Yo quiero utopías, ya no quiero más historias de distopías y apocalipsis.
¿Os habéis dado cuenta de que la industria cultural solo nos ofrece catástrofes, guerras e historias enmarcadas en escenario futuristas terribles?. En las carteleras de nuestros cines no hay ni una sola película basada en utopías. Ni una sola productora en los grupos de poder nos ofrece relatos basados en la posibilidad de transformar nuestra sociedad para construir un mundo mejor.
No nos ofrecen horizontes de posibilidades, los señores de traje y corbata solo quieren muertes y destrucción. El objetivo es que vivamos presos y presas del odio y del miedo, encerrados en casa.
Porque, ¿que ocurriría si nos ofrecieran relatos que dispararan nuestra imaginación y nos motivaran a soñar con un futuro mejor?
Imaginaos si las pantallas se inundaran de utopías, y pudiéramos ver historias sobre el día en que la Humanidad supera el individualismo y abraza el Bien Común. Ese día en el que tomamos conciencia masivamente de la necesidad de cuidar el planeta, y aprender a convivir con los demás seres vivos de la Tierra.
Nadie se atreve a ofrecernos la historia de un futuro en el que los seres humanos hemos aprendido a convivir en paz, a resolver nuestros conflictos sin violencia, y a cooperar para que nos vaya bien a todos y a todas. Un mundo en la que la Humanidad ha dejado de producir y de consumir a lo bestia, ha empezado a respetar a la naturaleza y a vivir en armonía con ella, y ha aprendido a usar la tecnología para dejar de contaminar y de envenenar nuestro aire, nuestros ríos, nuestros mares, nuestra tierra y nuestros alimentos.
Un futuro en el que la Humanidad ha dejado de elegir como líderes a los más ignorantes y a los más malvados, y ha empezado a funcionar en redes horizontales de colaboración, y apoyo mutuo. Una sociedad que ha repartido las riquezas entre toda la población humana, que repudia la violencia y vive sin guerras, sin religiones y sin banderas. Una sociedad que permita a todas y a todos vivir una Buena Vida, en la que no se nos vaya el día entero en trabajar, en la que todos y todas tengamos nuestra libertad y derechos humanos garantizados.
¿Sabéis porque no quieren que soñemos con utopías? Porque si pudiésemos imaginar un mundo mejor, nos pondríamos a construirlo. Nos ofrecen relatos apocalípticos porque nos quieren anestesiados, resignados, sin esperanza, creyendo que la autodestrucción es inevitable, que los seres humanos somos así, que no podemos cambiar.
Nos quieren sumidos en la desolación, desconectados de la realidad, convencidos de que estamos condenados para siempre a vivir en un mundo violento y cruel, y que no nos merecemos un mundo mejor.
No solo nos manipulan a través de la ficción: en los relatos sobre la realidad, las utopías sociales también se nos muestran como imposibles. Las propuestas para organizarnos social, política y económicamente de otras maneras quedaron atrás, muy lejos, allá en el siglo XX. Ahora impera la ley del "sálvese quien pueda", y ya no soñamos con repartir la riqueza, sino con que nos toque la lotería.
La gente que sigue creyendo en las utopías es tachada de optimista, de inocente, de ingenua. El desprecio y las burlas son el pan de cada día para todos aquellos que trabajan por mejorar nuestras vidas y por cuidar el planeta.
En el imaginario colectivo ha calado la idea de que lo único que podemos hacer es luchar por la supervivencia a solas o en pareja, preocuparnos cada cual de lo nuestro, y así estamos todos, compitiendo y luchando contra los demás.
Creemos que solo hay un camino, la autopista al infierno, que nos lleva a todos y a todas al suicidio colectivo. No vemos otros caminos en las pantallas, pero en la realidad del día a día hay mucha gente abriendo nuevas sendas y haciendo camino al andar.
Soñar utopías es tan revolucionario porque la clave del poder que tienen los hombres de traje y corbata reside en la cantidad de gente que ha perdido la esperanza de que las cosas puedan cambiar o puedan ir a mejor, y que vive presa del miedo.
Estamos todos ahogados por la impotencia, la sensación de que no tenemos ningún poder, aunque somos millones de personas y ellos son solo unos pocos.
Estamos acostumbrados a ver historias en las que el futuro de la Humanidad depende de un solo protagonista que lucha por salvarnos a todos, cuando en realidad sabemos que la única salvación reside en la lucha social y la transformación colectiva. No necesitamos un Mesías, necesitamos asumir nuestra responsabilidad y volver a creer en el poder de la gente.
Si ellos no nos quieren ofrecer utopías, entonces tendremos que crearlas, inundar nuestros relatos y nuestros corazones, y atrevernos a contarnos otras historias, con otras tramas, otros protagonistas y otros finales felices.
¿Cómo inspirarnos? No tenemos más que mirar a nuestro alrededor: el mundo está lleno de gente protestando contra las injusticias, luchando y haciendo propuestas para crear un mundo mejor. Estas semanas hemos inundado las calles y las plazas, y hemos salido en los telediarios exigiendo a nuestros gobernantes el fin de la violencia.
Viendo las imágenes es fácil darse cuenta de que ellos son unos pocos, y nosotros somos muchos más.
No perdamos la esperanza, multipliquemos los caminos hacia la utopía, que no nos roben nuestros sueños, que nos merecemos Un mundo mejor
Coral Herrera Gómez
#utopías #otromundoesposible #somosmuchosmás #unmundomejor