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13 de febrero de 2018

¿Crees que vives en un mundo lleno de parejas felices?





Estábamos celebrando un chat en directo en el Laboratorio del Amor cuando una compañera nos contó que ella cuando caminaba por la calle y veía tantas parejas felices con o sin hijos, con o sin perro, se preguntaba: ¿por qué yo no puedo estar así, emparejada y feliz?, ¿por qué todo el mundo menos yo? 

Enseguida nos pusimos a desmontar las imágenes idílicas que habitan nuestro imaginario colectivo sobre las parejas:

De todas las parejas felices que ves paseando por el parque, unas están en proceso de separación, otras están juntas porque creen que no les queda otro remedio.

Unas acaban de discutir a gritos y llantos antes de salir con sus galas de domingo a pasear su “felicidad”, otras llevan sin hablarse una semana.

De todas esas parejas felices que vemos en el súper y en el centro comercial, hay un alto porcentaje de personas que se han arrepentido o se arrepienten de haberse juntado a su pareja pero se han resignado. También es probable que un alto número de ellas apenas tenga encuentros sexuales, si acaso algún sabadete al mes y para de contar.

Hay parejas que ves en las fiestas tan sonrientes que viven verdaderos infiernos conyugales, pero no saben o no pueden salir de ellos y se han habituado a pasar la vida peleando y guerreando.

Hay muchas parejas que en realidad no son pareja pero siguen conviviendo juntos, bien “por los niños”, bien por cuestiones económicas o logísticas (no todo el mundo se puede permitir el divorcio), bien por costumbre o por miedo a quedarse solo/a.

Hay parejas felices abiertas que tienen varias parejas, unas son felices y otras lo pasan fatal, ambos o uno de ellos.

Hay también parejas clandestinas que pasean con miedo a ser descubiertas, hay parejas que pasean sin saber que la otra persona junto a la que caminan tiene un amante.

Si, hay parejas felices y enamoradas, sobre todo las que están empezando: las vemos radiantes, haciéndose arrumacos, mirándose con deseo, tocándose en todas partes. Pero cuando acaba la borrachera del enamoramiento, muchas veces la cosa no culmina en la construcción de un amor feliz, sino que generalmente se acaba la relación porque no da para más la cosa. 

Cuando si da para construir una relación amorosa, el paso del tiempo va haciendo estragos en casi todas las parejas. El aburrimiento, el Ego, la necesidad de sentir nuevas emociones con nuevas personas nos hacen romper todos los juramentos de amor eterno que hacemos al principio. Esto sobre todo les pasa a ellos, porque como a nosotras nos inocularon el mito de la monogamia, nos cuesta más expandir nuestro amor a más personas, y encima seguimos creyendo que es para los hombres también. Pero incluso nosotras también nos saltamos las normas, aunque lo tengamos muchísimo más difícil que ellos: tenemos menos tiempo, (recordemos que según las estadísticas, ellos tienen 4 o 5 horas de tiempo libre al día y nosotras una o ninguna), y socialmente está peor vista la infidelidad femenina que la masculina. En algunos países te matan por ser infiel, te encarcelan o te torturan si eres mujer.

Hay parejas felices que ves entrando al cine cuyos miembros sufren porque no saben amar, porque son egoístas e interesados, porque no confían en nadie, porque tienen miedo de ser felices.

Hay parejas felices que van a misa en las que las mujeres están sufriendo malos tratos y violaciones a manos de su propia pareja, pero tú no te das cuenta. De todas esas mujeres, algunas serán asesinadas por la violencia machista. Algunas de esas parejas tienen hijos e hijas que también sufren la violencia machista, los malos tratos y los abusos sexuales de sus padres, padrastros, abuelos, tíos, primos o gente cercana, aunque no puedas verlo cuando van todos vestidos de punta en blanco simulando ser una familia feliz.

Por eso es tan importante desmitificar a la pareja como la quintaesencia de la felicidad: el patriarcado no nos deja disfrutar del amor. Es muy complicado quererse bien cuando no hay igualdad, admiración, respeto, fascinación mutua. No se puede construir nada en relaciones en las que unos son sujeto y las otras objeto. 

Todas nuestras relaciones humanas son complejas, y a menudo conflictivas. En todas sostenemos luchas de poder, dominamos o nos dominan, abusamos o abusan de nosotras. En todas las relaciones tenemos problemas para comunicarnos con claridad y asertividad, para contener nuestras emociones más fuertes, y nos cuesta relacionarnos de tú a tú, de igual a igual. En las relaciones de pareja es más complicado todavía.

Nuestras emociones son patriarcales, nuestros sueños y anhelos son patriarcales, nuestro deseo es patriarcal. En la teoría y el discurso tenemos muy claro que hay que liberarse del patriarcado, pero el cambio en las emociones es mucho más lento, son muchos siglos de patriarcado. 

Aguantamos y sufrimos tanto en pareja porque el romanticismo occidental está basado en el masoquismo femenino, y las mujeres creemos que no se puede desligar el amor del sufrimiento, el amor del sacrificio, el amor de la renuncia.

No sabemos separarnos con amor, no sabemos parar una relación en cuanto detectamos la primera señal de que la cosa no nos conviene, o no funciona y no va a funcionar. Toda la cultura mitifica el amor de pareja, pero lo cierto es que no todos sabemos querernos bien: para construir una pareja hay que trabajárselo día a día, y también, hay que tener mucha suerte para encontrar una persona con la que poder disfrutar del amor.

Porque no abundan.

Es casi un milagro encontrar a alguien especial con el que surja un enamoramiento recíproco y la magia se sostenga en el tiempo. 

A veces ocurre que nos juntamos a personas que no conocemos y no resultan ser tan geniales cuando nos vamos conociendo.

Otras veces sucede que sí te encanta como es la otra persona, pero notas que se le va pasando poco a poco el enamoramiento y se va alejando de ti.

O al revés, eres tú la que te vas alejando porque se te baja el deseo, las ganas, o simplemente te va dejando de gustar o la otra persona conforme la vas conociendo mejor.

Entonces si lo pensáis, es bien difícil tener pareja, y sobre todo, es difícil que dure. La realidad es que nos juntamos para probar si nos va bien, si funcionamos, si hay química, si hay compatibilidad, pero si nos enamoramos y la otra persona no nos corresponde, sufrimos. Fijaos si es complicado: los hombres han sido educados con un concepto de amor, y nosotras con otro radicalmente diferentes. Por eso a ellos les importa poco San Valentín y para nosotras es tan importante.

No podemos estar siempre deseando que el amor nos colme, nos complete, nos haga volar, nos empodere, nos permita valorarnos y querernos a nosotras mismas. No nos hace falta tener pareja: nos hace falta tener comida, un techo para cobijarnos, una ducha, ropa para vestir, agua potable para beber, atención sanitaria de calidad y gratuita, educación pública de calidad y gratuita, salarios dignos... 

Tanto si hemos vivido un romance brutal con una conexión absoluta como si no hemos experimentado jamás tal éxtasis, la meta de nuestras vidas no puede ser el paraíso romántico. La búsqueda de la media naranja no puede convertirse en el centro de nuestras vidas.

Porque si todo nuestro tiempo y energías los dedicamos a encontrar al Príncipe Azul y a retenerlo a nuestro lado, ¿qué pasa con nuestros proyectos, con nuestras pasiones, con nuestra red de afectos? El amor no puede ser una eterna carencia o un sueño imposible, sino una energía que flota en el ambiente cuando eres feliz, cuando estás con tus tribus, cuando tienes mucha alegría de vivir, cuando tienes ganas de disfrutar de la vida, cuando no necesitas tener una pareja para ser feliz.

Y precisamente esta es la clave de la transformación individual y colectiva que necesitamos: que todas podamos liberarnos del miedo a la soledad, y de la necesidad de tener pareja para poder amar en libertad. Y para disfrutar de la vida todo el tiempo, con o sin pareja. 


Coral Herrera Gómez

11 de febrero de 2018

Otras formas de organizarnos son posibles



Nuestra sociedad se organiza en jerarquías. En lo más alto de la pirámide están unos pocos multimillonarios, en su mayoría hombres blancos que toman decisiones importantes que afectan a todo el planeta. Y abajo estamos todos los demás. Cada uno ocupamos una posición diferente dentro de esta pirámide social y económica, dependiendo del país en el que hemos nacido, la clase a la que pertenecemos, si somos hombres o mujeres, si somos heteros o no lo somos, la edad que tenemos, la profesión que ejercemos, la religión que seguimos... los de arriba nos oprimen y nosotros oprimimos a los de abajo.

