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3 de julio de 2013

La construcción cultural del amor romántico







                  El amor es una construcción humana sumamente compleja que posee una dimensión social y una dimensión cultural. Ambas dimensiones influyen, modelan y determinan nuestras relaciones eróticas y afectivas, nuestras metas y anhelos, nuestros gustos y nuestros sueños románticos.  Tanto la sexualidad como las emociones son, además de fenómenos físicos, químicos y hormonales, construcciones culturales y sociales que varían según las épocas históricas y las culturas. El amor se construye en base a la moral, las normas, los tabúes, las costumbres, creencias, cosmovisiones y necesidades de cada sistema social, por eso va cambiando con el tiempo y en el espacio, y por eso no aman igual en China que en Nicaragua, ni los bibri aman del mismo modo que los semais.

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2 de junio de 2013

Haika Ediciones



El Rincón de Haika nació en Madrid en el año 2007 en formato blog, y hoy es un pequeño proyecto editorial radicado en San José de Costa Rica que publica textos on line sobre cuestiones sociales, diversidad, amores, relaciones y temas de género desde un enfoque queer. 


La editorial on line nace con dos Series: 


 -Colección Digital El Rincón de Haika: es gratuita, tiene 7 títulos y se puede leer on line o descargar en pdf. 


- Serie Queer:, está aún en fase de comercialización y acaba de lanzar el libro 
 Bodas Diversas y Amores Queeren digital y en papel. 


Los próximos lanzamientos de Haika Ediciones son: 

- "Bodas Reales. Cómo se aman los príncipes y las princesas del siglo XXI. Análisis queer de los mitos románticos del patriarcado, el capitalismo, la religión y la monarquía en base a la boda de los Príncipes de Asturias" 

-"La construcción sociocultural de la realidad desde una perspectiva queer".






Ediciones Haika


Libros comerciales

Bodas Diversas y Amores Queer 

Haika Ediciones, San José, 2013.




Mi nuevo libro sobre mis bodas en Madrid, Tánger y San José, y otras bodas diversas. En estas páginas encontrarán reflexiones en torno a los ritos nupciales y las utopías románticas posmodernas, anécdotas personales, historias de vida, cuentos sobre bodas románticas y divertidas, y unas cuantas preguntas. Es una propuesta a medio camino entre el cuento y el ensayo para aportar a la visibilización de la diversidad de nuestra realidad amorosa, para contribuir a la creación de nuevos relatos sobre amores románticos, y a la lucha por el matrimonio igualitario y los derechos humanos de la población LGBTQ. 










Libros gratuitos





Colección Digital El Rincón de Haika





























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 de El Rincón de Haika con la cantidad que quieras: 


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                              http://haikaediciones.blogspot.com
                            





31 de mayo de 2013

Prólogo del libro Bodas Diversas y Amores Queer



Hoy tengo el gusto de presentarles mi nuevo libro sobre mis bodas en Madrid, Tánger y San José, y otras bodas diversas. En estas páginas encontrarán reflexiones en torno a los ritos nupciales y las utopías románticas posmodernas, anécdotas personales, historias de vida, cuentos sobre bodas románticas y divertidas, y unas cuantas preguntas. Es una propuesta a medio camino entre el cuento y el ensayo para aportar a la visibilización de la diversidad de nuestra realidad amorosa, para contribuir a la creación de nuevos relatos sobre amores románticos, y a la lucha por el matrimonio igualitario y los derechos humanos de la población LGBTQ.








Me casé por amor. Y escribo este libro porque me encantan las bodas.

Aquí les cuento sobre las bodas que he creado, las bodas que he protagonizado y algunas bodas que he vivido de gente muy querida. Me apetecía dejar la teoría y sumergirme en la realidad, fuente inagotable de narrativas de todo tipo, a menudo más complejas, coloridas y diversas que las de ficción. Mientras les entretengo con historias de amor, haremos un análisis crítico de de los ritos nupciales de nuestra cultura y también obtendremos herramientas para poder analizar nuestras propias bodas en clave de humor, y con enfoque de género.

Este es mi primer libro escrito desde una perspectiva queer, con afán crítico y con mucho humor. Con mucho amor, también.

Lo escribí con el afán de contribuir a la despatriarcalización del amor romántico y a la construcción de relaciones más sanas, igualitarias y libres; y para tratar de entender por qué nos casamos y nos divorciamos tanto, por qué el matrimonio se considera el día más importante en la vida de una mujer, por qué todos los relatos acaban en boda, por qué solo unos pocos pueden casarse, y por qué dedicamos tanto tiempo y energía a encontrar a nuestra media naranja.

