9 de octubre de 2016

Por qué es importante cuidar a tu gente cuando te enamoras


Una de las reglas de oro para sufrir menos y disfrutar más del amor, es tener una buena red de afectos llena de ternura, compañerismo, solidaridad, apoyo mutuo, cariño y empatía. Y sin embargo, mucha gente cuando se enamora, se olvida del mundo, y al emparejarse, se aísla y se encierra en el nidito de amor.  

Hasta que el amor se acaba: entonces nos damos cuenta de lo solos o lo solas que estamos, y es entonces cuando lamentamos haber abandonado nuestros grupos familiares y de amistad. Cuesta mucho recuperarlos. A veces es completamente imposible: las amigas y los amigos no son esos seres humanos a los que puedes acudir para llorar cuando tienes mal de amores, o cuando necesitas dinero o apoyo emocional. 
Los grupos de amor parecen cosa de adolescentes: cuando la gente se hace mayor, y se empareja y se casa, estos grupos de amor se disuelven o se dividen entre los solteros y los emparejados, los que se convierten en papás y mamás y los sinhijos.

Tenemos poco tiempo en nuestras apretadas agendas para los amigos de siempre y para hacer nuevos amigos mientras construimos el hogar junto a nuestro amado o amada. El asunto es que parece que no hay alternativas: o te emparejas, o te quedas solo y te juntas con los que no se han emparejado, que son siempre minoría al final de la treintena.

La soledad es la gran enfermedad de nuestro tiempo, por eso hay gente que se empareja aunque no le apetezca demasiado: es lo que toca y nadie quiere parecer una persona fracasada en una sociedad en la que el éxito consiste en emparejarse, convertirse en propietario de una hipoteca, casarse y reproducirse.  Como todos necesitamos compañía, la única salida posible parece que es la pareja: sin ella parecemos bichos raros y sufrimos presiones del entorno más cercano para que pasemos por el aro como todo el mundo.  

Vivimos en la era del individualismo más salvaje y del "sálvese quién pueda": cada cual va a lo suyo y se busca la vida como puede, y esto también constituye una amenaza para los grupos de gente que se quiere, porque dedicamos más tiempo y energías a ganar dinero para pagar facturas, y nos centramos en nuestros proyectos individuales o en dúo. Se nos olvida entonces la cantidad de alegrías que sentimos con nuestras tribus, y lo bien que nos viene a todos disfrutar de esas tardes de risas, confesiones, conversaciones ricas, fiestas y momentos trascendentales. 

Hemos abandonado las grandes utopías colectivas, y como nos hemos resignado a la idea de que no podemos transformar ni mejorar nuestro mundo, al menos nos queda el consuelo de la salvación individualista. La nueva utopía ya no es social, sino personal: la meta es encontrar a tu media naranja y construir juntos el paraíso romántico en el que seremos felices y comeremos perdices.  
Así pues, para poder encontrar el amor verdadero parece que hay que estar más sola que la una. Todos los protagonistas de los cuentos que nos cuentan están solos: en las historias no hay grupos de gente que se junta para resolver problemas o para celebrar la vida. Los héroes son siempre hombres que se enfrentan solos a los peligros en las aventuras que corren,  y las mujeres esperan solas a que ellos lleguen a salvarlas. 
Las princesas Disney no tienen mamá, ni papá, ni hermanas o hermanos. Ninguna de ellas tiene tías, primas, vecinas, y por supuesto no tienen amigas. Están secuestradas, hechizadas, explotadas, pero nadie las ayuda, porque están solas en el mundo. Solas, desvalidas, sin herramientas para fugarse, para rebelarse, para diseñar estrategias que les permitan liberarse. Son mujeres pasivas que sueñan con su media naranja y esperan a ser rescatadas por el príncipe azul.