En esto consiste el patriarcado capitalista o el patriarcapitalismo. Para que unos pocos dejen de acumular todo el poder y todos los recursos explotando a los demás, tenemos que acabar con esta jerarquía basada en la dominación masculina y el supremacismo blanco, y buscar otras formas de organizarnos política, social y económicamente de manera que todos podamos disfrutar de la vida y de las riquezas que poseemos en común. 

Nuestras relaciones personales y sociales son conflictivas y a menudo son interesadas. Casi todas las relaciones están basadas en el abuso y la dominación: todos queremos llevar razón, queremos que las cosas se hagan como a nosotros nos conviene, queremos imponer nuestros puntos de vista y nuestras necesidades, queremos ser amados,, respetados y admirados, queremos acumular poder y riquezas, queremos ganar todas las batallas.

Vamos cambiando de papeles según la edad y las circunstancias: somos madres e hijas a la vez, podemos ser alumnas y profesoras, ciudadanas y presidentas, empleadas y jefas. Según el lugar en el que estamos hacemos uso de nuestro poder para manipular a los demás, desde una posición dominante o sumisa.

Los más poderosos nos roban el tiempo y la energía para enriquecerse a cambio de salarios indecentes, nosotros nos compramos ropa hecha por esclavas que apenas cobran unos céntimos al día. Los más débiles son quienes más sufren la violencia: mujeres, niñas, mujeres ancianas, mujeres indígenas o afrodescendientes, mujeres pobres... para acabar con tanto sufrimiento tenemos que cambiar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos.

Tenemos que acabar con esta estructura de explotación: es urgente acabar con la pobreza, la violencia, la esclavitud, la guerra contra las mujeres, la guerra contra la naturaleza y el clima.
Este sistema no funciona, y nuestras relaciones interpersonales son demasiado dolorosas. Perdemos mucho tiempo y energías en amar a quien no nos corresponde, en luchas de poder en las que todos queremos ganar, en relaciones tóxicas que no nos hacen felices. Estas luchas nos agotan y nos tienen en conflicto permanente, por eso es tan importante preguntarnos: ¿cómo podemos aprender a convivir en paz?, ¿cómo podríamos solucionar los problemas que tenemos sin violencia?, ¿cómo dejar de guerrear y empezar a querernos bien?, ¿cómo hacemos para tratarnos con amabilidad?, ¿cómo podríamos construir relaciones más horizontales, más equilibradas, y más bonitas?

Hay que acabar con el patriarcado y el capitalismo: nos dirigimos de cabeza hacia la autodestrucción. Vivimos en un mundo en el que millones de personas sufren los efectos de las hambrunas, las guerras, el exilio, la inmigración, el clasismo, la xenofobia, el machismo, el racismo, el odio contra la gente diversa.

Demasiado dolor y demasiadas injusticias: para soñar con otro mundo tenemos que inventar nuevas formas de trabajar en equipo, tenemos que pensar en el bien común y en la buena vida para todas y todos, tenemos que cambiar sistema de abajo a arriba.

La especie humana sobrevivió gracias a la empatía y la solidaridad. El amor como forma de relación con el mundo y con los demás nos ha permitido cooperar para sacar adelante proyectos, para avanzar, para mejorar las vidas de millones de seres humanos. Tenemos una hermosa capacidad para cuidarnos los unos a los otros, para colaborar y ayudarnos mutuamente. Ahora vivimos en un mundo atroz y deshumanizado en la que hemos abandonado estas redes de cuido, de trabajo en equipo, de solidaridad en grupo. El individualismo nos enferma de soledad: necesitamos volver a recuperar estas redes para poder hacer frente a este sistema injusto, desigual y violento.

Es urgente acabar con la pobreza y dejar de destrozar el planeta, es urgente cambiar el modo de producir y de consumir, es urgente acabar con las guerras y la violencia entre los pueblos, entre los vecinos, entre la familia, en las parejas. Hay que redistribuir las riquezas para que nos alcancen a todos, hay que dejar de alimentar el odio contra los demás, hay que aprender a quererse más y mejor. 

Y lo más importante: hay que seguir trabajando para que todos y todas tengamos garantizados las libertades y los derechos humanos fundamentales.

Otras formas de organizarse y de relacionarse son posibles: necesitamos mucha generosidad, mucha solidaridad, mucha alegría de vivir y mucho amor del bueno para construir un mundo más humano, más pacífico, más justo, más igualitario y diverso en el que quepamos todos y todas.

Coral Herrera Gómez

10 de febrero de 2018

Qué bonito es el amor (cuando es correspondido)


·"MiniCuadro", de David Fernandez Saez


A veces en la vida pasan cosas extraordinarias, como enamorarte de alguien y ser correspondida. Es una de las experiencias más hermosas y alucinantes de estar viva. Querer y que te quieran, estar en el mismo momento, en la misma onda, con la misma energía puesta en el amor, con la misma curiosidad y fascinación por adentrarse en el interior de la otra persona . Tener el mismo ritmo, tener las mismas ganas, la misma ilusión, y parecidas ideas sobre el amor y la pareja. Que nos apetezca a los dos lo mismo, que nos pase a los dos lo mismo, que nos veamos los dos inundados, o las dos, de la borrachera del enamoramiento a la vez.

No es frecuente, pero pasa. Yo lo he vivido algunas veces en mi vida y ha sido maravilloso. Es bien difícil que ocurra, porque todos llegamos al amor con nuestros miedos, resistencias, intereses, deseos, y con nuestro pasado a las espaldas. Es bien difícil que se de la chispa entre dos personas a la vez, y que puedan vivirlo con la misma intensidad ambos. A veces vivimos ese espejismo durante unos días, pero pronto empiezan los peros, los problemas, las definiciones, los miedos, y ya no resulta tan fácil gozar del amor. 

Vivimos en una sociedad patriarcal en la que resulta muy difícil quererse bien: cuando no hay igualdad ni libertad, no es posible construir un relación libre de explotación, una relación sana en la que puedan disfrutar los dos miembros de la pareja. 

Las relaciones igualitarias son una excepción en nuestro sistema amoroso, pero cuando nos trabajamos los patriarcados y nos juntamos con gente que también se los está trabajando y que tiene la capacidad para amar desde el respeto y los cuidados mutuos, es como un milagro.

Y cuando vives la ilusión de haberlo encontrado,  el amor es una fiesta. Para mi ese momento que transcurre entre el primer beso y el ¿"qué somos?" es un espacio de incertidumbre deliciosa, porque es el momento máximo de libertad total, y trato de alargarlo lo más posible cuando los dos estamos disfrutando con tanta intensidad y tanta alegría. No hay ninguna palabra que reduzca o limite el encuentro, no hay ningún límite al placer. El cuerpo nos lleva al otro cuerpo, llamamos sin saber si estamos haciendo bien o no, queremos drogarnos como locas y lo más alucinante es que a la otra persona le pasa lo mismo. No hay límites al amor, sólo muchas ganas de verse y de compartir placeres. No hay obligaciones ni compromiso, sólo el aquí y el ahora: podemos detener el mundo y amarnos como si no hubiera un mañana. 

No sabemos si será una gran historia de amor ni cuánto durará, pero no nos importa porque lo único que queremos es saborear el presente y disfrutar de una oportunidad única de vivir en un estado de locura total durante un tiempito que siempre nos parece corto. 

Porque después de este tiempito de felicidad desbordante y colocón permanente, generalmente viene la realidad y pasan muchas cosas: que nos definimos como amantes clandestinos, novios o novias oficiales, rolletes de primavera, amiguitos. A veces no nos gusta la posición en la que nos han colocado o el modelo que hemos elegido para construir la relación. Suele pasar que baja la intensidad, nos tranquilizamos un poquito, reanudamos nuestras rutinas, nos vamos conociendo mejor y ya no nos gustamos tanto. A veces pasa que uno quiere compromiso formal y el otro no, que uno se está enamorando demasiado y el otro demasiado poco, que no tenemos nada que ver, que no hay compatibilidad, que no hay tiempo para el amor, que no hay ganas de profundizar, que no hay ganas de ir a ninguna parte, que hay demasiados miedos o demasiados obstáculos para disfrutar del amor, o que la otra persona no tiene las cualidades que buscábamos en la pareja ideal. 

