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19 de junio de 2017

La honestidad y la masculinidad patriarcal

¿Por qué los hombres patriarcales mienten?, ¿por qué enamoran a las mujeres con
promesas de futuro y en cuanto las conquistan salen corriendo?, ¿por qué creen que
es normal e incluso necesario ocultar información a su pareja, pero no soportan que
ellas hagan lo mismo?, ¿por qué defienden tanto su libertad pero limitan la de su
compañera?
Collage: Señora Milton
Collage: Señora Milton
¿Por qué un hombre puede ser buena persona con todo el mundo menos con su pareja?, ¿por qué los puticlubs están a rebosar de hombres casados todos los días de la semana?, ¿por qué en algunos países es habitual que los hombres tengan dos y hasta tres familias cuando han prometido ante el altar o ante el juez fidelidad hacia su pareja oficial?…
En las guerras del amor todo vale, porque es la batalla más importante de la guerra de los sexos. El régimen heterosexual está basado en un reparto de papeles en el que los hombres llevan siempre las de ganar: ellos diseñan e imponen las normas para que las cumplan ellas. Pactan monogamia, juran fidelidad, prometen ser sinceros, y en cuanto pueden juegan sucio y se enredan en cadenas de mentiras.
Las mentiras son consustanciales a la masculinidad patriarcal. El engaño y la traición a los pactos acordados es la consecuencia de firmar un contrato en el que aparentemente jugamos en igualdad de condiciones, pero en la realidad está diseñado para que nosotras seamos fieles y esperemos en casa mientras ellos se lo pasan en grande. La monogamia, pues, es un mito que crearon para nosotras, muy útil para asegurar su paternidad y la transmisión del patrimonio, y también muy útil para domesticarnos y encerrarnos en el espacio doméstico.

En la batalla del amor hetero el pacto es: “Yo no tengo sexo fuera de la pareja, tú tampoco”. Nos limitamos los dos, renunciamos los dos a la libertad sexual, o mejor: ellas creen que ellos se comprometen a cumplir con esta auto-prohibición. Pero no: la estrategia es que las mujeres nos auto-censuremos mientras ellos hacen lo que les apetece sabiendo que gozan de una relativa impunidad y que serán perdonados.
En esta guerra de los sexos, ellos llegan armados hasta los dientes, las mujeres vamos desnudas y enamoradas. Ellos juegan con ventaja y casi siempre ganan: la doble moral nos echa la culpa, y a ellos les disculpa. Para poder disfrutar de la diversidad sexual y amorosa típica del macho, los hombres saben que deben defender su libertad mientras limitan la de sus parejas. Y para ello tienen que prometer mucho, mentir, engañar y traicionar a las enemigas.
Porque las mujeres jamás somos las compañeras: nos tratan como a las adversarias a las que hay que seducir, domesticar, y mantener engañadas con el rollo del romanticismo y las bondades de la familia patriarcal.
Sigue leyendo...

Lee todo el post en Pikara Magazine: 
http://www.pikaramagazine.com/2017/06/honestidad-masculina-amor-romantico/#sthash.qaAoZI8m.dpuf

26 de mayo de 2017

Masculinidades y la Revolución de los Cuidados

RevoluciónDeLosCuidados Para alcanzar la igualdad real, es preciso que los hombres os incorporéis masivamente a las tareas domésticas, de reproducción y cuidados. Tendréis que luchar para crear leyes que os garanticen el derecho a dedicaros a las tareas esenciales para la vida, y para poder compatibilizarlas con el trabajo remunerado. 

Si nos juntásemos en esta lucha, todos saldríamos beneficiados: los bebés, la gente anciana, la gente enferma o con necesidades especiales, las mujeres y los hombres. Todos estaríamos mejor si trabajamos en equipo y repartimos las tareas equitativamente. Otras formas de organizarse y de relacionarse son posibles #Igualdad #FeminismoParaTodxs

9 de mayo de 2017

Sobre el tiempo libre de hombres y mujeres

#EsMachismo que los hombres tengáis mucho más tiempo libre que nosotras las mujeres. Es injusto que gocéis de más libertad y viváis como reyes a costa de nuestra doble jornada laboral. Vuestros privilegios demuestran que el machismo os educa para ser unos egoístas insolidarios. 

Dejar que alguien os sirva y trabaje gratis para vosotros, y delegar vuestras responsabilidades y obligaciones en el hogar, la crianza y los cuidos es una falta total de ética y de compañerismo hacia vuestras parejas. 

Poco amor hay si no cuidáis ni pensáis en el tiempo libre de las mujeres con las que convivís, poca coherencia si creéis que es injusto trabajar gratis mientras vuestras compas cargan con todo el peso de las tareas básicas para la supervivencia.

#NoEsAmor #AmorCompañero #MachismoInsolidario#EgoísmoMachista #TareasDomésticas #Cuido #Crianza#Corresponsabilidad


Datos sobre la doble jornada laboral de las mujeres y el tiempo libre de los hombres en España: 
http://www.publico.es/sociedad/mujeres-lideres-labores-hogar-trabajen.html

4 de mayo de 2017

Sobre los hombres que abortan

Los hombres abortan hijos todos los días, pero nadie habla de ellos. No van a la cárcel, nadie les juzga ni les critica, no agarran infecciones, no lo viven como un trauma, no se gastan plata en pagar a carniceros, no mueren desangrados, no se sienten culpables, sus padres no les echan de casa. 

