"Quiereme sin prisa", Verónica Ramilo Graña, artista y miembra del Laboratorio del Amor |
En el Laboratorio del Amor estuvimos trabajando en la construcción de un termómetro del desamor, una herramienta muy útil para saber si todavía estamos o no enamoradas, y si el otro o la otra sigue también enamorada de nosotras. Es una herramienta práctica y fácil de usar, y sirve para saber si estamos perdiendo el tiempo y las energías en una relación, o si merece la pena o la alegría seguir alimentando el amor.
Empezamos el trabajo por nosotras mismas, preguntándonos qué nos pasa cuando nos estamos desenamorando, cómo cambia nuestro comportamiento, cuales son las señales que nuestro cuerpo emite cuando llegan el desamor, el desencanto, la pereza y la falta de ganas...
- Cuando te sientes cada vez menos generosa, y cada vez más egoísta, por ejemplo con tu tiempo.
- Cuando nos apetece ver menos a la pareja, espaciamos los encuentros, no sentimos tanta necesidad de estar con la persona amada, no queremos dedicar todo nuestro tiempo a la pareja o la situamos en un lugar secundario en nuestras vidas.
- Cuando ya no te sientes conectada al cien por cien, cuando sientes que falta complicidad, cuando no fluye bien la comunicación con tu pareja, cuando evitas las conversaciones profundas, cuando te cuesta mirar a los ojos a la otra persona.
- Cuando nos baja la libido y nos apetece menos tener relaciones sexuales, cuando evitamos la intimidad, cuando el cuerpo responde con frialdad a los requerimientos amorosos de la otra persona.
- Cuando estás absorbida por el trabajo y sólo te preocupa sacar adelante las tareas pendientes, y utilizas el trabajo como excusa para no pasar tiempo con tu pareja.
- Cuando estás con tu pareja pero te sientes muy sola. Cuando tu pareja estando contigo se siente muy sola.
- Cuando los silencios empiezan a ser incómodos.
- Cuando tu forma de tratar a la otra persona cambia, y ya no estás tan cariñosa y amable.
- Cuando uno de los dos está permanentemente enfadado/a o dolido/a.
- Cuando nos hablan del futuro y se nos pone el cuerpo tenso porque no nos vemos en el futuro ya, y no nos gusta hacer planes más allá del próximo fin de semana.
- Cuando accedes a hacer un viaje sabiendo que es el último viaje.
- Cuando te besa tu pareja y ya no sientes nada parecido a lo que sentías antes.
- Cuando sientes que estás más pendiente del celular que de tu pareja, cuando te cuesta centrarte en el presente, cuando notas que evitas los momentos románticos.
- Todo aquello que antes nos hacía gracia, ya no. Tenemos otra actitud, menos favorable al otro o a la otra, y lo que antes nos parecía maravilloso, puede llegar a irritarnos profundamente.
- Cuando echas de menos los inicios y te das cuenta de que todo tiempo pasado fue mejor.
- Cuando ponemos excusas porque no queremos hacer el amor o no queremos pasar la tarde con la pareja: excusas que no suenan bien, que se repiten, que resultan a veces absurdas, y generalmente provocan la protesta de la otra persona por que son inconsistentes.
- Cuando hay lluvia constante de reproches mutuos: "es que tú siempre", "es que tú nunca", "es que yo siempre", "es que lo que te pasa a ti es...".
- Cuando la estructura de relación está basada en el ataque y la autodefensa, cuando las conversaciones se basan en demostrarle al otro lo mala persona que es o la cantidad de defectos que tiene.
- Cuando sientes que te falta algo, cuando echas de menos cosas que antes no te afectaban tanto, cuando ya no te apetece conformarte con lo que hay, cuando no te resignas y crees que podrías estar mejor.
- Cuando ves otras parejas y te das cuenta de que la tuya no funciona ya, pero no queréis admitirlo ninguno de los dos.
- Cuando sientes que ya no tenéis muchas cosas en común, que ya no sois los mismos, que tú ya no estás en el mismo lugar, cuando notas que estáis evolucionando por separado.
- Cuando te das cuenta además que te apetece compartir más con otras personas que con tu pareja.
