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4 de mayo de 2018

Tus problemas personales, son también politicos




Lo que te pasa a ti, nos pasa a todas,
 
tus problemas no son solo personales, también son políticos:

- La infidelidad de tu marido no es un problema tuyo, es un problema colectivo: la monogamia es solo para nosotras y muchos hombres gozan del privilegio masculino a llevar una doble vida. No son casos aislados, se llama patriarcado.
- Si no encuentras pareja, no hay nada malo en ti: es que resulta bien complicado encontrar a un hombre que no necesite criada y cuidadora gratis y a tiempo completo.
- Si vives permanentemente cansada es porque las mujeres tenemos doble jornada laboral en todo el planeta, y es mentira que podamos con todo.
- Si sufriste abuso sexual en el colegio de curas o en la parroquia, tú no eres la culpable, es que la Iglesia católica está llena de criminales que actúan con total impunidad desde hace siglos.
-Si te quedaste embarazada porque tu novio no quería ponerse condón, que sepas que son millones de hombres los que no quieren usarlo, y tampoco quieren ser padres. No les importa tu vida ni tu salud. No son casos aislados: se llama patriarcado.
- Si te duele algo y el médico te receta ansiolíticos sin pedirte pruebas, no es porque no le has insistido lo suficiente: le pasa a millones de mujeres, porque los señores doctores creen que somos unas exageradas y unas histéricas.
- Si sufres acoso callejero, no es culpa tuya porque da igual como vayas vestida: todos los días miles de mujeres lo sufren también, incluso aunque vistan con burka.
- Si no tienes un salario decente y una estabilidad laboral, no es que no valgas lo suficiente, es que en todo el planeta las mujeres cobramos menos y tenemos peores condiciones laborales.
- Si no encuentras trabajo, no es porque no te estás esforzando lo suficiente, es porque no hay empleo para todo el mundo y nuestro sistema económico no funciona adecuadamente. No eres una excepción: se llama capitalismo.
-Si no cumples con el canon de belleza, no es porque no te estás esforzando lo suficiente, es porque el modelo de belleza que nos imponen a las mujeres es completamente irreal. 
-Si vives angustiada porque no llegas a fin de mes, no es que tú hayas fracasado o no te organizas bien, es el capitalismo que necesita mano de obra barata y desesperada. 
- Si sufriste violencia en tu parto, no tuviste mala suerte: es que hasta ahora no se ha querido formar al personal sanitario para que practique partos y cesáreas respetuosas, y en la mayoría de los hospitales no se aplican los protocolos para proteger a las mujeres y a sus bebés de la violencia obstétrica.
- Si tu hijo sufre bullying y tú te sientes culpable por no poder defenderlo, no eres la única que sufre este problema: la violencia escolar va en aumento y el gobierno no está haciendo nada para proteger a las víctimas y educar al alumnado en la cultura de la no violencia. 
-Si sientes que has tenido muy mala suerte con el machista de tu marido, ten en cuenta que la mayoría son machistas y que son muy pocos los hombres que se están trabajando sus patriarcados y renunciando a sus privilegios para construir relaciones igualitarias. 

La mayor parte de nuestros problemas son políticos, y por eso no necesitamos soluciones individuales, sino colectivas: 

La filosofía del «sálvese quién pueda» del capitalismo salvaje nos está haciendo mucho daño: si tu salario es bajo, emprende o búscate otro trabajo, si no llegas a fin de mes, juega lotería; si no encuentras pareja, opérate las tetas o apuntaté al Tinder, si sufres por amor, búscate un psicólogo; si estás triste o tienes ansiedad, tómate unas pastillas; si te quedas embarazada, búscate la vida; si sufres malos tratos, divorciaté y sal de tu casa; si te acosan en la calle, vístete de otra forma; si tu jefe no te paga, búscate la vida; si el dinero no te alcanza para divorciarte, aguantaté un poquito; si te da miedo salir en tu ciudad, no salgas; si pisotean tus derechos, emigra a otro país; si te condenan por expresarte libremente, te comes tú sola la cárcel; si tienes depresión, intenta ser positiva; si tu hija sufre acoso escolar, cambialá de colegio; si te mata tu ex novio, haber elegido mejor antes de emparejarte.

Sin embargo, estos problemas que crees que son personales, resulta que son sociales y políticos. 

No es que seas una fracasada, es que el sistema en el que vives es un fracaso porque no puede crear empleo para todo el mundo, porque necesita de unos pocos acumulando dinero y poder, y de una gran masa sometida al sistema a través del consumo y las deudas. 

Sí, tenemos que pagar facturas, pero los salarios no dan: estamos en un sistema excluyente en el que millones de personas pasan hambre, huyen de las guerras, sufren la pobreza, la violencia machista, la discriminación por su color de piel, su identidad de género, su edad, orientación sexual, clase social.

Vivimos en un sistema explotador e inhumano, individualista y depredador, así que es normal que no nos vaya bien, o que solo les vaya bien a unos pocos. 

Compartimos los mismos problemas y los mismos miedos. 

Son asuntos sociales: el machismo, los salarios, los derechos laborales, los malos tratos, la doble jornada laboral, los derechos humanos, la violencia, la crianza y la maternidad, la soledad y el individualismo, la precariedad y la pobreza, la salud, el bienestar, las emociones, las relaciones, la tristeza y la alegría, el sexo y el amor romántico, todos son a la vez asuntos personales, y temas políticos.

Dado que la fórmula "sálvese quién pueda" no funciona, habrá que buscar soluciones colectivas a problemas que son colectivos.

 Ya hemos comprobado que solos y solas no podemos, y que o nos salvamos todas, o no nos salvamos ninguna. Vamos a juntarnos para cambiar este sistema tan cruel e injusto en el que vivimos. 

Vayamos juntas haciendo camino.

 #UtopíasParaTodas #LoRománticoEsPolítico #LoPersonalEsPolítico

Coral Herrera Gómez



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29 de abril de 2018

Las novias de La Manada







Las novias de #LaManada. Pienso mucho en las novias de los violadores sevillanos. No puedo dejar de pensar en cómo el amor nos ciega a las mujeres hasta el punto de no poder apreciar el peligro que corremos estando con un violador. Pienso en concreto en ellas porque he leído que creen que sus chicos son buenas personas. Aunque les ponga los cuernos, aunque se junte con amigos para violar y eyacular en el cuerpo de una mujer sin condón, aunque le roben el móvil para que no pueda pedir ayuda, aunque la dejen tirada y desnuda en un portal. Algunas defienden la inocencia de su novio aunque él mismo haya grabado su crimen y haya presumido de ello en su grupo de Whatssap. Imagino que alucinarán con las cientos de miles de personas que salimos a protestar el día de la sentencia, imagino que no entenderán porqué nos duele tanto la absolución de violación.

El entorno de los violadores culpabilizan a la víctima. Aplauden al violador cuando asegura que ella disfrutó mucho más que él. Las novias de La Manada, ¿Se podrán poner en el lugar de la víctima en algún momento?, ¿O creen que por culpa de ella todo el mundo llama violador a su novio, cuando en realidad lo que hicieron es una «fechoría», o una «chiquillada», cosas que hacen los chavales con novia cuando salen a divertirse?. Eso es lo que asegura el abogado y el juez: ella quiso y ahora los denuncia para hundirles la vida.

Las novias de #LaManada son como las heroínas de las novelas románticas, esas mujeres que creen ciegamente en su príncipe azul y defienden a su violador a capa y espada, creyendo que su entrega y fidelidad serán recompensados algún día. Las imagino indignadas pensando que qué injusto es que su chico sea tratado como un delincuente, y con miedo por el próximo juicio que tienen por otra violación grupal en Córdoba, porque aunque los absuelvan por violación algo les caerá por abuso. También imagino sus dudas y sus miedos, y lo que sentirán cuando algunas de sus amigas traten de hacerles ver que su novio además de machista es violento y peligroso, para ellas y para las demás mujeres. Debe de ser bien difícil estar en ese lugar, luchando por dentro y aferrandose al amor que sienten para perdonar las infidelidades, las mentiras, el machismo y para aguantar todo por amor. 