Si no hay aborto, no dejan de trabajar ni de estudiar: su vida no sufre ningún cambio si conciben un hijo no deseado. Simplemente huyen, rompen con su pareja, y no se vuelve a saber nada de ellos. No les da remordimientos saber que tienen hijos e hijas que algún día preguntarán por ellos, no les hace sentir mal el saber que esos niños y niñas puedan necesitarles. 

Pongamos pues de moda la vasectomía, para todos esos que van regando su esperma, pero luego no quieren ser padres. Esos que no quieren ponerse condón, pero tampoco quieren pagar pensión alimenticia. Esos que van dejando el mundo lleno de niños sin papá porque se creen muy machos: todos necesitan esterilizarse con urgencia. 

Los Estados tienen que ponerse a la tarea. En la mayor parte de los países los hombres no reciben educación sexual ni emocional, no les enseñan lo importante que es responsabilizarse de la planificación familiar, no les explican que es violencia presionar a sus parejas para que acepten tener relaciones sin preservativo. 

Ya que la crianza se sigue considerando una cosa de mujeres, ya que los hombres no son sensibilizados para que asuman sus obligaciones ni para que aprendan a disfrutar de su paternidad, que al menos tengan la posibilidad de hacerse la vasectomía. Sólo hay que convencerlos de que no van a dejar de ser machos, que su virilidad no corre peligro, que van a vivir mejor. 

Pongamos de moda la esterilización masculina, todo son ventajas: reduciremos drásticamente el número de niñas, adolescentes y adultas que mueren en abortos clandestinos. Habrá también menos niñxs con trauma de abandono paternal, menos mujeres humildes cargadas de hijos sin padre haciendo frente a la vida sin ayudas ni apoyos, y condenadas a la miseria. 

Yo hasta les pagaría por hacerse la vasectomía (así seguro se la harían muchos). América Latina necesita acabar con tanto dolor, tantas ausencias, y tantas muertes de mujeres en abortos clandestinos.

20 de abril de 2017

Masculinidades desobedientes y diversas

Uno de los descubrimientos más sorprendentes de mi carrera fue darme cuenta de que la masculinidad no es patrimonio exclusivo de los hombres, y que no todas las masculinidades son patriarcales. 

Conocer mujeres masculinas que construyen su identidad de género desobedeciendo los mandatos de género de la cultura patriarcal ha sido de las mejores cosas que me han pasado, porque asi pude romper con la dicotomía masculinidad-hombres, feminidad-mujeres.

 La realidad de nuestro mundo es mucho más compleja y diversa, para entenderla sólo tenemos que dejar de utilizar el pensamiento binario y jerarquico. Sólo así podremos liberarnos individual y colectivamente del patriarcado, reivindicando la diversidad 

#OtrasFormasDeMasculinidadSonPosibles #MásAlláDeLasEtiquetas#PensarEnRed

9 de diciembre de 2016

La paternidad en Costa Rica, según el BCR





Cuando llegué a Costa Rica me impactó mucho ver a tantas madres jóvenes con hijos e hijas por la calle, en el bus, en la puerta de los colegios, en el médico, en el parque. Apenas se ven padres con niños, y cuando se ven, llaman la atención. No pasan desapercibidos. La mayor parte de los hogares familiares están formados por abuelas jóvenes, madres jóvenes y sus hijos e hijas, aunque los publicistas siempre nos quieren vender la idea de que en Costa Rica la familia más común es aquella formada por una mamá y un papá sonrientes posando con un niño y una niña, los cuatro muy blanquitos y felices. 

Muchas de mis amigas ticas crecieron sin papá. Algunas lo llevan bien, porque se criaron en un hogar con mucho amor y sus madres y abuelas lucharon mucho para darles lo mejor. Otras se sienten rechazadas y viven con ese dolor: el de no saber quién es su padre, o el de saber quién es sin entender por qué él nunca las quiso. Cada cual se trabaja esa ausencia como puede: algunas con terapia, otras a solas, pero lo cierto es que no es fácil vivir con la idea de que una de las personas que te dio la vida no quiere saber nada de ti. 

En el imaginario colectivo del patriarcado, los hombres más viriles son aquellos que conquistan muchas mujeres y aquellos que presumen de su fertilidad esparciendo sus semillas por el mundo. Para el patriarcado, el amor, los cuidados, la crianza de niños y niñas, y los métodos anticonceptivos son "cosas de mujeres". Los hombres solo gozan, reparten su esperma con generosidad, y presumen de sus trofeos de caza. 

Aunque ya no tanto desde que se les impuso la obligación de pagar la pensión alimenticia. A ninguno se les obliga a querer y cuidar a sus hijos, pero si a pagar la pensión: el segmento de población más pobre de los países en vías de desarrollo son las mujeres solteras con hijos e hijas. Y no es justo que ellos no asuman la parte que les corresponde. 