- Cuando te gusta alguien más, cuando te atraen otras personas, cuando empiezas a fantasear con todo el mundo menos con tu pareja, cuando te entran ganas de vivir un romance pasional y no es con tu pareja.
- Cuando dejas de cumplir los acuerdos fundamentales, cuando rompes los pactos que teníais, cuando te sientes una traidora.
- Cuando empiezas a portarte mal con tu pareja, cuando empiezas a mentir o a ocultar información, cuando contestas mal o gritas, cuando te sientes desquiciada o pierdes la paciencia, cuando dejas de contar con ella para hacer tus planes, cuando actúas con indiferencia y ya no cuidas a la otra persona....
El segundo paso tras elaborar este listado de señales que emitimos en el desamor, fue reflexionar sobre qué ocurre cuando en lugar de ser nosotras las emisoras, es nuestra pareja la que empieza a estar distante, indiferente, fría, o empìeza a comportarse de un modo extraño.
Cuando es la otra persona la que deja de desearnos como antes, cuando escuchamos excusas tontas, cuando notamos que no nos miran a los ojos, cuando vemos que la otra persona se siente culpable y no sabe cómo hacer, generalmente pensamos que estamos pasando una crisis de pareja, pero nos cuesta mucho admitirlo y sentarnos a hablar. Y cuando hemos reunido el coraje para preguntar qué ocurre, no siempre la otra persona ha logrado ser sincera con nosotras.
A casi todas nos ha pasado que, de la misma manera que nos costó sentarnos a hablar con nosotras mismas para enfrentarnos a la situación, nuestras ex parejas también se autoengañaron, es decir, también tardaron mucho tiempo en admitirse a sí mismas que se estaban desenamorando de nosotras, o incluso, que jamás llegaron a enamorarse del todo.
A los y a las ex les pasó como a nosotras: tardaron mucho tiempo también en sentarse a hablar y en asumir que se había acabado el amor. Algunas veces ocurre que la crisis se niega una y otra vez, o se disfraza de otra cosa, o se pide tiempo a la otra persona, y eso solo alarga la agonía del final: nos dimos cuenta de todo lo que nos podríamos haber ahorrado si hubiésemos tardado menos en sincerarnos con nosotras mismas y con la otra persona.
A nadie le gusta escuchar en labios del amado o la amada: "Ya no te amo, ya no siento lo mismo por ti, ya no quiero seguir el camino a tu lado". Pero tampoco nos gusta ser nosotras las emisoras de ese mensaje, porque no queremos hacer daño a la otra persona, y tampoco queremos enfrentarnos a una escena dramática típica de la violencia romántica en la que la otra persona nos insulta, nos cubre de reproches, nos envuelve en su rabia y su dolor.
No nos enseñan a separarnos, no nos enseñan a cerrar las historias de amor con amor, con ternura, con cariño, con elegancia. Lo que vemos en las películas es que podemos buscar culpables, hacernos las víctimas, mendigar amor y exigirlo, pelearnos para lograr lo que queremos, putearnos mutuamente, vengarnos cuando nos hacen daño, castigar al que ya no nos ama.
Nos han convencido de que para acabar una relación hay que acabar mal, portarse mal y declarar al otro la guerra. En casi todas las historias de amor de ficción las estrategias que utilizan los amantes están basadas en la idea de que en el amor "todo vale": engañarse y engañar al otro, putearse mutuamente, disimular los sentimientos, ocultar información, justificar lo injustificable, emitir excusas absurdas, mentir como bellacos...
Nos cuesta aceptar que una relación está llegando a su fin porque en nuestra cultura amorosa los finales se viven como un fracaso: los divorcios se consideran una especie de derrota, o una catástrofe. Los finales no se ven como inicios, no se viven como una liberación, no se asumen como un aprendizaje, ni como una nueva oportunidad que te da la vida para vivir otras historias bonitas.
También nos pasa que nuestro Ego se siente muy herido y se nos baja la autoestima cuando nos dicen que no nos aman más. Por eso protestamos y nos enfadamos: nos parece que si alguien nos ama, no nos puede dejar de amar. Y si ya no nos quieres es porque no valgo lo suficiente, porque no soy la mejor, porque he engordado y ya no me veo guapa, porque he envejecido, porque hay otras mucho más guapas y estupendas que yo...