Esta es la trampa del romanticismo patriarcal en la que caen miles de mujeres casadas con puteros y violadores como los de La Manada. Unos violan gratis y otros pagando, unos a solas y otros en grupo, pero sus esposas creen que son buenas personas porque no perciben las mentiras y los cuernos como parte de la violencia machista que sufren. La dependencia emocional nos mantiene atrapadas a muchas en relaciones con machistas asquerosos y así seguirá siendo mientras nos sigan estafando con el mito del Amor romántico. 

Las novias de La Manada no son «ellas», somos nosotras. Somos muchas las mujeres que pasamos años de nuestras vidas drogadas de amor romántico, todas en mayor o menor medida hemos buscado el príncipe azul y soñamos con la salvación. Muchas de nosotras, incluidas las feministas, nos autoengañamos esperando un cambio o un milagro en relaciones en las que no hay amor. Muchas aguantamos y sufrimos por amor, nos empequeñecemos para que nos quieran, nos quedamos en relaciones en las que no nos tratan bien y no nos sentimos felices. Todas nosotras nos hemos puesto sumisas creyendo que así nos van a querer más, hemos dejado de ser nosotras mismas, nos hemos entregado de un modo total y completo al amor. El autoengaño es global: la estafa romántica nos tiene anestesiadas a millones de mujeres en todo el mundo. Así que las novias de los violadores no son ellas, somos nosotras.

Hay que liberar al amor del machismo, hay que salir de las relaciones con tíos machistas, hay que dejar solos a los tíos violentos, hay que visibilizar sus caras, nombres y apellidos para que ninguna vuelva a querer y a cuidar a tipos así.

 #MachismoMata#LoRománticoEsPolítico

1 de abril de 2018

El masoquismo romántico


Todo el masoquismo romántico lo hemos heredado del cristianismo. Nos gusta sufrir por amor porque Dios, el ser que más nos ama, se sacrificó por nosotros y sufrió una agonía terrible en la cruz para salvarnos de nuestros pecados y para demostrarnos cuanto nos quería. La cultura cristiana ensalza y adora esta capacidad para el sacrificio y el sufrimiento de Jesús, y nosotras aprendemos que eso es el amor, y así nos entregamos a él: devotas, de rodillas, sumisas, sufridoras, llenas de angustia y de dolor, como la Virgen María siguiendo a su hijo hacia la muerte. 

Son muchos siglos de sadismo y masoquismo y por eso nos cuesta tanto disociar el amor del sufrimiento: seguimos creyendo que cuanto más sufrimos, más grande va a ser la recompensa que recibiremos. Nos prometen que alcanzaremos el Reino de los cielos, el paraíso romántico con nuestro Salvador, el Príncipe Azul.... y así es como caemos en la trampa de creer que es inevitable pasarlo fatal cuando amamos a alguien, nos pensamos a nosotras mismas como condenadas a sufrir el amor como si fuese una enfermedad, y como si no pudiésemos hacer nada por dejar de sufrir. 

Resulta difícil desmontar la religión del romanticismo patriarcal, pero estamos en ello. Ya no nos resignamos, ya sabemos que no queremos torturas, castigos, culpa, desgarros, agonías: queremos disfrutar de nuestro derecho al placer y a la ternura con un compañero o compañera. Queremos un amor para ser felices, para crecer, para gozar. Queremos sufrir menos, y disfrutar más del amor, y de la vida, que es muy corta y hay que vivirla con alegría 

#DiNoAlMasoquismoRomántico #StopSufrimientos #DerechoAlPlacer#QuererseBien #AmarEnLibertad #AmarConAlegría #Disfrutar#OtrasFormasDeQuererseSonPosibles

13 de febrero de 2018

San Valentín 2018

Veo a muchas chicas hablando del día de San Valentín, no veo a ningún chico hablando de tan sagrada fecha, ¿será que a ellos les importa poco o muy poco, y que a nosotras mucho, o demasiado? Da qué pensar, ¿no, compañeras?, ¿nos lo miramos juntas?



11 de febrero de 2018

Otras formas de organizarnos son posibles



Nuestra sociedad se organiza en jerarquías. En lo más alto de la pirámide están unos pocos multimillonarios, en su mayoría hombres blancos que toman decisiones importantes que afectan a todo el planeta. Y abajo estamos todos los demás. Cada uno ocupamos una posición diferente dentro de esta pirámide social y económica, dependiendo del país en el que hemos nacido, la clase a la que pertenecemos, si somos hombres o mujeres, si somos heteros o no lo somos, la edad que tenemos, la profesión que ejercemos, la religión que seguimos... los de arriba nos oprimen y nosotros oprimimos a los de abajo.

En esto consiste el patriarcado capitalista o el patriarcapitalismo. Para que unos pocos dejen de acumular todo el poder y todos los recursos explotando a los demás, tenemos que acabar con esta jerarquía basada en la dominación masculina y el supremacismo blanco, y buscar otras formas de organizarnos política, social y económicamente de manera que todos podamos disfrutar de la vida y de las riquezas que poseemos en común. 

Nuestras relaciones personales y sociales son conflictivas y a menudo son interesadas. Casi todas las relaciones están basadas en el abuso y la dominación: todos queremos llevar razón, queremos que las cosas se hagan como a nosotros nos conviene, queremos imponer nuestros puntos de vista y nuestras necesidades, queremos ser amados,, respetados y admirados, queremos acumular poder y riquezas, queremos ganar todas las batallas.

Vamos cambiando de papeles según la edad y las circunstancias: somos madres e hijas a la vez, podemos ser alumnas y profesoras, ciudadanas y presidentas, empleadas y jefas. Según el lugar en el que estamos hacemos uso de nuestro poder para manipular a los demás, desde una posición dominante o sumisa.

Los más poderosos nos roban el tiempo y la energía para enriquecerse a cambio de salarios indecentes, nosotros nos compramos ropa hecha por esclavas que apenas cobran unos céntimos al día. Los más débiles son quienes más sufren la violencia: mujeres, niñas, mujeres ancianas, mujeres indígenas o afrodescendientes, mujeres pobres... para acabar con tanto sufrimiento tenemos que cambiar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos.

Tenemos que acabar con esta estructura de explotación: es urgente acabar con la pobreza, la violencia, la esclavitud, la guerra contra las mujeres, la guerra contra la naturaleza y el clima.
Este sistema no funciona, y nuestras relaciones interpersonales son demasiado dolorosas. Perdemos mucho tiempo y energías en amar a quien no nos corresponde, en luchas de poder en las que todos queremos ganar, en relaciones tóxicas que no nos hacen felices. Estas luchas nos agotan y nos tienen en conflicto permanente, por eso es tan importante preguntarnos: ¿cómo podemos aprender a convivir en paz?, ¿cómo podríamos solucionar los problemas que tenemos sin violencia?, ¿cómo dejar de guerrear y empezar a querernos bien?, ¿cómo hacemos para tratarnos con amabilidad?, ¿cómo podríamos construir relaciones más horizontales, más equilibradas, y más bonitas?

Hay que acabar con el patriarcado y el capitalismo: nos dirigimos de cabeza hacia la autodestrucción. Vivimos en un mundo en el que millones de personas sufren los efectos de las hambrunas, las guerras, el exilio, la inmigración, el clasismo, la xenofobia, el machismo, el racismo, el odio contra la gente diversa.

Demasiado dolor y demasiadas injusticias: para soñar con otro mundo tenemos que inventar nuevas formas de trabajar en equipo, tenemos que pensar en el bien común y en la buena vida para todas y todos, tenemos que cambiar sistema de abajo a arriba.

La especie humana sobrevivió gracias a la empatía y la solidaridad. El amor como forma de relación con el mundo y con los demás nos ha permitido cooperar para sacar adelante proyectos, para avanzar, para mejorar las vidas de millones de seres humanos. Tenemos una hermosa capacidad para cuidarnos los unos a los otros, para colaborar y ayudarnos mutuamente. Ahora vivimos en un mundo atroz y deshumanizado en la que hemos abandonado estas redes de cuido, de trabajo en equipo, de solidaridad en grupo. El individualismo nos enferma de soledad: necesitamos volver a recuperar estas redes para poder hacer frente a este sistema injusto, desigual y violento.

Es urgente acabar con la pobreza y dejar de destrozar el planeta, es urgente cambiar el modo de producir y de consumir, es urgente acabar con las guerras y la violencia entre los pueblos, entre los vecinos, entre la familia, en las parejas. Hay que redistribuir las riquezas para que nos alcancen a todos, hay que dejar de alimentar el odio contra los demás, hay que aprender a quererse más y mejor. 

