar con el patriarcado y el capitalismo. La tarea no es fácil pues se trata de encontrar nuevas formas de organizarnos, de producir y de consumir, nuevas formas de convivir y relacionarnos, nuevas formas de querernos y de cuidarnos. Pero sin duda es un proceso apasionante, porque forma parte de la revolución sexual y emocional, cultural y social, económica y política que estamos llevando a cabo desde los feminismos.

Otras formas de cuidarnos son posibles: desde los cuidados podemos transformar la economía, la política, y la sociedad entera. Colectivizar los cuidados es hoy, por hoy, la única manera de acabar con la desigualdad, la explotación, y la violencia patriarcal, y de transformar el mundo que habitamos en un lugar más pacífico, igualitario y amoroso.


Coral Herrera Gómez  





El libro "Los Cuidados" ha sido coordinado por Antonio Girón y Raquel Congosto junto con Ecologistas en Acción. Tanto el libro como el documental son una propuesta de intervención en territorios para reflexionar y aprender sobre el cuidado y lo común. Han participado asociaciones vecinales, colectivos de barrio, y personal de la Sanidad Pública española.

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