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17 de mayo de 2013

Entrevista: "El futuro del Periodismo Digital"



Entrevista para: Periodismo Digital: Un Medio Emergente; tesis de graduación de 
Digna González Villalta, estudiante de periodismo. Ha trabajado en prensa escrita y radio y quiere especializarse en Comunicación y Producción Digital.




Entrevista de Digna González a Coral Herrera Gómez

                                  
Digna González:  ¿Considera usted que el blog es un precedente para el periodismo digital?

Coral Herrera: Los blogs nacieron no sólo de la mano de periodistas que se introdujeron en el mundo 2.0. Mucha gente pudo empezar a tener su propia bitácora digital, su cuaderno de notas, su álbum de fotografías, su columna de opinión… el mundo de los blogs es tan diverso porque cualquiera que tenga ganas de comunicar algo puede hacerlo a través de estas plataformas de creación de contenidos. 

Creo que fue más adelante, con la introducción de la prensa tradicional en el mundo digital, cuando los y las periodistas empezaron a darse cuenta de que los blogs eran una gran herramienta de trabajo. Prueba de ello es que hoy todos los grandes periódicos tienen grandes bloggers en sus portadas.


Digna González: 
¿Puede un blogger desplazar la labor del periodista?

Coral Herrera: 
Lo mejor de Internet, sin duda alguna, es la diversificación de fuentes. Para mí es un lujo poder leer las noticias de los grandes grupos internacionales, de los medios alternativos, o las opiniones de tus amigos o de tus contactos, es la tendencia en el presente y en el futuro. 

En internet podemos ver lo que dicen los medios oficiales y alternativos de diferentes países, podemos escuchar otras voces, podemos emitir opiniones y debatir sobre los temas en pequeños o grandes foros. Se acabó eso de que el micrófono lo tenga el presentador. Ahora todos podemos crear contenidos y ofrecer opinión.

3 de noviembre de 2010

Señoras que "heredan" el poder



¿Se imaginan a Aznar besando cariñosamente a Rajoy si este gana las elecciones dentro de dos años?. ¿O a Felipe González agarrando a ZP con ternura en la portada de El País?. ¿Se imaginan a la prensa pasando de los millones de votos que permiten a una persona presidir el gobierno de un país , y destacando machachonamente que Rajoy "hereda" el puesto de Presidente gracias a Aznar y sus gestos de cariño paternal en público?.

Y yo me pregunto, ¿es que Dilma Rousseff no tiene nada que aportar?, ¿es que su legitimidad solo viene dada porque Lula la eligió a ella y no a otro?, ¿por qué no aparece sola con gesto triunfal como los presientes de las democracias el día que resultan victoriosos?. 
Al fin y al cabo le han votado 55 millones de personas, que son muchas personas....
¿Y qué dice Lula?
Lula dice: "No existe ninguna posibilidad de que un ex presidente forme parte del Gobierno. Dilma tiene que hacer un Gobierno con su propio rostro" (El Mundo.es).

miren como le ayuda su marido a sostener la batuta del poder, debe pesar kilos...


Inevitable relacionar este tema con este otro: ¿cómo es posible que la prensa diga que existe un vacío de poder en Argentina si Cristina Fernández no ha muerto?. ¿Se muere un ex presidente, y Argentina se queda sin mando que la gobierne?, ¿es que Cristina es invisible?, ¿ o es que todo el mundo piensa que su marido la utilizó para perpetuar su poder desde la sombra y que ella no tiene ni idea?, ¿van a permitirle demostrar que las mujeres no necesitan maridos ni padres para ejercer su profesión?.

Y luego me choco con las declaraciones de la mismisima viuda de Kichner, que en lugar de prometer a los argentinos trabajar para ellos (y ellas), dice (según elmundo.es) que en el resto de su mandato hasta 2011 "se propone "hacer honor" a la memoria y el Gobierno de su fallecido marido" . Esto me hace replantearme si Cristina realmente va a trabajar o si prefiere perder el tiempo en hacer de viuda inconsolable.

Así que no tengo tan claro que las mujeres presidentas sean mejor que los hombres presidentes... es decir, no sé si es una cuestión de género
El poder es el poder. 

Volviendo a Dilma me pregunto, ¿gobernará para los empresarios o para la gente?, ¿trabajará por fin para erradicar la diferencia entre pobres y ricos?, ¿invertirá en sanidad, educación y cultura?, ¿combatirá la homofobia y el machismo?, ¿será valiente a la hora de trabajar, o dejará, como ZP, que el mercado y las instituciones neoliberales le marquen la agenda?. 

Todo son preguntas cuando analizo el tratamiento de los medios de comunicación; sobre todo los latinoamericanos; alucino porque la mayoría, incluso los "progres" o la izquierda siguen con la idea de que las mujeres necesitan detrás un gran hombre para gobernar (Néstor, Lula, Bill...)

Luego pienso que no se trata de cambiar de género o de raza en las presidencias, sino directamente transformar las estructuras económicas y sociopolíticas mundiales (patriarcado, capitalismo y democracia), que han revelado su inutilidad para trabajar por el progreso de la Humanidad, el reparto equitativo de la riqueza, el bienestar y la igualdad entre los seres humanos. Así que no hay por qué pensar que una mujer va a hacer una democracia mas participativa y menos representativa, y tampoco ilusionarse imaginando que por ser mujer va a trabajar por la paz, va a invertir en investigación o va a reducir el presupuesto de sus ejércitos. 

