“Después del beso, la Bella Durmiente descubrió una
suegra infame, un príncipe no tan azul y unos niños no tan indefensos. Es
decir, la vida misma”. Ana María Matute, escritora española.
La
Bella Durmiente se sintió decepcionada, y engañada. Había perdido demasiado
tiempo de su vida esperando al príncipe azul, así que en lugar de hundirse en
la pena y la rabia, había llegado el momento de ser valiente y tomar
decisiones. Abandonó el palacio con los niños, buscó trabajo y se instaló en la
gran ciudad. Bella se cambió el nombre, se adaptó pronto e hizo muchas
amistades, volvió a idealizar el amor y a decepcionarse, encontró su media
naranja varias veces, pero nunca estuvo sola. Como disfrutaba mucho del
presente y de su gente, se olvidó de los finales felices, y nunca acabó
comiendo perdices.
Las mujeres
sufrimos más dependencia emocional que los hombres en nuestras relaciones
sentimentales porque siempre le hemos dado más importancia al amor y a la
pareja. Nosotras, en general, somos las
más románticas: desde que somos adolescentes nos pasamos muchas horas imaginando
el encuentro con el príncipe azul, leyendo historias de amor, hablando con las
amigas de nuestros problemas sentimentales, viendo películas, escribiendo cartas y diarios,
y sobre todo nos encanta vivir romances intensos.
Con los
cuentos que nos cuentan de pequeñas, aprendemos a delegar nuestra felicidad en
la llegada del príncipe azul que nos cambie la vida, y ello hace que suframos
mucho si dicho príncipe no llega, si no
es como esperábamos, o si pasado un tiempo decide separarse de nosotras y nos
pide que abandonemos el palacio. Nos enseñan
a temer la soledad, y nos dicen que sin amor no somos nada: no es de extrañar
que dependemos demasiado del amor, pues aprendemos de pequeñas a que es lo
único que importa en la vida.
El amor nos promete la salvación y se presenta como la solución a todos los problemas: el mito romántico de la transformación nos seduce con la idea de que si encontramos a la media naranja, nuestra vida va a cambiar a mejor. Como si el amor pudiese por si solo llegar a tu vida y hacerte feliz. En este proceso mágico, lo que aprendemos es que nosotras no tenemos que responsabilizarnos de nuestro bienestar, porque ya vendrá el príncipe azul a hacerse responsable. Solo tenemos que ser pacientes y esperar, mantenernos bellas y esperar, y nuestras vidas cambiarán como en los cuentos de hadas.
El amor nos promete la salvación y se presenta como la solución a todos los problemas: el mito romántico de la transformación nos seduce con la idea de que si encontramos a la media naranja, nuestra vida va a cambiar a mejor. Como si el amor pudiese por si solo llegar a tu vida y hacerte feliz. En este proceso mágico, lo que aprendemos es que nosotras no tenemos que responsabilizarnos de nuestro bienestar, porque ya vendrá el príncipe azul a hacerse responsable. Solo tenemos que ser pacientes y esperar, mantenernos bellas y esperar, y nuestras vidas cambiarán como en los cuentos de hadas.
La
dependencia emocional, entonces, se aprende a través de la socialización y la
cultura, y se fortalece con la dependencia económica, los miedos e
inseguridades personales, y la soledad. Cuanto más solas estemos, más
necesitaremos una pareja. Y esa necesidad tiene sus peligros, por ejemplo,
elegir un compañero que no sea una buena persona o con la que sea imposible
construir una relación amorosa sana y equilibrada. O permanecer años en una
relación que no te hace feliz. O auto engañarnos pensando que en algún momento
nuestro amado cambiará, mejorará, o volverá a amarnos como al principio. O
vivir con un miedo permanente a que nos dejen, o con unos celos arrasadores que
nos amarguen la vida, o perder la personalidad propia para agradar a la otra
persona, o aguantar situaciones de malos tratos por miedo a quedarnos solas.
La
dependencia emocional es una mezcla potente de muchos miedos: miedo al
compromiso, miedo a enamorarnos, miedo a la traición, miedo a no encontrar
pareja, miedo a que nos dejen de querer: uno de los mayores terrores que nos
habitan es el miedo a la soledad. En casi todas las películas, las
protagonistas están solas. No tienen redes de afecto a su alrededor que las
ayuden, por eso necesitan príncipes azules. Nunca aparecen con sus madres,
hermanas, abuelas, tías, primas, amigas, vecinas…. El aislamiento las hace más
vulnerables y más necesitadas de amor, porque su felicidad depende de una sola
persona.
