Páginas

22 de abril de 2023

La salvación no está en el príncipe azul, está en las utopías colectivas.



La salvación que andamos buscando todos y todas no esta en una persona, ni en un objeto mágico, ni en un milagro divino. La salvación de la Humanidad está en las utopías colectivas, pero la gente solo cree en dioses que ofrecen soluciones individuales a unos pocos elegidos.

Los dioses son incapaces de hacer grandes transformaciones, solo pueden ayudar a unos cuantos privilegiados. Ellos seleccionan a los que podrán vivir una Buena Vida, su poder solo alcanza para ayudar y proteger a un puñado de ricos. 

Mientras, aquí en la Tierra, los señores poderosos producen relatos basados en apocalipsis y distopías para que creamos que estamos todos condenados al infierno. Los creadores y productores culturales saben que las utopías son revolucionarias, y por lo tanto peligrosas, por eso solo nos ofrececen futuros infernales y finales horribles, llenos de sufrimiento, violencia y destrucción. 

Para que no nos pongamos creativos mitifican a los hombres violentos entregados a la autodestrucción (personal y colectiva) Nos venden relatos distópicos para que vivamos con miedo, nos creamos que todo va a peor, y no nos pongamos a soñar con un mundo mejor. 

Esos mismos señores se ríen con desprecio de la gente que se resiste a vivir con miedo. Es gente que tiene aún esperanza, y por eso resultan tan incómodos. 

Nos hacen creer que la utopía es sinónimo de "sueño imposible", que estamos condenados a destrozarnos, a aniquilar todo tipo de vida, a destruir al planeta Tierra, porque "así somos de violentos los humanos". 

Nos engañan con el príncipe azul y con el Salvador celestial, para que no sepamos quiénes son las heroínas y los héroes de carne y hueso que se dejan la piel por el sueño de un mundo mejor. No quieren que sepamos de su lucha ni que nos contagiemos de su energía y su ilusión. No sea que tomemos ejemplo y nos pongamos a revolucionarlo todo.

Nos regalan utopías individuales, pero jamás utopías colectivas. 

En la escuela no nos enseñan a pensar en el Bien Común. Nos enseñan a desconfiar de la especie humana, a competir con los demás, a guerrear entre nosotros, para poder someternos y manipularnos. 

Nos anestesian con distopías para que no nos atrevamos a imaginar un mundo mejor, una sociedad en la que la Humanidad aprenda a cooperar, a comunicarse, a cuidarse y a cuidar el planeta, a convivir con los demás seres vivos en armonía y en paz. 

En las pantallas no nos hablan de la fuerza revolucionaria del amor para que no nos entusiasmemos con la posibilidad de construir otro mundo, y de soñar con el derecho a vivir una Buena Vida. Una vida libre de explotación, de sufrimiento y de violencia. 

Nos ofrecen hombres mutilados y sin esperanza, mujeres cosificadas al servicio de esos hombres, modelos a seguir basados en estereotipos y mitos que perpetúan el sistema. Ellos quieren que vivamos derrotados, sin fe en la Humanidad, sin fe en el futuro, muertos de miedo, y cada uno buscando la manera de salvarse a sí mismo. 

El poder solo nos ofrece ídolos y modelos a seguir que cantan, bailan, posan, hacen películas, hacen deporte y acumulan dinero. No conocemos apenas a la gente que cree en utopías y trabaja por ellas, a la gente que a diario, desde sus trincheras cotidianas, aporta a la creación de un mundo mejor, y hace este un poco más habitable.

Y sin embargo, el mundo está lleno de gente que cree en utopías colectivas y que lucha por el derecho de todos y todas al Buen Vivir. 

Es la gente que protesta contra las injusticias, defiende sus derechos, y le exige a los gobiernos que acabe con la pobreza, el abuso, la desigualdad. 

Es la gente que abolió la esclavitud, el apartheid, las dictaduras, y la que se inventó Declaración de los Derechos del Hombre, una utopía que cambió la Historia. 

Estos seres humanos que sueñan con un mundo mejor inventaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo un impacto monumental, puso límites a la violencia del capitalismo salvaje, y modificó las leyes de muchísimos países. 

La Declaración de los Derechos Humanos de las Mujeres también tuvo un impacto enorme: el movimiento de liberación de las mujeres también ha modificado las leyes de muchos países y sigue hoy, con fuerza, luchando por acabar con las jerarquías, la explotación, la acumulación de poder, y con ellas, acabar con el capitalismo y el patriarcado. 

Las utopías colectivas son caminos hacia la transformación; existen muchas maneras de relacionarnos y de organizarnos a nivel social, político y económico. 

Se trata de soñarlas juntas y juntos, de unirse a la gente que ya está en esos caminos desde hace años, de aprender a trabajar en equipo, de contagiarse de esa fuerza poderosa que nos permite avanzar. 

Si nuestra cultura nos vende apocalipsis y nos hace creer que así somos, que no hay solución, que no hay esperanza, apaguemos las pantallas y salgamos a la calle a bañarnos en las utopías colectivas. 

Salgamos a mojar a los demás para que puedan unirse a la fiesta. 

Inventemos relatos utópicos y demostremos que son posibles. 

Nos quieren amargados, resignados, y muertos de miedo, nos quieren empastillados y metidos en casa, aislados de los demás, buscando desesperados la salvación personal. 

Ojalá un día nos encuentren en las calles, bailando, soñando y luchando con una vida mejor para la Humanidad y demás seres vivos del planeta Tierra.


Coral Herrera Gómez 


Más artículos sobre Utopías