Entonces lo realmente extraordinario es cuando no hay ningún "pero". Cuando a ninguno de los dos se nos pasa. Cuando no hay problemas y sigue sin haberlos. Cuando no ha habido ninguna señal que nos haga ver que estamos aterrizando en la realidad, que el cuento se terminó, que ya no hay más droga gratis. Cuando podemos seguir la fiesta del enamoramiento sin muros, sin obstáculos, sin peros, sin que nadie ni nada nos lo impida. Cuando la cosa en vez de disminuir se hace más grande, cuando ambos permanecemos desnudos y con el corazón abierto, cuando nuestra vida sigue inundada de risas, de sonrisas, de caricias, de juegos, de conversaciones profundas, de abrazos, de sesiones increíbles de sexo... cuando todo esto nos pasa, no queda otra que disfrutar intensamente, zambullirse en la historia, sentir el placer de poder amar sin prohibiciones, sin obstáculos, sin tener que dismular o reprimirse. Sentir el placer de ser amada. Sentir una intensa alegría de vivir sin miedo a que se acabe. 

No todo el mundo lo logra: no es fácil disfrutar del amor. Y no todo el mundo sabe qué hacer cuando se presenta la felicidad así como así, sin avisar. Pienso, por ejemplo, en esas parejas que se quieren mucho y para no aburrirse, se inventan problemas, se pelean, batallan y se reconcilian. Creen que el amor es una guerra y que cuanto más dolor sientan, más pasión desbordan.

Disfrutar del amor es un arte y requiere de mucho entrenamiento para poder vivirlo sin boicotear la relación y sin boicotearse a sí misma. 

Lo que ya tenemos claro es que necesitamos herramientas para poder disfrutar del presente, para nutrir la llama del amor, para construirlo día a día, para cuidarnos y querernos bien, para desaprender y aprender, para compartir la alegría y el amor el tiempo que dure. El tiempo que nos dure. 


6 de febrero de 2018

Curso de Primavera en la Escuela del Amor: ya puedes inscribirte



Duración: 14 semanas
Inicio: 9 de Abril de 2018
Dirigido a: Mujeres, hombres y gente diversa de todas las edades y países.
Precio: 80 euros
El precio del curso incluye:
  • - tres chats en directo con Coral Herrera,
  • - materiales,  ejercicios y una caja de herramientas
  • - acceso a la Biblioteca del Amor, el Blog y el Cine-Fórum



Temas del Curso
1. Autoestima, autoamor, autocrítica amoroso y empoderamiento personal y colectivo.
2. El romanticismo patriarcal: desmitificando el amor.
3. Feminismos y masculinidades, ¿otras relaciones son posibles?
4. Soledades, rupturas, y duelos.
5. Nuestras utopías amorosas: pactos, estrategias y herramientas para sufrir menos, y disfrutar más del amor.  


Objetivos del Curso
En este curso trabajamos la autoestima y el autoamor, el empoderamiento personal y colectivo, la autocrítica amorosa y el auto-reconocimiento. Vamos a desmontar y desmitificar colectivamente el romanticismo patriarcal de nuestra cultura, y de nuestro interior. Vamos a aprender y debatir sobre los feminismos, la identidad femenina, la masculinidad patriarcal, y las relaciones heterosexuales en la era posmoderna de los amores líquidos. Vamos a hablar de nuestras soledades, de nuestros duelos y nuestras rupturas. Vamos a terminar imaginando otras formas de querernos, estableciendo pactos con nosotras mismas y con las compañeras, trabajando en todo aquello que queremos eliminar, añadir o transformar de nuestras vidas. Diseñaremos nuestra propia utopía amorosa colectivamente, y compartiremos herramientas para gestionar nuestras emociones, para llevar la teoría a la práctica, y para sufrir menos, y disfrutar más del amor. 
El trabajo se divide en cinco módulos que duran dos semanas, en cada uno de ellos haremos ejercicios para trabajar individual y colectivamente. Además, dispondremos de materiales, un foro de acompañamiento y una caja de herramientas colectiva para trabajar durante todo el cuatrimestre juntas. 
Vente con nosotras a trabajarte el amor, ¡en compañía se desaprende mejor!








Preguntas Frecuentes

 ¿Puedo apuntarme desde cualquier país?, ¿cómo funciona la plataforma?, ¿es fácil navegar por la Escuela?, ¿puedo utilizar el nombre que yo quiera para abrir mi perfil?, ¿todos los contenidos son privados?, ¿cuanto cuestan los cursos y el Laboratorio?, ¿cuando puedo apuntarme?, ¿hay horarios para trabajar?, ¿cuantas horas semanales requiere la participación en un curso o en un taller?, ¿cuál es la diferencia entre el Laboratorio y la Escuela?, ¿cómo puedo pagar por Internet?, ¿cómo es el proceso de inscripción?.... 
Puedes encontrar todas las respuestas a tus preguntas en la página de Preguntas Frecuentes. 




Visita la web de la Escuela del Amor: 


4 de febrero de 2018

Cuando no te aman como tú quieres

Holy night, de Fran Rodriguez



Cuando no te aman como tú quisieras, lo mejor es dejar la relación.

Dicho así suena muy fácil , ¿verdad?

Pero en la realidad las cosas son más complejas. Primero, porque cada uno tenemos una manera diferente de entender el amor y la pareja. Cada cual tiene sus expectativas, y generalmente las mujeres le pedimos mucho más al amor que los hombres, porque nos han educado para poner el romanticismo en el centro de nuestras vidas, y a ellos, para todo lo contrario.

Segundo, porque aunque haya mucha química entre dos personas, no siempre estamos en el mismo momento de la vida. Por ejemplo, puede ocurrir que tú no tengas ganas de tener pareja formal porque acabas de salir de una relación, y que la otra persona lleve mucho tiempo sin estar en pareja y tenga ganas de establecer rápidamente un compromiso. O al revés.

Una de las cosas que más nos hacen sufrir en el mundo es no ser correspondidas cuando nos enamoramos. Es muy duro estar con alguien que no te ama con la misma intensidad, el mismo ritmo, la misma entrega con la que tu amas, y el sufrimiento romántico pasa factura: tienes que gastar mucha energía para que tu autoestima no baje a niveles espantosos, tienes que luchar mucho contra los miedos y los celos, tu salud emocional, mental y física se va deteriorando a medida que pasa el tiempo, y todo va siempre a peor, dentro de ti, y con tu pareja.

Así que el consejo más sensato que podrías darte a ti misma es que si no te sientes querida, termines la relación y te cuides. Hay que ahorrarse los malos ratos, los llantos, los dolores, y salir rápido de las relaciones que no funcionan ni van a funcionar. 

Hay que estar bien despierta para ser realista y práctica, y poder salir de una relación en cuanto notes el desequilibrio, o cuando percibas que no tenéis las mismas apetencias, las mismas ganas, la misma ilusión, las mismas formas de entender el amor y la pareja.

Esto así planteado suena muy sensato: si no hay reciprocidad, mejor terminar con cariño, sin dramas. Pero a las mujeres no nos resulta fácil porque nos engañamos a nosotras mismas para quedarnos en relaciones que no nos hacen felices, pensando que quizás más adelante nuestro amado entenderá por fin que somos maravillosas y especiales, como sucede en las películas, y caerá rendido y agradecido ante nosotras.

En las parejas heteras los hombres y las mujeres tenemos diferentes formas de vivir el amor, de pensarlo, de imaginarlo, y expresamos nuestros sentimientos de manera diferente. Es casi imposible amarnos en libertad y en igualdad de condiciones porque hemos aprendido cosas diferentes y sentimos diferente el amor. Nos educan de forma diferente para que nos creamos que somos diferentes.

Por eso a veces sucede que nos metemos en relaciones en las que nos aman, pero poco. No como quisiéramos. No como imaginamos, no como soñamos, no como nos lo cuentan en las películas y en las novelas. 

Para los hombres hay cosas más importantes que el amor: el éxito en el trabajo o en  los negocios, las relaciones con sus grupos de amigos y con su familia, el deporte, y sus pasiones personales. Hay muchas mujeres que no tienen pasiones personales y se desesperan cuando su pareja dedica mucho tiempo y energía a sus pasiones. Por eso es tan importante que nosotras le pongamos amor y le dediquemos tiempo a las nuestras. 

A nosotras el patriarcado nos quiere necesitadas de amor e hipersensibles, a ellos los mutila emocionalmente para que aprendan a sobrevivir en un mundo tan violento y competitivo. A nosotras el patriarcado nos engaña con la idea de que el amor nos va a salvar y nos va a hacer felices, a ellos los seduce con la promesa de que si son amados tendrán sexo, cuidados y compañía estable.

Ellos aprenden pronto que la monogamia es obligatoria para nosotras, pero no para ellos. Ellos separan el sexo del amor, y pueden tener todas las relaciones que quieran porque se sienten seres libres. Ellos defienden con uñas y dientes su autonomía, nosotras le damos nuestro poder al primero que se nos acerque. Renunciamos fácilmente a nuestra libertad porque nos han hecho creer que es una prueba de amor, a ellos les enseñaron a no renunciar a nada.