El miedo a la
soledad nos lleva, en ocasiones, a apresurarnos a la hora de elegir una buena
pareja. Es demasiado doloroso enamorarse de alguien y darse cuenta de que no lo
conocíamos con profundidad, que nos equivocamos, o que nos engañó. Es fundamental
que conozcamos bien a la persona, y tomarnos un tiempo para poder analizar si la
relación que vamos a iniciar merece la pena, si la persona que nos gusta tanto
realmente es tan maravillosa, si el balance de virtudes y defectos te compensa.
Algunas de mis herramientas son: avanzar despacio en la relaciones, darle más importancia a los
comportamientos que a las palabras bonitas que nos decimos en pleno éxtasis,
observar y reflexionar si es una buena persona en la que puedes confiar y con
la que puedes construir una relación bonita.
Otra de las
claves de la dependencia emocional es la incapacidad para dejar el pasado
atrás, y la carga de traumas y carencias que arrastramos desde la infancia. No es
fácil, pues algunas de nosotras tenemos que trabajar en ello durante muchos
años, o toda la vida, para poder hacer borrón y cuenta nueva. No podemos
pedirle al amado que nos cure, o que asuma nuestros problemas o carencias, o
que nos proteja de los dolores y los miedos que nos habitan por dentro. El trabajo tenemos que hacerlo nosotras mismas,
el camino hacia la sanación o la superación es nuestra responsabilidad, y
tenemos que emprenderlo con alegría, con fuerza, con ganas de liberarnos de
todas las cargas del pasado para caminar con ligereza por nuestro presente.
Para evitar
la dependencia, es importante también construir relaciones equilibradas, y
horizontales. En las relaciones de dependencia, tendemos a situar a la otra
persona en un pedestal y a sentirnos inferiores a ella. Somos capaces de sacrificarnos
por el otro, tratar de agradarle continuamente, aguantar ciertas situaciones dolorosas,
comportarnos con sumisión ante cualquier conflicto. Somos capaces, también, de
asumir toda la carga doméstica, de crianza y educación para liberar al otro de
sus responsabilidades, sin preocuparos por nuestra salud y nuestra necesidad de descanso. Somos capaces
de renunciar una y otra vez, de ceder siempre o casi siempre, de darle todo
el poder a la otra persona para que
permanezca junto a nosotras, para que no haya problemas, para que establezca
las reglas del juego amoroso.
Y ahí
entonces nos damos cuenta, de pronto, de que al enamorarnos perdemos parte de
nuestra personalidad. Descubrimos que no nos mostramos tal y como somos, aunque
se hayan enamorado de nosotras. Al empequeñecernos y perder la independencia, perdemos atractivo,
aunque lo hacemos pensando que así puede que nos amen más. Al entrar en la
estructura de la dependencia nos transformamos en seres débiles, infantilizadas,
victimas y victimistas que mendigan amor y atención. Cuando perdemos toda
nuestra autonomía para que nos quieran más, estamos cayendo en una trampa:,
pues anularnos como personas no nos hace más sexys, sino más aburridas y
predecibles: la gente normalmente se enamora de personas alegres, activas, con
iniciativa, con energía vital para moverse por el mundo.
La
dependencia emocional nos lleva a sentirnos siempre poco merecedoras del amor,
por eso surgen los celos y el afán de posesión. Cuanto más inseguras estamos y
más complejos tenemos, más necesidad de control tenemos sobre la otra persona.
Cuanto más miedo nos posee, más necesidad de aceptación y reconocimiento
continuo sentimos. A veces ocurre que nos cuesta creer que alguien quiera
permanecer a nuestro lado, a veces nos prohibimos el derecho a disfrutar del
amor.
Por miedo a no que nos dejen de querer, no podemos ni disfrutar de que nos quieran en el presente.
Por miedo a no que nos dejen de querer, no podemos ni disfrutar de que nos quieran en el presente.
El amor solo
tiene sentido, creo, si nos liberamos de los miedos, y amamos desde la
libertad. Un amor que no está basado en la dependencia es aquel en el que
podemos querer sin perder nuestra personalidad, sin renunciar a nuestra
autonomía, sin establecer relaciones de dominación y sumisión con la otra
persona. Para poder querer desde la generosidad, el respeto, el cuidado mutuo y
el amor profundo tenemos que querernos a nosotras mismas, lo que supone también
aceptarnos y trabajar para mejorar lo que no nos gusta de nosotras.
