Las mujeres amamos como hace siglos, cuando se creía que el Sol era el centro del Universo y había solo 9 planetas girando alrededor. Cegadas por esta visión heliocéntrica de Copérnico, creemos que el amor supremo está en un hombre, el Sol, creyendo que es único y gigantesco, fuente de vida, calor y felicidad, y por eso lo adoramos como a un Dios.
Sin embargo, ahora podemos ver mejor: gracias a los radiotelescopios, nos hemos dado cuenta de que nuestra estrella es bien pequeña, y es una más entre billones de estrellas, que estamos en una esquinita de una galaxia colosal, que también es pequeña si la comparamos con Andrómeda, nuestra galaxia vecina, y con las cien mil galaxias que hemos podido observar, que apenas es una pequeña porción del Cosmos.
Hoy sabemos que el Hombre no es el centro del mundo y que nuestro Universo es descomunal y está lleno de cuerpos celestes. Y al ponernos las gafas violetas y al mirar por los telescopios, es cuando nos damos cuenta de que el amor está en todas las relaciones que tenemos con los demás seres humanos, animales, seres vivos, naturaleza y cosas.
El amor son las personas que nos cuidan. El amor es la forma en la que te relacionas en tu pequeño mundo, es la energía que te mueve cada día. Ya podemos, chicas, salir del agujero negro del amor romántico para explorar nuevos mundos y gozar con la infinitud del amor, que está en todas partes y nos envuelve a nosotras y al Cosmos entero.
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