La libertad es cosa de hombres, el sacrificio, la abnegación, la entrega son cosas de mujeres. Creemos que para amar hay que sufrir, así que asumimos como algo natural estar jodidas e infelices en nuestras relaciones. Ellos en cambio para formar pareja quieren mujeres que no les den problemas, que no les monten escenas, que no les coarten su libertad, que no los acosen con reproches, llantos y chantajes.

En la tradición patriarcal, hombres y mujeres tienen necesidades diferentes. Ellos necesitan sumisas que no protesten, que asuman su sufrimiento como algo natural, que respeten sus tiempos y espacios, que respeten su libertad, y que esperen a que ellos vuelvan. Nosotras necesitamos sentirnos especiales, importantes, e imprescindibles, necesitamos sentirnos amadas y protegidas. Damos sexo para conseguir amor, y nos cuesta desvincular sexo y romanticismo porque no nos han enseñado a disfrutar del sexo como un fin sino como un medio.

Muchas mujeres aspiramos a ser las compañeras, pero ellos no nos ven jamás como a iguales. Somos "las otras", somos las enemigas, las locas, las incomprensibles, las irracionales, las caprichosas, las salvajes, las insaciables, las que chupamos la sangre de los hombres y les destrozamos el corazón con una estaca.

El amor invisibiliza la desigualdad económica entre hombres y mujeres, pero la realidad es que para muchas mujeres en el mundo la única posibilidad de sobrevivir y tener algunos derechos es casarse con un hombre. Todas las princesas salen de la pobreza, la explotación o la vida aburrida gracias al amor. Así que nuestras relaciones no son desinteresadas: ellos acumulan poder y recursos, y nosotras accedemos a ellos por herencia o matrimonio.

A ellos les enseñan a defenderse del amor desde muy pequeños: creen que el amor les resta poder, les vuelve unos inútiles, les nubla en entendimiento y les somete a las mujeres.

El amor es una guerra, y ellos no quieren ser los perdedores. Nosotras tampoco, claro. Por eso tenemos nuestras estrategias para intentar ganar, pero nos frustramos mucho porque el otro no encaja en nuestro ideal de Príncipe Azul, y la relación no es jamás como la soñamos. Intentamos con todas nuestras fuerzas que la realidad y el chico se adapten a nuestra fantasía del amor total y para siempre, pero la resistencia masculina es bien intensa. Tenemos tres opciones: ser realistas y pactar con el otro el tipo de pareja que queremos, vivir en guerra permanente, o resignarnos a estas relaciones desiguales aunque lo pasemos mal.

Las mujeres perdemos demasiado tiempo y demasiadas energías en buscar el amor, y cuando lo encontramos, seguimos despilfarrando tratando de imponer a la pareja nuestro modelo mitificado de amor romántico. Hay mucho Ego ahí en esas luchas, pero nos cuesta verlo porque nos ampara la idea de que "lo único que queremos es amar y que nos amen". Y no, el amor no lo es todo. También está el poder, la necesidad, el egoísmo, el miedo, el Ego, y siempre ahí el patriarcado, atravesando nuestras emociones.

Nos frustra mucho comprobar que nuestras relaciones no son como las de las películas, en las que ellos acaban de rodillas pidiendo matrimonio. Pero es que precisamente lo que no quieren ellos es ponerse de rodillas, prefieren que sea la mujer la que lo haga, ya que ese ha sido su sitio durante siglos.

En realidad perdemos el tiempo tratando de que nos amen tal y como queremos ser amadas. Porque tenemos demasiado mitificado el amor, y nuestros deseos románticos no encajan con la forma en que los hombres educados en el patriarcado aman. No nos damos cuenta de que nosotras también estamos tratando de dominar al otro cuando queremos ocupar el centro de la vida del otro, e imponerle nuestro modelo ideal de amor.

Y guerreamos porque el otro generalmente no está dispuesto a ceder el poder. No hay mayor terror para un hombre que ser un "calzonazos", un hombre débil dominado por una mujer, por eso se resisten tanto al amor, por eso se defienden e imponen su ritmo, su grado de compromiso, su nivel de intensidad, y sus apetencias con respecto al modelo de pareja que les resulta más cómodo.

Y claro, en esta guerra de poder que vivimos al juntarnos, es imposible disfrutar del amor. 

Nosotras queremos comunicarnos y hablar todo el tiempo de cómo nos sentimos y en qué punto está la relación. Los hombres en cambio no están acostumbrados a hablar de una forma tan íntima y profunda sobre sus emociones, sus miedos, sus traumas, sus fantasías. Para muchos es imposible, y para una gran mayoría es difícil: se han pasado toda la infancia reprimiendo sus emociones para no mostrar su vulnerabilidad, y para parecer tipos duros que ni sienten, ni padecen. Han tenido que ocultar, disimular, contener lágrimas, gritos, y emociones muy intensas que no podían gestionar, así que es bien complicado luego estar en pareja, desnudarse y abrirse para compartir las profundidades de nuestro yo.

El patriarcado los hace a ellos simples, y a nosotras complicadas. Ellos quieren estar bien y que no haya problemas, nosotras queremos vivir el drama romántico y disfrutarlo hasta sus últimas consecuencias. Ellos quieren estar tranquilos, nosotras queremos seguir alimentando el amor y la pasión, y profundizar para llegar al éxtasis total.

Ellos ya saben que son amados, nosotras necesitamos constantemente el certificado que nos asegure que nos aman y nos son fieles. A grandes rasgos, así funciona el romanticismo patriarcal, de manera que incluso cuando los hombres se enamoran locamente de nosotras, hay luchas de poder, hay miedos, hay problemas de comunicación, hay diferencias en cuanto al grado de compromiso que cada uno tiene, hay diferencias en cuanto a lo que cada cual entiende por "amor" y por "pareja". Y hay mucho patriarcado en nuestros deseos de vivir la relación de acuerdo a los mitos que interiorizamos con todas las historias románticas que nos tragamos.

Hay parejas que van trabajando sus patriarcados, que están hablando acerca de estas diferencias en nuestras formas de amarnos, que están analizando la estructura con la que nos relacionamos para intentar trascender del modelo dominación/sumisión al modelo igualitario. Pero la mayoría de las parejas optan por guerrear, o someterse, o alternar ambas posiciones.

Llegar a construir una relación de amor compañero requiere profundizar en nuestra identidad de género, analizar cómo nos sometemos y desobedecemos a los mandatos del patriarcado, cómo nos oprimen y como oprimimos, qué roles adopta cada uno, cómo afectan nuestros privilegios a la otra persona, cómo usamos nuestro poder en las relaciones con los demás.

Transformar nuestras emociones y nuestra forma de relacionarnos requiere de una gran capacidad de análisis y de autocrítica, y no todo el mundo está dispuesto a revolucionar su vida personal porque es doloroso, y porque implica mucho trabajo. La gente prefiere adaptarse al terreno de lo conocido: tú arreglas el coche, yo cambio pañales. Tú me esperas en casa, yo me voy de fiesta. Tú me cuidas y yo te protejo.

El amor no es suficiente para construir una relación sana, alegre, igualitaria, y placentera . No basta con quererse mucho, hay que quererse bien. Para querernos bien hay liberar al amor del patriarcado, y liberarnos por dentro también. Hay que portarse bien, y tratar bien a todos los compañeros y compañeras sexuales y románticas que tengamos. Para querernos bien hay que ser generosos y desinteresados, hay que ser solidarios, hay que saber comunicarse y negociar para llegar a pactos que nos hagan sentir bien a todos.

Para querernos bien hay que amar desnudos, sin corazas, sin máscaras, sin escudos, sin armas, sin muros, sin miedos, sin peros, sin egoísmos, sin luchas de poder, sin violencia. Para querernos bien necesitamos crear una atmósfera de confianza basada en la honestidad, la sinceridad y el cariño hacia nosotras mismas y hacia nuestra pareja, incluso al final de la relación, sobre todo al final de la relación, que es cuando sale lo peor de nosotros.

Para poder querernos bien tenemos que sentirnos libres, sentirnos libres sobre todo de la necesidad de ser amadas o de tener pareja. Sentirnos libres para amar sin dominar ni someternos, para expresar nuestras emociones, para dar y recibir, para poder ser como somos siempre. Sentirnos libres para quedarnos y para irnos, para juntarnos y separarnos. Sentirnos libres e iguales para construir una relación bonita en la que podamos disfrutar, todos y todas.

Y para poder sentirnos libres, hay que acabar con el patriarcado, el individual y el colectivo, y hacer la revolución feminista del amor, del sexo, de los afectos y de los cuidados. En ello estamos ya unas cuantas, ¡seguimos!