Pero al menos vamos a escuchar a ver qué nos cuenta Rousseff, y dejemos que trabaje antes de juzgarla. Después, cuando veamos los índices de alfabetización, desnutrición, feminicidios, trata de esclavas sexuales, turismo sexual infantil, corrupción de cargos políticos, etc. o el destrozo de la Amazonia en Brasil podremos compararlos con legislaturas anteriores y entonces, evaluar su sensibilidad y su capacidad para desempeñar el cargo. No antes.

8 de febrero de 2010

cultura patriarcal, lenguaje patriarcal



Si nuestra cultura es patriarcal, es normal que nuestra lengua sea sexista. Lo que no es normal es que tenga que seguir siéndolo por los siglos de los siglos mientras las leyes, las costumbres y las mentalidades cambian.

Las lenguas son gigantescas construcciones culturales creadas por los seres humanos, y como todo lo que está vivo, varían con el tiempo, evolucionan a la par que están siendo usadas. Las lenguas son formas diferentes de expresar la realidad; son herramientas para la comunicación entre los seres humanos. En diez mil años de existencia, la humanidad ha mejorado sus herramientas hasta llegar a la alta tecnología espacial, de modo que si el lenguaje verbal es una herramienta, es obvio que también puede evolucionar al mismo paso que la sociedad que la usa.

Las comunidades y los pueblos crean su lengua a partir de sus vivencias individuales y de grupo, sus creencias religiosas, sus tradiciones, sus cosmovisiones, las condiciones climáticas en las que viven... cada idioma aporta al mundo su manera de ser y de sentir, sus modelos de comportamiento, sus formas de percibir la realidad. En lenguaje esquimal existen innumerables formas para describir la nieve o los matices del color blanco. Para lo que nosotros tenemos tres o cuatro palabras, el pueblo esquimal usa una treintena. Y esto sucede porque sus formas de vida están ligados a la nieve y el hielo; por eso sus necesidades, sus modos de subsistencia, su saber acumulado, se reflejan en su lenguaje.

Siendo un producto social y cultural, el lenguaje está atravesado de ideología. Lo mismo que el arte, la política, la economía o la democracia, que son abstracciones humanas atravesadas por una forma determinada de ver y entender el mundo. Las ideologías son el conjunto de ideas e intereses que unen a determinados individuos.

Así pues, se entiende perfectamente que en una sociedad donde la feminidad es sinónimo de oscuridad, debilidad, maldad, cobardía, estupidez, y mil cosas negativas más, su lenguaje sea sexista. Lo que no se entiende es por qué los académicos y l@s purist@s se llevan las manos a la cabeza, escandalizados por los cambios que el lenguaje está experimentando en los últimos años. A los de la R.A.E. les parece muy moderno incluir vocablos de uso popular, pero defienden con uñas y dientes la "economía" del lenguaje, el uso del masculino como género neutro, y la estructura que permite que el mundo sea pensado en masculino. Lo que ellos consideran correcto es un castellano que no conoce la palabra ninfómana en masculino, pero tiene mil formas para nombrar a las mujeres que hacen con su cuerpo y su placer lo que desean: zorra, puta, guarrilla, putón verbenero, mujer de vida alegre, mujer de la calle, fresca, etc. Un idioma que nombra los objetos domésticos en femenino (la bayeta, la fregona, la sartén, la cacerola, la mesa, la silla, e incluso la televisión), pero en cuanto salen al mundo público, se masculinizan (la Intranet se convirtió en la Internet y después en el Internet, aunque todavía lo sigo viendo con ambas formas). En nuestro lenguaje, no había palabras para definir a una mujer jueza, arquitecta, abogada, o antropóloga, pero afortunadamente las mujeres ya no dicen: "soy ingeniero", como antes. Es tan curioso como el hecho de que hace años el significado de Presidenta era "la mujer del presidente", porque antes no existían presidentas de ningún tipo.

Me sorprende el rechazo rígido que reniega del lenguaje no sexista, porque, como digo, las lenguas son sistemas vivos que pertenecen a las personas que las hablan; y resulta que las mujeres hablamos, nos comunicamos, educamos, transmitimos, a los demás, en privado y en público. Se pongan como se pongan los académicos, una nueva forma de ver y de estar en el mundo requiere, sin duda, cambios en su forma de expresarlo. Mucha gente, sobre todo periodistas, se rieron de Bibiana Aído cuando utilizó el término "miembras", pero a mí me parece bien que se innove, que se pruebe, que se incorporen nuevas formas antipatriarcales de nombrar la realidad. Más que forzar el lenguaje, se trata de extraer de él nuevas palabras que permitan visibilizar lo femenino.


De hecho, es un proceso inevitable, e imparable. Habrá más o menos resistencias, pero al final, si existe una igualdad legal y económica, no se podrá evitar que los cuentos que nos contamos cambien, que las expresiones se transformen, que se explore y se innove para lograr una igualdad integral, en todos los niveles. Con decir que todos somos iguales ante la ley no basta. Hay que eliminar progresivamente la discriminación en el lenguaje y la cultura. Y no pasa nada.

A medida que he ido adquiriendo conciencia de cómo las leyes se volvían igualitarias pero la cultura (lenguaje, refranes, chistes, creencias, etc.) siguen siendo patriarcales, entiendo que la única forma de lograr la igualdad real es que aprendamos a nombrar el mundo en femenino, y alternemos de manera natural con el otro modo de nombrar el mundo, en masculino.

Tengo que decir que también aquí hay una cuestión personal. No puedo evitar indignarme cuando formo parte de un grupo de diez mujeres y alguien nos dice: "Lo estáis haciendo muy bien todos. Venid por aquí chicos". Me quedo como alucinada, pensando, ¿pero esta mujer/hombre no se da cuenta de que somos todas mujeres excepto uno?. Cuando ejerzo de profesora cuido mucho el lenguaje, y noto que a mis alumnos varones no les afecta que alterne en el uso de los plurales masculinos y femeninos.