Pienso que es fundamental que aprendamos a querernos más allá de las etiquetas que nos separan, que logremos crear redes de afecto y de ayuda mutua más allá de la pareja, que luchemos unidos por el derecho a amar de todo ser humano (sea cual sea su identidad de género o su orientación sexual), que aprendamos a tejer redes de solidaridad para poder trabajar unidos por el bien común.

Además, creo que es fundamental contribuir a este trabajo de desmitificación y de nuevas construcciones desde la cultura: es necesario contarnos otros cuentos, visibilizar otras historias amorosas, dar espacio a héroes y heroínas de carne y hueso, crear tramas narrativas más diversas y coloridas.

Y por eso he escrito este libro. Bodas diversas y amores queer está confeccionado con diversas historias de vida, incluida un trocito de la mía propia. En él encontraréis anécdotas y relatos de celebraciones de amores diversos, muchas preguntas, alguna idea para vuestra propia boda y reivindicaciones variadas.

Es el libro más personal que he escrito porque habitualmente me escondo detrás de la teoría y de autoras y autores de prestigio para poder opinar sobre un tema que hasta ahora no ha tenido mucho espacio en el mundo académico.

Nos casamos y nos divorciamos todos los días, y yo no puedo seguir hablando del tema como si no fuese una humana que se enamora perdidamente. Caigo bajo los influjos de los mitos románticos como cualquier otra, y es importante para mí hablar y escribir de ello porque lo romántico es político y porque estoy trabajando desde hace años –como mucha otra gente– en resolver la contradicción entre el enfoque feminista queer y las emociones patriarcales que me habitan.

Ésta es la primera obra en la que mezclo teoría y praxis, intelecto y sentimientos, cultura y política, porque no los vivo ya como realidades opuestas, según la lógica del pensamiento binario patriarcal. Escribo desde donde soy, desde mis propias experiencias, desde mi contexto de mujer blanca treintañera emigrante juvenil, sin pretensiones de objetividad o neutralidad.

Manejo el lenguaje académico y el de la calle por igual, y quizás lo noten ustedes mientras leen: ambas jergas se complementan, no son contradictorias, flotan en el magma de jergas que me habitan sin jerarquías (el pachuquismo tico, el madrileñismo barriobajero, la finura académica, la jerga periodística y bloguera, la jerga del mundo del cine y el teatro…).

Quería también contarles que las doctoras feministas que critican el romanticismo patriarcal también se enamoran, disfrutan del amor, sufren lo indecible, se ilusionan y se decepcionan, e incluso se casan. Como todo el mundo.



Coral Herrera Gómez

17 de abril de 2013

Mi tesis doctoral: "La construcción sociocultural de la realidad, del género y del amor romántico"








"La construcción sociocultural de la realidad, del género y del amor romántico.

De cómo Occidente construye nuestras emociones a través de los símbolos, los mitos y los ritos, y de cómo el amor romántico perpetúa el capitalismo,el patriarcado y las democracias".









Esta tesis fue leída el 30 de Enero de 2009 en
la Universidad Carlos III de Madrid, España.
Obtuvo una calificación de Sobresaliente Cum Laude

Autora de la tesis:
Coral Herrera Gómez, Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual UC3M

Dirección de la tesis:
Don Gerard Imbert, Catedrático de Comunicación Audiovisual UC3M






Tribunal:
Presidente:
Don Antonio Rodríguez de las Heras, Catedrático de Historia UC3M

1 Doña Cristina Peñamarín Beristain, Catedrática de Teoría de la información
UCM.
2 Doña Charo Lacalle, Catedrática de Periodismo de la UAB.
3 Don Gonzalo Abril, Catedrático de Comunicación Audiovisual UCM.
4 Doña. Blanca Muñoz, Doctora en Ciencia Política y Sociología UC3M.


Fue escrita en El Tiemblo, Ávila, durante tres años, y terminada en Usurbil, Guipuzcoa, en el año 2008.