Coral Herrera Gómez


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31 de enero de 2018

Consejos para chicos que quieren disfrutar del amor, y de la vida

Grafitti callejero de Stikki Peaches



Algunos consejillos para chicos que quieren disfrutar del amor: 


- El amor es un placer. El amor es una energía renovable, una fuente de goce, placer, aprendizajes, crecimiento, alegría y orgasmos. Si estás en una relación en la que no lo estás pasando bien, o la otra persona no lo está pasando bien, lo mejor es cortar por lo sano. Sufrir por amor daña gravemente la salud emocional y sentimental: no pierdas tu tiempo y tus energías en relaciones que no funcionan.

-El amor no es una guerra, y las personas con las que te juntas no son tus enemigas. Así que puedes relajarte: no tienes por qué ser el ganador, no tienes por qué tratar de someter a tu pareja para sentir que eres el que domina en la relación. No es cierto que los que más se pelean son los que más se desean, no es verdad que del amor al odio hay un paso, y es mentira que quien bien te quiere te hace llorar. Quien bien te quiere te trata bien y contribuye a tu felicidad. Vivimos en un mundo cruel y violento, por eso lo verdaderamente subversivo es lograr relacionarte con la gente desde el amor, la ternura, el cariño, y la alegría de vivir. Además, también puedes separarte con amor y cariño: los finales de las parejas no tienen por qué ser traumáticos, desgarradores o terribles. Otros finales son posibles. 

- Amar en libertad: si quieres que el amor sea una experiencia maravillosa, es fundamental que la gente con la que te juntas se sienta libre para quedarse, o para irse de tu lado. Sin libertad, no hay amor. En la relación amorosa tienen que disfrutar ambos: no se puede gozar del amor si no es en condiciones de igualdad, respeto mutuo y reciprocidad. Es imposible que una persona que se sienta obligada o presionada a permanecer en una relación pueda disfrutar del amor. Que nadie te ate con la excusa de que te ama: no perteneces a nadie, todos somos radicalmente libres para estar en una relación o para dejar de estar en ella. Y esto no sólo has de aplicártelo a ti, sino también a tu pareja, que tiene los mismos derechos y libertades que tú, sea hombre o sea mujer. 

- No hay por qué sufrir. Hay muchas formas de solucionar los conflictos sin pasarlo mal y sin utilizar la violencia. Puedes intentar hablar de lo que sientes con tu pareja sin tener que enfadaros, sin insultaros, sin faltaros al respeto, sin haceros daño: todo se puede solucionar hablando. Y si no se puede solucionar, siempre os podéis separar con el mismo amor y el mismo cariño con el que empezasteis.

- Aprende a gestionar y a expresar tus emociones. A veces nos invaden unos tsunamis tremendos de emociones muy intensas y muy fuertes que nos hacen sufrir mucho y hacen sufrir a los demás, por eso es tan importante aprender a auto-controlarse, a identificar lo que nos pasa y a ponerle nombre, a expresarlo con la voz y con el cuerpo, a desahogarnos y liberarnos de las inundaciones emocionales que tanto daño nos hacen. 


- No te reprimas, y desnúdate cuando hagas el amor: quítate la coraza, el escudo, el casco, y deja las armas. Atrévete a desvestirte y a que te vean por dentro, tal y como eres, tal y como sientes. Comparte tus adentros con generosidad y sintiéndote libre: el amor es más intenso cuando se rozan las almas y se crea intimidad de la buena, cuando hacemos piel con piel y nos sentimos en un espacio seguro y de confianza en el que podemos ser nosotros mismos y caminar desnudos en total libertad.


- Los sentimientos no son cosas de chicas: la capacidad de sentir es una característica esencial de todos los seres vivos. Tenemos emociones porque estamos vivos. Es absurdo pasarte la vida entera reprimiéndolas para no parecer débil. La única emoción que se les permite expresar a los hombres es la ira y el odio: todo lo demás hay que reprimirlo por miedo a lo que pensarán los demás de nosotros. Tenemos derecho a estar tristes, a estar alegres, a sentir miedo, a sentirnos destrozados por dentro, a sentir nostalgia, a sentir ilusión, a sentir dolor, a sentir impotencia. Tenemos derecho a decirlo y a expresarlo, siempre sin hacer daño a nadie.  


- No tengas miedo a ser como eres. Todos somos seres fuertes y frágiles a la vez. Somos vulnerables y somos poderosos, a veces estamos bien y otras veces estamos mal, somos sensibles y somos valientes: somos todo a la vez, hombres y mujeres. Todos tenemos heridas en el alma, todos somos a la vez seguros e inseguros, todos nos caemos y nos volvemos a levantar. No somos robots: somos seres sentipensantes. No pierdes tu poder por mostrar tus emociones, por dejarte invadir por la ternura, o por llorar delante de tu gente. Compartir con los demás lo que sentimos es una de las experiencias más liberadoras y sanadoras de la vida: no tengas miedo a mostrarte tal y como eres, tal y como sientes. No te sometas a la tiranía del "qué dirán los demás".


- Todos los hombres tenéis derecho a amar y a disfrutar del sexo con quien queráis. Ningún amor es ilegal: no importa si sois heteros, homosexuales o bisexuales, ninguna opción es mejor que otra, y todos merecemos ser tratados con respeto, independientemente de nuestra orientación sexual. Los hombres heterosexuales no son superiores, ni son más hombres, ni son mejores que los hombres homosexuales o bisexuales, así que liberaté del mandato machista que te pide que humilles, insultes, te burles y trates mal a los hombres gays para parecer más heterosexual y más macho. Si eres homosexual, piensa que la gente que te quiere de verdad va a seguir queriéndote igualmente. Aún hay muchas resistencias para aceptar otras orientaciones sexuales, pero el cambio es imparable: cada vez más países reconocen el derecho al amor de todos los seres humanos, y el derecho a casarnos con quien queramos.


- Libera a tu polla del patriarcado. Las pollas de hoy en día viven obligadas a funcionar siempre, en todo momento, con cualquier mujer, y a repartir con generosidad sus semillas. Las pollas viven con miedo a no dar la talla, sufren una gran presión para llegar a ser la mejor de todas las pollas. Estas pollas son esclavas y son utilizadas como la prueba máxima de la virilidad de su dueño. No son pollas libres porque están sujetas a los miedos, las carencias, los traumas, los problemas que tienen sus dueños, por eso cuando las pollas están demasiado oprimidas, no funcionan. En el patriarcado, las pollas perdedoras son las de menor tamaño, las pollas raras, las pollas tristes, las pollas que no cumplen con los requisitos que se exigen para ser pollas alfa. Es muy duro llegar a tener una polla alfa de esas que se meten en todos los agujeros de los cuerpos de las mujeres. Son pollas soldado que siempre cumplen con su deber de mostrar la virilidad de su dueño, y de dominar todo su entorno. Son pollas violentas, y cuanto más inseguras, más miedosas, más frágiles, más violentas son y más necesitan sentirse superiores a las demás pollas y a todos los coños que se crucen en su camino. Así que libera a tu polla de tanta mala vibra, de tanta opresión y tantas obligaciones, dale menos importancia, y no la conviertas en el centro de tu universo. Libera tu mente y tus emociones, verás qué rápido se libera tu polla, y comprobarás personalmente cuánto disfrutan las pollas en libertad.  


- Las mujeres no son tus enemigas. Las mujeres no somos malas. No somos inferiores, no somos un objeto, no somos propiedad de nadie. No hemos nacido para gustar ni complacer a los hombres, ni para servirles, ni obedecerles, aunque todo el tiempo te lleguen este tipo de mensajes en los formatos más variados: canciones, películas, cómics, textos religiosos, novelas. El patriarcado quiere que creas que tienes que defenderte de las mujeres porque somos interesadas, aprovechadas, manipuladoras, abusonas, y porque utilizamos nuestros encantos para seduciros y dominaros a través de los sentimientos. Sin embargo, nuestro objetivo número uno no es cazar un marido: todas tenemos nuestras vidas, nuestros proyectos, sueños, pasiones, nuestras redes de afecto y redes sociales. Si te enamoras de una mujer, puedes seguir siendo quien eres si perder tu autonomía y tu libertad, y sin que tu compañera pierda las suyas. Si te relacionas con miedo, no podrás disfrutar del amor como te mereces. 