Millones de niñas aprenden a diario con estos mitos y estereotipos sobre la feminidad que las mujeres son malas (todas menos tú, que eres especial y por eso tu príncipe te va a tener como una reina), y que para que te elija debes de estar sola y aparentar ser frágil, delicada, miedosa, pasiva, tranquila, obediente y dulce. Lo  más importante es que Él se de cuenta de que eres especial, que no eres como las demás mujeres: son todas unas envidiosas, abusonas, codiciosas, violentas, y malas personas. prendemos pronto a desconfiar unas de otras, porque las mujeres que vemos en los cuentos tratarán de aprovecharse de la protagonista, hacerla daño o quitarte el novio, como la bruja de Blancanieves o la madrastra y hermanastras de Cenicienta.
Esta es la razón por la cual muchas mujeres desconfían de otras mujeres y no tienen amigas, mientras que los hombres siempre tienen su grupo de amigos con los que ir al bar, al gimnasio, al fútbol o al puticlub. En nuestra cultura patriarcal se ensalza la amistad entre los hombres, pero nunca la amistad entre mujeres. Los únicos personajes femeninos que se organizan y se unen para luchar o para celebrar la vida son las brujas, esos seres malvados, feos, espantosos, crueles y peligrosos que se comen a los niños en sus akelarres nocturnos. 
El patriarcado nos necesita solas, aisladas, tristes, amargadas, envidiosas, miedosas, celosas, frágiles, vulnerables, dependientes de un solo hombre. Por eso el feminismo trabaja para desmitificar a las princesas solas y dependientes, y propone justamente lo contrario: construir redes de afecto, solidaridad y apoyo mutuo entre nosotras para ser libres y autónomas, para que nadie nos domine, nos controle y nos robe la libertad. Con sororidad, las mujeres unidas somos mucho más fuertes y más felices.

Al capitalismo y al patriarcado les conviene que las mujeres tengamos miedo a la soledad y que nos juntemos a los hombres no desde la libertad, sino desde la necesidad (económica y emocional). 

Cuanto más solas estamos, más necesitadas, más baja está nuestra autoestima, más vulnerables y dependientes somos: esta es la razón por la cual aguantamos malos tratos, humillaciones, y relaciones de dominación basadas en el machismo más violento.
Por eso una de las claves para salir de esos infiernos es siempre poder contar con ayuda de otras mujeres: amigas, madres, hermanas que nos refuercen la autoestima, nos recuerden que tenemos derecho a vivir una vida libre de violencias y nos acojan en sus hogares para poder empezar otra vida lejos del agresor. 

El patriarcado aplica sobre nosotras la ley del "divide y vencerás", y nos hace creer que las mujeres somos enemigas, por eso es tan necesario tejer redes de cooperación y ayuda mutua, y reivindicar el valor de la amistad, de la ternura, del cariño entre nosotras.
Gracias al feminismo, las mujeres hemos aprendido a construir relaciones igualitarias, respetuosas, y horizontales entre nosotras y con los hombres que saben relacionarse de tú a tú, sin jerarquías y sin violencia.
Ninguna de las princesas Disney tiene amigos varones porque el principal mandato del patriarcado es que en nuestras vidas solo puede haber un hombre: primero papá, y después el príncipe azul. Y a eso se reduce el amor: a una sola persona que colmará todas nuestras necesidades, nos amará para siempre, y nos  hará muy felices.


El amor de la tribu 

Los mitos románticos nos hacen creer que el amor de pareja es el más sublime de todos los amores: para que no nos juntemos en grandes grupos en los cuentos nunca se ensalza la amistad, ni el amor colectivo.

Las redes de amor son el mayor tesoro con el que contamos los seres humanos: necesitamos a los demás para sobrevivir porque somos seres sociales, sociables y emocionales. Nuestra especie ha logrado sobrevivir gracias al amor y a los cuidados, y siempre hemos vivido en tribus y grupos solidarios. 
El dúo romántico es un invento moderno del indvidualismo posmoderno: los humanos tenemos una hermosa e increíble capacidad para cooperar, para trabajar en equipo, para unirnos y hacer frente a los problemas colectivamente. Necesitamos a los demás para aprender a hablar, a caminar, a escribir, a contar, a comer, y a ser autónomos. Necesitamos a los demás para dar amor y recibirlo, para que nos cuiden cuando somos bebés y ancianas, cuando enfermamos gravemente, o cuando pasamos por momentos difíciles o dolorosos.
Sin nuestra red de afectos y cuidados, enfermamos y morimos de soledad. La pareja jamás cubrirá todas nuestras necesidades, y es mentira que el amor romántico es incondicional o eterno. Es mentira que al encontrar a nuestra media naranja ya no necesitamos a nadie más, y es mentira que una sola persona pueda cubrir todas nuestras necesidades sociales y afectivas.