Coral Herrera Gómez

7 de diciembre de 2012

Los mitos románticos en las bodas reales: el amor de los príncipes de Asturias





LOS MITOS ROMÁNTICOS EN LAS BODAS REALES

Las bodas reales son la encarnación más bella del mito romántico, engrandecido por los lujos de las monarquías. En estas bodas es donde podemos ver endiosados todos los estereotipos y roles de género mejor que en ningún otro evento social, porque las rendiciones y las dependencias mutuas se engalanan con los adornos del romanticismo. 

Las bodas reales son la encarnación de Disney, de las películas de Hollywood, de las telenovelas latinoamericanas: son bodas de príncipes azules y princesas rosas "reales", pero a la vez divinas. La performance medieval que se representa nos sitúa en espacios mágicos, en escenarios grandiosos como catedrales, cochazos de lujo, palacios monumentales, vestidos majestuosos de princesa virgen, uniformes de príncipe azul, y derroche de belleza por todos lados. 


2 de julio de 2012

El amor romántico perjudica seriamente la igualdad






Las historias de amor romántico siempre acaban en el día de la boda boda, pero nunca se nos cuenta cómo está Blancanieves después de cinco años de matrimonio y trabajando igual que como lo hacía cuando estaba con los 7 enanitos. La imagen del príncipe tomándose su birrita mientras ve el partido, completamente ajeno al mundo familiar, es lo contrario de lo que nos habían vendido. Miren qué cara de poca felicidad tiene la muchacha...
No nos cuentan qué hay después de la boda porque no es el paraíso de armonía que nos habían prometido. No es la fuente de felicidad absoluta, y pronto nos damos cuenta de que el amor está mitificado en nuestra cultura. Ocultando los problemas,  el mito permanece siempre puro e incorruptible ante el paso del  tiempo; su función, entre otras, es que todo siga todo tal y como está. O sea, los hombres viendo el fútbol o leyendo el periódico, y las mujeres asumiendo toda la carga doméstica y el cuidado de los bebés. 


21 de junio de 2012

"Madonna no ha leído a Marx"




Esta entrevista que me hizo Diagonal sirvió para el reportaje que Irene G. Rubio y Víctor Lenore han publicado sobre su figura preguntando a investigadores/as del mundo del feminismo y la teoría audiovisual: June Fernández, María Bilbao, María PTQK, Eloy Fernández Porta, Nacho Moreno y servidora: Madonna, ¿icono feminista o tótem consumista?



He aquí la entrevista entera y unas fotitos de la Reina del Pop:

IRENE DIAGONAL. ¿Consideras a Madonna un icono feminista? ¿Crees que su figura contribuye al empoderamiento de las mujeres o que más bien refuerza estereotipos patriarcales?

Coral Herrera-. Madonna es un icono de los 80, y yo de pequeña enloquecía con sus canciones y vídeos. Ella escogió la figura de la mujer mala para escandalizar a la sociedad puritana estadounidense, siguiendo la línea de mujeres rebeldes que van desde la desobediente Lilith hasta la díscola Amy Whinehouse.  En medio están las sirenas, las mujeres vampiras, las mujeres lobas, las serpientes, las harpías, las femmes fatales; Madonna de rubia rompe con el estereotipo de mujer buena imitando a Marylin Monroe, pero despojando su figura de toda candidez e ingenuidad.

Y sí, contribuyó a masificar la postrevolución sexual, se mostró como una mujer libre que disfruta de su sexualidad, que ejerce su poder en la cama, que juega con alegría a propagar el erotismo y la bisexualidad. Y si, contribuyó al empoderamiento femenino de unas cuantas mujeres occidentales, heteros y lesbianas de clase media, pero ese empoderamiento no es feminismo, porque es individualista. Su trabajo es un canto al ego femenino, pero no promueve la unión entre mujeres para luchar por sus derechos. Nunca se ha posicionado políticamente con respecto a la igualdad de derechos, a la conciliación laboral y familiar, el aborto, los asesinatos de mujeres en todo el planeta, la ablación genital, la violencia de género. Es decir, no vemos a Madonna apoyar causas feministas, y en cambio dedica muchos de sus ingresos en obras de caridad; no hay un deseo real en ella de transformar un sistema que no sirve. Porque a ella sí le sirve.



15 de abril de 2012

Los mitos románticos en AVATAR




En Avatar se cambian los roles y la protagonista de la historia, la índigena  Neytiri le enseña al héroe a sobrevivir en Pandora. En la mayor parte de las películas, siempre son los hombres los que enseñan a las mujeres a superar sus miedos, su torpeza, sus debilidades; ellos son los que enseñan baile, artes marciales, filosofía, ciencia; ayudan a las mujeres a sobrevivir en la selva o el desierto, a saltar por los edificios de las ciudades, a trepar rascacielos o resolver problemas irresolubles. 