- No utilices a las mujeres para mostrar tu hombría. No son un objeto ni un medio para obtener placer, son seres humanos con sentimientos y tienes que respetarlas y tratarlas bien, dentro y fuera de la cama. El sexo no es algo sucio, no es un pecado: es un encuentro íntimo maravilloso entre dos personas que tienen ganas de jugar y de compartir placeres. No importa si sólo vais a compartir una noche, una semana o un año juntos: el sexo es más bonito con risas y con ternura. Y es mucho más bonito cuando gozáis los dos y ella no tiene que fingir para no herir tu orgullo. Así que si vas a compartir placeres con chicas, no sólo pienses en tu propio placer: ellas también quieren tener orgasmos y pasarlo bien. 


- Las chicas a las que les gusta el sexo y tienen varias parejas o disfrutan de todas las relaciones que desean con quien desean y como les apetece, no son unas zorras. No son putas, no son ninfómanas. Son mujeres que disfrutan tanto o más que tú del sexo, y eso no es malo, ni en los hombres, ni en las mujeres. Las mujeres tenemos el mismo derecho que los hombres a elegir a nuestras parejas, romper las relaciones si ya no somos felices, y disfrutar del amor con quien nos plazca. Todas tienen el mismo derecho que tú a gozar con quien quieran y cuando quieran: si piensas que tú eres el mejor por tener las relaciones que te de la gana, y las mujeres son lo peor porque hacen lo mismo que tú, entonces estás cayendo en actitudes machistas y en la doble moral. 


- Disfruta de tus amigas: no renuncies a la posibilidad de tener amigas, es una experiencia fascinante y te permitirá conocer mejor a las chicas. No te limites a ti mismo: cuanta más gente linda haya a tu alrededor, más rica será tu vida, y estará más llena de afectos. La cultura patriarcal te cuenta que las chicas son objetos, y están para utilizarlas en el sexo, y que si no hay sexo no puede haber una relación bonita con ellas. No es cierto. Puedes tener todas las amigas que quieras: no estás obligado a demostrar tu hombría tratando de tener sexo con ellas. Puedes ser tú mismo con ellas, no tienes que demostrarles nada.  


-Si te dicen que no, siempre es no. Incluso si ella está borracha o drogada: no se puede tener sexo con alguien que no está en condiciones de decidir si quiere o no quiere sexo. Lo mismo cuando ya estáis desnudos y habéis empezado a acariciaros: si ella decide parar, tú tienes que respetar su voluntad. El consentimiento es fundamental para follar, no importa si es tu novia o una desconocida, no importa si tienes muchas ganas o te dijeron primero que si y luego que no. No es siempre NO.


-¿Te imaginas siendo papá con 17 años, con 20, con 25?, ¿no verdad?, usa condón. ¿Te imaginas a tus hijos o hijas viviendo sin padre, sabiendo que existes pero que no quieres saber nada de ellos?, ¿no, verdad?. Usa condón.


- Follar sin miedos: ¿cómo te sientes pensando que si no usas condón puedes enfermar o peor, hacer enfermar a tus compañeras sexuales?, ¿te has parado a pensar lo que significa para una mujer tener que pasar por un aborto?, ¿sabías que es la segunda causa de muerte de mujeres en México? Usa anticonceptivos para evitar embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.  


- No esperes a que te pidan que te pongas el preservativo. Toma la iniciativa siempre: es una muestra de respeto y de compañerismo, una demostración de que eres un tipo grande, responsable y que sabe cuidarse y cuidar a sus compañeras sexuales para que ambos disfrutéis del sexo sin miedos. 


- Las mujeres son seres libres, y esto significa que no son propiedad de nadie: ni de su padre, ni de su novio, de nadie. Todos, todas somos seres libres y tenemos derecho a ejercer nuestra libertad sin que nadie nos presione, nos amenace, nos manipule, nos haga sentir culpables, nos metan miedo o nos controlen. 


- Confianza y honestidad para disfrutar: amar no es controlar, amar no es vigilar, amar no es castigar. Si logras crear una relación de confianza con tu pareja, es más fácil pasarla bien y liberarse de los celos y de los miedos. Confiar en la otra persona es saber que se siente libre para contarnos cómo se siente, y las cosas que le están pasando. Si nos deja de amar, nos lo dirá. Si se enamora de otra persona, nos lo dirá. Cualquier cosa que ocurra vamos a saberla los primeros, que la otra persona va a ser honesta y sincera con nosotros. Y nosotros con ella. 


- No pierdas tu tiempo y tus energías en parecer muy macho. Ser hombre es agotador: la mayoría os sentís obligados a obedecer los mandatos del patriarcado, a cuidar siempre vuestra reputación y a demostrar vuestra hombría cada vez que alguien la cuestiona. Liberaté de los mandatos que te obligan a estar dando pruebas constantes de tu virilidad: se vive mejor siendo tal y como eres, sin competiciones y sin sentirse obligado a imitar el modelo de macho patriarcal. 


- No pierdas tu tiempo y tus energías en seguir al líder o en tratar de serlo. A los niños os educan en la competición: tenéis que ser siempre los vencedores de todas las batallas, los ganadores en todos los deportes, los lideres de todas las manadas. Cuando no sois los líderes, os sentís obligados a seguir a los que mandan, a admirarlos, a respetarlos, y a poneros por debajo de ellos para que ellos se sientan dioses. No malgastes tu corta vida en tratar de ser aceptado en el círculo de los alfa, en imponerte a los demás, en quedar siempre por encima, en demostrar tu poder y tu fuerza, en imitar al líder para estar cerca de él y ocupar los primeros puestos de la jerarquía social. Atrévete a desobedecer y a ser tú mismo: la vida es mucho más hermosa cuando te rebelas a todas las normas que te imponen por haber nacido varón.   


- Aprende a quererte y a cuidarte: muchos hombres sufren problemas de autoestima, porque la percepción de sí mismos depende mucho del reconocimiento de los demás. Los hombres más inseguros son los que necesitan sentirse importantes, dominar a los demás, ganar todas las batallas, y ejercer la violencia para tener el control. Los hombres más inseguros son también los que se autodestruyen por acción o por omisión: ejercen violencia también contra sí mismos. En todo el mundo, los hombres viven menos años que las mujeres y mueren más porque nadie les enseña a cuidarse a sí mismos: sólo aprenden a machacarse cuando se sienten mal. A la mayor parte de los niños les educan para que crean que su salud y su bienestar es responsabilidad de una mujer (primero la mamá, luego la esposa), y para que aprendan a burlarse de aquellos hombres que sí se cuidan, como si fueran menos hombres. La mayor parte de los varones educados en el patriarcado no van al médico porque tienen miedo, no se toman las medicinas cuando enferman a no ser que tengan a alguien encima, no cuidan su dieta, no piden ayuda cuando la necesitan, y no prestan atención a los síntomas que delatan una enfermedad grave. Los hombres consumen más drogas y alcohol, y mueren más a causa de las sobredosis, los accidentes de tráfico, los deportes de riesgo y las peleas que acaban en asesinato. Esto quiere decir que es urgente que los hombres se responsabilicen de su salud mental, emocional y física, que aprendan a aceptarse tal y como son, que mejoren su autoestima y aprendan a cuidarse a sí mismos y a cuidar a los demás.  


- Aprende a cuidar a tu gente: pasamos muchos años recibiendo cuidados, al principio y al final de nuestras vidas. Nos cuidan cuando somos bebés, cuando somos niños, cuando enfermamos y cuando envejecemos, y casi siempre son mujeres las que os cuidan: las abuelas, la madre, la esposa, la hija. Para cambiar el mundo hay que repartir entre todas y todos los cuidados, especialmente entre los jóvenes y adultos que tenemos salud y energías. Cuidar no es algo propio de la naturaleza de las mujeres: lo llevamos todos dentro porque es lo que nos permitió desarrollarnos como especie. Somos seres muy frágiles y vulnerables que no podríamos sobrevivir en soledad, así que es fundamental que nos cuidemos, a nosotros mismos y a las personas que queremos.


- Cuida a tu pareja: la comunicación, la sinceridad, el respeto, la honestidad y los buenos tratos son fundamentales para poder disfrutar en una relación. Tratar bien a tu compañera supone considerarla una igual a ti: no es tu sirvienta, no es tu esclava, y no se merece que machaques su autoestima para tenerla dominada. No hace falta dominar para tener una relación: sólo hay que aprender a tratarse bien y a quererse bien.


- Hay muchas formas de relacionarse, de amarse y de quererse. Puedes tener relaciones íntimas sin sexo, relaciones sexuales sin romanticismo, puedes tener una pareja con exclusividad, o puedes tener varias, puedes elegir qué modelo seguir o puedes construir el tuyo propio junto a las personas que quieras. Elijas lo que elijas, lo importante es que seas honesto y hables abiertamente de lo que deseas y lo que te apetece en estos momentos de tu vida, de tu concepción del amor, de tus sentimientos y emociones con las personas con las que te relacionas. Ante todo tiene que haber respeto y buen trato: si eres poliamoroso, por ejemplo, tienes que cuidar a tu pareja o tus parejas, y pactar las condiciones en las que vais a relacionaros. Lo que no se vale es pedirle a tu pareja amor en exclusiva mientras tú tienes otras compañeras y no se lo cuentas a tu pareja. Honestidad ante todo.   