Es mentira que somos mitades que solo nos completamos cuando encontramos a nuestra otra mitad: somos naranjas enteras, y lo que necesitamos es amor a manos llenas. Necesitamos compañía, no sólo en momentos difíciles, sino también en las alegrías de la vida. A los humanos nos encanta celebrar cumpleaños, bodas, graduaciones, cambios de estación, fiestas locales o nacionales, etc. Nos gusta mucho cantar y bailar con gente, emborracharnos, abrazarnos y mostrarnos cariño, nos gusta darnos premios y reconocimientos los unos a los otros, nos encanta hacer regalos, acompañar en los funerales y en los partos, ayudar a la gente a ser más felices. Nos gusta hacer deporte juntos, nos gusta inventar juegos, celebrar concursos, contarnos cuentos, componer música para compartir con los demás. Por eso hacemos teatro, baile, óperas, cine, conciertos... hacemos arte para conmover, para entretener, para comunicar, para emocionar a los demás. 
Uno de los mayores terrores que sentimos los humanos es el miedo a quedarnos solos, el miedo a ser abandonados, el miedo a que nos rechace la tribu a la que pertenecemos. Necesitamos sentirnos parte de algo, sentir que le importamos a alguien, sentir que somos aceptadas por la comunidad en la que vivimos. 
Pienso mucho en los ancianos y ancianas de las grandes ciudades que mueren y nadie se da cuenta hasta pasados unos días, cuando los cadáveres empiezan a oler mal. Me pregunto dónde están sus hermanos y hermanas, sus hijos e hijas, sus nietos y nietas, sus amigos y amigas... y no puedo entender cómo alguien puede morirse y que a nadie le importe. Pienso en toda esa gente cuya única compañía es la televisión o la radio porque su aislamiento es tal que no hablan ni con los vecinos. Gente que va a pasar la tarde a urgencias para entablar conversación y para que alguien les toque el cuerpo: la necesidad de contacto físico, de dar amor, de sentir que alguien se preocupa por nosotros, de sentir que somos importantes o significativos para otros humanos es universal.
Hace unos años leí que en Japón ya se pueden alquilar perros para sacarlos a pasear: acariciar a un perro genera oxitocina y endorfinas, y nos permite conocer a otros dueños de perros con los que entablar conversación. Ahora también podemos alquilar amigos por horas que nos escuchen, nos sonrían y nos den un abrazo. El afecto que recibimos a cambio de dinero es falso, pero muchos creen que es mejor eso que nada. 
Tener afectos reales es hoy en día un tesoro: en este mundo lleno de Narcisos y de valores consumistas, de relaciones virtuales y espejismos emocionales, de amores líquidos y descomprometidos, se nos olvida a veces lo importante que es alimentar nuestros vínculos y cuidar a la gente que queremos. Los afectos son una de las cosas que hacen que la vida merezca la pena, y son la mayor fuente de emociones fuertes y duraderas que tenemos. 

El romanticismo es antisocial 

El romanticismo patriarcal es un modelo amoroso profundamente antisocial porque está basado en el egoísmo, la posesividad, la exclusividad, la propiedad privada, los celos, el miedo y la mezquindad. Nuestra cultura amorosa mitifica las relaciones interesadas y de dependencia mutua para que nos esclavicemos mutuamente, y para que hagamos pactos basados en el aislamiento, la monogamia, la renuncia y el sacrificio (generalmente de las mujeres, porque la doble moral no castiga el adulterio masculino con la misma dureza que el femenino).

Las que salimos perdiendo bajo las normas del romanticismo somos las mujeres, generalmente, porque sufrimos mucho más el aislamiento social al vernos relegadas al rol doméstico. Las relaciones de control y dominación anulan nuestra libertad, nuestro derecho a decidir, nuestra autonomía, pero a veces no nos damos cuenta porque todo este esquema de poder se disfraza de amor: "no quiere que salgas con tus amigas porque te ama tanto que te quiere solo para él", "sus celos son una prueba de que te ama", "se enfada porque quiere tenerte a su lado todo el tiempo"...
Con estos modelos se construyen las relaciones esclavizantes y los infiernos conyugales de los que resulta imposible o muy difícil salir si estamos solas, por eso aguantamos relaciones en las que no hay amor, por eso renunciamos a nuestra salud emocional y a nuestro bienestar, por eso nos resignamos a lo que nos ha tocado... y por eso nos cuesta a veces salir de relaciones en las que no somos felices o en las que no nos tratan bien.
Las redes de amor y afecto nos empoderan: la gente que nos quiere bien nos ayuda, nos apoya, nos abre los ojos cuando nos autoengañamos, nos escucha, nos respeta, nos quieren ver bien, nos animan a romper con lo que nos hace daño, nos animan a trabajar por nuestro bienestar y a buscar la felicidad. La gente que nos quiere bien ama nuestra libertad, y sentimos con ellas que podemos ser nosotras mismas, por eso es tan importante rodearse de buena gente, y cuidar a los amigos y a las amigas, tengamos o no pareja.

