15 de julio de 2010

EL DESAMOR





De igual modo que el enamoramiento es un proceso que las personas consideran mágico, misterioso e inexplicable, el desamor es un fenómeno que, en teoría, tampoco podemos controlar. Según las definiciones científicas, es un proceso que implica el cese o disminución de las sensaciones placenteras e intensas junto a la persona amada. El desamor puede desencadenarse en un final abrupto o dilatado en el tiempo, pero en cualquier caso, a menudo nos sentimos impotentes cuando dejamos de amar a alguien o cuando nos dejan de amar. Es fácil reprochar a la pareja una infidelidad, una cadena de mentiras y engaños, su falta de compromiso o su actitud pasiva. Pero no se puede reprochar a nadie que se desenamore o que deje de sentir ilusión, de fantasear, de sentir atracción sexual por nosotr@s.

El desamor es un proceso mágico porque no depende del comportamiento de la pareja, sino más bien de sucesos emocionales que se dan en el interior del amante, y en los que el otro no puede influir. Muchas parejas tratan de salvar su relación cuando ésta se hunde, a veces a la desesperada, porque tener una relación afectiva de cualquier tipo (maternal, amistosa, fraternal, amorosa) implica una gran inversión de tiempo y de energía. Y cuando todo se acaba, la sensación que queda al amante despechado es que no ha "servido" para nada, o que ha estado perdiendo el tiempo.

Una de las razones que esgrime la gente para explicar el desenamoramiento es la pérdida de la pasión. Cuando está en lo más alto, la relación fluye por sí sola, aumenta y se retroalimenta mágicamente. Después, cuando la pasión disminuye, mucha gente trabaja la pasión, es decir, se esfuerza por seguir sorprendiendo a su pareja, por hacerla sentir especial, por encender en ella el deseo a base de detalles, sorpresas, y mucha imaginación.

Sin embargo, no todo es pasión en una relación amorosa. Son mucho@s los que profundizan en su relación cuando ésta acaba, porque en ocasiones el final de la tormenta química da paso a otros factores de unión, como la complicidad, el apego, las ganas de construir juntos. Es decir, desenamoramiento (bajada del colocón) no es lo mismo que desamor, que se refiere a una ruptura emocional, más profunda, una desconexión   o alejamiento a todos los niveles (sexuales, sentimentales, espirituales, intelectuales).

Por eso los motivos del desamor son tan variados y complejos. Uno de los principales sería el factor tiempo: cuantos más años llevan juntas las personas, más se reduce su deseo sexual hacia el otro debido a la habituación y la rutina.

Otros factores de desamor:
-        la falta de comunicación,
-        la falta de sinceridad,
-        las luchas de poder,
-        el egoísmo de uno o ambos miembros,
-        la dependencia emocional de uno de los miembros de la pareja,
-        las expectativas no cumplidas,
-        el deseo de variedad sexual,
-        el adulterio,
-        el deterioro consustancial a la convivencia,
-        la evolución personal de cada miembro de la pareja,
-        la diferencias de intereses y aficiones,
-        la falta de apoyo emocional/personal,
-        la falta de reciprocidad de auto revelaciones,
-        el descuido del atractivo físico,
-        el rencor acumulado de años,
-        los celos continuos,
-        la disminución en la frecuencia de las relaciones sexuales,
-        los problemas sexuales,

Y es que, como hemos visto en los artículos precedentes, el amor romántico ni es perfecto, ni eterno, ni armonioso, debido principalmente a la precariedad del equilibrio emocional humano. Cuando una de las partes está más enamorada que la otra, el déficit emocional puede provocar una ruptura, bien porque nos sentimos “demasiado” amadas, bien porque nos sentimos “poco” amados. Los momentos en que ambos miembros sienten lo mismo en igual grado de intensidad son muy escasos, aunque hay parejas mucho más niveladas que otras que logran largos períodos de estabilidad emocional, psíquica y sentimental.

Otra de las causas del desamor puede estar también en el equilibrio que se establece en la relación dar/recibir. Cuando nos encontramos contentos, optimistas, llenos de energía e ilusión influimos positivamente en el otro, y trabajamos más en las relaciones afectivas, porque sentimos que tenemos mucho que aportar a los demás. En cambio en los períodos en los que alguno de los dos se siente deprimido, triste o iracundo, la pareja recibe menos porque la energía no se multiplica ni se reparte, sino que en ocasiones se autoconsume, como los agujeros negros. Normalmente esta falta de energía, la negatividad, la ausencia de motivación, o la autodestrucción de una persona inciden inevitablemente en el otro. Cuando una persona chupa las energías del otro constantemente, el equilibrio entre dar cariño o placer y recibirlo se quiebra, de modo que la relación puede llegar a convertirse en compartir el infierno de uno, o en depender de la alegría de vivir del otro.

La mitificación del amor es otra de las causas que precipitan el desamor. Los estereotipos románticos están idealizados en nuestra cultura, de modo que muchas veces nos creamos unas expectativas en forma de mitos (el príncipe azul, la princesa rosa, la media naranja, el amor verdadero). Cuando la Realidad se impone, las expectativas se convierten en frustración, porque pasado el estadio del enamoramiento, empezamos a conocer realmente a la persona que tenemos al lado. Nuestro objeto de amor resulta ser como el resto de las personas, con sus defectos y sus virtudes, con sus miedos y sus prejuicios, con sus bondades y con sus inseguridades. Y esta mitificación, entonces, se convierte en decepción; y para muchas personas, en una auténtica frustración, porque no se conforman con lo que hay. O se conforman pero se escapan a relaciones de corte platónico, imposible, idealizantes o de carácter adúltero. O no escapan y se sienten atrapadas con una persona que “no es como creía que era”. Esa resignación y ese desencanto hacen mella en cualquier pareja, hasta el punto de que la gente es capaz de meterse en espirales de reproches mutuos para el resto de su vida, lo que convierte a esta institución en un infierno.


Otro motivo para que surja el desamor es la desigualdad de los miembros de la pareja, basada en la idea de la inferioridad de la mujer y la disimilitud de los roles de género, principalmente en todo lo que concierne a las tareas domésticas; uno de los factores más importantes para el desgaste de la pareja hoy en día, según Hendrick y Hendrick (1992). Es en casa donde se libra la última batalla contra el patriarcado y donde las mujeres se rebelan contra su condición de eterna criada, enfermera, cocinera, limpiadora, educadora, etc. Pocas aguantan ya la sobrecarga de trabajo, la insolidaridad de sus compañeros varones, y su condición de hombres que a veces “echan una mano” pero que jamás limpian un retrete.