Por eso sorprende que en esta superproducción sea la hija del jefe la que enseñe al humano a cazar, a domar animales salvajes, a volar en los monstruos, a saltar entre los árboles, a confiar en sus capacidades, a aprender un idioma nuevo, a percibir la magia de la naturaleza y saber como interpretarla. 




22 de enero de 2012

El mito de la belleza femenina: crónicas de una tiranía posmoderna





La belleza de la mujer no ha sido venerada y consagrada en todas las sociedades ni en todas las épocas históricas. Prueba de ello son las sociedades prehistóricas investigadas por Margaret Mead, quien constató que en diversas tribus las marcas decorativas viriles se manifiestan con mayor vistosidad que las de las mujeres. Entre los tchambuli, en Oceanía, son los hombres quienes lucen los más bellos adornos y quienes se preocupan más de su aspecto. Para los massa y los mussey, en África, “el hombre constituye el punto de mira de la estética corporal”. Según Mead, entre los maoríes, los hombres exhiben tatuajes más recargados y densos que los de las mujeres; entre los wodabé del Níger, durante la celebración de una fiesta, son las mujeres las que eligen al hombre más guapo de la tribu (foto de abajo),





En las sociedades patriarcales el ideal de belleza femenina ha ido variando según las épocas, sus necesidades, sus gustos estéticos y modas. A lo largo de la historia de nuestra sociedad occidental, la mujer ha sido representada de formas muy variadas e incluso en el siglo XX, hemos tenido modelos a seguir contrapuestos: 

las alegres carnes de Marylin Monroe, 


y el cuerpo esquelético y enfermo de Kate Moss. 





Durante siglos, han sido en su mayoría hombres los que han creado los modelos de belleza a través de la fotografía, la escultura, la pintura, el cine, la publicidad. 

Hombres son, también, los que invierten en la carrera profesional de determinadas modelos y actrices, los que organizan concursos de belleza femenina como las galas de misses, los cirujanos plásticos, los diseñadores que exigen la talla 60-90-60, los dueños de la industria de la cosmética y la belleza, los dueños de las clínicas de  cirugía estética, de las colecciones que se lucen en las pasarelas de moda








Giorgio Armani




Las mujeres hemos asumido y rechazado esos cánones de belleza idealizada en diversos grados a lo largo de la Historia. Algunas han sufrido y siguen sufriendo verdaderas torturas físicas 


como la exigencia de tez blanca para las negras 




                                                                                           Beyoncé 




o la tez morena para las blancas,





 el culto de los pies menudos en China (se constriñen los pies hasta deformarlos), 








el uso del corsé del siglo XIX, causante de numerosas enfermedades; 






los aros alrededor del cuello y las anillas de metal soldadas a los tobillos (habituales en algunas tribus de distintas zonas de África y Asia); 






el uso del pesado chador de las musulmanas o del peligroso burka entre las afganas






Todos ellos son mecanismos que tienden a reducir la movilidad de las mujeres, y por tanto, su autonomía a la hora de moverse con libertad o ganarse la vida trabajando.




Evolución histórica de la belleza femenina



Las primeras  representaciones simbólicas femeninas del Paleolítico y el Neolítico son, en su mayoría, símbolos de fecundidad y fertilidad. A menudo son representadas en forma de estatuillas de piedra con formas voluptuosas y redondeadas, o con grandes vientres y generosos pechos nutricios. 












En la Antigüedad, los poetas griegos rindieron numerosos homenajes a la hermosura femenina, y subrayaron su poder a un tiempo maravilloso y temible. Las diosas del Panteón (Hera, Artemisa, Atenea, Afrodita) son descritas como la quintaesencia de la belleza. Safo escribió poemas apasionados en honor del cuerpo femenino, y los escultores representaron como nunca antes las formas físicas de la mujer. La belleza femenina se impuso como una fuente de inspiración para los artistas, aunque también es considerada como un peligro para los hombres.