El Ego nos juega malas pasadas haciéndonos creer que solo tenemos valor si los demás nos valoran. Nuestro aprecio por nosotras mismas depende siempre del aprecio de los demás, por eso una de las peores amenazas que alguien puede decir para herirnos es: "te vas a quedar sola, no te va a querer nadie". También podemos auto torturarnos con esta idea a nosotras mismas, pues en el amor no sólo nos hacen daño los demás: nosotras también contribuimos cuando nos sentimos fracasadas o traicionadas.
Hasta cierto punto, es normal que ante un cambio tan fuerte en nuestras vidas, reaccionemos con miedo. Miedo a quedarnos solas, miedo al qué dirán los demás, miedo a no volver a encontrar el amor. Miedo a envejecer sin compañía, miedo a que nos vean como seres raros, miedo a dejar atrás una etapa y comenzar otra nueva.
Nos da miedo convertir el presente en pasado y empezar a vivir el futuro, nos da miedo desmantelar un hogar y transformar la cotidianidad: son muchos los cambios que se producen en nuestras vidas cuando una relación se rompe. Cambios en nuestra economía, en nuestra vida social, en nuestra vida familiar, en nuestras estructuras sexuales, afectivas, sentimentales.
Vivimos además en una sociedad en la que todos viven en pareja (o quisieran vivir en pareja), de manera que pasamos al grupo de las solteras o los solteros, esa gente incómoda a la que todo el mundo quiere buscar pareja. Aunque tengamos ganas de pasar al bando de la soltería, lo cierto es que nos da miedo hacer daño a la otra persona y que nos sentimos responsables de su felicidad y bienestar. Y si la otra persona no quiere romper, aumenta mucho este miedo y esta sensación de culpabilidad, especialmente en nosotras.
A las mujeres el divorcio nos sale mucho más caro: se nos castiga socialmente y sufrimos una crisis de identidad porque las mujeres sin el don para amar incondicional y eternamente somos "malas mujeres", parecemos anormales, monstruosas, o poco "femeninas".
Las mujeres que deciden con quién quieren estar, con quién desean compartir la vida, durante cuánto tiempo y bajo qué condiciones son egoístas porque solo piensan en su bienestar y en su felicidad, y les importa muy poco la felicidad de los demás. Y ya se sabe que una mujer "de verdad", siempre antepone las necesidades de su marido, hijos e hijas, padre y madre, etc. a las suyas propias.
Una mujer de verdad es abnegada, se sacrifica por los demás, se entrega totalmente al amor, sin peros, sin condiciones. Por eso nunca se entiende que una mujer se desenamore de un hombre que se porta bien con ella. Es común lo de: "pero si no te golpea ni te es infiel, si es buena persona, ¿por que quieres separarte?".
Y es que a la gente le cuesta entender que las mujeres tenemos nuestros propios proyectos de vida, que nos sentimos dueñas de nuestro deseo, que nos sentimos responsables de nuestra libertad y de nuestra felicidad, y que tenemos todo el derecho del mundo a iniciar y a terminar nuestras relaciones como nos apetezca y cuando nos apetezca.
Razones para separarse hay muchas, sin embargo. El amor no es eterno, no dura para siempre: se empieza y se acaba, como todo en la vida, y no hay por qué buscar culpables. En el amor no podemos dividirnos en buenos o malos según lo que sentimos: se trata de ser honesto, de portarse bien, de empezar y terminar las relaciones con amor.
Nosotras creemos que si el amor te hace sufrir, no merece la pena, y que es mejor estar sola que mal acompañada. Es decir, que la vida es más bonita cuando estamos a gusto, cuando estamos bien, cuando tratamos bien a la gente, cuando nos tratan bien, cuando nadie nos está jodiendo. A mucha gente le cuesta entenderlo porque cree que es mejor estar en un infierno conyugal que sola: en el infierno al menos las dos personas se hacen compañía, aunque sea amargándose la vida mutuamente.