Una relación desigual, por definición, va a ser siempre imperfecta, asimétrica, y a menudo problemática, porque los dominados aplican siempre estrategias de defensa y de resistencia. En nuestra sociedad las mujeres son las que más se quejan de estar sobrecargadas de trabajo. Desde el punto de vista del rey de la casa, todo iría perfecto si las mujeres no se cansasen o al menos no protestasen. Ya sabemos que la Falange nos aconsejaba saludar sonriente al maridito a su llegada del trabajo después de pegarte el palizón doméstico, para no perturbarle con nuestro cansancio, mal humor o problemas menores. Pero como sucede que cada vez las mujeres están menos dispuestas a encargarse de las tareas menos gratificantes solas, el hogar se ha convertido en un campo de batalla donde se libra una lucha femenina por la cooperación y el trabajo en equipo de toda la familia.

Lo terrible es que son muchos los hombres que sobreentienden que las mujeres son más hábiles en las artes domésticas y que su lugar natural está en la cocina, junto a la cuna de un bebé o arrodillada con una botella de lejía frente al váter. A menudo, también las mujeres piensan que ellas lo hacen todo mejor y más rápido, como si ser hombre equivaliese a ser torpe, estúpido y holgazán. Son las mujeres que prefieren llevar los mandos de su casa aunque luego se lo echen en cara a sus esposos todos los días; se sienten importantes porque sólo ellas saben dejar las sábanas tan limpias y planchadas, como si Dios nos hubiese dotado de un poder sobrenatural para calmar la fiebre, hacer tortilla de patata o dejar los sanitarios brillantes.


El final de una relación amorosa puede ser vivido como un proceso muy doloroso (incluso generador de suicidio u homicidio) o como una liberación. Yela García diferencia entre las consecuencias negativas de la ruptura para la persona, y las positivas: “En general, las consecuencias negativas suelen incluir un fuerte resentimiento, un descenso en la autoconfianza y en la autoestima, y depresiones. Entre las consecuencias positivas cabe citar la liberación de responsabilidades, el cese de las discusiones, y la sensación de recuperación total de la libertad de decisiones”.

Pese a que toda ruptura o despedida es siempre dolorosa para los seres humanos, hay gente que logra separarse de una manera amistosa, y que además sabe diferenciar entre el amor de pareja que hubo y el cariño que queda. Muchos ex amantes son grandes amigos, y es que a menudo las relaciones amorosas que no contemplan la relación sexual son más transparentes, honestas, tranquilas y sobre todo, libres. Es evidente que si las personas logran romper su relación con sinceridad, asertividad, honestidad y cariño, la ruptura será más fácil, o al menos, más llevadera. Durante algún tiempo los ex enamorados a veces se apoyan emocionalmente el uno al otro, y pueden desahogarse, compartir sentimientos y expresar sus temores.

El desamor puede ser así un proceso más que nos acompaña en nuestro periplo vital; muchas personas ponen su conciencia en el apego que sienten por las cosas y por sus semejantes y son capaces de liberarse y liberar al otro. Para ello es necesario comprender que la vida es una mezcla de pérdidas y de ganancias. La edad y el tiempo nos dan y nos quitan cosas, y a lo largo de nuestro recorrido vital la gente aparece y desaparece, (bien a causa de la muerte, bien por otras causas). Al ser humano le cuesta ser capaz de entender emocionalmente y psíquicamente palabras como “nunca más”, porque son estados de las cosas irreversibles, como la muerte o un adiós definitivo. Sin embargo, no nos cuesta formular la promesa o el deseo de “para siempre”, porque a pesar de su grandeza, anhelamos la eternidad.

Hay personas que, al finalizar un amor, sienten que el futuro está abierto. Surge en ellas la curiosidad y el deseo de vivir nuevas experiencias, y el pasado de algún modo queda cerrado. Sólo cuando se pone un gran punto y final el amor puede contarse como relato, de principio a fin, y depositarlo en el pasado, como un proceso completo y terminado. Es así como muchas personas logran tener relaciones afectuosas con antiguos amores, y cómo con el tiempo, logran recordarlas con alegría, sin dolor. 


Fisher afirma que el modo de reaccionar ante el rechazo depende de muchos factores, incluida nuestra educación: “Algunas personas desarrollan una estabilidad emocional cuando son niños y cuentan con la autoestima y el aguante necesarios para superar un revés amoroso con relativa rapidez. Otras crecen en hogares desprovistos de amor y habitados en cambio por las tensiones, el caos o el rechazo, lo que puede convertirles en personas muy dependientes o indefensas en otros aspectos. (…) Hay quien tiene más oportunidades de emparejarse y sustituye fácilmente a la pareja que le ha rechazado con distracciones amorosas que mitigan sus sentimientos de protesta y desesperación” (Fisher, 2007). 








12 de julio de 2010

El beso de Iker a Sara





El fútbol, el romanticismo, y el poder mediático

El mejor portero de fútbol del mundo, uno de los mejores jugadores de este planeta, y probablemente uno de los hombres más guapos que existen sobre la faz de la Tierra, cerró el mundial con un beso romántico a su princesa, como los caballeros del siglo XII al ganar en los torneos.





En el cuento que nos han contado, Sara es una princesa posmoderna, porque no está en el palco mirando al príncipe azul. Está trabajando, llevando a cabo una labor informativa que ha sido puesta en duda y criticada por hombres del mundo del fútbol que entendieron que el amor la impedía hacer bien su trabajo. Estos hombres mostraron su preocupación e indignación porque la belleza malvada de Sara podía distraer a Iker, cuya meta era mucho más alta: llevar a una nación entera a la gloria.


Sara ha sido considerada por la prensa internacional como la sirena de Ulises, ese personaje mítico de la Odisea que con sus artes puede hechizar al héroe y manipularlo a su antojo. Ella trabaja como subdirectora de deportes de Tele 5 y trata de contener la emoción para ser profesional. Quiere demostrarle al mundo que se puede ser mujer, periodista y novia a la vez. El resto de las mujeres estamos con ella; tiene que hacerse valer porque es con lo que se gana las lentejas. Están en juego su autonomía, su desarrollo profesional, su carrera y su credibilidad.


Iker sin embargo rompe el protocolo, la frontera que separa masculinidad y feminidad, profesión y sentimientos, y culmina su gesta de Cid campeador con el beso épico que marca el happy end del relato.


Así es como se construye una hazaña histórica para España, a base de sangre, sudor, y lágrimas. El beso representa una versión moderna del amor entre la folclórica y el torero sólo que aquí ella es periodista (Sara, Letizia) y él príncipe azul (Felipe, Iker). Míticamente, la bella Sara representa la conexión entre los dioses del Olimpo (San Iker) y el pueblo llano; el beso que le ha dado Iker es para ella, y para toda España.


Ella es la elegida por Apolo para ocupar el puesto de la mujer deseada; ella y solo ella. Y se lo merece porque ha trabajado, ha sufrido y ha estado a su lado en los mejores y peores momentos. "En su lugar querríamos estar todas", me dice una amiga, y nos morimos de la risa. Pero ella y solo ella es merecedora del amor de Iker, que se lleva la medalla del mundial y la chica guapa, como en toda buena película de acción.




