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10 de diciembre de 2022

¿Quién es Coral Herrera Gómez?





Soy una chica de barrio. 

Soy escritora, 

soy sorda, 

soy trabajadora autónoma,

soy madre y soy madrastra, 

soy profesora.

Soy emigrante, y bisnieta de campesinas y sirvientas que también emigraron para escapar del hambre y de la guerra: Antonia, Teresa, Genara y Canora.

Soy nieta de Felisa y Carmen, 

hija de Gloria, 

hermana de Virginia, 

y madre de Gael. 

Mis raíces son castellanas y andaluzas, 

mi compañero es salvadoreño, 

mi hijo costarricense, 

y ahora vivimos en Andalucía. 

Nací en Aluche, un barrio obrero de Madrid, hace 45 años.

 Mi madre trabajaba en la fábrica y mi padre era escritor y trabajador del hogar. Luego se hizo profesor de Yoga. 

Mi hermana y yo estudiamos en el Colegio Público Cuba.

Aprendí inglés en Portsmouth, Inglaterra trabajando de au pair con 18 años y sin cobrar. 

Estudié la carrera de Humanidades en el cinturón industrial de Madrid, en Getafe, mientras trabajaba de cajera en un supermercado. 

Viví en una comunidad durante seis años en Lavapiés, 

serví hamburguesas y perritos calientes, 

hice una tesis sobre el amor romántico en un pueblo de Ávila, 

viví en París medio año, 

emigré a Costa Rica y viví allí nueve años, 

Viajé por Latinoamérica dando conferencias y talleres. 

Y ahora vivo en un pueblo de la costa de Málaga.

Uno de los momentos más importantes de mi vida fue cuando salí del barrio, crucé el río Manzanares, descubrí los centros sociales y los espacios autogestionados, e hice amigos y amigas de todos los países del mundo. 

He sido una hippie disfrazada de punki,

 actriz de teatro, niñera, profesora, trabajé en la hostelería, en academias, en editoriales. 

Viajé de mochilera muchos años, 

nunca llegué a mileurista, 

estuve hasta los 40 sumida en la precariedad. 

Me encanta que me rompan los esquemas, 

me cuesta mucho decir que no y poner límites a los demás,

 soy egoísta e hipocondríaca, pero me lo trabajo mucho. 

Aprendí a leer la ideología de cualquier relato y en cualquier formato en la Universidad, y eso me cambió la vida.

He malgastado mucho tiempo buscando trabajo. 

Me dijeron que no en muchísimas entrevistas. 

Durante la crisis del 2008 escondí de mi currículum el título de Doctora en Humanidades y Comunicación, hasta que tuve que marcharme al extranjero, al mismo tiempo que otros dos millones de españoles. 

Tuve una infancia muy feliz, pero luego en la adolescencia me tocó sufrir mucho por amor. 

Ahora me ahorro todo el sufrimiento que puedo, y he aprendido a cuidarme y a quererme mejor. 

Soy una apasionada de la astronomía y la divulgación científica. 

Escribo en mi diario desde los 12 años,

paso muchas horas en los trenes y los aviones, 

mi medicina es caminar, 

me apasionan las conversaciones largas, 

creo en la Justicia Social. 

Me di cuenta en Santiago que la meta no era Santiago, sino el Camino, 

tuve cuatro amantes famosos, 

cuidé a mis abuelos durante un año hasta su muerte, 

me convertí en madrastra de Pablo y Daniela, dos treintañeros hermosos, 

y llegué a cuidar a la vez a cuatro perras callejeras: Haika, Cuca, Danka y Leti.

Cuando me quedé embarazada, pasé de pesar 44 kilos a pesar 77 . Perdí dos muelas y me quedé sorda: la periodontitis dental y la otoesclerosis se me dispararon con el embarazo. 

Ser sorda y usar audífonos es una pesadilla, sobre todo si no puedes leer los labios porque todo el mundo usa mascarilla. 

La pandemia me aisló mucho, pero tuve suerte: me han operado de los dos oídos y aunque no he recuperado toda la audición, podré estar un tiempo sin aparatos. No sabemos cuántos años, depende de la intensidad del zumbido que me acompaña día y noche, y depende del ritmo al que avance la enfermedad. 