Además, en las películas nos siguen diciendo cosas como que el "amor todo lo puede", como que "aguantar" malos tratos tiene su recompensa, como que amar de verdad es resignarse a ser una infeliz hasta que ocurre algo mágico que hace resurgir el amor. Los cuentos que nos cuentan están basados en mitos y en "milagros" románticos, generalmente para justificar la importancia de no perder la esperanza, de ser fiel y leal al marido, de conformarse con lo que hay, de ser el sostén de la familia. Casi todos los mensajes de resignación están dirigidos a nosotras para que sigamos confiando en el amor y en su magia.
Sin embargo, nosotras llegamos a la conclusión de que estar con alguien que no te ama y no te trata bien tiene un coste enorme y es de las cosas más deprimentes que puede pasarte en la vida. Y nos dimos cuenta de que para que sigamos practicando el masoquismo romántico, nos dicen que "los que más se pelean son los que más se desean" o que "quien bien te quiere te hará llorar". Nos negamos a asumir estos roles y estos mitos en torno a las mujeres de verdad, aquellas capaces de sufrir, pasarlo mal, llorar a mares, aguantar infidelidades, agresiones, violaciones y mil humillaciones "en nombre del amor".
Hoy, gracias a los feminismos y a algunas abuelas muy sabias, las mujeres sabemos que no nacimos para sufrir, que si no nos quieren es mejor no tener pareja, que no estamos solas porque tenemos mucha gente alrededor que nos quiere, que la vida es muy corta y no merece la pena vivir amargada.
Nosotras en el Laboratorio del Amor trabajamos con la idea de que no tiene sentido malgastar el tiempo y las energías en revivir un amor que ya no da más de sí, o en empeñarse en que una relación que no funciona, funcione.
No merece la pena malgastar nuestro día a día en peleas, luchas de poder, escenas dramáticas, o tragedias pasionales... es mucho más divertido ser feliz y dedicar nuestras energías a gozar y a disfrutar con la gente que nos quiere bien. Creemos que el amor no debería de doler, ni al principio, ni en medio, ni al final de la relación. Si la otra persona nos trata mal, es un signo inequívoco de que no nos quiere, no nos quiso, no nos va a poder querer. Y nosotras no vamos a resolver los problemas de los demás: no somos las madres de nuestras parejas, no vamos a salvar a nadie de sus traumas y sus carencias, no merece la pena juntarse a la gente que no sabe disfrutar del amor y de la vida.
Para poder construir una relación de igualdad y de amor, hay que evitar a la gente que no se trabaja sus problemas, y juntarse con gente que sepa gestionar sus emociones, que sean capaces de compartir sus vidas sin hacer daño a los demás, que tengan herramientas para auto-analizarse, para hacer autocrítica amorosa, para crecer y evolucionar a solas, en pareja y en comunidad.
Nosotras también nos los trabajamos: trabajamos en el Laboratorio aportando entre todas en la construcción de una ética del amor que nos permita crecer como personas, aprender a ser sinceras, honestas y coherentes, a tratar bien a la gente a la que queremos, a construir herramientas que nos permitan llevar la teoría a la práctica, que nos lleven a sufrir menos y a disfrutar del amor.
Sabemos que otras formas de quererse son posibles y que podemos juntarnos y separarnos con amor. Queremos aprender a cuidarnos a nosotras mismas y a las personas que queremos, queremos utilizar el sentido común, ser sensatas y generosas, sentirnos libres en nuestras relaciones (y que los demás también se sientan libres a nuestro lado), queremos aprender a querernos bien en todas las etapas de la relación, tanto en los inicios como en los finales.
Creemos que cuando se acaba el romanticismo, no tiene por qué acabarse el respeto, el cariño y la ternura... no hay nada más hermoso que poder mirar a los ojos a la otra persona y decirle cómo nos sentimos desde lo más profundo de nuestro ser: "he sido muy feliz contigo, doy gracias a la vida por el tiempo que hemos compartido juntos, ahora quiero seguir mi camino a solas".
Todo esto nos trabajamos en equipo: queríamos compartirlo porque creemos que es fundamental construir herramientas como este termómetro que nos permitan sufrir menos, y disfrutar más del amor.
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Gracias por leernos y compartir este post.
Coral y las mujeres del Laboratorio del Amor.