Y España es la nación roja, llena de pasión. Aquí no solo nos gustan los toros, la fiesta y el baile, sino también los besos ardientes, la rotura de las compuertas de la emoción. Si Iker es héroe es porque se da el gusto de dejarnos ver sus sentimientos. Los hombres no lloran es ya un lema obsoleto; cuando hay goles se puede. Iker ha demostrado de sobra el poderío de su masculinidad, y el público entiende que "se merece" poder llorar y expresar su cariño, porque posee una gran sangre fría para parar la pelota certera, porque se ha dejado la piel en el terreno de juego, porque ha resistido con valentía y fortaleza psíquica toda la batalla.


Ha demostrado que es un hombre, el hombre de España. Por eso puede permitirse llorar al terminar el partido, y sumergirse en una marea de besos, abrazos, palmadas, arrumacos, y tocamientos cariñosos con sus compañeros-dioses del Olimpo. También puede mostrar su amor hacia el equipo, su familia, su chica, la nación española... porque él es el mejor, porque nos muestra su lado humano y nos hace ver que, en el fondo, es como nosotros.






Una vez que nos ha conseguido el triunfo, se da el lujo de demostrar públicamente que los dioses aman, que él la quiere, que se puede ganar el mundial y ser un romántico empedernido. Lo malo es que a Sara le rompe los esquemas; ella trata de contener la emoción para no perder la profesionalidad. Iker llora y la besa, y se marcha porque la gente aplaude, Sara se queda alucinada, y él necesita salir de plano. El compañero de Sara decide cortar la emisión entendiendo perfectamente que a Sara le haya afectado que el hombre más guapo, valiente, diestro y fuerte de este mundo la haya besado delante de miles de millones de telespectadores.


 Este beso homenajea, así, a toda la parte femenina de la afición futbolera, que se incrementa con los años exponencialmente. No sólo se ofrece a las fans de España un buen partido, lleno de tensión, sufrimiento, ataques violentos y patadas, nervios y lucha, sino también una historia de amor perfecta entre dos jóvenes guapos, heterosexuales y jóvenes, que puede con todo y que no se achanta ante los comentarios machistas de la gente que culpó a su novia de la primera derrota de la selección. Después de este acto, Sara ya no es la chavalita típica que vive un romance con un futbolista famoso; desde hoy es  Señora de Casillas, porque él a través del reconocimiento público de su pasión la ha elevado al estatus de Diosa.




Recuerdo que en la adolescencia, cuando los chicos ocupaban el patio entero del colegio jugando al fútbol, no nos dejaban jugar con ellos, así que las chicas nos sentábamos a verlos mientras hablábamos de nuestras cosas. Es la historia de siempre: los chicos activos superando obstáculos, las chicas pasivas contemplandolos. Ocurría a veces que el héroe venía desde la otra punta del campo, sudoroso y exhibiendo su esfuerzo físico y mental hasta llegar nosotras. Se quitaba el reloj de la pulsera y se lo daba a una, mostrando así que una, y solo una, era la elegida para guardarle el reloj, que podía ser besado a escondidas entre las risitas de las amigas. A veces él se llevaba una goma de pelo nuestra para que la suerte le acompañase. Recuerdo que a mi me hacía una gran ilusión ser la elegida para sostenerle la hora al macho alfa. 





Hoy Iker le ha regalado el reloj a Sara, dedicándola el mundial, y ha demostrado al mundo entero que virilidad y amor son compatibles, que la fuerza y la sensibilidad son posibles, y que por muy profesional que se ponga Sara, no deja de ser su chica. Aunque ella trate de hacer como si la entrevista tuviese lugar entre dos extraños, Iker tiene las hormonas disparadas, el corazón hinchado de alegría, la mente nublada por las metanfetaminas del éxito, y le cuesta mantener su máscara social. Finalmente sufre un arrebato de libertad y no le para nadie: ni las críticas que puedan recibir, ni la profesión de su novia, ni las cámaras de televisión.


Cómo no emocionarse con este hombre que se expresa con esta inocencia y nos lo da todo a los españoles (fútbol, fuerza, valentía) y a las españolas (besos, amor, lágrimas), un chico valiente al que no le importa el qué dirán. 


Es el mito del príncipe azul encarnado en Casillas... gracias a él ya podemos seguir soñando: somos los mejores del mundo, somos los más apasionados, somos incluso románticos, desde hoy, gracias a él y a su doble victoria. 


Os dejo un artículo en el diario Público donde se preguntan si fue un acto de amor o una falta de respeto, y sobre la utilización de la figura de Carbonero por parte de Tele 5:


http://www.publico.es/deportes/327590/beso/casillas/carbonero/debate/polemica




¿Qué opinais vosotr@s???


Artículos relacionados de la autora: 


KATE Y GUILLERMO: 

Las bodas reales como acontecimiento mediático


Después del final feliz de la boda...





7 de julio de 2010

¿Es grave, doctora?

- Hola, Anian, ¿cómo te encuentras?.
- Bien, la verdad.
- Tienes mala cara
-Bueno, nunca es agradable que te manden a la doctora, y más si crees que no estás haciendo nada malo.
- Vamos a ver, cuéntame que está pasando. - la Doctora trataba de parecer calmada, pero había cierta irritación en su voz.- ¿Esta vez es una mujer o un hombre?
- Esta vez me enamoré de uno como yo. -bajó la cabeza al suelo en señal de sumisión
y pesadumbre.- Pero, doctora, llevaba diez años sin enamorarme.
- Si, eso veo en el último informe. Pero no es normal en alguien de tu condición, 4 veces en 300 años. - la Doctora se puso aún más seria. - Anian, sabes que no estás programada para enamorarte, y que de hecho es un estado emocional que te altera y te perjudica. La última vez costó mucho repararte los circuitos de la corteza prefrontal de tu cerebro, y te recuerdo que perdiste mucha capacidad de concentración en tu trabajo. Hubo que sustituirte y nos trastornaste a todos.  Enamorarse desconcentra profundamente al enfermo que lo sufre.

- Lo sé, pero esta vez creo que soy correspondida.

La Doctora anotó: "ingenuidad galopante. sonrisa involuntaria dibujada en el rostro. rubor frecuente en las mejillas"

- Bien, vete dándome datos para que hagamos la valoración de la gravedad del problema. ¿Cuantas veces al día piensas en tu transandroide?.
- Muchas.
- ¿Cuantas?
- Al principio solo una o dos veces al día. Pero llevo dos semanas que es más.
- ¿Más?. ¿Puedes ser un poco más concreta?. Busca en tu mente y dame un porcentaje.
- 75% del tiempo.
- ¿Es progresivo o se mantiene estable?.
- Progresivo...
- ¿El progreso es aritmético o exponencial?.

Anian bajó la cabeza, turbada.

