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21 de julio de 2019
Cuidar te hace mejor persona
Maduras cuando aprendes a cuidar de ti misma. Una de las formas más lindas de crecer, ser autónoma y volar del nido es a través de los cuidados, hacia una misma y hacia los demás.
Cuando llega el momento en el que te toca cuidar a alguien, a solas o en red, puedes vivir una de las experiencias más enriquecedoras del mundo, y que más te ayudan en tu crecimiento personal.
Cuando comienzas a cuidar a alguien que depende de ti, se desarrolla la empatía y la solidaridad de una forma que nunca antes habías experimentado, aumenta tu sensibilidad y tu sentido de la responsabilidad, empiezas a ponerle todo el amor del mundo a tus tareas, y se potencia toda tu capacidad para el compromiso.
No importa si se trata de un animal, una hermana, tu madre, tu abuela, tu amiga, tu pareja o tus hijas: cuando el bienestar de otra persona depende de ti, cuando puedes disminuir o aliviar su sufrimiento, cuando te ves a ti misma cuidar con esa fortaleza y esa ternura, sientes que eres capaz de todo. Cuando aprendes a pedir ayuda, cuando te das cuenta de que también necesitas cuidarte y que te cuiden, es cuando creces y te conviertes en una persona adulta de verdad.
Hay gente que llega a los 50 sin haber cuidado a nadie y sin saber como cuidarse, y no lo necesitan porque hay alguien sosteniendo la situación. Esa gente puede permitirse el lujo de ser inmadura porque están aprovechándose de alguien que se ocupa y se preocupa por ellos. Por eso no salen de casa ni tan siquiera desean la autonomía: se vive mejor en la eterna adolescencia. Primero te cuida la mamá y luego la esposa, no hay necesidad de emanciparse.
A otras personas les toca estar en el otro lado, generalmente a las mujeres. Hay niñas que no tienen derecho a la infancia y se ven obligadas a cuidar a otros bebés desde que son muy pequeñas.
Creo que la madurez tiene mucho que ver con nuestra capacidad para ayudar a los demás cuando más nos necesitan. Porque cuidar te ayuda a verte a ti misma como una bebé y una anciana, te permite ser recíproca en la cadena de cuidados que recibimos y que damos, te ayuda a valorar mucho tu salud, tu juventud y tu autonomía, te ayuda a conocerte a fondo porque sale a flote lo peor de ti. Te hace mejor persona porque saca lo mejor de ti, te baja la prepotencia y dejas de verte como un ser inmortal, el mundo deja de girar alrededor de tu ombligo, te haces más humilde, generosa y sabia, y aprendes a disfrutar del presente.
Madurar cuidando a gente a la que quieres es una de las formas más bonitas de hacerse mayor, y además es un tema de justicia social. Ningún ser humano debería ser abandonado a su suerte cuando necesita cuidados constantes. Todos, todas, nos merecemos que nos cuiden cuando no podemos valernos por nosotros mismos. Somos seres sociales y emocionales, somos muy vulnerables, y en ocasiones muy dependientes. No podemos vivir fuera de la red de cuidados: necesitamos que nos cuiden hasta alcanzar la madurez cerebral, y necesitamos aprender a cuidarnos para poder salir del hogar materno.
También necesitamos los cuidados de los demás para sobrevivir cuando enfermamos o tenemos accidentes, al principio y al final de nuestras vidas. Y los demás también necesitan nuestros cuidados y demostraciones de cariño. Cuidando aprendemos a ser personas solidarias, responsables y comprometidas. Así crecemos y nos hacemos mejores personas: aprendiendo a querernos a nosotras mismas, y contribuyendo a la red de cuidados.
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Coral