Me parece una falta de respeto que la gente hable en masculino todo el tiempo, y cuando son las mujeres las que hablan de ellas mismas o de las demás como si fuésemos hombres, más, porque es cuando tomo conciencia del papel central que tenemos las mujeres en la perpetuación del patriarcado, criando hijos e hijas que ven la feminidad como lo otro, como lo diferente. Hijas que se piensan a sí mismas como una minoría social, que alguna vez sueñan con ser niños para que se les escuche como a ellos, que estudian en el colegio las grandes gestas de los grandes hombres, como decía Beauvoir.

¿No les parece curioso que los presentadores y las presentadoras de televisión se dirijan a los telespectadores, cuando está demostrado que la televisión es vista mayoritariamente por mujeres?. No son los hombres de ciudad, sino las mujeres, en el ámbito rural y de mediana y mayor edad; son ellas las que más horas pasan frente al televisor. Y si no, comprueben por qué la mayor parte de los anuncios se dirigen a nosotras, a nuestro tránsito intestinal, a nuestras arrugas, a nuestro olor, nuestra incontinencia, nuestras tareas domésticas...

A medida que me voy haciendo consciente de la importancia de la visibilidad femenina, me sorprendo con cosas en las que no había reparado antes. Si voy a un congreso de editores, por ejemplo, todo el mundo habla de lectores, de escritores, de editores y de ilustradores como si no hubiera escritoras, autoras, editoras, e ilustradoras. Excepto la Ministra, que es la única que cuida el lenguaje entre tanto hombre anciano y poderoso, y que utiliza un lenguaje que no excluye a nadie.

Si voy a un congreso de contenidos digitales, todo el mundo habla de usuarios; la única vez que hablaron de usuarias fue a propósito de una página dedicada a las mujeres. Si monto en el metro, la voz en off se dirije a los señores pasajeros, y da rabia ver que en el vagón la mayoría son mujeres trabajadoras que vienen del curro.

Otro ejemplo es cuando en 1969 se dijo: "El hombre ha llegado a la Luna". Como seguramente Marte lo pisará una mujer astronauta, me pregunto cómo serán los titulares:
"El hombre pisa Marte por primera vez. Mary Smith aterriza en el planeta rojo".
"La mujer ha llegado a la luna. Y el hombre también", o
"La humanidad pisa en Marte".
Se admiten apuestas, ¿qué pensáis vosotras?.

En el facebook no se nos reconoce como administradoras, y tampoco puedes agregar a amigas, solo ponerlas en el apartado "amigos". Actualmente hay un grupo que se llama "Soy una mujer. No me uno a los grupos que no me nombran" , en el que publican enlaces muy interesantes y abogan por el uso de la arroba. Es tan sencillo como buscarle un sonido a esa vocal posmoderna, y entonces todo fluirá por sí solo, con tranquilidad. La @ es lo más neutro que se me ocurre; el debate está abierto, y calentito.



Leo muchos artículos en contra del lenguaje no sexista, pero a título personal, no sé si se entiende esta sensación de que una no existe, o al menos, que no importa mucho, a no ser que me estén vendiendo algo o me hablen de cosas que la gente considera "femeninas". A veces me siento que no soy pasajera, ni usuaria, ni ciudadana, ni siquiera profesora, porque las empresas siguen poniendo anuncios de trabajo para profesores, educadores y redactores, como si las mujeres tuviésemos que optar a un puesto de trabajo que en realidad es para ellos. Ese hacer como si la humanidad fuese masculina, como si a las ciudadanas no las importase que se hable de los ciudadanos para hablar de la ciudadanía, me parece una falta de respeto y de educación.

La costumbre de hablar en masculino plural es, simplemente, un vestigio histórico de hace treinta o cuarenta años, cuando no había mujeres en el parlamento, ni en las reales academias, ni en las universidades, ni en los ministerios, ni en los Consejos directivos de las grandes empresas. Sé que entonces era normal hablar en masculino en las reuniones, conferencias, congresos, ruedas de prensa, convenciones, etc. porque no había mujeres. Y las que había, estaban limpiando o sirviendo copas y canapés.

Y ahora, haberlas haylas, aunque siguen siendo muy pocas. Por eso se debería hacer un esfuerzo por visibilizarnos, por hacernos sentir partícipes de las cosas. Por eso me parece bien que cuando un político o una política hable por televisión, salude a todos y todas. Por eso me parece bien que los profesores no hagan con sus alumnos como si todos fueran niños, especialmente cuando tienes veinte alumnas y dos alumnos.

Me parece delicioso poder cambiar de género cuando me apetezca, hablando con mi gente. Me hace sentir que el lenguaje es flexible, que se puede utilizar como una quiera, y que mis amigos varones no se sienten en absoluto ofendidos.

Hoy las cosas están cambiando, las mujeres estamos experimentando un empoderamiento, y el mundo ya no es de los señores en exclusiva, aunque es lógico que protesten por lo que ellos creen correcto y adecuado. Sin embargo, nosotras sabemos que el concepto de lo que es normal, natural, correcto y adecuado varía con las épocas históricas, las zonas geográficas, las edades y las culturas. Para mí no es normal que me encierren por expresar mis ideas, pero hace cuarenta años era lo más normal del mundo.

Así que ahora que la masculinidad ya no es todopoderosa, quizás lo lógico sea que el lenguaje cambie, que la comunicación humana no esté mediada por lo masculino, que cuidemos nuestras formas de dirigirnos a las personas, que poco a poco construyamos una sociedad y un lenguaje más igualitario y justo.
Digo yo, vamos.