Disfruté de la lactancia casi cinco años seguidos, y en el último año nos teníamos que esconder para que no se metieran con nosotras.

Envejecí mucho con un bebé, dos jornadas laborales y muy pocas horas de sueño. 

El problema no son los bebés, es el capitalismo y el patriarcado, que no nos deja cuidar a nuestras propias crías.

Me encanta andar en bici, hacer yoga y nadar. 

No puedo ver la televisión porque me cabreo mucho. 

Me encanta estar en silencio y disfruto mucho de la soledad. 

También me encanta reunir a mi gente querida y cocinar para ellas. 

Soy antifascista, antirracista, ecofeminista, y admiro el trabajo de las anarquistas que fundaron Mujeres Libres en España.

Mi utopía personal es el amor compañero: creo que un cambio en nuestras formas de relacionarnos también cambiará nuestras formas de organizarnos social, política y económicamente hablando. Creo que otro mundo es posible, y que la clave del cambio está en poner en el centro los cuidados. 

Estuve cuatro años intentando olvidar a un ex e investigando sobre el amor romántico para entender por qué. Una vez que hallé las respuestas, me puse a trabajar en las herramientas para llevar la teoría a la práctica, y fundé el Laboratorio del Amor, una comunidad de mujeres en la que nos acompañamos unas a otras en el proceso de investigación y de liberación. 

Mi plato favorito son las lentejas y las judías pintas con arroz, soy adicta a los crepes de chocolate. 

Me encanta ordenar, clasificar fotos, hacer álbums y registrar la memoria de mi familia y de mi gente querida. 

Una de las ideas que más me ha impactado en la vida es la de que lo personal es político, y se me abrió un mundo cuando comprendí que lo que creemos que son problemas individuales, en realidad son colectivos. 

Empecé a estudiar en una escuela de interpretación en Madrid y creo que habría disfrutado mucho trabajando de actriz, pero como tuve que elegir, elegí mi otra pasión, la investigación y la docencia. 

Me fascina el tema del ego y del poder. Estoy convencida de que podemos abolir la pobreza, la explotación, el sufrimiento y la violencia. Trabajo a diario en mí, y en la Revolución Amorosa, a solas, con mi pareja, y con mis compañeras del Laboratorio. 

Tengo muy poco tiempo y eso me hace sufrir mucho. 

Quisiera tener más tiempo para cuidar a mi gente, para disfrutar de la vida, para aprender sin parar, para escribir como una posesa. 

Uno de mis sueños es poder volver a investigar y tener tiempo para escribir. 

Otro de mis sueños es que todos y todas tengamos derecho a vivir una Buena Vida. 

Me pasé todo el tiempo de mi infancia y adolescencia devorando libros. Tardé mucho en convertirme en adulta y dejar atrás la eterna juventud. 

Tiendo a ensimismarme así que me esfuerzo mucho por tener los pies en la tierra. Antes era muy despistada, ahora soy muy práctica y me va mucho mejor.

Me encanta conocer gente nueva que se abre en canal, y escuchar sus historias de vida. 

Me encanta patear las ciudades y los pueblos, de día y de noche.

He sido una gran animadora sociocultural, muy fiestera, muy payasa, la alegría de la huerta en todas las celebraciones. Añoro esos tiempos de cante, baile, risas y juegos con mis amigas. 

Me ha encantado siempre hacer performances, contar historias, cantar con mis amigas, bailar al aire libre, y subirme a los escenarios. Ahora soy más tímida porque me conoce cada vez más gente, y ya no me resulta fácil la relación entre mi persona y mi personaje. 

Escribo un diario desde los 12 años de edad. Fui hortelana durante dos años en mi pueblo, y me comía mis lechugas y mis tomates con un orgullo tremendo. 

Cuando se me ocurre una idea para escribir, me pongo febril y obsesiva. Vienen a mí cientos de ideas cada día, pero solo puedo escribir cuando no estoy de gira, o cuando todos duermen. 

Mi primera manifestación fue con 6 años contra la OTAN, me llevaron mis padres. Mi primera manifestación sin mis padres fue contra la guerra de Irak, con 16 años. 