En Costa Rica hay un enorme debate porque los hombres que tienen muchos hijos tienen que trabajar mucho para poder pagar todas las pensiones, y muchos de ellos protestan porque no quieren mantener los niños y las niñas que ellos mismos hacen. Son los mismos que no quieren ni oír hablar del aborto, ni de la educación sexual, ni de los anticonceptivos, son los mismos que no reconocen los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. 

Hoy se desató una fuerte polémica porque el Banco de Costa Rica publicó un vídeo en el que se refleja esta masculinidad irresponsable: el protagonista es un futbolista guapo y joven que se esconde como un niñato estúpido cuando ve llegar a la madre de su hija con un par de policías, muy enfadada porque no ha pagado la pensión. Sus amiguitos le esconden en una bolsa de pelotas para que pueda salir sin ser visto, y todo es muy divertido, excepto la madre de la niña que es una bruja vestida de rosa: la típica mujer que quiere exprimirte como a un limón y chuparte hasta la última gota de sangre. Una malvada que utiliza a la niña para sacarle la plata al futbolista exitoso que aún no ha llegado a la adultez, que es un cobarde, un mentiroso, un evasor de la ley, un irresponsable, un inmaduro, y un tío sin escrúpulos ni sentimientos hacia la criatura que lleva su apellido. 

Así es como el BCR se burla de un problema nacional tan grave: representando a las madres solteras costarricenses como unas interesadas que quieren vivir a costa de los hombres. Y a los padres solteros costarricenses como unos irresponsables sin escrúpulos, sin sentimientos, sin capacidad para dar amor, ni para cuidar, ni para mantener a sus criaturas. Unos graciosillos que se apoyan entre sí cuando uno de ellos decide incumplir la ley.  

Para los responsables de esta publicidad, la idea era bromear sobre un tema que implica mucho dolor para los hijos e hijas que ven cómo sus padres se esconden cuando tienen que cumplir sus obligaciones, y que tienen que asumir que son una carga para ellos. 

Para nosotras las feministas de Costa Rica, el asunto no tiene gracia: si los hombres no quieren ser padres, que usen condón, que se hagan la vasectomía, que se preocupen por la planificación familiar. Y  si no quieren usar condón, entonces que asuman las consecuencias como hombres adultos que son. 

Si los que gobiernan no quieren obligar al pago de pensiones alimenticias, ni quieren invertir en niños y niñas huérfanas o maltratadas, entonces que garanticen el acceso a métodos anticonceptivos en las clases más humildes, que legalicen el aborto, y que tomen las medidas necesarias para acabar con la pobreza de las mujeres (la precariedad, la brecha salarial, etc). 

Si quieren hacer publicidad machista utilizando a los niños y las niñas, y haciéndonos ver lo malas personas que son los padres costarricenses, que no lo hagan con nuestro dinero: el BCR es una institución pública y tiene que retirar el vídeo, pedir disculpas, y pedir asesoría urgente en temas de género y derechos humanos.  