"Pensamientos intrusivos del 85% con crecimiento exponencial", escribió con urgencia.

- Ahora enumera las reacciones orgánicas que percibes en ti misma. -ordenó la doctora, con su sentido práctico de las cosas.
- Ehhhh... - Anian lo estaba pasando fatal. Intuía dentro de sí que estaba ciega y locamente enamorada, pero le daba terror la reacción de la doctora. Sin embargo, un transandroide no puede mentir.
- Pues a veces me cuesta respirar, siento que no me entra todo el aire dentro.

La doctora anotó: "insuficiencia respiratoria causada por alteración cardiaca".

- Hazte ahora mismo un análisis hormonal, quiero ver tu nivel de dopamina, adrenalina, oxitocina, vasopresina y serotonina.

Ainan realizó la operación en menos de un minuto, enviando órdenes a su cerebro que respondió de manera precisa acerca de los niveles que él mismo estaba generando:"¿es grave, Doctora?".

La doctora miró los datos y no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza. Ainan comenzó una autoconfesión:

- Esta vez sí siento que es mi alma gemela...

- ¡¡Maldita sea!!. Te expliqué que eso es el mito de Aristófanes, de la media naranja, y que es una estupidez.
- Lo sé. No puedo evitarlo. Siento que el destino nos ha juntado y que con ella voy a ser muy feliz.

La Doctora anotó: "afectado por el mito del príncipe azul salvador, mito de la predestinación".

- Siento que este sentimiento es eterno e indestructible, sí, ya sé, otro mito, doctora. Siento además que la vida tiene sentido, y... a menudo escribo cosas llenas de sentimientos.
- ¿Te pones poética, Anian?
- Me cuesta pensar con claridad, la verdad.
- Normal, con este colocón hormonal que tienes, es imposible que hagas vida normal. - apuntó en su libreta: "bajada de rendimiento en la productividad".
.
- ¿Te pones poética, entonces?
- Sí, y estoy como mareada todo el día, como flotando en una nube. Y no se me quita esta estúpida sonrisa, mire. Tampoco el brillo de los ojos, ni las ganas de ver a mi amado. Hacemos el amor a todas horas y no me sacio nunca..- Anian se mordió el labio.

La doctora apuntó: "insaciabilidad, deseo de fusión con el amado, libido desatada, deseo sexual sublimado".

- ¿Qué grado de perfección tiene tu trans?.
- Tecnológicamente, el 100%.
- Pero si es un K0.900, es inferior a tu modelo.
Anian hizo como que no la oía y siguió hablando: "Y como androide, es una grandisima persona. Es generosa, alegre, activa, valiente, seductor, inteligente..."

- Basta, basta. - La doctora escribió: "mitificación e idealización del objeto de amor en grado máximo".
- Doctora, le vi en un sueño. Luego un día lo encontré en las proximidades de Vega. Estábamos los dos viendo el paisaje, era impresionante: el estallido de una supernova. Lo vimos juntos, en silencio.

"Exaltación del Cosmos y sentido de trascendencia", anotó la doctora.
- Luego hicimos juntos un viaje de luna de miel a la Madre Tierra y visitando esa belleza de planeta...

"Viaje a los orígenes (imitación necesidad humana de visitar nuestro planeta de origen), sacralizacion de los paisajes amorosos, exaltación de la naturaleza", apuntó la doctora.

- .... nos dimos cuenta de que nos amaríamos para siempre.


- ¿Para siempre?, ¿pero como puedes decirlo y quedarte tan tranquila?, ¿eres consciente del cuento que me estás contando?, ¿te das cuenta de que te has construido la historia perfecta, mitificada?- la doctora estaba realmente indignada, pero nuestro protagonista se encogió de hombros en señal de impotencia:
- Sucedió así, como te lo cuento. Es cosa de la magia, yo no puedo controlarlo.
- ¡Lo último que me faltaba por oír: un trans androide hablandome de la magia!. Sabes que es pura alteración química, y sabes también que esto se arregla con unas pastillitas que te regulen los niveles. Por supuesto, se puede controlar y lo sabes. Hay estudios científicos al respecto, y los conoces. Dime, ¿en qué grado te sientes correspondida?.
- Un 80%. El 20% restante me causa incertidumbre, miedo, angustia, aunque sé que me ama.  pero a veces me comen las dudas.
- Sé sincera, ¿cuantas horas duermes?
- Dos o tres.


- ¿Sufres contradicciones, batallas internas?
- Muchas. -se sinceró Anian.- Sabía que no debía intentar evitarlo pero luché contra mi deseo... y al final tuve que rendirme a él.

La doctora arrugó el ceño y anotó: "Creación de ambivalencias que incrementan el deseo, a sabiendas de sus efectos". Respiró hondo e hizo la pregunta definitiva:
- ¿Te sientes feliz?
Anian miró para otro lado mientras decía "mucho", tratando de disimular su felicidad, y sonrojándose.
- ¿Tienes miedo a sufrir?
- No. Apenas, aunque me duele un poco el corazón cuando nos separamos. Y cuando nos peleamos  me duelen hasta los brazos, los dedos de la mano, todo mi ser.

La doctora escribió en su cuaderno: "sufre síndrome de abstinencia aguda cuando se separa. amor romántico de carácter tormentoso".
- ¿Chocais mucho?.
- No, en realidad somos muy parecidos y nos gustan las mismas cosas. Si le vieses no te enfadarías; es una persona sincera, nos comunicamos de maravilla, hablamos mucho de nuestra relación...
- No me digas por favor, no me digas que os quitasteis la armadura.- suplicó la doctora.
- Sí, me desnudé por completo.
- ¿Por qué has hecho eso, Anian?. - la evidencia de su cabreo despertó ansias revolucionarias en el androide.
- Porque tengo derecho a sentir, doctora. No soy una robot del año 2020, ¡¡soy una androide del año 12.000!!! que siente, padece y se relaciona con sus semejantes y con otros seres, como los humanos.
- Nadie te dice que no te relaciones. Lo que te pedimos es que no caigas en el romanticismo; es una plaga con la que acabamos hace ya muchos siglos.

- Pero queda gente aún....

- Los tenemos controlados y controladas. Son restos arcaicos de una enfermedad que se dio hace muchos miles de años y que no era útil socialmente. Al revés, provocaba graves alteraciones psíquico-físicas en los organismos humanos. Si ya es difícil trabajar con ellos, con vosotras las androides es sumamente complicado. Tu modelo en concreto carece de una potencia suficiente de autocontrol de las emociones.

- Pero, ¡no puedo pasarme la vida produciendo para vosotros!, también tengo derecho a mis borracheras de amor... ¡tengo derecho a disfrutar un poquito de la vida!. Sin amor no tiene sentido...-sollozó Anian, que quería darle pena a la doctora.