Del muro de Ciudad de Mujeres he escogido las palabras de Isa Antón Fresnos:

El uso de un lenguaje que representa a las mujeres y a los hombres y que nombra sus experiencias es un lenguaje sensato, porque:
NO OCULTA
NO SUBORDINA
NO INFRAVALORA
NO EXCLUYE
NO QUITA LA PALABRA A NADIE

Coral Herrera Gómez



Otros artículos de la autora: 


El feminismo como asignatura






info interesante:

Ciudad de Mujeres

El lenguaje sexista en la Universidad

Cuida tu lenguaje, lo dice todo

Profesiones de la A a la Z, en masculino y femenino



16 de junio de 2009

CULTURA DE MASAS Y TELEVISIÓN

La foto la hice en Aluche, en las canchas de baloncesto me encontré esta pancarta.


Este artículo lo escribí para la Tesina que lleva por título: 

"TELEVISIÓN Y ESPECTÁCULO. CRÓNICAS MARCIANAS COMO NUEVO MODELO DE ENTRETENIMIENTO", Universidad Carlos III de Madrid, 2004.

“La televisión está transformando nuestra cultura en un vasto anfiteatro al servicio del espectáculo”. Neil Postman, sociólogo y analista crítico de los medios estadounidense.

“Se estima que los españoles pagamos entre 3.3 y 6.6 pesetas por ver una hora de televisión. ¿En qué lugar se puede entretener una persona, una familia al completo por menos de 20-25 pesetas al día?”. Ricardo Vaca Berdayés, periodista español.

Los mass media son en la actualidad el vehículo que transmite en tiempo real a todo el planeta no sólo información, sino también productos culturales y artísticos, consumidos bajo la fórmula del entretenimiento y el espectáculo. En la actualidad, la cultura se ha convertido en una mercancía como otra cualquiera.

Además de vendernos cosas que no necesitamos, la ideología subyacente a los productos mediáticos transmite y promueve unos valores consumistas e individualistas, y con ello, el bloqueo de cambios estructurales, cuyo resultado es la regresión del progreso cultural, económico, político y tecnológico de la sociedad.

Lo paradójico es que algunos medios como la televisión incomunican a la gente, pues sus mensajes y contenidos no proceden de la masa que los consume, sino de una minoría muy concreta y poderosa. Lo lógico en una cultura de masas sería el intercambio igualitario de ideas y la profusión de manifestaciones artísticas proveniente de todas las clases socioeconómicas, de todos los niveles culturales, de todos los países del planeta. Pero la producción cultural y mediática se concentra en unas pocas empresas que constituyen auténticos gigantes mediáticos, como Walt Disney Company, News Corp, Vivendi Universal, AOL Time Warner, Bertelsmann, RTL, Reuters, AT&T Corporation, Sony, Liberty Media Corporation Vivendi Universal, Viacom Inc, Microsoft, Telefónica, France Telecom.

El poder real se encuentra ahora entre las manos de estos conglomerados porque tienen más poder económico que la mayoría de los gobiernos, y porque retransmiten los espectáculos que ellos mismos financian, patrocinan u organizan: No sólo invierten en producciones televisivas, sino también en producciones musicales, editoriales, revistas, radios, películas de cine, centros de ocio, parques temáticos, construcción inmobiliaria, telefonía, etc. Todo un sinfin de productos culturales hegemónicos acallan otras voces, otras músicas, otras culturas, otras cosmovisiones, en definitiva.

Y no porque exista una censura visible, sino porque el mercado y la producción en masa están en manos de pocas industrias, estadounidenses en su mayoría, y esto afecta, por tanto, a la diversidad, a la pluralidad y a la libertad de expresión. Porque además en la posmodernidad el proceso de creación y evolución de la cultura ya no está creado por el pueblo, sino por una minoría, y este únicamente posee tradiciones que aún perviven como es el caso del Carnaval, pero posee dificultades para crear nuevos espacios de encuentro social para crear y relacionarse.

Un dato que corrobora esta apreciación, es el hecho de que sólo en nuestro país encienden cada día la televisión 30 millones de personas (Vaca Berdayes, 1997). Nuevas tecnologías como Internet estén permitiendo que circule la información, el entretenimiento, el arte y los conocimientos de manera horizontal, en una gran red con acceso desde cualquier punto del planeta. A pesar de ello, la televisión sigue siendo el medio más generalizado y común para obtener información y entretenerse.
Según Marc Augé (1998), la gran novedad de la cultura posmoderna (que se repite en sus contenidos) reside en su forma discursiva, en la espectacularización y la ficcionalización de la realidad. Este es el principal cambio que ha experimentado nuestra cultura, pues antiguamente el mundo de la fantasía se distinguía claramente de la realidad:La fantasía no es un “correctivo de la realidad”; la fantasía no juega con la realidad, sino que se evade de ella”. 

En nuestro presente, sin embargo, Augé cree que “la condición de la ficción y el lugar del autor están actualmente muy alterados: la ficción lo invade todo y el autor desaparece”,
Este afán de evasión y de entretenimiento están cada vez más presentes en los productos culturales, artísticos y comunicacionales instaurando un discurso espectacular permanente, pero también han transmutado profundamente los estilos y filosofías de vida de la población occidental. Las causas son, principalmente, el aumento de la soledad y la angustia (Fromm, 1947), el empobrecimiento de las relaciones personales en una sociedad cada vez más individualizada e individualista. Además, la despolitización y el desencanto de la población, el alejamiento de la política y la economía hacia macroestructuras, la insensibilización ante el bombardeo de imágenes que recibimos.