Coral Herrera Gómez


Para ver el vídeo machista, hagan click aquí

Si quieren emitir una queja, o denunciar, pueden hacerlo aquí

9 de noviembre de 2016

Sin machismo, los hombres serían más felices



- Sin machismo, los hombres no asesinarían a otros hombres: el 95% de los asesinos de hombres, son hombres. Así que en un mundo libre de machismo, habría menos asesinatos de hombres y de mujeres, es decir, habría menos violencia, menos sufrimiento, menos dolor. Los hombres no perderían a sus hermanos, padres, abuelos o amigos, y tampoco a las mujeres de su entorno familiar y socioafectivo. Habría menos entierros, menos duelos, menos sufrimiento: todos saldríamos ganando si pudiéramos acabar con la violencia patriarcal.  
- Sin machismo no habría dominadores ni dominados. Los hombres no tendrían que someterse a otros hombres, ni arrodillarse ante ellos, ni obedecerlos, ni vivir esclavizados para enriquecerlos. No habría jerarquías ni viviríamos en un mundo tan competitivo: los hombres no tendrían que someterse al estrés de ser los mejores en todo, no se sentirían perdedores todos los días, no tendrían que pisotear a los demás para subir más alto. No tendrían por qué tener complejos de inferioridad o superioridad: podrían relacionarse de igual a igual con otros hombres, con las mujeres, con los niños y las niñas, con los animales de su entorno, y con la Naturaleza. Su salud mental y su salud física mejoraría mucho, y podrían relacionarse con más amor, respeto y ternura entre ellos, y con nosotras. 
- Sin machismo los hombres no sentirían la necesidad de abusar y violar a los más débiles. No se sentirían mejor dominando y haciendo sufrir a otros hombres, a niños, niñas o mujeres. Tampoco sufrirían la violencia agresiones sexuales, ni violaciones, ni serían víctimas de los abusos sexuales infantiles que hoy en día sufren a manos de otros hombres. No tendrían que prostituirse ni tendrían que drogarse para soportarlo, no tendrían que vivir una vida de humillaciones y dolor. Y las mujeres tampoco tendríamos que sufrir por lo mismo. 
- Sin machismo los hombres serían mucho más libres, no tendrían por qué obedecer los mandatos de género que les obligan a ser agresivos, dominantes, ganadores. Podrían caminar, gesticular, vestirse como les diera la gana, sin sentir miedo  al qué dirán, sin sentir vergüenza de su forma de ser o de sus deseos más íntimos. Podrían amar a otros hombres sin miedo porque no existiría la homofobia ni la transfobia. 
- Son machismo, los hombres podrían vivir su sexualidad de una manera más libre y sana, con otros hombres y con las mujeres.  Podrían olvidarse de la penetración y la eyaculación y disfrutar de los goces del cuerpo entero, de arriba a abajo, sin pensar en la meta final, disfrutando del mientras tanto. Podrían disfrutar del placer anal sin los miedos de hoy en día, podrían explorar su propio placer sin tantos obstáculos y trabas, sin tener que esconderse, sin tener tanto miedo a lo desconocido. Sin machismo, estarían mucho más abiertos a aprender cosas nuevas y a entender la compleja y fascinante sexualidad femenina.
- Sin machismo, los hombres no le tendrían miedo al amor, y aprenderían a amar sin poseer y sin dominar. Serían más libres para empezar y para terminar las relaciones sentimentales con hombres o con mujeres, gozarían más sin tener que obedecer o ser obedecidos, se sentirían mejor si aprendiesen a relacionarse desde el amor y la libertad. Disfrutarían más del amor porque no tendrían complejos de infierioridad, ni sentirían la necesidad de poseer, controlar o destruir a la persona a la que amasen. No tendrían miedo de ser abandonados o traicionados porque aprenderían a respetar, a cuidar y a amar su libertad y la libertad de las personas de las que se enamoran. 
- Sin machismo los hombres podrían reírse de si mismos, hacer auto crítica, llorar en público, mostrar su vulnerabilidad, pedir ayuda cuando lo necesitan. No tendrían tanto miedo a hacer el ridículo y por tanto, se divertirían mucho más. Se sentirían mas libres, respetarían todos los modelos de masculinidad, no se verían obligados a adoptar el modelo hegemónico de masculinidad patriarcal, y no tendrían miedos ante la diversidad sexual y amorosa de la Humanidad. 
- Sin machismo los hombres no tendrían por qué acumular propiedades, acaparar el poder, o ser siempre los protagonistas de la Historia de la Humanidad. No tendrían que afrontar solos los problemas de una familia o de la comunidad, y tampoco se les exigiría que fuesen los principales proveedores de recursos económicos. Sin machismo las mujeres también tendrían acceso a las tierras y a los medios de producción, así que no dependeríamos de ellos y las relaciones serían más sanas y horizontales. No serían los jefes ni los directores ni los amos del mundo: podríamos organizarnos en equipos de cooperativas en los que ellos no acaparasen el poder político y económico.  
- Sin machismo, los hombres no tendrían que mutilarse emocionalmente, y serían  libres para expresar cómo se sienten, sin miedo a ser insultados o humillados en público. Sin machismo ninguno sentiría la necesidad de reírse o de atacar a los hombres que hablan de sus emociones y sentimientos, podrían criar a sus hijos e hijas, disfrutar de su paternidad, aprender a cuidar a sus seres queridos. Podrían disfrutar de la diversidad de afectos que se tiene cuando uno es libre y los demás a su alrededor también lo son
- Sin machismo los hombres vivirían más años porque no tendrían que perder la vida en peleas con otros hombres, no tendrían que someterse a conductas de riesgo para parecer muy machos, y podrían aprender a cuidarse a sí mismos. 
Autocuido: actualmente la mayor parte de los hombres educados en la tradición patriarcal no saben o no quieren cuidar de sí mismos porque siempre han tenido al lado a una mujer (la madre, la esposa, la hermana, etc) que se preocupa por su salud física, psicológica y emocional. Muchos de estos hombres tradicionales no hablan de sus problemas de salud ni van al médico porque les cuesta exponer su vulnerabilidad y no quieren parecer frágiles, ya que les han enseñado que la debilidad es cosa de mujeres, y lo peor para un hombre macho es que le comparen con una mujer. Les da miedo que los demás se burlen de su miedo al dolor, a la enfermedad y a la muerte, por eso no les gusta ir a los tanatorios ni a los hospitales, ni hablar de estos temas en profundidad. Generalmente son sus esposas las que se empeñan en llevarles al médico cuando les ven mal, y no suelen cuidar su dieta o su salud para prevenir enfermedades físicas. En el caso de las enfermedades mentales y emocionales, tampoco saben pedir ayuda: generalmente tratan de disimular su sufrimiento o lo expresan a través de la agresividad o la violencia. Sin machismo, los hombres tradicionales podrían aprender a pedir ayuda, a expresar sus emociones y sentimientos, a cuidarse a sí mismos como seres adultos. 
Conductas de riesgo: los hombres mueren más por accidentes de tránsito (por conducción temeraria o por no respetar las señales de tráfico o los límites de velocidad) y por accidentes relacionados con la falta de prudencia en actividades físicas o deportes de riesgo. Estas conductas temerarias son una demostración de virilidad y valentía, por eso los hombres se sienten obligados a hacer el bruto y arriesgar su vida: para ellos es fundamental que los demás les vean muy "masculinos", o sea, muy fuertes y sin miedos, porque los miedos son "cosa de mujeres", y a ellos les aterra que les comparen con una mujer.
Peleas con otros hombres: sin machismo los hombres no tendrían que batirse en duelo con otros hombres para demostrar lo valientes que son, para defender su honor o el de su familia, para castigar a otros hombres por temas de celos, para descargar la agresividad acumulada, para sentir placer con los subidones de adrenalina... Sin machismo los hombres no se burlarían de otros hombres, ni tendrían que demostrarle nada a nadie: podrían vivir sin pelearse porque no les importaría la opinión de los demás sobre su hombría. Sin machismo viviríamos en una cultura más pacífica en la que los hombres podrían resolver sus conflictos sin violencia, y por lo tanto no morirían acuchillados, golpeados, descuartizados o tiroteados. 
- Sin machismo, los hombres serían más felices porque las niñas, las mujeres adultas, las ancianas serían más felices también. Sin machismo podrían relacionarse con mujeres libres que no dependan de ellos, y no perderían sus energías en relaciones de poder: podrían relacionarse con amor con todas las mujeres y los hombres de su entorno, sin necesidad de poseer, dominar u obedecer a nadie. 
Sin machismo, saldríamos ganando todas y todos. No es solo que nosotras tengamos derecho a vivir una vida libre de violencia: también a los hombres les beneficiaría mucho el final de la cultura patriarcal. Sin machismo los hombres patriarcales podrían deshacerse de sus cadenas, de sus miedos y de sus carencias. Serían más libres, más solidarios, más buenas personas, y tendrían mucha más salud emocional y mental.
Coral Herrera Gómez