- Si quieres cambiar el mundo, empieza por ti mismo, y juntaté con más gente que quiera rebelarse y transformar esta realidad. Uno de los primeros pasos consiste en revolucionar el mundo del sexo, las emociones, los afectos y los cuidados. Es fundamental que aprendamos a relacionarnos en horizontal para no construir relaciones de dominación y sumisión, y para poder imaginar otras formas de organizarnos y de querernos. El mundo está organizado en una estructura jerárquica: en el patriarcado los hombres ocupan los puestos más altos, y las mujeres los más bajos de la pirámide. Los hombres acumulan la mayor parte de las riquezas y los recursos, las mujeres son más pobres. Las mujeres negras o indígenas están en la base de la pirámide, e incluso más abajo si además son niñas, pobres, discapacitadas, ancianas o lesbianas. A los hombres les dominan otros hombres: en lo alto de la pirámide hay un grupo muy reducido de hombres poderosos, todos blancos y ricos, la mayor parte heterosexuales y occidentales.  Esto supone que todos vivimos inmersos en luchas de poder con los de arriba y los de abajo, y que sólo podremos cambiar este sistema tan desigual, injusto y cruel cuando empecemos a relacionarnos de tú a tú, cuando todos tengamos los mismos derechos, cuando acabe la explotación, el abuso y la violencia. Hay que acabar con las jerarquías, la desigualdad y las luchas de poder: viviríamos mejor colaborando, cooperando, y trabajando en equipos en el que todos tengamos los mismos derechos y oportunidades.  


- Sé desobediente, libérate del patriarcado: todos y todas llevamos el machismo dentro porque nos han educado en el patriarcado. La buena noticia es que podemos liberarnos, desaprender y despatriarcalizarnos, a solas y colectivamente. Cuanto más desobediente seas, más libre te vas a sentir para ser quien eres realmente, y vas a tener menos miedo a que los demás se burlen, te insulten o cuestionen tu virilidad. Libera tu sexualidad, tu mente, tus emociones, tu cuerpo, tu erotismo, tu deseo del patriarcado, y hazlo en buenas compañías.


El machismo no nos deja disfrutar del amor porque no nos deja relacionarnos en igualdad a los hombres y a las mujeres. Para acabar con el machismo hay que desaprender todo lo que aprendimos, desobedecer todos los mandatos de género, romper con los mitos y los estereotipos machistas, cuestionar nuestras creencias, romper nuestros esquemas, liberar nuestras emociones, activar la imaginación e inventar otras formas de ser hombres, y otras formas de querernos. 


Hay que desobedecer al patriarcado para gozar y liberarnos todos juntos: que al final lo que queremos todas y todos es disfrutar del amor y de la vida, compartir placeres y risas, cuidar y que nos cuiden, querer y que nos quieran, y gozar en buena compañía el ratito que pasamos vivos en este mundo, ¿no?



Coral Herrera Gómez 


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24 de enero de 2018

Entrevista a Coral Herrera Gómez en Diario Público




Entrevista a Coral en Público por Beatriz Asuar Gallego:

Los mitos del amor y la realidad de las relaciones sociales: una distancia tan grande que parece existir en mundos paralelos. Este es uno de los motivos que impulsó a la antropóloga Coral Herrera a comenzar a investigar sobre el amor romántico: "Desde pequeña me contaban cuentos que luego no veía en la realidad. Lo que veía en mi vida eran peleas, divorcios, gente sufriendo, errores… y los mitos me presentaban el amor como algo maravilloso y que dura para siempre".

Buscando cómo llevar la teoría a la práctica y, sobre todo, conseguir "sufrir menos y disfrutar más del amor", comenzó a estudiar el amor desde una perspectiva feminista. Así, se lanzó a un mundo todavía desconocido e hizo la primera tesis sobre amor romántico. "El amor tiene que ser algo bonito y placentero, un motor que nos lleve a querernos y tratarnos bien y hacer un mundo mejor. Por eso, cuando termine la tesis doctoral la convertí en tres libros, abrí un blog y comencé a hacer talleres para que pudiera llegar a más gente". Y en este camino sigue, haciendo de su investigación y del amor un tema colectivo que abandone el ámbito individual y privado para que pase a entenderse como un fenómeno social.

Beatriz Asuar: ¿Cómo se construye nuestra forma de amar? 

Coral Herrera: Nuestra forma de construir el amor romántico tiene que ver con la forma en la que nos organizamos social, económica y políticamente. Lo romántico es político, y por ello, se construye a través de la ideología de ese momento. En la actualidad a través del capitalismo y del patriarcado. Así entendemos que se ame de forma diferente en distintos tiempos y en distintas culturas.

Por la ideología patriarcal construimos nuestra forma de amar en base a unos mitos que perpetúan el machismo en las relaciones. Y la capitalista se mantiene, principalmente, a través de la idea de la concepción de la propiedad privada: cuando amas a alguien, ese alguien te pertenece, eso de 'yo soy tuya y tu eres mio'.

Y la manera que tenemos de reproducir estas ideas es a través de la cultura: canciones, películas, chistes, series de televisión… Reproducimos así los mitos románticos del amor romántico.

B. A.¿Qué mitos del amor romántico?

C. H. Yo siempre hablo de tres frases principales: quien bien te quiere te hará llorar, los que más se pelean son los que más se desean y del amor al odio hay un paso. Tres ideas que están muy arraigadas en nuestro imaginario colectivo. De manera que si tú le gustas a un niño en el colegio es normal que el chico te haga rabiar, te moleste, te violente… porque todos los adultos se ríen y le parece muy normal que si tu le gustas a un niño, el niño te machaque y te acose. Hacemos creer eso a los niños, en vez de decirles, 'si te gusta fulanita, la tienes que tratar bien, dale unos besitos, si le gusta bien, y si no te aguantas'. Así se naturaliza la violencia, y ese es el principal problema, que lo tenemos tan normalizado que no nos parece violencia.

O que si no le haces caso, ella irá a ti…

Exacto. Y eso es maltrato. Los chicos así aprenden desde pequeños que cuanto más maltrates a una mujer, más la vas a tener en tu poder. Es un ejemplo de como nos enseñan desde pequeños a tratarnos mal y hacer sufrir a quien nos gusta.

¿Cómo sustenta el amor romántico la violencia machista?

El amor romántico tal y como lo concebimos es muy violento. Está basado en una forma de relación sadomasoquista. La cultura cristiana nos ha transmitido el placer del sufrimiento, que consisten en creer que para conseguir el amor verdadero hay que sufrir mucho, hay que aguantar mucho y hay que pasarlo muy mal. Este mensaje se transmite principalmente a las mujeres, que somos las que tenemos que aguantarnos, sacrificarnos y renunciar a todo.

"El amor romántico tal y como lo concebimos es muy violento"

Por otro lado, todas nuestras relaciones están basadas en jerarquías. En estas jerarquías, a veces mandas, y a veces obedeces. Y todo el amor romántico está construido en este binomio de sumisión - dominación, es decir, uno domina y otro se somete. No nos enseñan a relacionarnos horizontalmente, de tú a tú, de igual a igual. Y como vivimos en una sociedad tan machista, nuestra forma de querernos es machista y por eso siempre la sumisión es de la mujer ante el hombre. Y encima, como está acostumbrada al sufrimiento, no nos importa y nos creemos que así es el amor.

Con los jóvenes esto pasa aún más. A las adolescentes les parece normal que su novio le diga cómo tienen que vestir. O cómo tiene que ser el largo de la falda o el ancho del escote. Y este es el problema, que se ha normalizado y se ha teñido de amor lo que es control y dominación.

¿En estos procesos tan machacantes cómo acaba nuestra autoestima?

Nunca nos enseñan a querernos bien a nosotras mismas. Primero, porque desde pequeñas vemos a las mujeres más cercanas, mujeres que no les gusta sus físicos y que están siempre intentando perder kilos, con dietas, gimnasios, operaciones… Eso nos da la idea de que nuestros cuerpos son imperfectos y que tenemos que machacarlos para que sean como la sociedad quiera.

A nivel de personalidad, como las niñas tenemos que ser mucho mejor que los niños para ser iguales, nos lleva a un nivel de autoexigencia brutal que hace que tengamos que ser buenas en todo, y esto es imposible. Hay un mito de la superwoman que nos dice que tenemos que llegar a todo y esto nos hace sufrir mucho y sentir constantemente que tenemos que mejorar.

