Compartimos nuestras experiencias con la regla y la masturbación, nuestros enamoramientos y nuestros duelos románticos, nuestras experiencias sexuales y amorosas, nuestros embarazos y abortos, hablamos sobre la crianza y la lactancia, la menopausia, el envejecimiento y la muerte.
Hablamos también, aunque sea doloroso, del acoso que sufrimos en la calle y en el trabajo, de las historias de abuso y maltrato, las violaciones y las violencias que hemos sufrido. Nos exponemos en redes con nuestro nombre y apellidos para ayudar a otras mujeres a dejar de sufrir, a liberarse de la dependencia romántica, la culpa, los miedos, y a desobedecer los mandatos de género.
Nosotras compartimos con las demás mujeres nuestros procesos para trabajarnos los patriarcados que nos habitan porque hemos aprendido que el trabajo es a la vez individual y colectivo, y que cuando una se libera, nos libermos todas.
Los hombres que hablan de los derechos de las mujeres, de la igualdad y de la violencia machista, en cambio, pocas veces salen del tema político para profundizar en lo personal ante un auditorio, o en sus redes sociales. Siento que sus discursos llegarían a más gente y tendrían más impacto en la sociedad si hiciesen autocrítica amorosa, si pusiesen el cuerpo y el corazón, si nos hablasen de las violencias que han sufrido y que han ejercido, si contasen su proceso desde su toma de conciencia hasta el momento en que se posicionan como hombres igualitarios, si pidiesen perdón públicamente a las mujeres a las que hicieron daño.
Creo que sería más interesante escucharles hablar sobre cómo se han aprovechado de las mujeres de su vida para vivir como reyes, de los errores que cometieron en el pasado, de las veces en que se beneficiaron de sus privilegios para conseguir lo que querían, y de cómo aprendieron a usar su poder para no hacer daño a nadie.
Creo que podrían ayudar a muchos hombres que quieren trabajarse sus machismos y sus problemas de violencia, y a muchos adolescentes que empiezan a tenerlos. También los niños varones necesitan referentes de masculinidades no violentas, necesitan escuchar a los hombres que están aprendiendo a cuidarse y a cuidar. Necesitan ejemplos de hombres reales que sean capaces de mostrar su vulnerabilidad y hablar de su sexualidad y sus sentimientos.
Hombres que demuestren que el cambio es posible, y que se puede salir de la violencia. Hombres que compartan con generosidad el trabajo personal que están haciendo día a día para ser libres y para contribuir a la lucha por un mundo mejor. Sus experiencias personales podrían ayudar más que sus conocimientos teóricos. Podrían servir para que más hombres tomen conciencia y fabriquen sus propias herramientas para trabajarse los patriarcados.
Es fácil hablar sobre feminismo, lo difícil es desnudarse en público y hablar de uno mismo, y éste es el gran reto que tenéis por delante la mayoría: llegar al gran público dando la cara, poniendo el cuerpo, y abriendo vuestros corazones con valentía.
Para luchar por un mundo mejor y para hacer pedagogía feminista hay que dejar de esconderse tras los discursos bonitos, y hay que perder el miedo a desnudarse y compartirse.
Nosotras mezclamos teoría y praxis, palabras y sentimientos, razón y emoción, y nos movemos con soltura en las dos dimensiones porque hemos aprendido que son inseparables. Y porque, compañeros, en esto consiste básicamente el feminismo: lo político es personal, y lo personal es político.
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