Y lo más importante: hay que seguir trabajando para que todos y todas tengamos garantizados las libertades y los derechos humanos fundamentales.

Otras formas de organizarse y de relacionarse son posibles: necesitamos mucha generosidad, mucha solidaridad, mucha alegría de vivir y mucho amor del bueno para construir un mundo más humano, más pacífico, más justo, más igualitario y diverso en el que quepamos todos y todas.

Coral Herrera Gómez

10 de febrero de 2018

Qué bonito es el amor (cuando es correspondido)


·"MiniCuadro", de David Fernandez Saez


A veces en la vida pasan cosas extraordinarias, como enamorarte de alguien y ser correspondida. Es una de las experiencias más hermosas y alucinantes de estar viva. Querer y que te quieran, estar en el mismo momento, en la misma onda, con la misma energía puesta en el amor, con la misma curiosidad y fascinación por adentrarse en el interior de la otra persona . Tener el mismo ritmo, tener las mismas ganas, la misma ilusión, y parecidas ideas sobre el amor y la pareja. Que nos apetezca a los dos lo mismo, que nos pase a los dos lo mismo, que nos veamos los dos inundados, o las dos, de la borrachera del enamoramiento a la vez.

No es frecuente, pero pasa. Yo lo he vivido algunas veces en mi vida y ha sido maravilloso. Es bien difícil que ocurra, porque todos llegamos al amor con nuestros miedos, resistencias, intereses, deseos, y con nuestro pasado a las espaldas. Es bien difícil que se de la chispa entre dos personas a la vez, y que puedan vivirlo con la misma intensidad ambos. A veces vivimos ese espejismo durante unos días, pero pronto empiezan los peros, los problemas, las definiciones, los miedos, y ya no resulta tan fácil gozar del amor. 

Vivimos en una sociedad patriarcal en la que resulta muy difícil quererse bien: cuando no hay igualdad ni libertad, no es posible construir un relación libre de explotación, una relación sana en la que puedan disfrutar los dos miembros de la pareja. 

Las relaciones igualitarias son una excepción en nuestro sistema amoroso, pero cuando nos trabajamos los patriarcados y nos juntamos con gente que también se los está trabajando y que tiene la capacidad para amar desde el respeto y los cuidados mutuos, es como un milagro.

Y cuando vives la ilusión de haberlo encontrado,  el amor es una fiesta. Para mi ese momento que transcurre entre el primer beso y el ¿"qué somos?" es un espacio de incertidumbre deliciosa, porque es el momento máximo de libertad total, y trato de alargarlo lo más posible cuando los dos estamos disfrutando con tanta intensidad y tanta alegría. No hay ninguna palabra que reduzca o limite el encuentro, no hay ningún límite al placer. El cuerpo nos lleva al otro cuerpo, llamamos sin saber si estamos haciendo bien o no, queremos drogarnos como locas y lo más alucinante es que a la otra persona le pasa lo mismo. No hay límites al amor, sólo muchas ganas de verse y de compartir placeres. No hay obligaciones ni compromiso, sólo el aquí y el ahora: podemos detener el mundo y amarnos como si no hubiera un mañana. 

No sabemos si será una gran historia de amor ni cuánto durará, pero no nos importa porque lo único que queremos es saborear el presente y disfrutar de una oportunidad única de vivir en un estado de locura total durante un tiempito que siempre nos parece corto. 

Porque después de este tiempito de felicidad desbordante y colocón permanente, generalmente viene la realidad y pasan muchas cosas: que nos definimos como amantes clandestinos, novios o novias oficiales, rolletes de primavera, amiguitos. A veces no nos gusta la posición en la que nos han colocado o el modelo que hemos elegido para construir la relación. Suele pasar que baja la intensidad, nos tranquilizamos un poquito, reanudamos nuestras rutinas, nos vamos conociendo mejor y ya no nos gustamos tanto. A veces pasa que uno quiere compromiso formal y el otro no, que uno se está enamorando demasiado y el otro demasiado poco, que no tenemos nada que ver, que no hay compatibilidad, que no hay tiempo para el amor, que no hay ganas de profundizar, que no hay ganas de ir a ninguna parte, que hay demasiados miedos o demasiados obstáculos para disfrutar del amor, o que la otra persona no tiene las cualidades que buscábamos en la pareja ideal. 

Entonces lo realmente extraordinario es cuando no hay ningún "pero". Cuando a ninguno de los dos se nos pasa. Cuando no hay problemas y sigue sin haberlos. Cuando no ha habido ninguna señal que nos haga ver que estamos aterrizando en la realidad, que el cuento se terminó, que ya no hay más droga gratis. Cuando podemos seguir la fiesta del enamoramiento sin muros, sin obstáculos, sin peros, sin que nadie ni nada nos lo impida. Cuando la cosa en vez de disminuir se hace más grande, cuando ambos permanecemos desnudos y con el corazón abierto, cuando nuestra vida sigue inundada de risas, de sonrisas, de caricias, de juegos, de conversaciones profundas, de abrazos, de sesiones increíbles de sexo... cuando todo esto nos pasa, no queda otra que disfrutar intensamente, zambullirse en la historia, sentir el placer de poder amar sin prohibiciones, sin obstáculos, sin tener que dismular o reprimirse. Sentir el placer de ser amada. Sentir una intensa alegría de vivir sin miedo a que se acabe. 

No todo el mundo lo logra: no es fácil disfrutar del amor. Y no todo el mundo sabe qué hacer cuando se presenta la felicidad así como así, sin avisar. Pienso, por ejemplo, en esas parejas que se quieren mucho y para no aburrirse, se inventan problemas, se pelean, batallan y se reconcilian. Creen que el amor es una guerra y que cuanto más dolor sientan, más pasión desbordan.

Disfrutar del amor es un arte y requiere de mucho entrenamiento para poder vivirlo sin boicotear la relación y sin boicotearse a sí misma. 

Lo que ya tenemos claro es que necesitamos herramientas para poder disfrutar del presente, para nutrir la llama del amor, para construirlo día a día, para cuidarnos y querernos bien, para desaprender y aprender, para compartir la alegría y el amor el tiempo que dure. El tiempo que nos dure. 


24 de enero de 2018

Entrevista a Coral Herrera Gómez en Diario Público




Entrevista a Coral en Público por Beatriz Asuar Gallego:

Los mitos del amor y la realidad de las relaciones sociales: una distancia tan grande que parece existir en mundos paralelos. Este es uno de los motivos que impulsó a la antropóloga Coral Herrera a comenzar a investigar sobre el amor romántico: "Desde pequeña me contaban cuentos que luego no veía en la realidad. Lo que veía en mi vida eran peleas, divorcios, gente sufriendo, errores… y los mitos me presentaban el amor como algo maravilloso y que dura para siempre".

Buscando cómo llevar la teoría a la práctica y, sobre todo, conseguir "sufrir menos y disfrutar más del amor", comenzó a estudiar el amor desde una perspectiva feminista. Así, se lanzó a un mundo todavía desconocido e hizo la primera tesis sobre amor romántico. "El amor tiene que ser algo bonito y placentero, un motor que nos lleve a querernos y tratarnos bien y hacer un mundo mejor. Por eso, cuando termine la tesis doctoral la convertí en tres libros, abrí un blog y comencé a hacer talleres para que pudiera llegar a más gente". Y en este camino sigue, haciendo de su investigación y del amor un tema colectivo que abandone el ámbito individual y privado para que pase a entenderse como un fenómeno social.

Beatriz Asuar: ¿Cómo se construye nuestra forma de amar? 

Coral Herrera: Nuestra forma de construir el amor romántico tiene que ver con la forma en la que nos organizamos social, económica y políticamente. Lo romántico es político, y por ello, se construye a través de la ideología de ese momento. En la actualidad a través del capitalismo y del patriarcado. Así entendemos que se ame de forma diferente en distintos tiempos y en distintas culturas.

Por la ideología patriarcal construimos nuestra forma de amar en base a unos mitos que perpetúan el machismo en las relaciones. Y la capitalista se mantiene, principalmente, a través de la idea de la concepción de la propiedad privada: cuando amas a alguien, ese alguien te pertenece, eso de 'yo soy tuya y tu eres mio'.