Soy pacifista y antimilitarista, con mis gafas violetas y los filtros de la maternidad y la discapacidad, veo violencia en todas partes.

Soy feminista radical, anticapitalista y ecologista, defensora de los derechos de la Infancia, de las mujeres, de las personas con discapacidad, de las que sufren exclusión social y de las personas dependientes, de los animales y del planeta.

Admiro mucho a la gente que cree y trabaja por un mundo mejor. 

Nunca he militado en ningún sindicato, partido político, ni colectivo social, y me he unido a las luchas sociales sin renunciar a mi autonomía. 

No se me da muy bien la lealtad hacia un grupo de poder, ni he tenido nunca una fe ciega en dioses o humanos. Entonces siempre he ido por libre, colaborando con todo el mundo, sin casarme con nadie, queriendo a la gente sin perder mi libertad. Soy fiel a mis ideas, no a una sigla, ni a un logo, ni a una bandera.

Empecé en el movimiento estudiantil, en el instituto y la Universidad, y cuando salí, me encerré cuatro meses en una iglesia de Vallekas contra la Ley de Extranjería, sacamos 50 mil personas a la calle, y logramos un proceso de regularización bajo el lema "Ningún ser humano es ilegal"

Después me uni al movimiento de liberación de las mujeres. 

Soy radical y abolicionista, y aunque me solidarizo con la lucha de los hombres contra la explotación laboral, mi corazón está con todas las mujeres que luchan en contra de la explotación sexual y reproductiva, la explotación doméstica, la explotación laboral, y la explotación emocional que sufren millones de mujeres en todo el mundo.

También soy abolicionista de todo lo demás: la explotación y la tortura animal, los ejércitos, la monarquía, el clero, las jerarquías humanas. Creo en el poder popular, la autogestión, la sororidad y la solidaridad, y la ternura radical. Creo que otras formas de querernos son posibles. 

Nunca he sido religiosa, pero en la naturaleza me siento cerca de lo sagrado y del Cosmos. Me encanta subir montañas para ampliar horizontes, amo los atardeceres y los amaneceres, los paseos por la selva y la playa, los baños en el río, las noches estrelladas, las caminatas nocturnas con luna llena. 

Tengo una red maravillosa de gente que me quiere y me cuida, y que me ha apoyado mucho en los momentos más difíciles de mi vida, especialmente en la época de la crisis, cuando tenía un título de Humanidades, una tesis doctoral sobre el amor romántico, nada de ahorros, y no sabía qué hacer con mi vida.

 Siempre que lo he pasado mal, he tenido a mi alrededor mucho apoyo emocional, económico y logístico. Mi gente no solo me ha cuidado a mí, también a mis perras cuando tenía que viajar, y eso me hace sentir la mujer más afortunada del mundo.  

Soy una mamá imperfecta, y me siento culpable cuando viajo y paso muchos días fuera. Me siento muy comprometida con la tarea de criar a un varón sensible, con gafas violetas, que desobedezca las normas del patriarcado, que se sienta libre para ser quien es, y que sepa relacionarse en igualdad y en libertad con hombres y mujeres. 

Casi todos mis ex son grandes amigos míos. No tuve que perderlos cuando nuestra historia acabó: pudimos transformar nuestro amor, liberarlo del romanticismo, y convertirlo en amistad. 

Vivo en un pueblo con gente de todos los países, junto al mar. Por eso ya no me gusta el turismo. Amo a los perros y a los gatos, y ahora que no tengo, los echo de menos. 

Cosas que se me dan bien en la vida: deleitar a mi gente con mi cocido madrileño, escribir, comunicar, abrir horizontes y me dedico a la divulgación de las ciencias sociales.

Me envicié mucho con las redes sociales cuando nacieron, pero poco a poco he tenido que renunciar a ellas y usarlas solo para dar a conocer mi trabajo. He creado mi propia red social, un espacio libre de violencia verbal, que también es una escuela virtual: en el Laboratorio del Amor puedo ser yo misma, y es un lujo tener compañeras con las que practicar la ética amorosa y la Filosofía de los Cuidados. 

Según voy cumpliendo años y según voy trabajandome las cosas, me siento más segura de mí misma, me escucho con amor, y confío más en mí. 