Según Lipovetsky (1999), para los griegos la mujer era “una terrible plaga instalada entre los hombres mortales, un ser hecho de ardides y de mentiras, un peligro temible que se oculta bajo los rasgos de la seducción”. Abundan los textos que enumeran los vicios femeninos y colman de reproches las estratagemas de que ellas se valen para seducir a los hombres. A pesar de ello, en Grecia son más frecuentes y numerosas las expresiones de admiración hacia la perfección física viril; dan testimonio de ello la poesía homosexual, los diálogos de Platón, los bellos desnudos de las esculturas masculinas,  los epigramas homosexuales, las inscripciones en las paredes...

También la tradición judeocristiana se caracterizó por poner en el índice la belleza femenina: en la Biblia, la hermosura de las heroínas (Sara, Salomé, Judit) está cargada  de poder de seducción y engaño. 








Durante toda la Edad Media, y bastante más allá, se prolongó esta tradición de hostilidad y recelo hacia la belleza femenina. Sólo la Virgen María, cuyo culto y representaciones iconográficas se disparan a partir del siglo XII, se libera de este tratamiento y posee la inocuidad de la belleza pura.










Según Lipovetsky, cuando surge la división social entre clases ricas y clases pobres, las mujeres exentas del trabajo se convierten en el centro de la idealización femenina por parte de los hombres : “Mujeres ociosas, mujeres hermosas; en lo sucesivo la hermosura será considerada incompatible con el trabajo femenino”.

Estas mujeres, gracias al tiempo libre y a los recursos económicos de los que disponían, pudieron dedicarse a maquillarse, depilarse, a peinarse con sofisticadas técnicas, a usar adornos y joyas. Las campesinas y trabajadoras de las urbes (es decir, la gran mayoría de mujeres del planeta) no adoptaron estos patrones de belleza hasta el siglo XX, cuando se democratizó el uso de cosméticos y el cuidado de la estética femenina dado que se abarataron los productos y la publicidad se encargó de obsesionar a muchas mujeres del mundo con sus propios cuerpos. El coste para ajustarse a los patrones de belleza impuestos por los grupos empresariales que se han dedicado a declarar la guerra a la edad, la grasa, las imperfecciones, las pequeñeces, las deformidades, las singularidades de los rostros, es, en ocasiones demasiado alto porque va minando los recursos económicos y las autoestimas de las mujeres víctimas de la tiranía de la belleza.


Lipovetsky expone que es durante los siglos XV y XVI cuando la mujer se impone como el ser más hermoso de la creación: los encantos femeninos alimentan los debates filosóficos, inspiran a pintores, escultores y poetas. Proliferan los himnos inflamados a la belleza al tiempo que se esfuerzan con renovado vigor por definirla, normalizarla, por clasificarla. La representación de la mujer tumbada causa furor entre los artistas, que representan a las féminas siempre en posiciones pasivas, entregadas a la mirada deseante de los hombres.

En el siglo XIX, el modelo de belleza será el de la mujer romántica: la mujer enferma de amor, de tisis o de tuberculosis. Fémina de belleza pálida, mejillas y labios sonrosados por la fiebre, de una delgadez extrema. Este tipo de mujeres se representan frágiles, vulnerables, atormentadas y debatiéndose entre la inocencia y la destrucción.



En el siglo XX, tras la belleza inquietante y enigmática de la femme fatale, 






comienza la época de las Venus con vaqueros; es un tipo de belleza adolescente, lúdica, pop, dinámica, sexy, directa y desumblimada:

 “La belleza vampiresa de Marlène Dietrich, (con sus ojos insondables cargados de rímel, sus atuendos sofisticados, sus largas boquillas, su feminidad era inaccesible y destructora), nada tiene que ver con la nueva belleza de la pin up desdramatizada que Marilyn Monroe elevó a la categoría de mito; una mujer sensual, ingenua, con alegría de vivir, tierna, joven, encantadora” (García Calvo, 2000).





Ya en el siglo XX, la cultura de masas logra que la belleza como ideal de feminidad invada la vida cotidiana. Lourdes Ventura cree que este fenómeno trasciende la cuestión estética porque posee una dimensión política y económica que queda invisibilizada a través de la cultura massmediática“Existe un poderoso mercado, de innumerables tentáculos, que difunde y promociona urbi et orbe sus consignas estéticas a través de un sofisticado engranaje publicitario y mediático sin precedentes en la mercadotecnia contemporánea. Nadie en la aldea global puede escapar al bombardeo de los anunciantes, y menos que nadie las mujeres, que se han convertido en el objetivo prioritario de uno de los sectores que más invierte en publicidad”.