Y la manera que tenemos de reproducir estas ideas es a través de la cultura: canciones, películas, chistes, series de televisión… Reproducimos así los mitos románticos del amor romántico.

B. A.¿Qué mitos del amor romántico?

C. H. Yo siempre hablo de tres frases principales: quien bien te quiere te hará llorar, los que más se pelean son los que más se desean y del amor al odio hay un paso. Tres ideas que están muy arraigadas en nuestro imaginario colectivo. De manera que si tú le gustas a un niño en el colegio es normal que el chico te haga rabiar, te moleste, te violente… porque todos los adultos se ríen y le parece muy normal que si tu le gustas a un niño, el niño te machaque y te acose. Hacemos creer eso a los niños, en vez de decirles, 'si te gusta fulanita, la tienes que tratar bien, dale unos besitos, si le gusta bien, y si no te aguantas'. Así se naturaliza la violencia, y ese es el principal problema, que lo tenemos tan normalizado que no nos parece violencia.

O que si no le haces caso, ella irá a ti…

Exacto. Y eso es maltrato. Los chicos así aprenden desde pequeños que cuanto más maltrates a una mujer, más la vas a tener en tu poder. Es un ejemplo de como nos enseñan desde pequeños a tratarnos mal y hacer sufrir a quien nos gusta.

¿Cómo sustenta el amor romántico la violencia machista?

El amor romántico tal y como lo concebimos es muy violento. Está basado en una forma de relación sadomasoquista. La cultura cristiana nos ha transmitido el placer del sufrimiento, que consisten en creer que para conseguir el amor verdadero hay que sufrir mucho, hay que aguantar mucho y hay que pasarlo muy mal. Este mensaje se transmite principalmente a las mujeres, que somos las que tenemos que aguantarnos, sacrificarnos y renunciar a todo.

"El amor romántico tal y como lo concebimos es muy violento"

Por otro lado, todas nuestras relaciones están basadas en jerarquías. En estas jerarquías, a veces mandas, y a veces obedeces. Y todo el amor romántico está construido en este binomio de sumisión - dominación, es decir, uno domina y otro se somete. No nos enseñan a relacionarnos horizontalmente, de tú a tú, de igual a igual. Y como vivimos en una sociedad tan machista, nuestra forma de querernos es machista y por eso siempre la sumisión es de la mujer ante el hombre. Y encima, como está acostumbrada al sufrimiento, no nos importa y nos creemos que así es el amor.

Con los jóvenes esto pasa aún más. A las adolescentes les parece normal que su novio le diga cómo tienen que vestir. O cómo tiene que ser el largo de la falda o el ancho del escote. Y este es el problema, que se ha normalizado y se ha teñido de amor lo que es control y dominación.

¿En estos procesos tan machacantes cómo acaba nuestra autoestima?

Nunca nos enseñan a querernos bien a nosotras mismas. Primero, porque desde pequeñas vemos a las mujeres más cercanas, mujeres que no les gusta sus físicos y que están siempre intentando perder kilos, con dietas, gimnasios, operaciones… Eso nos da la idea de que nuestros cuerpos son imperfectos y que tenemos que machacarlos para que sean como la sociedad quiera.

A nivel de personalidad, como las niñas tenemos que ser mucho mejor que los niños para ser iguales, nos lleva a un nivel de autoexigencia brutal que hace que tengamos que ser buenas en todo, y esto es imposible. Hay un mito de la superwoman que nos dice que tenemos que llegar a todo y esto nos hace sufrir mucho y sentir constantemente que tenemos que mejorar.

B. A. "Hay un mito de la 'superwoman' que nos dice que tenemos que llegar a todo y esto nos hace sufrir mucho"

C. H: La autoestima es fundamental para nosotras y para relacionarnos. Si yo estoy bien conmigo misma voy a tener una relación mucho más bonita. Porque si no me quiero bien voy a estar pensando que no me merezco el amor de la otra persona y que mi valía personal depende de si me quieren o no me quieren... Pero todos somos iguales de estupendos si tenemos novio o no. Antes, durante y después. Y no lo dejas de ser porque te dejen de querer. Esto nos cuesta mucho a las mujeres porque tenemos una necesidad enorme de reconocimiento externo, una dependencia enorme de cómo nos quieren los demás y de cómo nos ven los demás, y si nos aprecian los demás o no.

Esto tiene que ser un tema fundamental en las escuelas. Primero, que nos enseñen a querernos bien a nosotras mismas, y luego que nos enseñen a querer y tratar bien a los demás y gestionar nuestras emociones. Que nos enseñen a gestionar la pena, la alegría, la ira. la frustración... ¿De qué nos sirve aprendernos la lista de reyes visigodos? Absolutamente de nada. Lo que necesitamos es aprender a relacionarnos y aprender a que nuestras relaciones sean menos conflictivas y dolorosas. Aprender a resolver conflictos sin violencia.

Seguir leyendo en Público.es:

http://www.publico.es/sociedad/amor-romantico-coral-herrera-disfrazado-amor-control-dominacion.html

23 de enero de 2018

¿Cómo usas tu poder?




¿Cómo usas tu poder?, ¿cómo consigues lo que quieres/deseas/necesitas de los demás?, ¿cómo te sientes cuando no lo logras?, ¿cuales son tus estrategias para persuadir a tu gente conocida, ¿y a la desconocida?, ¿te impones siempre, cedes mucho, o sientes que hay un equilibrio entre tus intereses y los de los demás?, ¿ejerces el poder desde la dominación o la sumisión?, ¿quién te domina/explota/oprime y a quienes oprimes y explotas tú?, ¿cómo usas tu poder en tus relaciones de pareja?, ¿cómo te lo trabajas?

Este es el tema del mes en el Laboratorio del Amor: estamos reflexionando sobre cómo usamos nuestro poder, cómo lo regalamos, cómo lo ocultamos, cómo lo ejercemos sobre los demás, cómo nos posicionamos en la jerarquía del patriarcado y el capitalismo, y cómo podríamos transformar el concepto de poder para transformar el mundo que habitamos.

Nuestra forma de organizarnos es piramidal: arriba unos pocos, abajo las grandes mayorías. Todos ocupamos una posición determinada en una jerarquía en las que tenemos gente arriba y abajo. En la cúspide de la pirámide están los pocos hombres blancos y occidentales que acumulan el 80% de la riqueza en el mundo, y en el escalón más bajo está la anciana lesbiana negra o indígena, pobre y del mundo rural, discapacitada o enferma. Arriba los más privilegiados, abajo los nadie. Abajo del todo, la masa de mujeres pobres que viven por debajo de los hombres más pobres del planeta.

En cualquiera de las posiciones en las que estamos ejercemos nuestro poder para evitar que abusen de nosotros, pero también para abusar de los demás. Cada uno de nosotros tiene sus intereses, sus necesidades, sus apetencias, sus proyectos, su visión de mundo, y casi siempre chocan entre sí. Las relaciones humanas son tan conflictivas porque funcionan bajo la estructura de la dominación y la sumisión: desde ambas posiciones ejercemos nuestro poder, y a menudo esto significa entrar en batalla y que una de las dos personas gane sobre la otra.

Desde que nacemos vivimos inmersos en luchas de poder. Ya desde bebés tenemos que utilizar estrategias para pedir amor, alimento, calor, que nos cambien el pañal, que nos quiten el miedo, que nos presten atención. Algunos humanos adultos desprecian esta capacidad para manipular que tienen los bebés, porque sienten que son pequeños tiranos que tienen que sufrir y pasarlo mal para aprender a sobrevivir. Por eso se insiste tanto en que los niños tienen que ser disciplinados y mutilados para que crezcan y no sean malcriados (niños que reciben "demasiado" amor), que no se rebelen cuando reciben órdenes, que se conformen con lo que hay, que no se acostumbren a los brazos, al amor y a las caricias, que se callen y no hagan ruido, que no lloren, que no den la lata. Por eso los niños que no lloran y no piden cosas son "buenos", y los niños que se comunican y se expresan para conseguir lo que necesitan, se les llama "malos". Un bebé es malo si llora porque su objetivo es joderte. Hay gente a la que ni se les pasa por la cabeza que lo hacen para comunicar que se sienten mal o necesitan algo. Por eso hay mucha gente que no les atiende ni les consuela: "es que le viene bien para ensanchar pulmones", que en realidad quiere decir: "que se joda y se acostumbre que la vida es dura".