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25 de septiembre de 2016

Se vive mejor sin religiones del amor


En el trabajo que llevo a cabo con mujeres de toda España y América Latina en el Laboratorio del Amor, trabajamos mucho el tema de las nuevas formas de querernos, y en concreto hablamos mucho de las relaciones abiertas, el anarquismo relacional, la agamia,y el poliamor. Algunas lo están disfrutando mucho, especialmente las que ya eran poliamorosas antes de leer sobre el tema, las que nunca disfrutaron  en relaciones cerradas con pactos de fidelidad rígidos, las que se han atrevido por fin a relacionarse como siempre habían soñado: sin miedos, sin culpas, sin normas ajenas.
Sin embargo, muchas otras están llevando a cabo un esfuerzo titánico para convertirse en poliamorosas, y se preguntan si este esfuerzo merece la pena. Unas han llegado a la poliamoría de la mano de sus parejas masculinas, y otras han  llegado leyendo y debatiendo con amigas o en asambleas o foros virtuales. Sin darnos cuenta, casi todo el mundo mitifica la poliamoría como la práctica amorosa ideal que acabará con el sufrimiento, las mentiras, las peleas, las luchas de poder, la infidelidad, la violencia romántica.. y sin embargo al vivirlo nos damos cuenta de que las nuevas religiones del amor pueden ser tan tiranizantes como las antiguas. 
Casi todas coincidimos en que la fase teórica es lo mejor: hablar sobre relaciones abiertas es liberador y transgresor, y no es difícil entusiasmarse con esta forma de amar que nos liberará del patriarcado para siempre. Lo difícil es llevar la teoría a la práctica, porque la mayor parte de nosotras carecemos de herramientas para gestionar nuestras emociones: no nos han enseñado a manejarlas, y no podemos obligar al cuerpo a no sentir. Se  requiere de mucho tiempo y entrenamiento para cambiar nuestras estructuras emocionales: no se pueden borrar siglos de patriarcado de un plumazo.
Lo ideal sería encontrar la fórmula mágica para convertirnos en poliamorosas de la noche a la mañana, pero eso se les da mejor a los chicos, que llevan siglos simultaneando relaciones y ahora pueden hacerlo a la luz del día, sin mentir, sin sentirse culpables y sin miedo a que les descubran. 
En nuestro análisis colectivo hemos descubierto que la poliamoría puede ser tan patriarcal (o más) que la monogamia, y que por lo tanto la poliamoría tiene que ser feminista para que sea revolucionaria, y para que podamos disfrutarla nosotras también. Durante siglos y siglos hemos tenido que reprimirnos, mentir y jugarnos la vida para poder tener varios amores. Cuando nos han descubierto, los castigos han sido, y siguen siendo en muchos países del mundo, extremadamente crueles: se nos etiqueta como adúlteras, y luego se nos dilapida, se nos quema vivas o se nos tortura hasta la muerte.  
En el mundo desarrollado, sin embargo, ahora la imposición viene del lado contrario: lo que mola y lo que se lleva ahora es ser poliamorosa, y si no lo eres puedes ser etiquetada como una antigua, una conservadora o aún peor, una mujer machista que no se abre a las tendencias más "transgresoras". 
Como la mayoría quiere evitar estas etiquetas, nos adaptamos a las modas del amor y muchas veces nos machacamos tratando de seguir con fidelidad los nuevos esquemas y modelos amorosos. Lo hacemos para que la manada y la tribu nos acepten, pero también para que nos quieran y nos elijan como pareja. 
Sin embargo, someternos a las nuevas normas duele, porque no es nada fácil hacer la transición desde el romanticismo tradicional y monógamo al romanticismo poliamoroso y abierto. De hecho, puede llegar a ser una tortura que nos machaca la autoestima y la salud emocional, porque no toda la gente que practica el poliamor sigue una ética poliamorosa. Hay mucha gente cruel que miente, que no cuida a sus compañerxs, que hace daño para alimentar su Ego, que jerarquiza y minusvalora a sus amantes para reafirmarse y demostrar su poder y su capacidad de seducción.

