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16 de noviembre de 2025

Compañero de mi vida




Mucha gente me pregunta que cómo puedo con todo: imparto clases en la Universidad, corrijo exámenes y trabajos, atiendo a mis alumnas y alumnos. Escribo libros, imparto conferencias y formaciones, viajo por España y Latinoamérica, tengo mi propia escuela virtual, mi blog, mi Patreon, tengo un podcast, un canal de YouTube y alimento mis redes sociales. Atiendo entrevistas a medios de comunicación, soy mi propia manager y contesto personalmente los correos, hago facturas y llevo la contabilidad y todos los asuntos administrativos, y también trabajo como agente de viajes: busco vuelos, hoteles, trenes, y armo el calendario de mis giras cada año. 

Y soy mamá de un niño de 9 años. 

Si puedo con todo es porque mi compañero me apoya y me cuida. Él cuida del hogar y del niño para que yo pueda viajar y trabajar, se encarga todas las tardes de las extraescolares, cuida nuestro huerto, cocina, hace lavadoras, limpia la casa, va a la compra, lleva al niño al médico, me va a llevar y a buscar a la ciudad cuando voy y vengo, a veces a horas intempestivas en la mañana y la noche. 

Él me brinda el apoyo emocional que necesito para soportar la exposición pública y la fama. Cuando siento que no puedo más, él me sostiene y me da fuerzas para seguir. Siempre que he pensado en tirar la toalla, me ha acompañado en el proceso hasta que he logrado reunir fuerzas para seguir.

Él me sostuvo económicamente muchos años: cuando estalló la crisis de España en la que tuve que emigrar a Costa Rica y buscaba trabajo desesperadamente, aceptó casarse conmigo para que yo tuviera papeles. Me apoyó cuando le pedí tiempo para poder escribir el libro que impulsó mi carrera, me apoyó cuando se me ocurrió la idea del Laboratorio del Amor y lo puse en marcha, y me apoyó también cuando quise ser mamá. Me acompañó cuando empecé a viajar por el mundo para que yo pudiera darle el pecho a mi bebé mientras él trabajaba online y recorríamos las carreteras de España. Y cuando hace 5 años le dije que quería regresar a España, que se viniera conmigo y que apostara por mi carrera profesional, me dijo que sí. 

Y dejó su trabajo de antropólogo para que yo pudiera cumplir mi sueño.

Gracias a sus cuidados puedo dedicarme al activismo feminista, y a mi carrera como escritora y profesora, pero nunca hablo de él aquí en redes. Parezco una superwoman pero no lo soy: mi enorme productividad y capacidad para tener varios trabajos es gracias a él. Los hombres que tienen la fortuna de tener a una compañera que decidió (o no tuvo más remedio que hacerlo) apostar a su carrera profesional, a veces les dan las gracias cuando recogen premios y reconocimientos. 

Y a veces no, y sus compañeras permanecen siempre a la sombra de su figura.

A mí no me han dado nunca un premio, pero no hace falta para reconocer y agradecer públicamente a mi compañero que haya creído en mi, que me cuide y que me apoye tanto. Cualquier día es bueno para reconocer que no soy una supermujer, y para expresar el inmenso amor que siento por él. 

Yo salgo en la tele, en la radio y en la prensa, me llevo los aplausos del público, firmo autógrafos, me hago selfies con mis lectoras, brillo bajo los focos, y él hace todo el trabajo de cuidados, el más invisible, el peor valorado y remunerado del mundo. 

Yo reivindico siempre este trabajo de cuidados porque es lo que sostiene el mundo. Sin las mujeres que cuidan gratis, el capitalismo no se sostendría. Y me parece una injusticia que las labores de cuidados no sean valoradas ni reconocidas ni remuneradas.

A veces en el escenario hablo de cómo funcionamos en mi casa: cuando yo era pequeña mi madre trabajaba en la fábrica y mi padre nos cuidaba a mi hermana y a mí. Él era escritor y cuidaba del hogar. Cambiaba pañales, cocinaba, limpiaba y para aquella época (años 70 del siglo pasado), mi padre era un hombre excepcional. 

Hoy en mi propio hogar también están cambiados los roles y la gente alucina. Mi marido hace lo que hacen muchisimas mujeres, y no es frecuente que en una pareja sea él el que apoye la carrera de ella. Pero sí pasa a veces, y no somos los únicos. Ya llevamos juntos 15 años.

Por eso hoy quería contarlo aquí: sin él yo no podría dedicarme a desmontar mitos, ni a impulsar el movimiento de liberación, ni a ayudar a las mujeres que ya no quieren sufrir por amor y a los hombres que quieren transformarse y aportar a la construcción de un mundo mejor.

Gracias por cuidarme, gracias por cuidarnos: te amo compañero del alma, te amo tanto ❤️

Coral Herrera Gómez