También los animales están sometidos a la crueldad de los seres humanos adultos: ellos son los más débiles, los que soportan patadas, malos tratos, hambre y sed, dolor, soledad obligada. Destrozamos su hábitat natural para construir hidroeléctricas o minas, para extraer petróleo, para obtener materia prima de los bosques y las selvas. Los secuestramos, los domesticamos, los exhibimos, los compramos, los vendemos, los regalamos, los explotamos para que trabajen para nosotros, los ponemos a pelear a muerte para divertirnos, los explotamos reproductivamente para ganar dinero con sus bebés, los abandonamos en cualquier sitio cuando nos aburrimos, o los mandamos a dormir cuando molestan mucho, y no nos sentimos culpables porque los animales son "cosas", propiedades con las que puedes hacer lo que quieras porque su vida no vale nada.

A los humanos nos encanta ejercer el poder, tener la razón, resolver los conflictos a favor nuestra siempre, ganar todas las batallas, demostrar quién manda. Nos encanta que nos admiren, nos teman, o nos obedezcan. Nos encanta que nos idolatren, que los demás se relacionen de rodillas con nosotros, que todo gire en torno a nosotros. No nos importa acumular riqueza mientras la mitad del planeta pasa hambre, sólo pensamos en nuestro interés, y no somos capaces de pensar en el bien común. Por eso hacemos la guerra y masacramos poblaciones enteras con bombas, por eso nos hacemos la guerra dentro de las familias y las comunidades, y por eso también nos hacemos la guerra a nosotros mismos.

Estas luchas de poder nos quitan la mayor parte del tiempo y las energías que tenemos. Hacemos la guerra entre madres e hijas, padres e hijas, hermanos, compañeros del cole y del trabajo, y por supuesto, con la pareja. También batallamos contra el vecino que pone la música muy alta un sábado a las 7 de la mañana, contra el policía que quiere multarte, contra el teleoperador de la empresa de telefonía de la cual quieres darte de baja, contra el banco que nos ha cobrado de más, contra el casero que no te arregla una gotera.

Batallas contra tu abuela porque no le da la gana tomarse la pastilla de la tensión, contra tu hija porque no ha hecho los deberes, contra tu madre porque le ha dado chocolate a tu hijo y estaba castigado, contra tu jefa porque llevas un año pidiéndole un aumento de sueldo, contra tu hermana porque insiste en meter a la abuela a una residencia, contra tu compañero de trabajo que te tiene envidia y está siempre criticándote, contra tu marido porque se pasa toda la tarde en el gimnasio, contra tu ex porque quiere llevarse a la niña en Nochebuena, contra tu suegra porque les pone la televisión a los niños miles de horas.

En algunos casos ganamos nosotras las luchas de poder, en otros casos ganan los demás. Unos utilizan el juego sucio, otros batallan con las mínimas dosis de ética, empatía, generosidad y solidaridad que se requiere para que una relación funcione. No nos es fácil conseguirlo porque desde la infancia nos enseñan a relacionarnos en la competición constante entre nosotros para ver quién saca mejores notas, quién es más listo, quién corre más, quién mete más goles, quién es más guapo/a, quién es más valiente, quién es más sexy, quién es más poderoso. Es fácil verlo en los colegios: las posiciones más altas de cualquier grupo siempre están ocupadas por dos o tres personas, da igual que tengan 9 años: a esas edades ya tienen muy claras las jerarquías.

Lo mismo sucede cuando estamos en pareja. Desde el momento en que definimos el modelo de relación que queremos tener y pactamos normas de convivencia, ya estamos interaccionando, construyendo un vínculo, negociando para que ambos miembros estén contentos con los pactos alcanzados. Todo va bien cuando ambos coincidimos en el tipo de relación que queremos (pareja de amor total y oficial, amigos con derecho a roce, amantes clandestinos, etc), pero si uno quiere una cosa y la otra persona quiere otra, empiezan los problemas.

A los humanos enamorados nos cuesta pensar con claridad, no sólo porque estamos con la borrachera del enamoramiento que nos coloca a todos en las nubes, sino porque hemos interiorizado muchos de los mitos que nos hacen creer que el amor es perfecto, eterno, y maravilloso. A veces nos pasa que preferimos creer que en algún momento el milagro del amor romántico nos pondrá a los dos en el mismo nivel, nos amaremos con la misma intensidad y al mismo ritmo, nos acoplaremos a la perfección, tendremos los mismos intereses y necesidades, trabajaremos en equipo para ser felices.

Lo más práctico sería ser realista y ponerse a pensar: si la otra persona no se enamora de tí, si no quiere el mismo tipo de relación, si te pone barreras porque no sabe disfrutar del amor, si le da pereza, si es un mutilado emocional, si no le apetece comprometerse, si no siente la borrachera del enamoramiento...lo mejor es dejarlo. Pero lo que hacemos es quedarnos y empeñarnos en que funcione la cosa y llegue a donde nosotras/os queremos que llegue.Y ahí ejercemos nuestro poder sobre el otro, cuando exigimos o mendigamos amor.

Las mujeres hemos sido educadas para someter al amado con nuestras artes de seducción y con victimismo. Los hombres han sido educados para someter a la amada utilizando sus encantos y su poder patriarcal, su capacidad para dominar e imponerse, su fuerza física y su violencia.

Así las cosas es bien complicado relacionarse desde el compañerismo: todas nuestras relaciones están basadas en la estructura hegeliana del amo y el esclavo. Unos mandan, otros obedecen. Pero siempre estamos en movimiento y haciendo las dos cosas: mandamos y obedecemos, damos y recibimos,  vamos alternando según el contexto en el que batallamos.

En las relaciones igualitarias también hay luchas de poder. Hay gente que las saca a la luz, que habla de ellas, que bromea con ellas, que se las trabaja. Pero la mayor parte de la gente no logra hablar de sus batallas y reflexionar sobre ellas. Simplemente se enfocan en lograr lo que necesitan utilizando los medios que hagan falta para lograr los fines.

Y en esto se basa un poco la dinámica de nuestra sociedad: en andar batallando unos contra otros en lugar de cooperar y colaborar para que a todos nos vaya bien. Mientras sigamos dentro de las estructuras de la jerarquía patriarcal y capitalista, seguiremos unos arriba y otros abajo, alternando posiciones según el momento del día: en el lapso de 24 horas podemos ser empleados sometidos, y reyes de nuestro hogar, podemos ocupar posiciones directivas en un sindicato, y podemos estar sometidos al poder de un padre tiránico. Así es el poder, nos contaba Foucault: un mecanismo de ida y vuelta en el que nos movemos y cambiamos de posición constantemente.

Otras formas de ejercer el poder son posibles. Es cierto que unos usan su poder de forma autoritaria, absolutista, y fascista, pero también es verdad que muchos otros usan su poder para la lucha por un mundo mejor. Unos usan su poder para acumular más poder, más recursos, más mujeres, más dinero. Otros usan su poder para ayudar a los demás. No todas las estrategias valen: no las que se utilizan para engañar, coaccionar, manipular a los demás. No las que hacen daño, ni las que se hacen con afán vengativo o destructivo. Vivimos en un mundo violento porque la mayor parte de nosotros sólo sabe ejercer su poder utilizando la violencia física, emocional, sexual, psicológica, económica.

Nos cuesta mucho verlo porque todos nos creemos que somos buenas personas, que llevamos la razón, que nos merecemos lo que obtenemos en nuestras luchas de poder. Y no solemos pararnos a pensar si realmente estamos siendo buenas personas, o si estamos haciendo daño a los demás. Y esta es la clave para pensar la ética del poder: ¿cómo podríamos ejercer el poder sin violencia?


¿Cuales son tus estrategias? 

Algunas de las estrategias que utilizamos para conseguir de los demás lo que necesitamos/deseamos/queremos son:

- Coacción: obligar a la otra persona o chantajearla. Por ejemplo, presionar e intimidar a alguien para que deje de hablar con su ex, para que te preste dinero, para que te conceda una cita, para quedarte con más dinero de la herencia, para que recoja su habitación, para que tenga sexo contigo, para que se enemiste con su familia, para que te diga en todo momento donde está y qué está haciendo.