Practicar la autocrítica amorosa y el auto-reconocimiento consiste en analizarnos con cariño para
conocernos mejor a nosotras mismas, identificar lo que querríamos cambiar para sufrir menos y disfrutar más. Conocernos mejor nos dará herramientas para liberarnos de los miedos que nos
hacen personas dependientes, para conectarnos con nosotras mismas con mucho amor del bueno, para aprender a
relacionarnos desde la libertad y no desde la necesidad, para aprender a
disfrutar de la soledad y de la compañía, para disfrutar de la vida, tengamos o
no pareja.
Otras claves
para superar la dependencia emocional:
-Ser tú misma. La gente se enamora de ti, por lo
tanto es fundamental que sigas siempre siendo tú. Además, independientemente de
que te amen o no, sigues siendo siempre una bella persona y hay mucha gente que
te aprecia y te quiere.
- Amar como adultas: tenemos que aceptar y cultivar
nuestra autonomía, no delegar responsabilidades propias, no esperar que los
demás nos cambien o nos mejoren la vida.
Aprender, en fin, a querernos, a tomar decisiones sin miedo, a respetar
los pactos con una misma, a tomar la iniciativa, a equivocarnos, a volverlo a
intentar.
- Construye tu relación amorosa con el mismo amor que construirías tu
casa si pudieras. Elige un buen compañero, establece unos pactos para la
convivencia y el reparto igualitario de tareas y roles, y que las bases de
vuestra relación sean siempre el respeto, la igualdad, el equilibrio, y el
cuidado mutuo.
-Hazte de vez en cuando estas
preguntas: ¿soy feliz
en mi relación?, ¿tengo mis espacios y tiempos propios?, ¿cómo resuelvo los
problemas con mi pareja?, ¿estoy
acostumbrada a tomar decisiones, o a que mi pareja las tome por mi?, ¿me siento
querida?, ¿el intercambio de cuidados y cariño es equilibrado o está
descompensado?, y ¿qué podría hacer para
mejorar, cambiar la situación o salir de ella?.
-Atrévete a romper: deja atrás el pasado, acepta las
pérdidas, y explora las nuevas etapas que se abren en tu vida. Atrévete a tomar
decisiones, y no tengas miedo a los cambios. Solo dejando atrás lo antiguo
podremos abrir las puertas y las ventanas hacia lo nuevo, lo que está por
venir.
-Aceptar las pérdidas: la gente nos acompaña en el camino de
la vida, a veces durante años, a veces menos tiempo, pero nadie recorre con
nosotras completamente todo nuestro paso por este mundo. Así pues, aunque es
doloroso, es importante seguir caminando, bien sola, o bien acompañada.
- Mejor sola que mal acompañada: cuando estás en una relación de
dependencia te resulta muy difícil pensar que podrías enamorarte de nuevo y
encontrar un compañero estupendo, o te cuesta imaginarte sola y feliz. Sin
embargo, las relaciones amorosas son para ser disfrutadas, y si estás
sufriendo, mejor acabar una relación dañina que permanecer en ella durante
años.
-Pregúntate de vez en cuando, también: ¿Cómo se sentiría tu pareja
si lograses aumentar tu autoestima y empoderarte?,¿ si dedicases más tiempo a
cultivar tus aficiones, o a cuidar a tu gente querida?, ¿cuál sería su reacción
si empezases a decir lo que opinas y sientes sin miedo?, ¿crees que tu pareja
sería feliz si te viese feliz, trabajando tu autonomía para no depender tanto
de él?, ¿crees que podrías compartir ese proceso con tu pareja, que te
respetaría y te animaría a ser independiente?.
- Llena tu vida de gente, de aficiones y pasiones personales.
Aprende a disfrutar de tu soledad, y de la compañía. Conoce gente nueva, cuida
a la gente de siempre. Diversifica afectos y únete a grupos de personas que se
juntan para aprender, para compartir aficiones o pasiones, para construir, para
celebrar la vida.
-Desintoxicación emocional: de vez en
cuando es bueno estar sin pareja, y tomarse vacaciones sentimentales. Piensa en
la cantidad de tiempo y energías que se nos van en las relaciones: estos
descansos te vendrán bien para
reorganizar tus pensamientos, para estar un tiempo tranquila, o para llevar a
cabo grandes proyectos… utiliza tu
energía amorosa para hacer más felices a los demás o a ti misma.
Coral Herrera
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Mente Sana, nov-dic 2014, editorial RBA Editores (España).