Nunca la pareja y las amistades son incompatibles: en realidad el amor del bueno siempre se multiplica y se comparte, no nos limita, no nos coacciona ni nos encierra.
 Cuando nos quieren bien y estamos rodeadas de amor, es más fácil tener presente que amar no implica sufrir, que no tenemos por qué sacrificarnos por nadie ni renunciar a nada, que tenemos derecho a ser felices, a tener todos los amigos y amigas que nos apetezca, a organizar nuestros espacios y nuestro tiempo como nos venga en gana. 

Tenemos derecho a construir nuestras familias con la gente que queramos, a vivir con quien nos apetezca, a juntarnos y a separarnos como queramos:  la vida es más hermosa con amores diversos, y estos amores nos hacen más libres, porque no nos exigen exclusividad, ni nos atan, ni nos esclavizan. En libertad es más fácil construir relaciones igualitarias, horizontales, respetuosas y sanas sin que nos condicione la necesidad.  

Si tenemos una buena red social y afectiva podremos unirnos y separarnos con quien queramos, cuando queramos, como queramos, sin depender de nadie, sin miedo a quedarnos solos o solas.  
Desde esta perspectiva, la amistad, el compañerismo y la solidaridad son revolucionarias: cuantos más amigos y amigas tenemos, más libres e independientes somos.  Y es que el amor del bueno solo se puede construir en libertad,  y sólo se puede disfrutar si lo compartimos con mucha gente y lo multiplicamos hasta el infinito. 

25 de septiembre de 2016

Se vive mejor sin religiones del amor


En el trabajo que llevo a cabo con mujeres de toda España y América Latina en el Laboratorio del Amor, trabajamos mucho el tema de las nuevas formas de querernos, y en concreto hablamos mucho de las relaciones abiertas, el anarquismo relacional, la agamia,y el poliamor. Algunas lo están disfrutando mucho, especialmente las que ya eran poliamorosas antes de leer sobre el tema, las que nunca disfrutaron  en relaciones cerradas con pactos de fidelidad rígidos, las que se han atrevido por fin a relacionarse como siempre habían soñado: sin miedos, sin culpas, sin normas ajenas.
Sin embargo, muchas otras están llevando a cabo un esfuerzo titánico para convertirse en poliamorosas, y se preguntan si este esfuerzo merece la pena. Unas han llegado a la poliamoría de la mano de sus parejas masculinas, y otras han  llegado leyendo y debatiendo con amigas o en asambleas o foros virtuales. Sin darnos cuenta, casi todo el mundo mitifica la poliamoría como la práctica amorosa ideal que acabará con el sufrimiento, las mentiras, las peleas, las luchas de poder, la infidelidad, la violencia romántica.. y sin embargo al vivirlo nos damos cuenta de que las nuevas religiones del amor pueden ser tan tiranizantes como las antiguas. 
Casi todas coincidimos en que la fase teórica es lo mejor: hablar sobre relaciones abiertas es liberador y transgresor, y no es difícil entusiasmarse con esta forma de amar que nos liberará del patriarcado para siempre. Lo difícil es llevar la teoría a la práctica, porque la mayor parte de nosotras carecemos de herramientas para gestionar nuestras emociones: no nos han enseñado a manejarlas, y no podemos obligar al cuerpo a no sentir. Se  requiere de mucho tiempo y entrenamiento para cambiar nuestras estructuras emocionales: no se pueden borrar siglos de patriarcado de un plumazo.
Lo ideal sería encontrar la fórmula mágica para convertirnos en poliamorosas de la noche a la mañana, pero eso se les da mejor a los chicos, que llevan siglos simultaneando relaciones y ahora pueden hacerlo a la luz del día, sin mentir, sin sentirse culpables y sin miedo a que les descubran. 
En nuestro análisis colectivo hemos descubierto que la poliamoría puede ser tan patriarcal (o más) que la monogamia, y que por lo tanto la poliamoría tiene que ser feminista para que sea revolucionaria, y para que podamos disfrutarla nosotras también. Durante siglos y siglos hemos tenido que reprimirnos, mentir y jugarnos la vida para poder tener varios amores. Cuando nos han descubierto, los castigos han sido, y siguen siendo en muchos países del mundo, extremadamente crueles: se nos etiqueta como adúlteras, y luego se nos dilapida, se nos quema vivas o se nos tortura hasta la muerte.  
En el mundo desarrollado, sin embargo, ahora la imposición viene del lado contrario: lo que mola y lo que se lleva ahora es ser poliamorosa, y si no lo eres puedes ser etiquetada como una antigua, una conservadora o aún peor, una mujer machista que no se abre a las tendencias más "transgresoras". 
Como la mayoría quiere evitar estas etiquetas, nos adaptamos a las modas del amor y muchas veces nos machacamos tratando de seguir con fidelidad los nuevos esquemas y modelos amorosos. Lo hacemos para que la manada y la tribu nos acepten, pero también para que nos quieran y nos elijan como pareja. 
Sin embargo, someternos a las nuevas normas duele, porque no es nada fácil hacer la transición desde el romanticismo tradicional y monógamo al romanticismo poliamoroso y abierto. De hecho, puede llegar a ser una tortura que nos machaca la autoestima y la salud emocional, porque no toda la gente que practica el poliamor sigue una ética poliamorosa. Hay mucha gente cruel que miente, que no cuida a sus compañerxs, que hace daño para alimentar su Ego, que jerarquiza y minusvalora a sus amantes para reafirmarse y demostrar su poder y su capacidad de seducción.