Pensando sobre todo esto, nos dimos cuenta de que entonces es fundamental cuidarse a una misma, no permitir que nadie nos haga daño, no traspasar los límites propios, no tener miedo al "qué dirán". Es importante, pactar con una misma, respetar los acuerdos, conocerse bien, saber qué es lo que nos hace bien y lo que no, y querernos tanto como queremos a las personas con las que nos relacionamos. Es importante, también, tener la libertad para cambiar de opinión, para atrevernos o para quedarnos donde estamos: el poliamor no es la salvación, ni es la solución a todos los problemas del amor patriarcal. 
Otra conclusión a la que hemos llegado juntas es que la monogamia es una forma de relacionarse como otra cualquiera y que forma parte de la diversidad sexual y amorosa. Es decir, la monogamia ha de ser una opción libre que cualquiera de nosotrxs pueda elegir. Finalmente, sucede lo mismo que con la poliamoría: la monogamia ha de ser igualitaria, feminista y diversa. 
Todos los modelos amorosos se pueden desmitificar y despatriarcalizar.  En el Laboratorio vamos viendo que no merece la pena sufrir ni sacrificarse para alcanzar el paraíso del poliamor. Al mundo de las relaciones abiertas se ha de llegar disfrutando, sin imposiciones externas o internas, sin mitos ni normas que nos obliguen a adaptarnos al modelo hegemónico poliamoroso. 
Lo bueno de la poliamoría es que podría llamarse de otra manera, y puede vivirse y practicarse como a una le apetezca, de la manera en que a una le convenga, customizando o personalizando la experiencia como deseemos. Esto es practicar el feminismo desde una misma: sentirse libre para elegir, para entrar o salir, y para construir nuestros vínculos desde donde queramos.  
Hemos descubierto que no hay que culpabilizarse si una no es tan poliamorosa como las demás, que no pasa nada si no podemos tener varias relaciones a la vez, que no tenemos porqué torturarnos reprimiendo las emociones o tratando de disimularlas pensando en que nos van a juzgar y a etiquetar con los términos más abyectos (antiguas, mojigatas, estrechas, conservadoras, reaccionarias, patriarcales).
Hay que ser valienta y no tener miedo a las opiniones de la gente. Lo que de verdad es transgresor es disfrutar de tu vida sin pensar en los demás, sin seguir las modas, sin someterse a normas ajenas. Para las chicas del Labo, al final lo importante es sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Si sufres tratando de adaptarte a un nuevo esquema, no merece la pena hacer tanto esfuerzo: es legítimo intentarlo y abandonar, es legítimo probar otras formas de quererse, y es válido negarse a someterse a las nuevas o a las antiguas religiones del amor
Es importante reivindicar nuestro derecho a ser poliamorosas y a dejar de serlo cuando nos apetezca, pues nunca somos las mismas, cada pareja es un mundo, cada etapa de nuestras vidas es diferente, y lo que te apetece en un momento puede no apetecerte en otro. 
Por eso la etiqueta "poliamorosa"  debería ser como una prenda de vestir: me la pongo o me la quito cuando me apetezca, y no soy mejor o peor persona. Sigo siendo estupenda amando de una manera o de otra: lo importante es sentirnos completamente libres a la hora de relacionarnos y de construir nuestros vínculos con lxs demás.
Lo mismo sucede con la heterosexualidad: si es lo que me sale del coño y del corazón, no me hace menos feminista el amar y follar con hombres deliciosos. Si no es impuesta, la heterosexualidad es una opción tan transgresora como otra cualquiera: las lesbianas no son más feministas que las heteros. 
Quien esté libre de patriarcado, que tire la primera piedra. El patriarcado afecta lo mismo a gays, trans, lesbianas y heteros, por eso es tan importante hacer autocrítica amorosa continua, y por eso es tan importante cuestionar cualquier estructura amorosa, emocional, sexual y sentimental.
Todas las religiones y modas del amor pueden ser analizadas, repensadas, desmitificadas, despatriarcalizadas y desmontadas. La poliamoría es una liberación y un espacio de gozo para la gente poliamorosa, pero puede ser un infierno para la gente que no lo es. Por eso hay que probar y ver cómo nos sentimos, si es o no para nosotras, si nos apetece quedarnos un tiempo o para siempre, si nos sentimos nosotras mismas, si estamos a gusto, si tenemos la suerte de encontrarnos con gente linda en el proceso. 
Lo esencial para amar con alegría es poder ir más allá de las etiquetas, no arrodillarnos frente a las religiones del amor (las tradicionales o las nuevas), y sentirnos libres a la hora de elegir con quién y cómo queremos amar. Esto es el feminismo diverso: poder construir la estructura amorosa que queremos cada una, porque todas las formas de quererse son igual de válidas. Lo importante es vivirlas libremente y poder disfrutarlas.
Coral Herrera Gómez