B. A. "Hay un mito de la 'superwoman' que nos dice que tenemos que llegar a todo y esto nos hace sufrir mucho"

C. H: La autoestima es fundamental para nosotras y para relacionarnos. Si yo estoy bien conmigo misma voy a tener una relación mucho más bonita. Porque si no me quiero bien voy a estar pensando que no me merezco el amor de la otra persona y que mi valía personal depende de si me quieren o no me quieren... Pero todos somos iguales de estupendos si tenemos novio o no. Antes, durante y después. Y no lo dejas de ser porque te dejen de querer. Esto nos cuesta mucho a las mujeres porque tenemos una necesidad enorme de reconocimiento externo, una dependencia enorme de cómo nos quieren los demás y de cómo nos ven los demás, y si nos aprecian los demás o no.

Esto tiene que ser un tema fundamental en las escuelas. Primero, que nos enseñen a querernos bien a nosotras mismas, y luego que nos enseñen a querer y tratar bien a los demás y gestionar nuestras emociones. Que nos enseñen a gestionar la pena, la alegría, la ira. la frustración... ¿De qué nos sirve aprendernos la lista de reyes visigodos? Absolutamente de nada. Lo que necesitamos es aprender a relacionarnos y aprender a que nuestras relaciones sean menos conflictivas y dolorosas. Aprender a resolver conflictos sin violencia.

Seguir leyendo en Público.es:

http://www.publico.es/sociedad/amor-romantico-coral-herrera-disfrazado-amor-control-dominacion.html

Otras formas de ser hombre son posibles

Artículo Publicado en la Revista Ajoblanco



“Nunca me enseñaron a poner palabras a mis sentimientos, así que me cuesta mucho nombrar mis emociones y expresarlas. Me cuesta desnudarme y compartirme, me cuesta mostrar mi vulnerabilidad, me cuesta lidiar con el miedo a que cuestionen mi virilidad, y todos estos miedos y carencias me han impedido disfrutar del amor. Ahora me lo estoy trabajando porque quiero ser más generoso con mis compañeras, y quiero construir relaciones más sanas y más igualitarias. Me he juntado con un grupo de hombres porque en compañía resulta más fácil liberarse del patriarcado”. Aitor
“Me pasé toda la infancia frustrado porque no podía proteger a mi madre de la violencia de mi padre, y ahora tiendo a ser proteccionista con mis novias porque tengo en mi cabeza la idea de que las mujeres son débiles y vulnerables, y me siento responsable de su seguridad y su bienestar. Estoy tratando de liberarme, pero sin darme cuenta me pongo en plan controlador, defensor y salvador de damas al estilo de don Quijote. Llevo el rol del Salvador muy adentro”. Deivich
“Me pasé toda mi vida odiando a las niñas y tratando de no ser como ellas. A mí me gustaba jugar con niños, y me cabreaba muchísimo que me comparasen con una nena o con un maricón. En la adolescencia follé con alguna chica para que me respetasen y admirasen mis amigos, pero nunca quise tener novia porque para mí lo primero era mi libertad. Un desastre, porque nunca las traté como personas, sino como un objeto para aumentar mi prestigio de macho. He perdido mucho tiempo de mi vida odiando a las mujeres, afortunadamente hoy estoy aprendiendo a relacionarme con ellas, a respetarlas y a tratarlas como a iguales”. Hernán

Los hombres no nacen, se hacen. El género es una construcción social y cultural: aprendemos a ser hombres y mujeres a través de los relatos de nuestra cultura, y a través de la socialización, primero con nuestra familia y círculo de gente más cercana, luego en las instituciones educativas. Nuestros modelos culturales de masculinidad y feminidad son los héroes y heroínas de nuestras novelas, cuentos, películas, canciones, series televisivas, cómics y videojuegos. La masculinidad es una performance que aprenden los hombres, y todo lo que se aprende se puede desaprender y reinventar.

Según Elisabeth Badinter, la masculinidad patriarcal se construye en oposición a tres grupos de personas: las niñas, los bebés y los homosexuales. Las niñas y los maricones son seres despreciables: son débiles, cursis, cobardes, dependientes, caprichosos, torpes, tienen menos fuerza física y menos inteligencia. Esta es la razón por la cual cuando un niño no cumple con los mandatos de género, se le degrada a la categoría de ser inferior. 

Ser hombre en un mundo patriarcal es agotador, porque, para no verse marginados, los hombres tienen que demostrar continuamente su hombría. Además, viven compitiendo entre ellos para ocupar los puestos más altos de la jerarquía social, aunque sólo unos pocos hombres tienen el poder. El resto asume su posición en la jerarquía sometiéndose a los de arriba, y oprimiendo a los de abajo: para que un macho alfa pueda ser inmensamente rico, los demás tienen que ser inmensamente pobres. Así es como se alían el capitalismo y el patriarcado para que el mundo funcione en base a esta estructura de poder tan injusta y cruel. 

Los hombres, entonces, no sólo son opresores, sino también oprimidos. Tienen más privilegios y derechos que las mujeres, pero también son explotados por hombres con más poder que ellos. Los hombres que no compiten, los que no obedecen, los que son diferentes pagan un coste muy alto por no ser como los demás. Desde la infancia hasta la muerte sufren burlas, humillaciones, acoso, agresiones físicas, torturas, violaciones, asesinatos: el patriarcado no soporta la disidencia. Los castigos van desde el rechazo familiar y social hasta la pena de muerte, como sucede en países que aún tienen leyes que permiten asesinar a hombres homosexuales, bisexuales y transexuales.

La identidad masculina en el patriarcado se construye en base a la aprobación y el reconocimiento de los demás hombres de la manada. La posición dentro de la jerarquía depende de su capacidad para acumular poder y riquezas, y para despertar la admiración y el deseo de los demás hombres y de las mujeres. Un macho alfa es más poderoso cuantas más mujeres penetra, y cuantos más hijos sea capaz de concebir. 

El primer mensaje que reciben muchos chicos desde su más tierna infancia es: “Los hombres no lloran”. Llorar es cosa de niñas: para ser un hombre de verdad hay que ser un tipo duro capaz de reprimir las emociones. Así que lo primero que aprenden los niños es a mutilarse emocionalmente a sí mismos para no parecer frágiles, y a burlarse de todos aquellos que lloran o no saben o no quieren disimular su vulnerabilidad. 

A muchos hombres esta falta de habilidades para gestionar sus emociones, para expresarse con libertad, para desahogarse y compartirse, les acompaña toda su vida. Las consecuencias para su salud emocional, psicológica, sexual y física son devastadoras. Sólo con echar un vistazo a las cifras de la violencia del hombre contra sí mismo y contra los demás, se entiende por qué la mayor parte de las personas que se suicidan en el planeta son hombres. Los hombres sometidos a la tiranía del patriarcado se autodestruyen más: sucumben al alcohol, las drogas, la conducción temeraria, las conductas de riesgo con las que demuestran su hombría y las peleas con otros machos en las que salen gravemente heridos o muertos. 

Los héroes de nuestra cultura patriarcal son superhombres, seres sobrehumanos que ni sienten ni padecen, y que logran sus objetivos y resuelven sus problemas mediante la violencia. Son casi todos seres mutilados emocionalmente con escasas habilidades para comunicarse y relacionarse con los demás. Los niños educados en el patriarcado construyen su identidad en base a estos héroes violentos y mutilados; por eso les resulta tan difícil desnudarse, abrirse y compartirse entre ellos o con sus parejas. No están acostumbrados a hablar de sus sentimientos, al contrario que las mujeres, que aprendemos desde muy pequeñas a hablar con nuestras amigas de cómo nos sentimos, y dedicamos miles de horas a hablar, pensar y fantasear sobre el amor.  

Las relaciones entre los hombres en las culturas patriarcales son extrañas. Por un lado, desarrollan su red afectiva en grupos exclusivamente masculinos. Pasan mucho tiempo de su vida juntos, aprenden juntos y tienen mucho contacto físico entre ellos gracias a los deportes. Un gol, por ejemplo, es una excusa perfecta para tocarse el culo y los genitales, abrazarse, darse besos en la boca o revolcarse por el suelo. 

Sin embargo, el resto del tiempo tienen que esforzarse mucho para reprimir estas demostraciones de afecto: los hombres se pasan toda la adolescencia y la juventud evitando el deseo sexual hacia sus semejantes. Se duchan y duermen juntos, pero bromean todo el tiempo para espantar al fantasma de la homosexualidad que les acompaña siempre que están desnudos o que se tocan entre ellos. ...
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