En este sentido, Gerbner, Morgan y Signorelli creen que la exposición a la televisión provoca el “síndrome del mundo mezquino”, es decir, tiende a cultivar la imagen de un mundo peligroso lleno de desalmados, y aportan el concepto de aculturación para definir hasta qué punto las imágenes televisivas dominan las fuentes de información del espectador. La aculturación implica un conjunto de actitudes y de resistencia al cambio, y significa para la mayoría de espectadores un establecimiento progresivo de orientaciones predominantes, con lo que la televisión reitera, confirma y alimenta sus propios valores y perspectivas. Pasquali afirma, por su parte, que "la ideología que nos transmiten esos medios, de carácter “ultraindividualista” que arranca históricamente de la reacción de la periferia europea contra las presiones religiosas y culturales de las metrópolis latinas del Renacimiento y cuyo primer teórico de talla es Hobbes". De ella es heredera, dice este autor, la pretensión de destruir toda doctrina de la simpatía como vínculo espontáneo y perfectible entre hombres y toda fe en su esencia social.


Coral Herrera Gómez


BIBLIOGRAFÍA
1) Abril, Gonzalo: “Teoría general de la información”, Cátedra, 1997.
2) Augé, M: “La guerra de los sueños. Ejercicios de etno-ficción”, Gedisa, Barcelona, 1998.
3) Bourdieu, Pierre: “Sobre la televisión”, Anagrama, Barcelona, 1997.
4) Bustamante, Enrique (coord.), “Hacia un nuevo sistema mundial de comunicación. Las industrias culturales en la era digital”, Gedisa, Serie Multimedia, Barcelona, 2003.
5) Debord, Guy: “La sociedad del espectáculo”, Gallimard, París, 1992.
6) Fromm, Erich: “El miedo a la libertad”. Ed.Paidós, 1947.
7) Postman, Neil: “Divertirse hasta morir. El discurso público en la era del “show business”, Ediciones la Tempestad”, Barcelona, 1985.
8) V.V.A.A.: “Valores y medios de comunicación: de la innovación mediática a la creación cultural”. II Foro Universitario de Investigación en Comunicación. Comunicación 2000. Universidad Complutense.
9) Vaca Berdayes, Ricardo: “Quién manda en el mando”, Ed. Visor, 1997.

27 de marzo de 2008

EFECTOS IDE LOS MEDIOS DE (IN)COMUNICACIÓN


Este artículo lo escribí para la Tesina:

Herrera Gómez, Coral: "TELEVISIÓN Y ESPECTÁCULO. CRÓNICAS MARCIANAS COMO NUEVO MODELO DE ENTRETENIMIENTO", Universidad Carlos III de Madrid, 2004.
Efectos intangibles de los medios de (in)comunicación.


“Las derrotas de las utopías históricas construidas en los últimos siglos han representado también la derrota de la Comunicación como instrumento de emancipación.” Manuel Vázquez Montalbán



La perspectiva que hemos decidido adoptar aquí con respecto a la cultura es desde una concepción amplia y transdisciplinar que incluye no sólo los aspectos relacionados con la historia, las tradiciones, las costumbres, las manifestaciones artísticas y el imaginario colectivo, sino que también engloba la economía, la organización política y social, y la construcción social de la realidad. Y atendiendo especialmente a su dimensión económica, es pertinente analizar, como vimos en el primer apartado, quién crea y difunde masivamente esa cultura, y cómo incide en la realidad de la sociedad. Como afirma Grossberg (1983), “admitir que el conjunto de la cultura refleja la realidad y la reproduce confiriéndole un sentido, no nos exime de examinar los intereses particulares que se manifiestan en tal o cual reflejo”.
Utilizaremos en este sentido el concepto gramsciano de hegemonía, que señala “el rol preponderante de las clases dominantes en la producción de significaciones generalizadas y muestra la manera en que se construye un asentimiento “espontáneo” a la organización de las relaciones sociales”. Según Bernal (2002), cuando el trabajo en torno los procesos de convergencia e integración simbólica (… ) dependen de un grupo social más o menos sólidamente aliado, tenemos un estado relativo de hegemonía, que implica el reconocimiento, sea activo o pasivo, de la autoridad y legitimidad cultural de la propuesta simbólica que elabora un cierto grupo social para los demás.


Desde que Umberto Eco (1968) hacía notar la paradoja de esta cultura de masas actual que no se crea y expande en todas las direcciones, sino que es monodireccional y parte de arriba hacia abajo, se hace pertinente, pues, analizar qué comunican las industrias culturales y tecnológicas, cómo lo hacen, de qué modo afecta a la población en vida cotidiana, y hasta qué punto se sirven los poderes políticos y económicos de ellas para condicionar, influenciar y perpetuar el orden económico (capitalismo) y político (democracias) vigente.


Mucchielli (2002) define la influencia como un asunto de creación de 
significados: “Influir es hacer surgir por medio de manipulaciones contextuales ad hoc, un sentido que se impone a los interlocutores y los lleva a obrar en conformidad con él. La influencia es el fenómeno fundacional de la comunicación: la comunicación es influencia. Es la construcción en común, por parte de los actores, de una situación de referencia en la que los objetos cognitivos de la misma, a través de su puesta en relación, permiten desembocar en una acción conclusiva que se impone (...) existe una completa homogeneidad entre los fenómenos de propaganda, venta, persuasión, publicidad y seducción”.