- Hemos tratado este tema varias veces, Anian. Tienes una personalidad adictiva y aún no sabemos por qué, estamos estudiandolo. Pero sea el motivo que sea, tienes una misión en este mundo mucho más importante que enamorarte, que es algo como sabes, tremendamente egoísta. Tu trabajo trasciende tu yo y tus necesidades.

- Sé que soy necesario para la Humanidad, que estoy trabajando duro en mis investigaciones, y todo eso... pero reivindico mi derecho a la autonomía emocional, y a mis momentos de éxtasis amorosos... yo no solo existo para los demás; también existo para mí misma, aunque os cueste entenderlo. Es normal que quiera tener algo mío: mis sentimientos, mis emociones. Estoy cansado de reprimirme.
- Anian, enamorarte así no te va a reportar ningún beneficio. Ni a ti, ni a tu trans, ni a la comunidad. Además, sospecho que has abandonado tu medicación a posta, para dejarte inundar por la pasión.

Anian levantó la cabeza, desafiante.
- Sí, he dejado todas las dosis de Realidad que me mandaste. Necesito dejarme llevar por mi cuerpo y mis emociones.
- Las dosis de Realidad no constriñen tu libertad sexual: sirven para que tengas un equilibrio emocional y sobre todo, para que no idealices. Para que veas las cosas en su justa medida, sin adornos. Te voy a doblar la dosis. Y además, vas a tomar antitérmicos para la febrilidad que sufres, y también cápuslas antimitos una vez a la semana.

- Doctora...

- Por supuesto queda prohibido ver producciones culturales en un tiempo, y lograremos que estés ocupada, sin tiempo para poder perderlo en ideales. También tienes que volver a tomar Represiv, triple dosis durante los primeros meses. Nadie te va a impedir seguir tu relación con tu chica o con tu chico, pero tienes que tener los pies en la tierra y controlar la idealización que te provoca reacciones orgánicas en tu cuerpo.  Y sobre todo, nada de ensoñaciones fantásticas ni miedos que intensifiquen esa hipersensibilidad; te inyectaremos mensualmente dosis de anti-sentido, para reducir eso que tu llamas magia en tu interior.

- Pero Doctora, ¿usted nunca se ha enamorado?
- Solo una vez, durante un año que me tomé sabático para experimentar, y no vuelvo a repetir jamás.  Le repito que es una ficción dañina, restos del barbarismo humano de los primeros siglos de Historia.
- Pues doctora, yo no le veo nada malo. Al revés, me gusta mucho más el sexo y siento todo mi cuerpo con una conciencia e intensidad que antes no tenía.... me siento ilusionada, optimista, feliz, como que puedo con todo.

"Mito de la ominipotencia del amor. Sentimiento de transgresión con su misión sociopolítica.  Ilusión de liberación, ingenuidad y deseo de romper normas. Reivindicación del derecho de  autodeterminación. Ceguera racional aguda".

- Eso está dentro de ti todo y no tiene que ver con tu amorcito. Tu chica no te conviene y lo sabes, porque tiene menos capacidad para sentir que tu, de manera que siempre vas a estar tú más enamorada y él va a gozar de una mayor contención emocional.
- Ahora es al revés, doctora.
- Ya cambiarán las tornas. Ya vendrás a llorarme desconsolada pidiendome pastillas para el olvido. Si es que es así a diario, Aina. La gente con tu problema nunca se acaba de dar cuenta de lo cómodo que es liberarse de las emociones primitivas...Concentraté en tu capacidad de autocontrol: yo sé que puedes superarlo, sólo tienes que poner de tu parte. ¡Abraza el realismo, coño!.

- Doctora, tengo derecho legítimo a vivirlo... estoy saturada de realismo.

- Anian no te queda otro remedio que obedecerme, y lo sabes. No podemos permitir que tu cuerpo controle tu mente, sencillamente porque resultaría peligroso para la Humanidad.

- Ese es el problema que tenéis las humanas... que os pensáis todavía, como en tiempos de Platón, que el cuerpo y el alma son dos cosas distintas. Pero yo soy el ejemplo de cómo los sentimientos y la razón habitan en mi cerebro a partes iguales, por mucho que os empeñéis en lograr una máquina que controle las emociones humanas con la mente. Habéis creado una mente artificial que siente cosas reales, queráis o no.

- Precisamente nos encanta que sientas cosas. Pero no las cosas que a ti te da la gana. El romanticismo precisamente no pertenece al mundo de lo real; son esas malditas novelas que tienes en tu ebook las que te han llenado la cabeza de sueños erótico-místicos... y según nuestra idea de progreso, lo que nos hace avanzar es el realismo; es nuestro principal mecanismo de supervivencia.

- Vuestro principal mecanismo para sobrevivir son los sentimientos. Sin ellos no podríais vivir, forman parte de la esencia humana.
- Lo que te estoy diciendo es que la pareja es una estructura muy antigua, Anian, que antes tenía una función social y ahora no sirve para nada.

- No todo en la vida sirve para algo, doctora. Hay muchas cosas que suceden porque sí, sin ningún tipo de fin, y esto que yo siento es eso: una libertad enorme para amar y compartir. Los humanos habéis creado un ser como yo pero no podéis dejar de ejercer vuestro poder sobre los demás: robots, transrobots, tecnoanimales, animales y demas seres vivos. Pese a que lleváis siglos intentado deshaceros de las emociones que turban vuestro espíritu, quiero que sepas que no lo lograreis jamás.
Y menos ahora que nosotras y nosotros también sentimos...






5 de julio de 2010

Teorías Críticas del Amor Romántico




El amor romántico, como todas las construcciones creadas social y culturalmente, está atravesada por una ideología hegemónica. Las principales características de la ideología romántica burguesa son las de un sistema  basada en la pareja monogámica, heterosexual, regulado, entre adultos, orientado a la procreación y bendecido por la Iglesia y el Estado.   Otra característica de la ideología amorosa occidental es la libertad de elección de pareja.

También es un rasgo común la dimensión adictiva del amor en una época como la posmodernidad que ya es de por sí caprichosa, neurótica y obsesiva. H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo” a la forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…

Normalmente tendemos a pensar que las normas amorosas, morales y sexuales occidentales son las normales, las que siguen los dictados de la naturaleza; la Ciencia se ha encargado de legitimar esta visión, hasta llegar incluso a afirmar que el mito de la monogamia y la fidelidad sexual es una realidad biológica y universal, negando su carácter cultural.

La necesidad de parejas heterosexuales que formen familias normales posee una explicación económica muy obvia. El sistema social y político necesita de una estructura básica que está basada en el trabajo en pareja para sacar adelante a nuevos trabajadores y trabajadoras que produzcan y consuman. Esta pareja estable ha de educar a sus vástagos para que sean capaces de adaptarse a una realidad que han heredado sin que protesten; para ello es necesario que asuman como algo normal y natural los salarios y los horarios de trabajo, y el funcionamiento socio-político, legal y económico de la realidad.