Pensando sobre todo esto, nos dimos cuenta de que entonces es fundamental cuidarse a una misma, no permitir que nadie nos haga daño, no traspasar los límites propios, no tener miedo al "qué dirán". Es importante, pactar con una misma, respetar los acuerdos, conocerse bien, saber qué es lo que nos hace bien y lo que no, y querernos tanto como queremos a las personas con las que nos relacionamos. Es importante, también, tener la libertad para cambiar de opinión, para atrevernos o para quedarnos donde estamos: el poliamor no es la salvación, ni es la solución a todos los problemas del amor patriarcal. 
Otra conclusión a la que hemos llegado juntas es que la monogamia es una forma de relacionarse como otra cualquiera y que forma parte de la diversidad sexual y amorosa. Es decir, la monogamia ha de ser una opción libre que cualquiera de nosotrxs pueda elegir. Finalmente, sucede lo mismo que con la poliamoría: la monogamia ha de ser igualitaria, feminista y diversa. 
Todos los modelos amorosos se pueden desmitificar y despatriarcalizar.  En el Laboratorio vamos viendo que no merece la pena sufrir ni sacrificarse para alcanzar el paraíso del poliamor. Al mundo de las relaciones abiertas se ha de llegar disfrutando, sin imposiciones externas o internas, sin mitos ni normas que nos obliguen a adaptarnos al modelo hegemónico poliamoroso. 
Lo bueno de la poliamoría es que podría llamarse de otra manera, y puede vivirse y practicarse como a una le apetezca, de la manera en que a una le convenga, customizando o personalizando la experiencia como deseemos. Esto es practicar el feminismo desde una misma: sentirse libre para elegir, para entrar o salir, y para construir nuestros vínculos desde donde queramos.  
Hemos descubierto que no hay que culpabilizarse si una no es tan poliamorosa como las demás, que no pasa nada si no podemos tener varias relaciones a la vez, que no tenemos porqué torturarnos reprimiendo las emociones o tratando de disimularlas pensando en que nos van a juzgar y a etiquetar con los términos más abyectos (antiguas, mojigatas, estrechas, conservadoras, reaccionarias, patriarcales).
Hay que ser valienta y no tener miedo a las opiniones de la gente. Lo que de verdad es transgresor es disfrutar de tu vida sin pensar en los demás, sin seguir las modas, sin someterse a normas ajenas. Para las chicas del Labo, al final lo importante es sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Si sufres tratando de adaptarte a un nuevo esquema, no merece la pena hacer tanto esfuerzo: es legítimo intentarlo y abandonar, es legítimo probar otras formas de quererse, y es válido negarse a someterse a las nuevas o a las antiguas religiones del amor
Es importante reivindicar nuestro derecho a ser poliamorosas y a dejar de serlo cuando nos apetezca, pues nunca somos las mismas, cada pareja es un mundo, cada etapa de nuestras vidas es diferente, y lo que te apetece en un momento puede no apetecerte en otro. 
Por eso la etiqueta "poliamorosa"  debería ser como una prenda de vestir: me la pongo o me la quito cuando me apetezca, y no soy mejor o peor persona. Sigo siendo estupenda amando de una manera o de otra: lo importante es sentirnos completamente libres a la hora de relacionarnos y de construir nuestros vínculos con lxs demás.
Lo mismo sucede con la heterosexualidad: si es lo que me sale del coño y del corazón, no me hace menos feminista el amar y follar con hombres deliciosos. Si no es impuesta, la heterosexualidad es una opción tan transgresora como otra cualquiera: las lesbianas no son más feministas que las heteros. 
Quien esté libre de patriarcado, que tire la primera piedra. El patriarcado afecta lo mismo a gays, trans, lesbianas y heteros, por eso es tan importante hacer autocrítica amorosa continua, y por eso es tan importante cuestionar cualquier estructura amorosa, emocional, sexual y sentimental.
Todas las religiones y modas del amor pueden ser analizadas, repensadas, desmitificadas, despatriarcalizadas y desmontadas. La poliamoría es una liberación y un espacio de gozo para la gente poliamorosa, pero puede ser un infierno para la gente que no lo es. Por eso hay que probar y ver cómo nos sentimos, si es o no para nosotras, si nos apetece quedarnos un tiempo o para siempre, si nos sentimos nosotras mismas, si estamos a gusto, si tenemos la suerte de encontrarnos con gente linda en el proceso. 
Lo esencial para amar con alegría es poder ir más allá de las etiquetas, no arrodillarnos frente a las religiones del amor (las tradicionales o las nuevas), y sentirnos libres a la hora de elegir con quién y cómo queremos amar. Esto es el feminismo diverso: poder construir la estructura amorosa que queremos cada una, porque todas las formas de quererse son igual de válidas. Lo importante es vivirlas libremente y poder disfrutarlas.
Coral Herrera Gómez