Si quieres saber más sobre el Laboratorio del amor, visita mi web: 
laboratorio del amor final - TEXTO 3

12 de septiembre de 2016

El Bestia y la Bella, el mito





El cuento de la Bella y la Bestia está basado en la idea de que si eres una mujer con paciencia y capacidad de aguantar menosprecios, malos tratos y violencia, al final obtendrás tu recompensa. La moraleja es que si le das mucho amor a la Bestia, al final se convierte en Príncipe Azul. Y es que la Bestia no es un tío agresivo y violento por naturaleza, sino porque es víctima de un hechizo. El hechizo se deshace con un beso, y así por fin "la que todo lo aguanta", puede ver su sueño hecho realidad: él por fin cambia. Dejará de pegarla, dejará de insultarla, dejará de controlarla y ella podrá volver a ser libre y feliz a su lado. 

Si, el violento te secuestra, te viola, te escupe, te golpea, te mata, pero es porque te quiere mucho y no sabe cómo demostrártelo. El Bestia es un pobre monstruo que ha sufrido de pequeño y que como no tiene herramientas para gestionar sus emociones, cuando se enoja o se siente mal, te maltrata. Luego te pide perdón y te promete que cambiará, y la Bella por supuesto le cree, y le da mil oportunidades: ella además de bondadosa es una ingenua que se aferra a la idea de que él cambiará y podrá quererla bien algún día. 


Esta es una de las razones por las cuales las víctimas de violencia de género se quedan junto a sus maltratadores: creen que ellos son víctimas que algún día cambiarán. Las películas de Hollywood están constantemente mitificando e idealizando a los machos violentos como seres muy sensibles que han sufrido mucho y que están mutilados emocionalmente por algún trauma del pasado (su novia les traicionó y les abandonó, su esposa se murió en un accidente, etc) 


Las mujeres que salen en las películas se sienten atraídas por ese corazón de piedra y todas quieren ablandar y derretir sus muros defensivos. Quieren protegerle, cuidarle, y devolverle la fe en la Humanidad. Ellas creen que con su entrega y su capacidad de sacrificio, ellos volverán a creer en la fuerza del amor, y podrán abrir su alma a la otra persona para fusionarse románticamente con ella. 


El resultado es que a las mujeres de carne y hueso nos da mucha ternura encontrarnos con estos machos mutilados emocionalmente, y nos ponemos en el papel de las salvadoras: yo le daré tanto amor que al final cambiará, y seremos felices como en los cuentos de hadas.  


También las películas para niños y niñas lanzan el mismo mensaje: si te dejas maltratar, serás recompensada. Por ejemplo, en Frozen: la hermana mayor maltrata y desprecia a la hermana pequeña durante toda la película, hasta que al final también un beso deshace el hechizo que amargó el carácter de "la pobre" Elsa, una sádica que no nació con el corazón de hielo, sino que un hechizo la convirtió en un ser frío y cruel.  La pequeña Ana aguanta y su amor es completamente masoquista: yo la quiero aunque no me deje acercarme, yo la quiero aunque ella no me quiera, yo la quiero y espero que algún día se compadezca de mi y me quiera también. 






En los cuentos y las películas, los maltratadores nunca reconocen su problema, ni piden ayuda, ni se lo trabajan para poder dejar de ejercer violencia sobre las mujeres. Su problema siempre se resuelve mágicamente, en un abrir y cerrar de ojos, sin terapias de ningún tipo: es una especie de milagro, por eso en la vida real muchas mujeres creen que también sus parejas algún día pueden cambiar de la noche a la mañana. 


El mensaje que tenemos que lanzar para los maltratadores es que las mujeres no son objetos, no son su propiedad privada, y no se merecen ser tratadas como seres inferiores. No hay excusas que justifiquen su crueldad, tienen que aprender a resolver los conflictos sin violencia, y si no saben cómo hacerlo, han de pedir ayuda profesional y trabajarselo mucho para no dañar a la gente que les quiere.  


No es un tema individual, sino colectivo: para poder acabar con los malos tratos y la violencia contra las mujeres, tenemos que acabar con la desigualdad y el machismo, tenemos que acabar con la pobreza y la dependencia económica, tenemos que introducir la educación sexual y emocional, y los valores del feminismo para que los niños aprendan a relacionarse con respeto y con amor. 