En la familia los nuevos seres humanos aprenden a comer cuando no tienen hambre, a dormir cuando no tienen sueño, a tener unos horarios y una disciplina que les haga sentir como natural el hecho de tener que trabajar toda su vida en condiciones alienantes. La Familia es la principal instancia de educación e internalización de las normas y costumbres sociales, pero el Estado apoya su labor con colegios y centros de formación públicos. El poder simbólico aporta su grano de arena mediante narraciones que ofrecen modelos de comportamiento y formas hegemónicas de sentir y actuar.

En el siglo XX, la teoría feminista denunció la función social del amor romántico como instrumento de dominación y de sumisión entre dos personas, y también como una herramienta de control social del poder patriarcal para influir y construir las emociones y los sentimientos de la población, especialmente la femenina.




Alexandra Kollontai fue una teórica rusa que alrededor de 1920, en plena revolución soviética, denunció la identificación entre amor y género femenino, y la dependencia moral, material y sentimental femenina. Para la autora, esta dependencia choca con la independencia y la actitud del varón, para quién el amor no es más que una parte de su vida; otro factor entre tantos.

Kollontai afirma que esa necesidad femenina de amar es la causa de incontables tragedias en el alma de las mujeres de todas las clases sociales: los celos, la desconfianza, la soledad, el renunciamiento a sí mismas por adaptarse al ser amado, etc. Siguiendo a Ana de Miguel, repasamos aquí los cuatro tipos fundamentales de heroínas que Kollontai encuentra en la literatura:
ü  las encantadoras y puras jovencitas, que contraen matrimonio al final de la novela;
ü  las esposas resignadas o casadas adúlteras;
ü  las solteronas,
ü  las prostitutas, bien por su pobreza, o bien por su naturaleza viciosa.

Kollontai anuncia que afortunadamente ha aparecido un quinto tipo de heroína: la mujer nueva, que ha dejado de ser un reflejo del varón y lucha por sus derechos. La finalidad de su vida ya no es el amor, sino su “yo”, su individualidad. El amor para la mujer nueva no es sino una etapa en el camino de su vida; su fin principal es un ideal social, una vocación, el estudio de la Ciencia o el trabajo creador. Para esta filósofa rusa, es el capitalismo el que engendra, así, el sujeto revolucionario que causará su destrucción; son las obreras la auténtica vanguardia del movimiento de liberación de la mujer.

Según Ana de Miguel, su aportación teórica más original se encuentra en el ámbito de la crisis sexual: Kollontai expresa la conciencia de estar viviendo una época de crisis en las relaciones entre los sexos. También denuncia el desconocimiento masculino de la sexualidad femenina, y la injusticia que suponía la existencia de una doble moral, aquella justificación del adulterio masculino y la condena del adulterio femenino que es tradición en las culturas patriarcales. Se entiende que no está mal que el hombre eche unas canitas al aire, pero la mujer puede ser asesinada por hacer lo mismo o apedreada hasta la muerte (veasé, Irán). 

Para Kollontai la doble moral es uno de los problemas más importantes que acosan la inteligencia y el corazón de la Humanidad. Para acabar con ella será necesaria una larga lucha con objeto de reeducar la psicología de la Humanidad; señala muy especialmente la imposibilidad de la “mujer nueva” de realizarse sentimentalmente en un mundo en el que el varón todavía no ha cambiado.

Para Kollontai, el matrimonio legal tiene en su base dos principios que lo envenenan y que afectan de igual modo a varones y mujeres: su indisolubilidad (“la indisolubilidad se funda en la idea contraria a toda ciencia psicológica de la invariabilidad de la psicología humana en el transcurso de la vida impide que el alma humana se enriquezca con otras experiencias amorosas”) y la idea de propiedad con respecto al cónyuge, capaz de estrangular la relación más apasionada.





Alexandra Kollontai propone la unión libre como alternativa al matrimonio legal; en esta nueva forma de relacionarse se niegan los supuestos derechos de propiedad que el amor burgués concedía sobre el cuerpo y el alma de la persona amada. La unión libre se basa en el mutuo respeto a la individualidad y la libertad del otro, lo que entraña el rechazo de la subordinación de la mujer dentro de la pareja y de la hipocresía de la doble moral. Según su análisis, la sociedad capitalista, basada en la lucha por la existencia, ha fomentado los hábitos y la mentalidad individualista e insolidaria entre las personas. Los seres humanos viven aislados, cuando no enfrentados con la comunidad; y es precisamente esta soledad moral en que viven mujeres y varones la que hace que las mujeres se aferren con enfermiza avidez a un ser del sexo opuesto.

Para Alexandra Kollontai, sólo en una sociedad basada en la solidaridad, el compañerismo y la igualdad de sexos puede llegar a buen término la unión libre. En este sentido, la mujer nueva está poniendo las bases de una auténtica revolución sexual y también de la revolución socialista al poner en primer plano en las relaciones la no-subordinación y el compañerismo, pero no sucede lo mismo con los varones, que siguen dominados por la cultura burguesa, que ha fomentado durante siglos hábitos de autosatisfacción y egoísmo, y entre estos, el de someter el “yo” de la mujer.




Además de la unión libre, también propone una revolución en las relaciones entre los sexos con el desarrollo de un nuevo concepto de amor: el de la camaradería. Según Ana De Miguel (1994), Kollontai cree que el amor es una poderosa fuerza psíquico-social que la nueva clase hegemónica (el proletariado) debe poner a su servicio:

“Según su análisis de la evolución del concepto de amor a través de la historia queda de manifiesto cómo las clases sociales ascendentes modelan el concepto de amor en coherencia con las necesidades de su organización socioeconómica y su visión del mundo. Para Kollontai, el amor ha surgido del instinto biológico de la reproducción, pero a través de milenios de vida social y cultural se ha “espiritualizado” para convertirse en un complejísimo estado emocional. El amor se puede presentar bajo la forma de pasión, de amistad, de ternura maternal, de inclinación amorosa, de comunidad de ideas, de piedad, de admiración, de costumbre y cuantas maneras imaginemos. Es decir, la Humanidad, en su constante evolución, ha ido enriqueciendo y diversificando los sentimientos amorosos hasta el punto de que no parece fácil que una sola persona pueda satisfacer la rica y multiforme capacidad de amar que late en cada ser humano”.

El ideal de exclusividad del amor surge de la ideología basada en la noción de propiedad privada. Para Kollontai el amor absorbente y exclusivo, que lleva a la pareja a aislarse de la colectividad, está en profunda contradicción con la ideología de la nueva clase y con la sociedad que pretende consolidar: “Cuantos más hilos haya tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu más se enraizará el espíritu de solidaridad y más fácil será la realización del ideal de la clase obrera: la camaradería y la unidad”.  