Detrás de la obsesión por la belleza femenina existen unas poderosas empresas como la industria cosmética, la moda en ropa y complementos (desde la alta costura a la moda pret a porter, la publicidad, los medios de comunicación (sobre todo la prensa femenina), la cirugía estética (con un elevado número de “profesionales piratas” denunciados por los facultativos colegiados), los centros de mantenimiento (ejercicio, masajes, saunas), las clínicas e institutos de tratamientos estéticos, etc. Todo ello forma parte de una maquinaria económica que aspira a dirigir el consumo e invoca la idea de belleza asociada a felicidad, éxito y placer.

El problema de la industria de la belleza no es sólo la cantidad de dinero, tiempo y energía que las mujeres invierten en ella, sino también el coste psicológico que conlleva, pues el consumo de belleza nunca se satisface a sí mismo, y el mercado siempre apunta hacia nuevos defectos, aportando nuevas soluciones.



Los imperativos de esta industria (conservarse delgada, joven y en forma) han llegado a constituir una obsesión para muchas mujeres, lo que Ventura (2000) denomina “la tiranía de la belleza”:

“No es aventurado declarar que las mujeres están siendo sometidas a un permanente acoso publicitario, un abuso psicológico letal, sistemático y continuado, vehiculado por la televisión, las revistas femeninas y suplementos correspondientes de diarios y semanarios de información general que no tienen otro objeto que la incitación a un consumo masivo de productos y servicios relacionados con la belleza”. 





El hecho de que la mayor parte de los medios de comunicación sólo de trabajo a mujeres bellas y esbeltas (aún no hemos visto a mujeres feas o gordas presentando un telediario o un concurso), denota que esa obsesión ha sido creada en la cultura mediática, que siempre premia a las mujeres hermosas como representantes de la modernidad, la felicidad,  el éxito social y económico, la bondad y, en general, los valores positivos de la sociedad de consumo. 


Las señoras poco agraciadas u obesas en cambio representan la dejadez, la pereza, el fracaso, o la maldad; una notable excepción es la serie norteamericana Rosseane, en la que los protagonistas era una familia de gordos más o menos felices que practican una sana ironía con toques de humor negro.



Esta discriminación social  tiene su correlato en multitud de profesiones en los que la imagen femenina es fundamental, como todas las que tienen que ver con un trabajo cara al público: azafatas, recepcionistas, secretarias, dependientas, profesoras, cajeras, cargos públicos y empresariales (altos cargos especialmente)… 


La belleza es, en un mundo en el que la demanda de empleo es inagotable, un motivo de discriminación para las mujeres a la hora de desempeñar un trabajo, cosa que no sucede con los hombres, cuyo currriculum es más importante que su escote, o su trasero.

La norma general en la cultura mediática es  atacar a las mujeres y minar su autoestima, para inducirlas a consumir productos de belleza y adelgazamiento. Jerry Della Femina, uno de los grandes publicitarios de la Avenida Madison de Nueva York, declaraba: “Anunciar es hurgar en heridas abiertas… Miedo. Ambición. Angustia. Hostilidad. Usted menciona los defectos y nosotros actuamos sobre cada uno de ellos. Nosotros jugamos con todas las emociones y con todos los problemas (…) Si se logra que un número suficiente de gente tenga el mismo deseo se consigue un anuncio y un producto de éxito”.



Según Lourdes Ventura, la corporalidad femenina es para los anunciantes un campo de batalla, un lugar donde el “yo dividido” se fragmenta en múltiples territorios sobre los que actuar y pelear. Por eso se presenta un tratamiento anticelulítico como un ataque especial zonas rebeldes”; una crema adelgazante que ataca directamente los excesos”, un método que combate eficazmente las marcas antiestéticas de la celulitis”, otro anticelulítico que elimina la piel de naranja, o el HCM “que se opone a la acción de los azúcares responsables de la degradación del tejido celulítico”.

Los artículos de belleza decretan una guerra sin cuartel a las supuestas imperfecciones femeninas en estos términos: “Lucha contra los kilos de más”; “para acabar con la celulitis hay que atacarla en todos los frentes”, “stop a las grasas”; “Jaque mate a la pérdida de firmeza”, “Desafío a la flaccidez”. Este lenguaje bélico anti y en contra de todo, vacía de sentido los logros profesionales, afectivos, familiares o económicos de las mujeres, según Ventura, y socavan su seguridad esencial, porque las dispone a la guerra contra sí mismas (contra sus arrugas, sus michelines, su celulitis, sus imperfecciones cutáneas, etc.).