Según Roiz (2002), persuadir significa “intentar modificar la conducta de las personas sin parecer forzarlas ni coaccionarlas (...), pero cualquier forma de persuasión tiene algo de coacción (...), presión que se fundamenta en la comunicación imperativa mediante el empleo de argumentos, verdaderos o falsos, por medio de técnicas de carácter lingüístico, semántico, psicológico y psicoanalítico para conseguir que determinados colectivos (como grupos profesionales, amas de casa., consumidores, ciudadanos públicos o audiencias) adopten ciertas creencias, actitudes, o conductas acordes con las instituciones, fines u objetivos de quienes emplean la persuasión”.

Desde una perspectiva sociosemiótica de la comunicación de masas, toda la sociedad en sus diferentes ámbitos gira alrededor de las redes o conjuntos de significados que, con intención persuasora, han codificado los emisores, generalmente institucionales. Según Mauro Wolf, “los medios (sin excluir otros agentes de socialización) proveen marcos cognitivos, contextos de percepción de la realidad social; su rol es significativo en el modelado de los saberes. La cultura mediática constituye un importante universo simbólico, que orienta los valores, las actitudes y los puntos de referencia sociales”. Es por ello por lo que, según González Requena (1999), existe un fuerte predominio en el discurso televisivo de las funciones expresiva, conativa, referencial y fática (la de contenido informativo más pobre; su código es el más simple).


Y tanto en los spots publicitarios como en los programas, se utilizan técnicas semánticas para otorgar sentidos, y se repiten incesantemente elementos del lenguaje y la elaboración de frases clave, como eslóganes o lemas. El rumor o los tópicos y clichés (a nivel general) o las valoraciones (positivas o negativas) sobre cualquier aspecto, por parte de grupos u organizaciones –sobre todo cuando existe persistencia y permanencia en los procesos –crean, en fin, significados que circulan por el espacio social. La vocación de los códigos, nos dice Roiz (2002), es traducir la realidad y controlar de la forma más eficaz posible su ámbito de aplicación (...) nos ofrecen sentimientos de protección e incluso de esperanza, que son falsos porque se nos imponen como mecanismos de control comunicativo y porque siempre estamos expuestos debido a la propia condición humana, a la inseguridad, y sobre todo, a la incertidumbre.



El hombre, codificando y descodificando los signos y los símbolos del entorno, no se siente sólo; adquiere conciencia de lo colectivo como algo necesario, es decir, social”. Como los códigos son sistemas, las reglas de combinación de elementos de un repertorio se combinan a su vez con otros códigos, formando significados del mundo, lo que algunos semiólogos denominan “sistemas ideológicos” (Eco, 1981)”. El ser humano procesa y trasforma sus experiencias por medio de símbolos que le servirán como modelos de juicio y actuación. Y en este proceso, el ser humano se institucionaliza e internaliza las normas y el funcionamiento de la sociedad a la que pertenece.

Es por ello que el Estado de la Paleotelevisión aspiraba a poseer un férreo control sobre sus contenidos mediáticos; porque la televisión es un mecanismo de control social básico. Angel Benito (1982) destaca que este control social por parte de los medios es un arma de doble filo porque son utilizados como resistencia al cambio y para impedir la renovación de las estructuras. Según Ross , la formas de control social son básicamente de dos tipos: coactivas (aquellas prácticas sociales e instituciones denominadas propiamente “de control” por cuanto se apoyan en la fuerza directa: el sistema jurídico, legal, y policial; las fuerzas armadas, de propaganda y contrapropaganda), y persuasivas (las prácticas de comunicación e información, tanto a nivel interpersonal como institucional y de difusión pública).

Tanto Ross como Durkheim y Comte, creen que el problema principal de la sociedad es el del orden social, es decir, el de las formas y mecanismos para preservarlo o reconducirlo, evitando el conflicto permanente individuo-grupo-cultura. Dentro de los contenidos de influencia, afirma Roiz (2002), los emisores suelen imponer sus criterios sobre el mundo y la sociedad e incitan o provocan reacciones a su favor: “una de las formas de dominación más importantes en la sociedad de la información y el conocimiento es la que emana de la propiedad y el control directo de las empresas de comunicación, consideradas como transmisoras de información, entretenimiento, publicidad y propaganda, así como canalizadoras de la opinión pública. Esta dominación económica y empresarial, en última instancia, es política, y desde luego también ideológica”.

Un ejemplo claro de este poder mediático es el Informe de Fundesco de 1994, en el que se contempla, entre otras cosas, que “el 84.2% de los directores de prensa señala haber recibido indicaciones tácitas o expresas de los anunciantes. El 50 % de las respuestas matiza esa vinculación como razón para la inversión publicitaria, y el 75% refiere como expresión negociadora del anunciante la amenaza de retirar la inversión” . En este sentido, Lolo Rico (1994) opina que “la programación televisiva no es más que un pretexto para intercalar la publicidad y está hecha, en consecuencia, a gusto y medida de los publicitarios (...) dichos programas no pueden presentar contenidos que contradigan o se opongan a la falsa realidad que presenta y propone la publicidad” .

Como también entiende Eco, uno de los mayores problemas de esta cultura de masas se encuentra en que los operadores culturales actuales no pertenecen al sector de la cultura, sino al sector financiero y económico; y obviamente sus fines son lucrativos, no culturales.