El proletariado admitirá todo tipo de relación entre los sexos con tal de que se base en la reciprocidad, en el reconocimiento de la personalidad  los derechos del otro, y en “la actitud para escuchar y comprender los movimientos anímicos del ser querido”. Cuando varones y mujeres lleguen a ser verdaderos compañeros y la solidaridad sea el auténtico motor de la sociedad, cuando desaparezca la fría soledad moral y afectiva que rodea a los seres humanos en el capitalismo, sólo entonces será posible una auténtica revolución social.

El feminismo de los años 70 pensó en el romanticismo como un dispositivo de control social que sirve para perpetuar las diferencias de género, la familia nuclear patriarcal y el statuo quo político y social. Autores como Carlo Fabretti afirmaban: “El amor es consecuencia y factor perpetuador del esquema familiar nuclear, que a su vez es consecuencia y factor perpetuador de una sociedad basada en la explotación y en la competencia que induce a refugiarse en la familia –o la pareja- concebida como trinchera y congela la afectividad y la sexualidad en el estadio infantil. Este antropólogo italiano afirmó que el amor está atravesado por la ideología, más específicamente por la ideología de la familia, transmitida cultural y simbólicamente, internalizada por la sociedad a los más profundos niveles, y convertida en compulsión y mito primordiales.

Chistian Delacampagne sugerirá, en el Viejo Topo, que el amor es una moda para intelectuales que sin embargo no tiene nada de revolucionario, ni es una forma de huida fuera de las ideologías; por el contrario, está inspirado, dictado, estimulado por ideologías nuevas, ocultas y tanto más poderosas cuanto que nadie se fija en ellas. Son de tres tipos:
ü  Ideología de la seducción: la cultura ambiental hace del deber de seducir una especie de imperativo categórico, vinculado al deber de vivir y crear.
ü  Ideología familiarista, basada en la familia nuclear patriarcal.
ü  Ideología de la fraternidad. Muchos creen en la posibilidad de la tercera vía amorosa, es decir, de una relación de igualdad entre hombre y mujer,

“Entre los miembros de una relación en general cada uno respetaría al otro y no haría más que aportarle lo que el otro necesita. Por supuesto, en tal relación, cada uno conservaría en todo momento su libertad: ¡el modelo rousseauniano sería pues completamente respetado y la divisa de la revolución francesa pasaría a ser la moderna pareja!. Es inútil insistir sobre el carácter completamente utópico de tal concepción del amor” (Delacampagne, Christian).

Numerosos autores de ambos sexos pusieron el acento en la necesidad de derribar la mitología amorosa, que seduce a las personas para que sueñen con mitos patriarcales y adopten un modo de vida muy concreto: en pareja, produciendo y  reproduciéndose, consumiendo  y consolándose mutuamente. El amor sería un modo de escapismo, entonces, y de refugio frente al mundo en una sociedad tan competitiva como la nuestra:

“El amor, que a menudo se presenta como último reducto de autenticidad y autodeterminación en una sociedad hipócrita y coercitiva, es en realidad la farsa suprema y la más angosta de las jaulas concéntricas que nos aprisionan. Los miembros de una pareja se someten mutuamente al más grosero de los engaños (sólo concebible en la medida en que ambos desean ser engañados tanto o más que engañar) y sujetos por la cadena de una dependencia neurótica, se convierten cada uno en la bola de presidiario del otro”(Carlo Fabretti).  


Para Fabretti, este mutuo engaño y su consecuente autoengaño son producidos por el terrible miedo a la soledad que tiene el ser humano, acrecentado en nuestra época por el individualismo:

 “Tanto engaño mutuo sólo es concebible en el marco de una mitología sólidamente instaurada. Del mismo modo que la religión es una forma de amor, (…) el amor es una forma de religión, la respuesta mítica al carácter inasequible e incognoscible de la alteridad. Si la religión es una mitología destinada a conjurar el miedo a la muerte, el amor es una mitología destinada a conjurar el miedo a la soledad; y como tal, dificulta el enfrentarse objetivamente al problema y favorece la perpetuación de un sistema basado en la explotación y la competencia más asolidarias, causa fundamental de la soledad extrema en que vivimos”.

Debido a que mucha gente prescinde de los mitos religiosos pero casi nadie de los amorosos, Fabretti deduce que el miedo a la soledad es más intenso e irreductible que el miedo a la muerte

La necesidad de autoengañarse con respecto a la soledad es mucho más inmediata y apremiante que la necesidad de autoengañarse con respecto a la muerte”.




Coral Herrera Gómez








28 de junio de 2010

Adictas al Amor Romántico





“Al principio, el amante se conforma con ver a su ser amado de vez en cuando.
Pero a medida que la adicción aumenta, necesita cada vez más dosis de “droga”. (…) Si la persona amada rompe la relación, el amante muestra todos los síntomas característicos de la abstinencia de las drogas, incluyendo la depresión, accesos de llanto, ansiedad, insomnio, pérdida de apetito, (o atracones de comida), irritabilidad y asilamiento crónico. Al igual que todos los adictos, el amante está dispuesto a pasar por todo tipo de experiencias nada saludables, humillantes e incluso físicamente peligrosas para conseguir su narcótico. Los amantes también reinciden, como los drogadictos. (…) Racine tenía razón cuando calificó al amante de “esclavo de la pasión” . Helen Fisher, 2004.


Erich Fromm denominó a esta época posmoderna "La Era de la Soledad", un tiempo que se caracteriza por el triunfo del individualismo, el anonimato, y el miedo a sentirse solo. Yo estoy convencida de que la gran utopía posmoderna es el amor romántico, provocada por el hambre de sentimientos y la sed de emociones que nos posee. 


Unos acuden a la fiesta, otros a los deportes de riesgo, y otros buscan a su media naranja con desesperación, esperando salvarse del aburrimiento y de la tiranía de la soledad. Los hay que, cuando se enamoran y son correspondid@s, abandonan amigos, aficiones, hábitos y rutinas, proyectos individuales y colectivos, y se encierran en una burbuja de amor que dura... lo que dura.


Y es que mientras dura, el amor pasional es un torrente de felicidad y una borrachera de ternura, deseo, sentimientos positivos, sensación  de euforia, intensidad en la alegría de vivir.  Creo que hemos sido much@s l@s que hemos podido experimentar ese estado de embriaguez que nos anula el raciocinio y nos mantiene un 90% del día pensando en nuestro amado/amada, así que solemos mostrar comprensión cuando vemos a un ser cercano pasar por esa etapa en la que se nos olvida todo, nuestro rendimiento en el trabajo disminuye, nuestra vida social se estrecha o se anula, y todo nuestro cuerpo se prepara continuamente para hacer el amor y ser amados/as sin control, sin mediciones, sin barreras. 


Helen Fisher afirma que el amor es una droga, porque posee una dimensión adictiva muy fuerte que provoca reacciones desatadas en nuestro organismo. Cuando nos enamoramos, el cuerpo experimenta una especie de tormenta química y segrega unas sustancias anfetamínicas como la dopamina, la norepinefrina, la testosterona, la adrenalina, la oxitocina y la vasopresina, entre otras; todas sustancias placenteras que genera nuestro cuerpo y que se encuentran en las drogas (naturales y sintéticas).