También tenemos que introducir muchos cambios en nuestra cultura amorosa: acabar con la mitificación del macho violento y con el victimismo femenino, dejar de ensalzar el sadismo masculino y el masoquismo romántico femenino, y  desmontar la idea de que "quien bien te quiere te hará llorar", "del odio al amor hay un paso", o "los que más se pelean son los que más se desean". 


Los medios de comunicación y las industrias culturales pueden hacer mucho para eliminar el machismo y acabar con la violencia en todos los cuentos, películas, canciones y series televisivas. Los mensajes que podemos lanzar son simples y sensatos: si te pega, no te quiere. La violencia no es una prueba de amor. El secuestro, los insultos, los desprecios, las amenazas, los castigos, las humillaciones, los abusos sexuales dentro y fuera de la pareja, no son una demostración de amor. 


Quien te quiere bien, no te hace llorar: te cuida y te trata con cariño. Podemos desaprender el romanticismo patriarcal y aprender a querernos bien, podemos sufrir menos, y disfrutar del amor. Otras maneras de amar son posibles...


Coral Herrera Gómez





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9 de junio de 2016

Pasiones españolas: construcciones del amor romántico heterosexual. De la copla al pop estatal. Coral Herrera Gómez



Otras canciones románticas son posibles

La mayor parte de nuestras canciones siguen exaltando la violencia pasional, las guerras románticas, la necesidad de venganza cuando nos rompen el corazón, la sumisión erótica de la mujer, el asesinato de mujeres, y el sufrimiento femenino como muestra de amor verdadero. Pero muchas de nosotras estamos hartas de dramas alemanes, tragedias griegas, culebrones latinos, y sufrires eternos, y reivindicamos nuestro derecho a disfrutar del amor. Queremos otras canciones, otros romanticismos, otros finales felices, otras formas de querernos.

Existen muchas canciones que rompen con la tradición romántica del amor como una prisión o una enajenación mental que te limita y te ata al ser amado. Canciones maravillosas como la de Silvio Rodríguez: “Yo te quiero libre, libre de verdad, libre como el sueño de la libertad… “.

Necesitamos poner de moda canciones e historias de amor que rompan con la ideología hegemónica que atraviesa nuestra cultura amorosa: poesía que rompa con la propiedad privada y la exclusividad en la pareja, con las jerarquías, el sadomasoquismo romántico y las luchas de poder. Tenemos que reivindicar una música que no perpetúe los estereotipos y los roles de género, y que reivindique la diversidad sexual y amorosa de nuestra realidad cotidiana. Necesitamos canciones que canten más al amor y menos al desamor, y que sean capaces de ampliar nuestro concepto de “amor” mucho más allá de la pareja monógama en edad reproductiva.

La música es un motor de transformación, igual que el amor. Con música podremos visibilizar y crear otros modelos de relación, otras tramas, otras historias, otros protagonistas que en lugar de emplear la violencia para resolver sus conflictos, tengan herramientas para quererse bien, para respetarse, para cuidarse mutuamente, y para separarse con cariño.

Es fundamental que revolucionemos nuestro arte, nuestra música, nuestros relatos y nuestras representaciones a la vez que transformamos el mundo de los afectos, la sexualidad y el erotismo, las emociones y los sentimientos. Tenemos, también, que reivindicar nuestro derecho al amor y trabajar para que todo el mundo pueda unirse independientemente de su género, su orientación sexual, su clase social, su profesión, su edad, o su ideología.


Tenemos que cantarle al amor colectivo, a la ternura social entre los barrios y los pueblos, a otras formas de quererse alejadas de la ideología patriarcal y capitalista que nos hace sufrir tanto. Tenemos que dar espacio a los músicos y músicas, a la gente que compone y que canta otras historias de amor que nos muestren la riqueza del mundo en el que vivimos: hay muchas formas de juntarse y organizarse, y no tenemos por qué seguir cantando eternamente la misma canción.


Coral Herrera Gómez 


Índice de canciones analizadas en el artículo

-         Y sin embargo te quiero. Concha Piquer
-         Y sin embargo te quiero. Joaquín Sabina
-         Tentación. José Luis Perales
-         Corazón Loco. Bebo y El Cigala
-         Mi amor secreto. Lola Flores
-         Sin ti no soy nada. Amaral
-         Un hombre de verdad. Alaska
-         Con una mirada. Marta Sánchez
-         Como yo te amo. Rocío Jurado.
-         Si tú me dices ven. Los Panchos
-         No controles. Mecano
-         No soy esa. Mari Trini
-         Me gusta ser una zorra. Las Vulpes
-         Que te den. Amparo Sánchez
-         Quisiera amarte menos. Martirio
-         Todo cambia. Mercedes Sosa
-         Malo. Bebe
-         El ramito de violetas. Cecilia
-         La Zarzamora. Isabel Pantoja
-         Juana Peña. Mártires del Compás
-         Tatuaje. Concha Piquer
-         Ingrata. Café Tacuba
-         Matalás. Alejandro Fernández
-         Olvídame y pega la vuelta. Pimpinela.
-         Teatro. La Lupe
-         Rata de dos patas. Paquita la del Barrio
-         Yo te quiero libre. Silvio Rodríguez
-         La mujer que al amor no se asoma…
-         Déjate querer.




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