Esto supone que las mujeres que no son bellas y jóvenes, sexys y delgadas, ven su autoestima socavada y se autocensuran continuamente, influyendo de forma negativa en su propia personalidad, gustos y capacidad de decidir. En la actualidad, ocho de cada diez americanas en torno a los 18 años se declaran “muy insatisfechas” con su propio cuerpo. "Las imágenes superlativas de la mujer vehiculadas por los medios de comunicación acentúan el terror a los estragos de la edad, engendran complejo de inferioridad, vergüenza de una misma, odio al cuerpo” Lipovetsky, 1999.


Ventura afirma, en este sentido, que si es  posible que una mujer llegue a odiar una porción de su anatomía porque tiene unos gramos de más según los cánones del mercado, será sencillo manipularla en cualquier otro terreno. Porque mantenerse en forma o estar bella son auténticas filosofías de vida, estilos vitales que sitúan a la mujer en unas prácticas consumistas que sólo beneficia a las más bellas, pero no al total de las mujeres del mundo. 


Sólo un 8% de las féminas cumple con los cánones de la belleza occidental, de modo que el resto tiene que vivir con algún tipo de complejo o imperfección que afecta a sus vidas en diferentes grados e intensidades. Según Ventura, sólo en Francia hay registradas 3.000 modelos, de las cuales apenas una minoría puede vivir de ello.





Muchas teóricas defienden la idea de que la cultura del bello sexo presenta en nuestros días todos los rasgos de un culto religioso, un dispositivo litúrgico en el seno mismo de las sociedades liberales desencantadas. Kim Chernin ve en la obsesión con la delgadez la prolongación de los valores ascéticos milenarios, una expresión de odio contra la carne, idéntica a la que profesaban los teólogos de la Edad Media.
Naomi Wolf habla de la “nueva Iglesia” que reemplaza a las autoridades religiosas tradicionales, del “Nuevo Evangelio” que recompone ritos arcaicos en el plena posmodernidad, que hipnotiza y manipula a los fieles, que predica la renuncia a los placeres de la buena mesa y culpabiliza a las mujeres por medio de un catecismo cuyo centro es la diabolización del pecado de la grasa.

“Como todos los cultos religiosos, la belleza tiene sus sistemas de adoctrinamiento (la publicidad de los productos cosméticos), sus textos sagrados (los métodos de adelgazamiento), sus ciclos de purificación (los regímenes), sus gurús (Jane Fonda), sus grupos rituales (Weight Watchers), sus creencias en la resurrección (las cremas revitalizantes), sus salvadores (los cirujanos plásticos)” (Lipovetsky, 1999).


Los mitos de la religión de la belleza se encarnan en la figura de la top model, de la que conocemos sus nombres y apellidos. Fue una figura creada para seducir a las mujeres, una figura destinada a estimular la admiración y el consumo femenino de moda, cosméticos, etc. Según Enrique Gil Calvo (2000), la modelo se exhibe como representación pura, seducción superficial, narcisismo frívolo:

 “La apoteosis de las top models viene a coronar un ideal de belleza física definitivamente fuera del alcance de la mayoría, al igual que un sueño cada vez más insistente de juventud eterna. Las modelos no son ni irreales ni ficticias, sino recompuestas y surreales: “Ni siquiera yo me parezco a Cindy Crawford cuando me levanto por la mañana”, decía la Crawford recientemente”.

En los años 90, las musas de la moda sustituyeron a las grandes estrellas de cine en el pedestal de la belleza e invadieron el espacio mediático y social, especialmente a través de la publicidad. Se llevó a cabo una mitificación de esta profesión a partir de top models archimillonarias como Claudia Schiffer, Naomi Campbell, o Linda Evangelista, que declaraba: “Nunca nos levantamos por la mañana por menos de diez mil dólares”.

A pesar de que las mujeres saben que las medidas 60-90-60 son casi imposibles para ellas, y que muy pocas cumplen con este absurdo requisito de belleza, y aunque saben también que las top model están operadas y sus imágenes retocadas con programas mágicos como PhotoShop, es muy difícil para algunas no compararse a diario con ellas. La principal razón es que invaden todos los espacios y las narraciones a través de la publicidad, y que los hombres y ellas mismas admiran este tipo de mujeres de belleza escultural.