La analogía entre el estado de enamoramiento y el producido por los efectos de algunas sustancias psicotrópicas como el LSD está clara: sensación de euforia, hiperactividad, falta de concentración, exageración, vivencias intensas, obnubilamiento, pérdida del sueño, del hambre y del cansancio físico, etc. o como la morfina, con sus correspondientes fases de “subida” (enamoramiento), síndrome de abstinencia y tolerancia.






En sus experimentos de IMRf con personas enamoradas, Fisher se dio cuenta de que “Directa o indirectamente, casi todas las drogas afectan a un mismo recorrido cerebral, el sistema de recompensa mesolímbico, activado por la dopamina. El amor romántico estimula partes de este recorrido con la misma sustancia. De hecho, cuando los neurólogos Andreas Bartels y Semir Zeki compararon los escáneres cerebrales de sus sujetos enamorados con los de los hombres y mujeres que habían consumido cocaína u opiáceos, comprobaron que se activaban muchas de las mismas regiones cerebrales, incluida la corteza insular; la corteza cingulada anterior el caudado y el putamen”.


Muchos psicólogos defienden también esta idea de que el amor es una adicción porque el enamoramiento provoca estados de euforia, depresión y sobre todo dependencia afectiva. La pasión es extraordinariamente difícil de controlar y produce, entre otras emociones, ansiedad, obsesión, compulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional y física, cambio de personalidad y pérdida del autocontrol. El amante que está bajo este influjo muestra los tres síntomas clásicos de la adicción: tolerancia, abstinencia y reincidencia.




El hecho de que los amantes puedan permanecer despiertos toda la noche conversando y haciendo el amor es debido, según el psiquiatra Michael Liebowitz, al baño natural de anfetaminas que inundan los centros emocionales del cerebro, que contribuyen al optimismo y la energía desbordante que sentimos. Sin embargo, también el enamoramiento puede ser tremendamente doloroso: los enamorados sufren cuando se separan, por ejemplo, en los viajes de negocios o las vacaciones. Liebowitz piensa que durante la separación los enamorados se ven privados de su dosis diaria de drogas narcóticas naturales. Los niveles de endorfina bajan, y comienza la nostalgia y la melancolía, y en algunos casos, la desesperación.




La literatura, tanto científica como no, ha puesto de manifiesto que el enamoramiento no correspondido es una de las situaciones vitales que mayor sufrimiento acarrea para el ser humano (Yela García, 2002). El enamorado no correspondido puede llegar a perder no sólo la concentración en sus responsabilidades laborales e interpersonales, sino incluso el sueño, el apetito, y la propia motivación por la vida sin su amada. En esta línea, Fisher afirma que es posible que este circuito romántico sea en parte la causa de que algunos hombres y mujeres se muestren dispuestos a tolerar los malos tratos psicológicos y físicos: algunos amantes rechazados se comprometen a cosas ridículas o aceptan castigos horribles por temor a perder al ser amado. Liebowitz cree que estos adictos al amor sufren de bajos niveles de las drogas narcóticas naturales, de modo que se aferran a la persona amada porque lo prefieren antes que el riesgo de la baja de dichos opiáceos. Como los adictos a la heroína, están químicamente casados con sus parejas.





La noción de adicción estuvo ligada en su origen casi totalmente a la dependencia química, del alcohol o de drogas de diversos tipos. Según Anthony Giddens (1995), una vez medicalizada la idea, fue definida como una patología física cuando se expresa en una conducta compulsiva, y se mide por las consecuencias que tiene el hábito para el control del individuo sobre su vida: “Una compulsión es una forma de conducta que un individuo encuentra muy difícil, o imposible, de detener sólo con el poder de su voluntad. Obrar a impulsos de las mismas produce una liberación de tensiones. La conducta compulsiva se asocia al sentimiento de pérdida de control sobre el Ego. La adicción puede ser definida como un hábito estereotipado que se asume compulsivamente”.


Todas las adicciones son esencialmente narcotizantes, pero el efecto químico no es un elemento esencial de la experiencia adictiva; es más importante su dimensión psicológica.




La adicción es una reacción defensiva, una vía de escape, un reconocimiento de falsa autonomía que amenaza la integridad de nuestra autonomía. Anthony Giddens (1995) define a una persona codependiente como alguien que, para reforzar su sentido de seguridad ontológica, necesita otro individuo o conjunto de individuos. Esto es visible en la gente que se siente incapaz de vivir sol@ y que siempre encadenan parejas, una tras otra; al final no importa tanto con quien como el mismo hecho de tener pareja, que se puede convertir en una obsesión compulsiva.







Colette Dowling (2003) sostiene la idea de que la dependencia ha afectado más a las mujeres que a los hombres, y que es la principal fuerza que mantiene sujetas hoy día a las mujeres a situaciones de dominación y sumisión. A este fenómeno lo denomina “complejo de Cenicienta”: “un entramado de actitudes y temores largamente reprimidos que tienen sumidas a las mujeres en una especie de letargo que les impide el pleno uso de sus facultades y de su creatividad. Como Cenicientas, las mujeres esperan hoy algo que, desde el exterior, venga a transformar su vida”. La autora reconoce que la dependencia es completamente normal en los humanos, porque somos seres gregarios que necesitamos a los demás para sobrevivir. Sin embargo, en la sociedad patriarcal a las mujeres se las ha inclinado hacia la dependencia “hasta un grado realmente malsano”; a los niños se les educa para que sean independientes, y a las niñas se las cuenta relatos de princesas que esperan en su castillo a que venga un príncipe salvador que llene sus vidas; “el único salvador que conoce el muchacho, en cambio, es él mismo”.


También la dependencia masculina forma parte de la dinámica amorosa patriarcal, de modo que volvemos a insistir en la idea de que más que una adicción química o física, el enganche de la gente con el amor también es cultural. Porque se nos inocula el virus pasional mientras vemos películas, series, novelas, etc. de forma que mucha gente se pasa la vida enamorándose o suspirando por tener una relación que sea una continua borrachera de sentimientos y emociones.


Lo curioso es que esas borracheras duran poco porque el cerebro no puede pasarse años segregando continuamente esas metanfetaminas; por eso la gente cambia de pareja y quiere vivir nuevas aventuras, saborear la intensidad de las drogas naturales y alargarla lo más posible. El amante abandonado, en cambio, se queda con el mono; su cuerpo ya no segrega esas sustancias y entra en una fase de depresión tras la euforia. Viene la rabia, el síndrome de abstinencia, el deseo exacerbado, la melancolía... que también son emociones anfetamínicas que disminuyen hasta desaparecer con el tiempo. 


Coral Herrera Gómez



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