- Manipulación perversa: engañar, mentir, machacar la autoestima, confundir a la otra persona para que cambie de opinión, para que haga lo que quieres, para controlarla, para someterla, para manejarla según te convenga. Por ejemplo: amigas que quieren enemistarte con otra amiga y utilizan mentiras para hacerte creer que ella no te quiere y habla mal de ti. Contar una historia con partes inventadas para que los demás se compadezcan de ti y culpabilicen a la otra persona.

- Victimismo: chantajear emocionalmente, amenazar, arrojar toneladas de reproches y acusaciones, montar tragedias y dramas para hacer sentir culpable, o hacer sentir mala persona a la que no hace lo que tú quiere o no te da lo que tú necesitas. Es un arte de dominación que se ejerce desde la sumisión: el victimista quiere dar pena y se exime de toda responsabilidad sobre sus actos y sus sentimientos para que tú te sientas responsable de su bienestar, de su salud, y de su felicidad. En los casos más extremos los victimistas se auto-lesionan y amenazan repetidas veces con "suicidarse". Son violentos y egoístas, pero con sus llantos y sus dramas se colocan en la posición del ser débil que necesita protección, mimos, cuidados, recursos, y lo que haga falta. Lloran, reprochan, patalean, hacen berrinche para que tú no les lleves la contraria, para que les quieras como ellos quieren, para que estés siempre atenta a sus necesidades y apetencias.

- Inacción: no hacer nada para ganar una batalla en la que se te pide que hagas algo, que cambies algo, que des algo. Por ejemplo: que te pidan un favor y tú digas que sí sabiendo que no vas a hacerlo. O hacer esperar a alguien a ver si se harta o se le olvida, o renuncia a sus propósitos. O no contestar cuando se dirigen a ti haciendo como que no te das por aludido.

- Seducción: utilizar tus encantos para despertar su deseo. Pedir las cosas con una sonrisa, con amabilidad, con buenas vibras, con alegría. Hacer reír a la otra persona, hacerle sentir especial. Por ejemplo: que se enamore de ti, que te de su juguete que tanto gusta, que te haga mimos, que te de de comer, que te hagan regalos, que te dejen salir de fiesta con tus amigas en la adolescencia, que te suban el sueldo, que te concedan una cita, que te den una beca para poder estudiar, que te den ese puesto de trabajo, que te firmen ese papel, que te perdonen una infracción.

- Negociación: utilizar la asertividad para comunicar lo que queremos o lo que necesitamos. Hablamos desde nosotras mismas, de cómo nos sentimos, de cómo vemos la situación, sin utilizar el juego sucio: ni chantajes, ni mentiras, ni amenazas, ni tratar de meter miedo, ni tratar de dominar al otro con estrategias ocultas. Se trata de parar la batalla para sentarse a hablar evitando el victimismo, las coacciones, la violencia, o la manipulación. Es una conversación que se realiza en horizontal, de tú a tú, con el corazón abierto, y en estado de escucha activa y afectiva. Cuando logramos hablar así, escuchando amorosamente, hablando con sinceridad y cuidando a la otra persona sin dejar de cuidarnos a nosotras mismas, entonces es posible pactar, ceder en algunas cosas, que la otra persona ceda en otras, que nadie salga perjudicado, y que ambas personas se queden lo más contentas posibles con los acuerdos alcanzados.


¿Cómo trabajar mi poder?

Yo me trabajo mi poder desde hace años, cuando empecé a leer sobre feminismo. He utilizado todas las estrategias explicadas anteriormente, y por eso me trabajo la asertividad, la empatía, la solidaridad con la gente con la que batallo, tanto con las personas que quiero como con las desconocidas. Mi objetivo es aprender a comunicarme mejor, a decir lo que siento, a ejercer mi poder desde una posición amorosa. Quiero llevar la teoría feminista a la práctica, a mi día a día, y así poder aprender a relacionarme en igualdad, desde el respeto y la empatía. Quiero transformar la manera en la que construyo y vivo mis relaciones con los demás, y aportar en la transformación política, económica, social, sexual y emocional del mundo en el que vivimos.

Lo personal es político y lo romántico es político: hay que trabajarse mucho el poder, individual y colectivamente. Si queremos acabar con las jerarquías que nos sitúan a unos encima de otros y que generan tanta desigualdad, discriminación, explotación, y violencia, tenemos que cambiar el concepto de poder, y utilizarlo para el bien común. Para acabar con el odio hacia el otro, para dejar de construir enemigos, para parar las guerras tenemos que repensar la forma en la que nos relacionamos sexual, afectiva, sentimentalmente. Transformar el modo de organizarnos política, social y económicamente, para que unos pocos no se queden con todo. Pensar entre todos qué tipo de familias y comunidades afectivas queremos, qué tipo de parejas queremos construir, cómo podríamos vivir mejor todos, cómo podríamos distribuir los recursos equitativamente.

Yo me lo trabajo con esta sencilla pregunta: ¿cómo podría yo hacer para que mi poder no perjudique, no someta, no abuse, no apague la luz de las personas con las que me relaciono?

Lo primero es analizarse a una misma para entender cuales son los privilegios que tenemos, cómo los usamos, cómo nos aplastan los privilegios de los que están arriba, cómo aplastamos nosotras a los que están abajo. Es un trabajo que requiere mucha honestidad, y mucha autocrítica amorosa. Se trata de ver cómo dominamos y cómo nos sometemos, cómo luchamos por conseguir nuestros objetivos y nuestras metas, y ver si estoy haciendo daño a los demás, o si me estoy haciendo daño a mí misma.

Se trata de ser honesta: ¿me estoy resignando, me estoy imponiendo, me estoy sintiendo humillada, me siento poderosa, me estoy dejando explotar, me estoy dejando tratar mal, estoy yo tratando mal a la otra persona?

Y sobre todo, pensar constantemente en qué ocurre cuando ganamos una lucha de poder, cómo afecta a los demás que yo consiga lo que necesito o lo que quiero. Si podría yo contribuir a que nos vaya bien a todos, no sólo a mí.


Otras cuantas preguntas para trabajarnos el tema del poder y el amor:

¿Cómo puedo trabajarme el Ego para dejar de necesitar la admiración de los demás, para abandonar esa obsesión por ser importante, por ser especial, por ser necesaria?, ¿cómo puedo valorarme a mi misma sin necesitar constantemente el reconocimiento de los demás?, ¿por qué creo que me da valor tener pareja?, ¿por qué mi Ego y mi autoestima se hunden si no tengo pareja?

¿Cómo construir relaciones más bonitas, más sanas, más equilibradas, más honestas?. ¿Cómo amar y querer de forma desinteresada, con toda la generosidad del mundo?, ¿cómo cuidar a la otra persona y cuidarme yo durante las luchas de poder?, ¿cómo elimino la necesidad de control y dominio sobre la persona que amo?, ¿desde qué posición pacto los términos de mis relaciones sexoafectivas, me pongo sumisa o dominante, me pongo victimista o agresiva?, ¿cómo negocio esos pactos sin que nadie tenga que ceder en todo?, ¿cómo alcanzar autonomía para relacionarme desde la libertad, y no desde la necesidad?

¿Soy honesto/a con mi pareja?, ¿y conmigo misma?, ¿cómo me relaciono con la culpabilidad: la que se crea en mi y la que creo en los demás? ¿Soy capaz de aceptar al otro tal y como es, o mi secreto deseo es cambiarlo para que sea como quiero?, ¿cuáles son mis límites y los de la otra persona?, ¿son compatibles nuestras particulares apetencias y gustos sobre el sexo y el amor?,

¿Cómo relacionarme en un plano horizontal con mis parejas?, ¿cómo amar y defender mi poder?, ¿cómo me relaciono con el poder del otro o la otra?, ¿cómo hago para seguir siendo yo aunque me enamore locamente?, ¿cómo hago para no ponerme en un altar o no ponerme de rodillas a la hora de relacionarme con mi pareja?, ¿cómo hago para no machacar la autoestima de la otra persona?, ¿cómo amo y defiendo mi libertad, y la de mi pareja?,

¿Qué pasa si dejo de ganar siempre en todos los sitios y con todo el mundo?, ¿qué ocurre si me harto de someterme a los demás para que me usen como alfombra?,

¿Cómo me siento cuando no me aman como quiero/como sueño/como necesito?, ¿cómo me siento cuando la otra persona me ama ciega e incondicionalmente, y yo no siento lo mismo?, ¿me siento responsable del bienestar y la felicidad de tu pareja?, ¿hago responsable al otro de mi bienestar y mi felicidad, o soy yo la que asumo mi cuido personal?,

La pregunta más importante para mí es la que se centra en el placer, en el disfrute, en la alegría de vivir: ¿cómo utilizar mi poder para que me haga la vida más bonita a mí y a la gente a mi alrededor?