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Este culto a la belleza y sus mitos supone una violenta reacción contra la liberación política, social y económica de la mujer, según Naomi Wolf (1991). Esta autora,  basándose en un dato revelador (33.000 mujeres norteamericanas manifestaron en las encuestas que preferían rebajar cinco o siete kilos de peso antes que lograr cualquier otra meta en la vida), asegura que la dieta es el más potente de los sedantes políticos de la historia de las mujeres.



La moda de la belleza es un anestesiante social. En la cultura del narcisismo y del culto al cuerpo, las mujeres y los hombres están más preocupados por su estética que por sus derechos laborales. La obsesión por estar delgada, joven, sin arrugas, sin defectos, sirve para que las mujeres estén centradas en si mismas antes que en las calles luchando por sus derechos sexuales y reproductivos, por la igualdad entre hombres y mujeres, por salarios dignos, etc. 


Un spa relajante y una limpieza facial son, a menudo, bálsamos contra la sobrecarga laboral y familiar, ayudan a seguir la lucha diaria, pero no cambian el sistema, ni ayudan a las demás mujeres. Son siempre soluciones individualizadas contra el estres o la grasa, nunca contra la tiranía que esclaviza nuestros cuerpos y mentes.


Conceptos como “quiero mantenerme en forma”, “ponerme guapa”, "agrandarme las tetas" son fenómenos de consumo; pero su dimensión económica está invisibilizada, porque parece una necesidad vital, o un deseo tan cotidiano que no parece lo que es: una enorme industria de pintauñas, cremas depilatorias, perfumes, desodorantes, maquillaje, clínicas de adelgazamiento, peluquerías, quiromasajistas, implantes de silicona, chutes de botox, tratamientos de relax, diseño de ropa de moda, de complementos, de zapatos, de bolsos. Industria que no tiene pérdidas porque cada vez más, las mujeres nos centramos en la lucha contra la edad, los kilos, los pelos. 


La publicidad no hace otra cosa que recordarnos que somos bajitas, demasiado altas, gordas, demasiado delgadas, canosas, cojas, rellenitas, que tenemos pocas tetas, que hay muchas mujeres más guapas que nosotras, y que los hombres las prefieren a ellas, porque con su belleza artificial atraen el deseo masculino, y nosotras con bigote, cartucheras, culo pollo, descolgamientos, piernas cortas, pies planos, dientes saltones, etc. nunca podremos llegar a ese nivel. Por eso nos autocensuramos, nos maquillamos, usamos tacones, por eso compramos cremas reafirmantes y nos arrancamos todos los pelos de cuajo. 

La tiranía de la belleza oculta la necesidad de la industria de que las personas consuman masivamente sus productos y servicios. En lugar de suplicar “compre usted esto”, la publicidad y los medios nos hacen creer que lo hacemos por nosotras mismas, para gustarnos y gustar a los demás, y que además "gustar" es algo natural en  nosotras, algo consustancial a la feminidad.




 También es cierto que progresivamente esta industria ha comenzado a atacar a los hombres, pero de momento las principales consumidoras de la industria de la belleza son mujeres, especialmente en ámbitos rurales, donde existen muy pocos hombres metrosexuales. Este término se utiliza en la actualidad para designar a los varones excesivamente preocupados por su aspecto físico, hombres que se cuidan de igual forma que las mujeres y consumen productos y servicios de belleza (gimnasios, saunas, clínicas de belleza, depilación láser, cirugía estética, cremas, bases de maquillaje, afeites, etc.).

Pocos llegan, sin embargo, a este extremo: 




Otros artículos de la autora:


La tiranía de la edad, de los pelos y de los kilos







Bibliografía utilizada: 

1)     Bou, Nuria: “Diosas y tumbas. Mitos femeninos en el cine de Hollywood”. Icaria, 2006. 

 2)   Gil Calvo, Enrique: “Medias miradas. Un análisis cultural de la imagen femenina”, Anagrama, Barcelona, 2000.

3)   Lipovetsky, Gilles: “La tercera mujer”, Anagrama, Colección Argumentos, 1999.

4)      Mead, Margaret: “Masculino y Femenino”, Minerva Ediciones, Madrid, 1949 (1994).

5) Ventura, Lourdes: “La tiranía de la belleza. Las mujeres ante los modelos estéticos”,  Colección Modelos de Mujer, Plaza & Janés, Barcelona, 2000.


Coral Herrera Gómez Blog

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