Si quieres saber más sobre el Laboratorio del amor, visita mi web: 
laboratorio del amor final - TEXTO 3

12 de septiembre de 2016

El Bestia y la Bella, el mito





El cuento de la Bella y la Bestia está basado en la idea de que si eres una mujer con paciencia y capacidad de aguantar menosprecios, malos tratos y violencia, al final obtendrás tu recompensa. La moraleja es que si le das mucho amor a la Bestia, al final se convierte en Príncipe Azul. Y es que la Bestia no es un tío agresivo y violento por naturaleza, sino porque es víctima de un hechizo. El hechizo se deshace con un beso, y así por fin "la que todo lo aguanta", puede ver su sueño hecho realidad: él por fin cambia. Dejará de pegarla, dejará de insultarla, dejará de controlarla y ella podrá volver a ser libre y feliz a su lado. 

Si, el violento te secuestra, te viola, te escupe, te golpea, te mata, pero es porque te quiere mucho y no sabe cómo demostrártelo. El Bestia es un pobre monstruo que ha sufrido de pequeño y que como no tiene herramientas para gestionar sus emociones, cuando se enoja o se siente mal, te maltrata. Luego te pide perdón y te promete que cambiará, y la Bella por supuesto le cree, y le da mil oportunidades: ella además de bondadosa es una ingenua que se aferra a la idea de que él cambiará y podrá quererla bien algún día. 


Esta es una de las razones por las cuales las víctimas de violencia de género se quedan junto a sus maltratadores: creen que ellos son víctimas que algún día cambiarán. Las películas de Hollywood están constantemente mitificando e idealizando a los machos violentos como seres muy sensibles que han sufrido mucho y que están mutilados emocionalmente por algún trauma del pasado (su novia les traicionó y les abandonó, su esposa se murió en un accidente, etc) 


Las mujeres que salen en las películas se sienten atraídas por ese corazón de piedra y todas quieren ablandar y derretir sus muros defensivos. Quieren protegerle, cuidarle, y devolverle la fe en la Humanidad. Ellas creen que con su entrega y su capacidad de sacrificio, ellos volverán a creer en la fuerza del amor, y podrán abrir su alma a la otra persona para fusionarse románticamente con ella. 