Coral Herrera Gómez



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22 de enero de 2018

Cómo ligan los donjuanes del siglo XXI, y por qué les cuesta tanto disfrutar del sexo y del amor





A muchas de las mujeres de hoy en día nos pasa que no nos resulta fácil encontrar un compañero sexual dispuesto a disfrutar sin miedos del sexo y del amor. Hablamos lenguajes diferentes, entendemos el amor de manera diferente, tenemos objetivos diferentes. Ellos quieren sexo y poder, nosotras queremos amor. Ellos aman su libertad, nosotras les amamos a ellos.Y en estas condiciones, resulta muy difícil encontrarnos, desnudarnos y compartir placeres sin más objetivo que intimar y disfrutar del sexo y del amor. 

El patriarcado educa a los hombres para que aprendan a diferenciar el sexo del amor. Por eso les cuesta tanto cuidar amorosamente a su compañera de juegos durante el encuentro sexual. No importa si es una compañera sexual de una o de cien noches: no logran disfrutar plenamente porque están programados para dominar, para conquistar mujeres y para defenderse del amor.

Los hombres patriarcales creen que hay dos tipos de mujeres: las buenas, de las que te puedes enamorar y con las que te puedes casar, y las malas, con las que follas pero no te comprometes emocionalmente. A unas las tratas como a princesas, a las otras como piezas de caza, o como objetos de usar y tirar. Bajo esta lógica de desprecio hacia las mujeres, la sexualidad femenina se piensa en función del deseo masculino: los cuerpos de las mujeres están para ser contemplados y penetrados por los hombres. Las mujeres se dejan o no se dejan, y en torno a estas resistencias los hombres han de emplear todas sus armas disponibles para conquistarlas.
  
Los hombres dedican mucho tiempo de sus vidas y muchas energías a demostrar su virilidad y a competir con los demás para ver quien la tiene más larga y quién conquista más mujeres. Las mujeres en el patriarcado servimos para que ellos exhiban su potencia sexual y su fertilidad: un hombre es más macho cuantas más mujeres conquiste, enamore y embarace.

Para los machos patriarcales nosotras no somos compañeras: los únicos iguales a los hombres son los hombres. Nosotras somos el enemigo y la mejor arma que tienen para dominarnos es el amor, a través del cual nos sometemos voluntariamente y nos entregamos apasionadamente. No hace falta que nos obliguen a arrodillarnos: sólo tienen que enamorarnos sin enamorarse.

En la guerra entre hombres y mujeres, el que se enamora pierde, por eso es tan importante para ellos poder gozar del sexo libres de ataduras emocionales. Una de las mejores formas para evitarlo es situar a las mujeres debajo de ellos, considerarlas inferiores, seducirlas con engaños, y utilizarlas para sus fines.

Los hombres patriarcales han sido educados para ganar todas las batallas y para ejercer su poder sobre los demás, por eso a tantos les cuesta aceptar un “no” por respuesta. Para ellos el sexo no es un intercambio de placeres entre dos personas libres, sino una demostración de poder y de virilidad.

El modelo que tienen la mayor parte de los hombres patriarcales para interaccionar sexualmente con las mujeres es el mito de Don Juan, el hombre seductor que las engaña a todas y les destroza el corazón, que se burla de sus guardianes y presume de su poder delante de los demás machos.

Los don juanes de hoy en día siguen siendo igual a los de antes: mentirosos, aduladores, inmaduros, miedosos, machistas, con complejos de inferioridad y de superioridad, estafadores emocionales que se aprovechan de la necesidad de amor en la que nos han educado a las mujeres.

Las reglas del cortejo patriarcal siguen siendo las mismas que hace siglos: para conseguir tener sexo con mujeres, los hombres tienen que ofrecer amor. Para seducirlas, endulzan sus oídos con palabras hermosas, y simulan una pasión desenfrenada y cegadora. El objetivo es que ellas lleguen a sentirse el centro de la existencia del pretendiente, que se crean las únicas, que se sientan importantes: por eso se dirigen directamente a su Ego. Utilizan la misma estrategia para derretirlas a todas: exaltan su belleza, les hacen sentir especiales, y les hablan de futuro.

A la mayor parte de las mujeres que se fascinan con un Don Juan les encanta escuchar los halagos y falsas promesas, es como una droga que les entra por los oídos y que aumenta su autoestima y su Ego. Las mujeres sin el amor de un hombre no son nada, por eso esta necesidad de ser amada para sentirse importantes. Como además tienen menos dinero y poder que los hombres, les gusta que el pretendiente haga exhibición de sus recursos y sea generoso con regalos y detalles durante el cortejo (joyas, flores, bombones, teléfonos, tablets, recargas prepago o sesiones en el salón de belleza). Cuanto más generosos son ellos, más valiosas se sienten ellas y más locamente se lanzan al amor: sin paracaídas, ansiosas de vivir un romance como los de las novelas o las películas, abiertas a escuchar todas las mentiras del mundo para aumentar un poco su machacada autoestima.

Don Juan lleva repitiendo lo mismo unos cuantos siglos: “Nunca había conocido a nadie como tú”, “Tú no eres como las demás”, “Qué ojos/sonrisa/boca/manos/cuerpo tan hermoso(s)”, “Eres una mujer maravillosa/guapa/especial/única”, “Nunca había sentido esto tan fuerte que estoy sintiendo por ti”, “Eres mi princesa y quiero que vivas a mi lado como una reina”, “Por ti soy capaz de cualquier cosa”, “Yo te traigo la luna y todo lo que tú me pidas”, “Yo quiero casarme contigo y formar una familia”, “Cada día veo más claro que eres la madre de mis hijos”, “Agradezco a la vida haberte conocido y poder ver cada día esa sonrisa maravillosa”, “Quiero que te conozca mi madre para que bendiga nuestra unión”, “Eres la rosa más hermosa de la creación”, “a ti si que voy a amarte para siempre”, y otras cursiladas parecidas que hacen las delicias de las mujeres educadas en la tradición patriarcal.

Lo que mejor  les funciona es la palabra mágica “para siempre”, o “para toda la eternidad”. Ellos creen que no hay nada más excitante para el oído de las mujeres que los tiempos conjugados en futuro inmediato o futuro lejano, saben que ellas necesitan certezas, seguridades, compromisos firmes, así que fingen que ellas tienen el poder (se arrodillan para declarar su amor) y para que crean que están dispuestos a llegar hasta el final (campanas de boda).

Esta forma de cortejo basada en la adulación se puso de moda en la Edad Media, cuando los caballeros que querían entrar en la corte seducían a las damas de la nobleza para enamorarlas y poder ascender socialmente a través del matrimonio. Inventaban canciones y poemas que recitaban arrodillados frente a la ventana del torreón, y competían entre sí para ver quién era más cursi y convincente.

Luego vino el Don Juan, el coleccionista de almas inocentes y virgos rotos que una vez logrado el objetivo (meterla y correrse) huye como si le persiguiera el diablo. Don Juan es ese macho ibérico promiscuo y mentiroso que va destrozando corazones y desvirgando doncellas por el mundo para sentirse  poderoso y para reafirmar una y otra vez su frágil masculinidad y su dudosa heterosexualidad.

A Don Juan no le importa el daño que causa en sus amantes y en los hijos que va sembrando por la vida: lo que le pone cachondo de verdad es la admiración y la envidia que causa en otros hombres. A Don Juan lo que le excita es ganar la competición de caza y alardear de sus conquistas delante de los demás machos, mucho más que el propio encuentro sexual con las mujeres a las que conquista.