La nuestra no es, pues, una cultura en la que sus receptores son también emisores o donde exista un intercambio, una verdadera comunicación. La realidad es más bien que una minoría ofrece información, entretenimiento y que construye espacios simbólicos en un proceso de comunicación unidireccional. Habermas (1999) distingue claramente dos formas de comunicación: la acción comunicativa (que supone el intercambio y la interacción de informaciones) y la discursiva (a través de la cual se busca dotar de validez al sistema de valores a través de su justificación). El primer caso, obviamente, ilustra la base de la comunicación humana entre dos o más individuos que intercambian información y conocimientos, y el segundo caso ilustra el modo en que un grupo o varios grupos comunican algo a una gran mayoría.
González Requena (1999) va más allá incluso al afirmar que “hablar de medio de comunicación de masas se descubre, de una manera cada vez más evidente, como la coartada ideológica de un tipo de fenómeno espectacular en el que la comunicación es tendencialmente abolida. El consumo televisivo no es comunicativo, sino escópico; gira todo él en torno a un determinado deseo visual. En este consumo espectacular hay una ausencia de descodificación, no hay comunicación sino simulacro de comunicación”.



Mc Luhan (1967) entiende que este proceso de comunicación monodireccional se produce “desde el Norte al Sur y al Este creando efectos de dependencia económica y cultural, porque la información es mercancía e ideología a la vez”. El etnocentrismo occidental, además, margina no sólo información acerca de los países del Tercer Mundo, sino también sus productos culturales y artísticos, y ello conlleva un empobrecimiento de la psique humana, que está perdiendo su capacidad de abstracción y como consecuencia de ello su capacidad para comprender las cosas y afrontarlas racionalmente. Es decir, nuestra capacidad cognitiva se empobrece (Gubern, 2000), y se reduce a lo que nos ofrecen las televisiones: los mismos temas, los mismos personajes, los mismos escenarios, repetidos hasta la saturación.


En este contexto se establece lo que algunos autores, como Noam Chomsky (1992), denominan darwinismo cultural: “No sería demasiado extraño que la imagen del mundo que ellos nos presentan no fuera sino un reflejo de los puntos de vista o de los intereses propios de los vendedores, los compradores y el producto en cuestión (...) las grandes empresas que se anuncian en televisión raramente patrocinan programas que aborden serias críticas a las actividades empresariales, tales como el problema de la degradación medioambiental, las actividades del complejo militar industrial o el apoyo de estas empresas a las tiranías del Tercer Mundo y los beneficios que obtienen del mismo”.

Esta frontera cada vez más invisible entre publicidad y programación elimina o desplaza, por tanto, la función cultural de la televisión publicitaria, y por supuesto coloca a la masa bajo la etiqueta de consumidores, alejando así a la sociedad que consume televisión de la posibilidad de participar activamente en la creación de los símbolos, mitos, creencias e imaginario social. Y coloca a sus miembros en la filosofía que aboga por comprar todo lo que necesita, a consecuencia de la especialización progresiva del trabajo del mundo occidental. De este modo en la actualidad se instaura la cultura del derroche frente a la cultura del reciclaje, la cultura del idiota que sólo sabe de lo suyo y lo demás ha de adquirirlo, y siempre bajo la máxima de la novedad tecnológica o los imperativos de la moda, con productos al alcance de cualquiera que sin embargo no poseen una esperanza de vida duradera. Esto convierte a los miembros de la sociedad en seres cada vez más dependientes, menos creativos, menos participativos, y más aislados. Nunca se presentarán en los medios propuestas autogestionarias al margen del mercado y los estados, ni tampoco la posibilidad de funcionar conjuntamente con el resto de los miembros de la sociedad en proyectos que mejoren su calidad de vida.

Para hablar de la ideología subyacente a los centros de poder mediáticos, utilizaremos el concepto propuesto por Berger y Lukman (1997) según el cual la ideología corresponde a una definición particular de la realidad anexionada a un interés de poder concreto. Es decir, cuando una persona o grupo de personas quieren transmitir su cosmovisión o su modo de entender y construir la realidad a otro grupo de personas e intentan imponerlo, o, como lo expresa Roiz: “La televisión, y en buena medida, la radio y la prensa, se han convertido, a medida que han ido eliminando su inicial vocación informativa y cultural, en máquinas de trasladar las ideas de los poderosos a los ciudadanos, concebidos claramente como públicos, audiencias, incluso como masas”.

David Morley , en este sentido, recalca que todo mensaje conlleva elementos directivos respecto de la clausura del sentido, y aunque es cierto que un mensaje no es un objeto dotado de una “significación real” y exclusiva, los mecanismos significantes que pone en juego promueven ciertas significaciones y suprimen otras, y así es como se imponen las significaciones preferenciales. Además, opina que “el poder de reinterpretación de los telespectadores está lejos de ser equivalente al poder discursivo inherente de las organizaciones mediáticas centralizadas. Son éstas las que definen lo que el espectador deberá interpretar. Poner unas y otras en un pie de igualdad resulta sencillamente absurdo”. Habermas (1999) entiende que es la función de las ideologías es "bloquear el diálogo, y eliminar responsabilidades por ambas partes”.

Si en los regímenes totalitarios que precedieron a los sistemas democráticos actuales se imponían las ideologías por la fuerza, es decir, existía una autoridad de la que emanaban todos los mensajes informativos, que controlaba todos los eventos, fiestas y manifestaciones culturales y artísticas, que vigilaba y castigaba opiniones, discursos e ideologías contrarias a la suya, hoy en día, las armas de los gobiernos actuales son intangibles y se difunden por cable, antenas, satélites, llegando al público en forma de mensajes que se dirigen no ya a la razón, sino hacia las emociones, y que promueven los valores propios del capitalismo y las democracias existentes. Como lo expresa Fromm (1947), “es como si a uno le tirotearan enemigos que no alcanza a ver. No hay nada ni nadie a quien atacar”. La autoridad que reina es anónima, por tanto, aunque la realidad es que el poder hoy lo detentan las empresas, los medios de comunicación y los políticos, y siendo, según Hartley (2000), “las audiencias televisivas las mayores comunidades colectivas que nuestra especie ha logrado alcanzar jamás”, es lógico que sean el lugar que los empresarios y los políticos más desean.