Me encanta desmontar mitos y prejuicios, y abrir puertas a la esperanza con la idea de que otro mundo es posible, y otras formas de relacionarnos son posibles. 

No he visto nunca una serie de Netflix porque mi hijo nació en el mismo año que la plataforma. Ahora que ya tiene siete años, he vuelto a leer novelas, pero tengo que tener cuidado porque si me engancho no puedo parar de leer y le robo muchas horas al sueño. 

Estoy muy comprometida en la lucha por la Renta Básica Universal, y estoy conociendo poco a poco a mis compañeras y compañeros, gente que lleva décadas luchando por los derechos humanos y con las que estoy aprendiendo un montón. Me han acogido en sus redes con mucho cariño.

Me paso el día trabajando para Coral Herrera. Hago facturas, respondo mails y llamadas, negocio y firmo contratos, compro los billetes de avión o tren, o me alquilo un coche, organizo la logística de mis giras, imparto cursos presenciales y virtuales, llevo mis redes sociales yo sola, también llevo yo la contabilidad y publicidad de mi pequeña empresa, y hago y deshago muchas maletas. 

También cocino, lavo platos, ordeno el caos, y juego con mi hijo, pero es mi compañero el que lleva el peso de los cuidados del hogar y del crío. Sin él yo no podría viajar tanto como viajo.  

Me salieron canas con 18 años y me teñí el pelo de mil colores. Cuando dejé de teñirme, mi madre y sus primas me imitaron, y fue hermoso liberarnos juntas del tinte y lucir nuestras canas con orgullo. 

Desde que salí de España, mi corazón está siempre dividido entre un lado y el otro del Atlántico. Mi familia centroamericana es enorme y estamos repartidos en varios países: El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Estados Unidos, Angola, Holanda, Bélgica y Escocia, y la última vez que logramos juntarnos todos fue hace cuatro años. Soy tía abuela de siete crías maravillosas, y me encanta presumir de ellas. 

He pasado una vida llena de intensidades, y ahora solo aspiro a estar tranquila, pero no me dejan. Necesito la soledad tanto como necesito a la gente.

Parezco muy segura de mí misma pero tengo que trabajar mucho para cuidar mi autoestima y controlar el ego.

He publicado 8 libros sobre el amor romántico, una guía para trabajar con adolescentes, y un cuento infantil. He publicado más de 1000  posts en mi blog, que ya ha alcanzado los 9 millones de visitas, a veces grabo videos para YouTube, y tengo un programa de podcast, "Disfrutar del Amor"

A veces deseo que me descubra un príncipe azul (la multinacional) que me permita dedicarme a escribir a tiempo completo, pero en realidad quienes me salvan desde hace años son mis lectoras, que son las que difunden mi trabajo y me van haciendo conocida.

Ahora soy más timida. Es un poco duro perder el anonimato, pero me encanta que me saluden por la calle.

Se me dan fatal las relaciones públicas y las relaciones de poder. Nunca he sabido usar mis contactos para encontrar trabajo. No pude entrar en la Academia,  y por eso monté mi propia escuela, pero ahora soy profesora en masters y posgrados de dos de las universidades más importantes de España, y me llaman de muchas universidades para dar conferencias y cursos.

No pertenezco a ningún colectivo, asociación, partido, organismo, sindicato, y cuando me preguntan, ¿y tú de quién eres?, se sorprenden cuando respondo que vengo sola. 

La parte buena es que me siento muy libre, y me siento orgullosa de ser autónoma. No me siento sola gracias a mis compañeras del Laboratorio. Me siento muy feliz de ser parte de una red de mujeres tan maravillosa. 

Me siento en construcción permanente. Estoy aprendiendo a cuidarme, a cuidar mis palabras, a cuidar mis emociones, a usar mi poder, a cuidar mis relaciones, a cuidar el mundo en el que vivo. Y aunque me lo trabajo mucho y le pongo mucho amor, muchas veces meto la pata.

Estos son trocitos de mi historia que os cuento a toda la gente que ha empezado a seguirme, para que sepáis de dónde vengo, y a qué me dedico.

Gracias por todo el amor que me dais,

Coral Herrera Gómez



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