El resultado es que a las mujeres de carne y hueso nos da mucha ternura encontrarnos con estos machos mutilados emocionalmente, y nos ponemos en el papel de las salvadoras: yo le daré tanto amor que al final cambiará, y seremos felices como en los cuentos de hadas.  


También las películas para niños y niñas lanzan el mismo mensaje: si te dejas maltratar, serás recompensada. Por ejemplo, en Frozen: la hermana mayor maltrata y desprecia a la hermana pequeña durante toda la película, hasta que al final también un beso deshace el hechizo que amargó el carácter de "la pobre" Elsa, una sádica que no nació con el corazón de hielo, sino que un hechizo la convirtió en un ser frío y cruel.  La pequeña Ana aguanta y su amor es completamente masoquista: yo la quiero aunque no me deje acercarme, yo la quiero aunque ella no me quiera, yo la quiero y espero que algún día se compadezca de mi y me quiera también. 






En los cuentos y las películas, los maltratadores nunca reconocen su problema, ni piden ayuda, ni se lo trabajan para poder dejar de ejercer violencia sobre las mujeres. Su problema siempre se resuelve mágicamente, en un abrir y cerrar de ojos, sin terapias de ningún tipo: es una especie de milagro, por eso en la vida real muchas mujeres creen que también sus parejas algún día pueden cambiar de la noche a la mañana. 


El mensaje que tenemos que lanzar para los maltratadores es que las mujeres no son objetos, no son su propiedad privada, y no se merecen ser tratadas como seres inferiores. No hay excusas que justifiquen su crueldad, tienen que aprender a resolver los conflictos sin violencia, y si no saben cómo hacerlo, han de pedir ayuda profesional y trabajarselo mucho para no dañar a la gente que les quiere.  


No es un tema individual, sino colectivo: para poder acabar con los malos tratos y la violencia contra las mujeres, tenemos que acabar con la desigualdad y el machismo, tenemos que acabar con la pobreza y la dependencia económica, tenemos que introducir la educación sexual y emocional, y los valores del feminismo para que los niños aprendan a relacionarse con respeto y con amor. 


También tenemos que introducir muchos cambios en nuestra cultura amorosa: acabar con la mitificación del macho violento y con el victimismo femenino, dejar de ensalzar el sadismo masculino y el masoquismo romántico femenino, y  desmontar la idea de que "quien bien te quiere te hará llorar", "del odio al amor hay un paso", o "los que más se pelean son los que más se desean". 


Los medios de comunicación y las industrias culturales pueden hacer mucho para eliminar el machismo y acabar con la violencia en todos los cuentos, películas, canciones y series televisivas. Los mensajes que podemos lanzar son simples y sensatos: si te pega, no te quiere. La violencia no es una prueba de amor. El secuestro, los insultos, los desprecios, las amenazas, los castigos, las humillaciones, los abusos sexuales dentro y fuera de la pareja, no son una demostración de amor. 


Quien te quiere bien, no te hace llorar: te cuida y te trata con cariño. Podemos desaprender el romanticismo patriarcal y aprender a querernos bien, podemos sufrir menos, y disfrutar del amor. Otras maneras de amar son posibles...


Coral Herrera Gómez





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9 de julio de 2016

Mi plan de parto: cómo quiero parir





Queda poco para el gran momento. Ya estoy preparada: quiero ser la protagonista de mi parto. Voy a dar a luz en un hospital público. Quiero disfrutar de mi parto y quiero que mi bebé también pueda disfrutarlo, en la medida de lo posible.

Deseo tener un parto lo más natural posible, con la mínima intervención tecnológica y médica, y para ello he elaborado mi propio plan de parto junto con mi compañero y papá del bebé que va a nacer. Para nosotros, lo más importante es ser informados y consultados en todo momento, y el contacto piel con piel con el bebé después de nacer, y la primera hora o dos primeras horas de vida, en las que queremos permanecer unidos sin interrupciones.