Porque, en última instancia, la influencia es un asunto de creación de significados y de sentidos sobre el mundo y el funcionamiento de las cosas; y el modo en como percibimos el mundo es fácilmente manipulable por la televisión, que suele ofrecernos un mundo amable, lleno de sonrisas, de posibilidades, de fantasías, cuya otra cara de la moneda (guerras, desigualdades e injusticias) pertenecen al destino fatal (“tiene que haber de todo en este mundo”). Y es en este sentido cuando la invasión del entretenimiento cobra mayor relevancia; se trata de amortiguar los duros golpes que nos proporcionan los telediarios y sumir al telespectador en una actividad escapista (ver la televisión, consumir) que le permita desentenderse de las desgracias ajenas y de las propias.

Con respecto al grado de manipulación de los medios y la capacidad de los telespectadores para desarrollar mecanismos de “defensa” y de juicio crítico, numerosos autores como Gubern (2000) afirman que nuestra capacidad para conocer, abstraer y reflexionar acerca de la información y de los contenidos mediáticos ficcionales o hiperreales se ha visto reducida y fragmentada especialmente debido a dos causas:
- El empobrecimiento de la experiencia directa, pues además de la soledad y el aislamiento del ciudadano actual a causa del individualismo, que conlleva un empobrecimiento de sus relaciones sociales y de su vida afectiva, éste dedica la mayor parte de su tiempo libre a consumir imágenes “fabricadas” que le permite asistir a eventos sociales como la misa dominical, el teatro, el fútbol, el cine, la música y el baile, entre otras cosas, sin moverse de casa.
- La reducción de otros puntos de vista y el empobrecimiento de las cosmovisiones. Según la teoría de la agenda setting, formulada por Mc Combos y Shaw en la década de los 90, los medios nos indican los asuntos sobre los que hay que pensar, es decir, imponen los temas de los que hay que hablar; inciden en los que ellos consideran más importantes, y al mismo tiempo se nos aporta una opinión ya mediada de los mismos.


Como ejemplo cabe destacar el tema actual del terrorismo, que es presentado como el problema del siglo XX y XXI, que a menudo sirve para ocultar o marginar otros muchos, como los derivados de la injusticia y las desigualdades propias del sistema capitalista y democrático: desigualdades, hambrunas, la pobreza, las guerras, las catástrofes medioambientales, etc. que desde luego afectan a la vida cotidiana de las personas en mayor grado que el terrorismo. Esta primacía del terrorismo en los medios y en las agendas políticas constituye la excusa perfecta de los gobiernos occidentales para aumentar el control social, recortar libertades en nombre de la seguridad, y aumentar el gasto en defensa, con el consiguiente beneficio de la industria armamentística. Asimismo, la teoría de la espiral del silencio, de Elisabeth Noelle Neumann, habla de la capacidad del medio televisivo de dar relevancia a unos temas y despreciar otros. La opinión pública se desplaza hacia aquel grupo que es considerado más fuerte, por estar más presente en el medio, mientras que los que opinan de forma diferente son considerados débiles.


1) Berger, Peter y Luckmann, Thomas: “La construcción social de la realidad”, Amorrortu ediciones, Buenos Aires, 1997.
2) Bernal Rodríguez, Manuel. (coord.): “Cultura Popular y Medios de Comunicación”. Comunicación Social, Sevilla, 2002.
3) Casasús, Josep María: “Ideología y análisis de medios de comunicación”, Ed. CIMS. Libros de Comunicación Global, 1998.
4) Chomsky, Noam: “Ilusiones necesarias”, Libertarias-Prodhufi., 1992
5) Dayan, D. (comp) : “En busca del público”, Gedisa, Barcelona, 1997
6) Eco, Umberto: “Apocalípticos e integrados”, Ed. Lumen, 1968.
7) Fromm, Erich: “El miedo a la libertad”. Ed.Paidós, 1947.
8) González Requena, Jesús: “El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad”, Cátedra, Madrid, 1999.
9) Gubern, Román, “El eros electrónico”, Taurus, Madrid, 2000.
10) Habermas, Jurgen: “Problemas de legitimación del capitalismo tardío”, Cátedra, Madrid, 1999.
11) Hartley, John: “Los usos de la televisión”, Paidós Comunicación, 2000.
12) Imbert, Gérard: “El zoo visual. De la televisión espectacular a la televisión especular”, Gedisa, Barcelona, 2003Marshall, Mc Luhan: “La galaxia Gutenberg”, Planeta D-Agostini, 1985.
13) Martin-Barbero, J. y Rey, Germán: “Ejercicios del ver. Hegemonía audiovisual y ficción televisiva”, Gedisa, Barcelona, 1999.
14) Marshall Mc Luhan, “ El medio es el masaje”, Paidós Studio, 1967.
15) Mucchielli, Alex: “El arte de influir. Análisis de las técnicas de manipulación”, Cátedra, 2002.
16) Reig, Ramón: “Medios de comunicación y poder en España. Prensa, radio, televisión y mundo editorial”. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1998.
17) Rico, Lolo: “Televisión fábrica de mentiras. La manipulación de nuestros hijos”. Editorial Espasa Calpe, 1994.
18) Roiz, Miguel: “La sociedad persuasora. Control cultural y comunicación de masas”, Paidós, Barcelona, 2002
19) Sartori, Giovanni: “Homo Videns. La sociedad teledirigida”. Colección Taurus, Editorial Santillana, Madrid, 1997.



Coral Herrera Gómez Blog

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