Esto lo explicaba muy bien en su tesis el doctor español Don Gregorio Marañón, que habla sobre la posibilidad de que Don Juan fuese homosexual reprimido, o tuviese algún tipo de disfunción sexual que le hacía utilizar a las mujeres para ocultar lo que tuviera que ocultar. Al muchacho le preocupaba más la cantidad que la calidad, por eso tantos machos de hoy en día siguen presumiendo del número de sus conquistas sexuales, no de la calidad de sus encuentros sexuales.

Cuanto más inseguro y miedoso es un hombre, más amor y admiración necesita, y más víctimas dejará en el camino: los hombres con problemas de erección, micropenes, mutilación emocional o complejos e inseguridades varias son los que más conquistas hacen y los que nunca repiten con la misma. Su huida es el reflejo de su miedo, y cuanto más miedo tienen, más daño hacen. Para ellos el fin justifica los medios: esta es la razón por la cual les resulta imposible relacionarse como adultos, desde la igualdad, la honestidad y la sinceridad. Para ellos el amor no es un placer, sino una guerra en la que siempre quieren ganar.

El macho patriarcal pone en primer plano la defensa de su libertad y su soltería, y se cree con derecho a disfrutar de la diversidad sexual, mientras a nosotras nos la prohíben (nosotras somos unas degeneradas/putas/ninfómanas si hacemos lo mismo que Don Juan, o sea, si nos entregamos al placer con varios hombres sin comprometernos emocionalmente con ninguno).

A algunos machos patriarcales les cuesta aceptar con deportividad y elegancia el rechazo: creen que cuando una mujer le dice NO es que en realidad quiere decir que sí: lo que quiere es parecer decente para que la insistas, y si perseveras en tu tarea, ganas seguro y ella baja todas sus resistencias y se entrega plenamente al amor

Las mujeres de la época de Don Juan tenían que proteger su virginidad y su reputación, y los hombres tenían que destrozar ambas con promesas de amor y de futuro. Si una mujer se entregaba a la primera no servía como esposa, sólo como amante, por eso todas intentaban resistirse a las peticiones de los hombres, aunque lo estuviesen deseando.

Hoy en día seguimos igual: la que dice que no es una virtuosa (aunque hay que follársela igualmente, no importa lo difícil que sea la conquista), la que dice que es una fresca y una guarra que no se respeta ni a sí misma. A los machos les excitan más las mujeres virtuosas, porque son más difíciles de conquistar, y porque son piezas de caza más valiosas. A Don Juan no le gustaban las mujeres casadas, ni las prostitutas, ni las mujeres empoderadas: él iba a por las vírgenes, las inocentes, las monjas y las doncellas encerradas en sus palacios.

Don Juan es un triunfador porque de lo pesado que se pone, logra siempre su objetivo. Es por esto que los babosos creen que tienen que insistir cuando reciben un no por respuesta: saben que las doncellas al final se rinden y se dejan como en la leyenda de Don Juan, y si no se dejan, igual hay que forzarlas un poquito..

Casi todos los machos patriarcales se sienten atractivos y poderosos, por eso su Ego y su frágil masculinidad no soportan que una mujer no se derrita de inmediato ante sus encantos y sus estudiadas técnicas de cortejo. De fondo hay una especie de miedo al rechazo y al fracaso, y mucho rencor latente hacia las mujeres, tanto a las que “se dejan” (son todas unas putas) como a las que “no se dejan” (son unas estrechas pero lo están deseando).

Este odio es permanente en las relaciones que establecen los hombres machistas con las mujeres, por eso pasan tan rápidamente de los halagos a los insultos, las amenazas, las humillaciones, el acoso: algunos se ponen muy  violentos cuando quieren tener libre acceso a nuestros cuerpos y no pueden. Es un tema de poder. No quieren sexo cuando nos acosan y nos violan, individualmente y en grupo. Lo que quieren en realidad es sentirse poderosos, y alardear de su poder delante de los demás machos, como dice la antropóloga argentina Rita Segato. 

Creo que por eso a los hombres más machistas les cuesta tanto ligar y disfrutar del sexo y del amor. Su afán por dominar y ejercer el poder les impide tener relaciones bonitas, profundas y placenteras con las mujeres, porque no se relajan nunca, siempre están alerta. 

Mientras sigamos siendo para ellos animales a los que cazar y penetrar, mientras se sigan defendiendo del amor y de las mujeres, va a seguir siendo muy difícil disfrutar del sexo: poner tantos muros, cerrojos y cadenas sólo les permite tener experiencias superficiales e insatisfactorias que les dejan y nos dejan una tremenda sensación de vacío.

Son pocos los hombres patriarcales capaces de disfrutar de una experiencia sexual desde el amor, la ternura y los buenos tratos: la mayoría creen que el sexo es algo sucio que practican con mujeres sucias que no merecen ni una pizca de cariño. De hecho, creen que cuanto peor nos traten, más vamos a someternos y a mendigar su amor. Y lo peor es que tienen razón.

No tienen ni idea de cómo funciona la sexualidad femenina de las mujeres porque el porno les da una visión muy pobre del placer, centrado en su falo y la penetración y en acabar cuanto antes para demostrar la fuerza de su semen. No les gusta hablar de sexo con sus compañeras, ni se molestan en preguntarles qué es lo que les eleva a los cielos, o qué es lo que no les da placer. En esas condiciones, las mujeres fingen los orgasmos para no herir la masculinidad frágil de sus compañeros, o para que dejen de apretar el clítoris como si fuese un botón, o para que terminen cuanto antes porque no se están divirtiendo. Todo se centra en ese miedo de los hombres a no parecer machos de verdad, a no dar la talla, a no tener el poder.

Cuando se termina el folleteo, lo primero que hacen es preguntar para saber si lo han hecho bien y si se han quedado extasiadas con su potencia de macho. Lo segundo que hacen es advertirnos: “Nena, no te enamores de mí, que soy un mutiladoemocional”. Presumen de su discapacidad para disfrutar de sus sentimientos y de sus relaciones porque creen que las emociones y los afectos es cosa de mujeres. Ellas son las que aman y entregan su poder al amado, ellos mientras sacian sus necesidades sexuales sin quitarse la armadura. Y así nos va.

Los mejores orgasmos sólo pueden darse cuando los compañeros sexuales se sienten libres e iguales, cuando se tratan con respeto y ternura, cuando ambos están desnudos, se sienten seguros y en confianza, no tienen miedo de la otra persona, no tienen ninguna necesidad de manipular o de poseer a la otra persona, no construyen muros defensivos, y se entregan al placer desde la complicidad, las risas, el juego y las ganas de disfrutar y hacer disfrutar a la otra persona.

El día que seamos capaces de relacionarnos como compañeros y compañeras, podremos liberarnos de toda la carga patriarcal y de todas las luchas de poder desde las que nos relacionamos ahora. Ligamos con mentiras y engaños, elaboramos estrategias de guerra para domar al enemigo, reprimimos y disimulamos nuestras emociones, no sabemos cómo pactar para asegurarnos mutuamente el disfrute, es realmente un desastre.

No sabemos cómo cuidar a nuestras parejas sexuales ni cómo cuidarnos a nosotras mismas para que el amor sea un placer y no un sufrimiento. Mientras los hombres sigan arriba y las mujeres abajo, el patriarcado seguirá jodiendo nuestros encuentros sexuales y seguirá boicoteando nuestros orgasmos.

Así que igual estaría bien que los hombres se trabajen su masculinidad y su forma de relacionarse entre ellos y con nosotras. Es urgente también plantearnos colectivamente que otras formas de ligar y de follar son posibles, que otras formas de relacionarnos sexual y afectivamente son posibles. Sólo hay que liberar al sexo y al amor de la misoginia y el machismo que nos ponen tantas barreras al disfrute, liberarse de los miedos, y cuidarnos. Cuidarnos a nosotras mismas, cuidar al otro y dejar que nos cuiden, no importa si la relación dura una noche o veinte años.

En el fondo es una cuestión de sentido común: cuanto más libres seamos, más disfrutaremos. Se folla mejor con alguien a quien admiras y aprecias, con alguien a quien puedes mirar a los ojos y relacionarte de tú a tú. Yo estoy convencida de que la clave para compartir placeres y disfrutar de nuestras relaciones es el compañerismo, el buen trato y los cuidados mutuos. Que al final de lo que se trata es que lo pasemos todos bien y disfrutemos del amor y de la vida en buenas compañías.



Coral Herrera Gómez



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