La OMS ha elaborado unas recomendaciones para garantizar los derechos humanos de las mujeres embarazadas que dan a luz en hospitales, y de acuerdo a este documento y a la Guía de Atención Integral a las Mujeres. Niños y niñas en el período prenatal, parto y posparto de la CCSS de Costa Rica, hemos elaborado nuestro propio plan de parto:

PLAN DE PARTO DE CORAL HERRERA Y JORGE MORALES

Acompañante en el parto o en la cesárea
Me gustaría estar acompañada por mi compañero durante todo el proceso de parto. Sufro de discapacidad auditiva (hipoacusia por otosclerosis en ambos oídos), como pueden comprobar en mi expediente médico de la CCSS, razón por la cual necesito estar permanente acompañada para poder comunicarme con claridad con el personal sanitario.
 Comunicación con el personal sanitario
Desearíamos ser informados en todo momento de la evolución del proceso de parto y de los procedimientos que se quisieran llevar a cabo para poder decidir y consensuarlo con el personal sanitario.
 Durante el parto
Quisiera que fuese un parto lo más natural posible, con la mínima intervención médica, y que cualquier procedimiento clínico que se lleve a cabo se haga con mi consentimiento y en caso de ser necesario.
Los puntos más importantes para nosotros durante el parto son:
-          Libertad para elegir la postura en el expulsivo.
-          Libertad de movimientos para caminar y cambiar de posturas (monitorización mínima)
-          Minimizar el número de tactos vaginales
-          Respeto de mi ritmo de parto (siempre que no haya sufrimiento fetal)
-          Poder ingerir líquidos para no deshidratarme.

Por eso quisiéramos evitar o prescindir (en la medida de lo posible), de:
-          Lavativa o enema
-          Rotura artificial de membrana.
-          Piquete  (espisotomía)
-          Uso de analgésicos
-          Suero, oxitocina artificial, pitocín.

Para tratar el dolor nos gustaría trabajar con masajes de mi acompañante, ducha de agua caliente, uso de la pelota pilates, respiraciones…

Alumbramiento y cuidados del bebé después del parto o cesárea
 -          Quisiera tener a mi bebé colocado en mi pecho inmediatamente después de que nazca, y que se retrasen los procedimientos habituales del protocolo al menos una hora o dos para propiciar el contacto piel con piel y la lactancia natural.
-          Quisiera que no se corte el cordón umbilical hasta que deje de latir.
-          Quisiera tener tiempo para poder alumbrar la placenta por si sola de manera natural.
-          Quisiera que la limpieza, el test de Apgar, la vitamina K y la vacunación se le proporcionen a mi bebé estando encima de mi pecho.

Quiero evitar:
-          El uso de gotas o colirio en los ojos de mi bebé en su primera hora de vida.
-          Uso de leche artificial, agua, etc.
-          No quisiera ser separada del bebé en ningún momento del proceso de parto, ni en el traslado del paritorio a la habitación.

Problemas imprevistos
A menos que sea absolutamente necesario, quisiera evitar una cesárea. Si es necesaria, quisiera ser informada y consultada. También quisiéramos poder hablar con la persona responsable de la cesárea porque desearíamos que se me aplicase el protocolo de la cesárea respetada: 
- permanecer acompañada por mi pareja
- no cortar inmediatamente el cordón umbilical
- no dormirme para hacer los puntos de sutura
- no separarme en ningún momento del bebé: tener contacto piel con piel mientras se me proporcionan puntos de sutura y permanezco en reanimación.
Si esto no fuese posible por causas médicas, entonces deseo que mi compañero pueda tener el contacto piel con piel.  En ningún caso deseamos que el bebé permanezca solo en una cuna térmica, ni que se le proporcione biberón o chupón con leche artificial.
Muchas gracias por su atención,
 Coral y Jorge

Resultado de imagen de que no os separen


Enlaces útiles:

Que no os separen

El parto es nuestro 


2 de julio de 2016

Cómo saber si le estoy dejando de querer: el test del desamor



"Quiereme sin prisa", Verónica Ramilo Graña, artista y miembra del Laboratorio del Amor



En el Laboratorio del Amor estuvimos trabajando en la construcción de un termómetro del desamor, una herramienta muy útil para saber si todavía estamos o no enamoradas, y si el otro o la otra sigue también enamorada de nosotras. Es una herramienta práctica y fácil de usar, y sirve para saber si estamos perdiendo el tiempo y las energías en una relación, o si merece la pena o la alegría seguir alimentando el amor.

Empezamos el trabajo por nosotras mismas, preguntándonos qué nos pasa cuando nos estamos desenamorando, cómo cambia nuestro comportamiento, cuales son las señales que nuestro cuerpo emite cuando llegan el desamor, el desencanto, la pereza y la falta de ganas... 


Coral Herrera Gómez Blog

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