El amor (no)
es para siempre: dura lo
que dura. Algunos amores duran veinte años, otros dos meses, otros dos días…
por eso hay que saborear el presente, y no trasladar tu mente al futuro
incierto: la plenitud está en el momento que estamos viviendo, amar es estar
presente, parar los relojes, disfrutar del aquí y del ahora.
El amor (no)
lo puede todo: no
puede con la violencia y los malos tratos, no puede con la desigualdad y el
machismo, no puede con el egoísmo ni con las relaciones que no funcionan. El
amor no transforma a las personas violentas en personas pacíficas, ni a los
promiscuos en monógamos, ni cura a la gente celosa, ni resiste vivo si ha de
soportar demasiado dolor durante demasiado tiempo. El amor no puede ser
incondicional: si no hay respeto y buen trato, por ejemplo, no hay condiciones
para el amor.
Las mujeres
(no) nacimos para esperar: aunque las heroínas de nuestros cuentos infantiles son chicas que esperan
a que un tipo apuesto les solucione sus problemas o les rescate de las
catástrofes, nosotras no tenemos toda la vida para esperar. No tenemos la
paciencia de Penélope, que estuvo 50 años esperando a que Ulises volviera de
sus batallas: nosotras vivimos el amor aquí y ahora. No nos vemos ya como el
descanso del guerrero, sino como protagonistas del cuento. No hay otra
posibilidad que vivir el amor en el puro presente: el futuro está demasiado
lejano.
“Los que más
se pelean, (no) son los que más se desean”: hay gente que disfruta mucho peleando y
sumergiéndose en la violencia pasional, pero es un desperdicio estar mal años
de tu vida, con lo corta que es, entre llantos, conflictos, gritos, escenas de
celos, insultos, palabras que hieren… . Tenemos que dejar atrás las guerras
románticas, apostar por la alegría y el disfrute en el amor, y cambiar la
perspectiva. Por ejemplo: los que comparten orgasmos y risas son los que más se
desean. No rima, pero suena infinitamente mejor.
(No) estamos
condenadas a sufrir por amor: podemos tomar decisiones, tomarnos descansos emocionales,
distanciarnos cuando nos duele. Podemos desenamorarnos de quien no nos
conviene, olvidarnos de las personas que no nos corresponden o no nos aman,
elegir buenos y buenas compañeras para compartir la vida. Podemos cerrar
puertas y convertir el presente en pasado, podemos abrir otras y convertir el
futuro en presente. El amor no nos ata, ni nos limita, ni nos obliga a tropezar
mil veces con la misma piedra: somos nosotras las que tenemos que hacernos
responsables de nuestras emociones, y trabajarnos los obstáculos externos e
internos que nos impiden disfrutar del amor.
Del amor al
odio (no) hay un paso: el
amor y el odio no son lo mismo. No me creo que alguien pueda amar loca y
devotamente a una persona, y un buen día pasar a despreciarlo, a desear que le
pasen las peores catástrofes, o ponerse a maquinar para que sucedan. Si quieres
a alguien, lo lógico es que desees su felicidad y bienestar: junto a ti, a
solas, o con otras personas. Creo que, entonces, el odio no es consecuencia del
amor: es falta de amor, es ansia de destrucción, es un monstruo grande que
siembra dolor en nosotras y en la gente que tenemos alrededor.
Sin pareja
(no) estás sola: no
es cierto, hay mucha gente a tu alrededor que te quiere, que te aprecia, que te
adora, o que se preocupa por ti. Hay mucha gente estupenda, también, por
conocer: júntate con tu vecindario para celebrar, aprender, protestar,
construir, cultivar, bailar. El mundo está lleno de buenas personas con ganas
de compartir: no te quedes llorando en casa, sal a las calles, toma las plazas
y disfruta de la gente.
Si tienes
éxito, tendrás amor: la admiración
de la gente no te va a hacer más feliz, y el deseo y la envidia de los demás no
te va a traer necesariamente amor… Lo que te hace mejor persona no es tu
aspecto físico o tu cuenta bancaria, sino tu capacidad para relacionarte con el
mundo, y para ser generosa, empática, solidaria, sincera, creativa, o
buena persona. Si somos gente estupenda, lo vamos a seguir siendo aunque nadie
se empareje con nosotras: nuestra valía personal no tiene nada que ver con
tener o no pareja, con que se enamoren o no de nosotras.
El amor no se
exige, ni se mendiga: si
no te aman, acéptalo. Si te amaron y ya no te aman, asúmelo. No le pidas a
nadie que cargue con tu dolor, no obligues a nadie a permanecer a tu lado o a
renunciar a su libertad para no hacerte daño: todxs somos libres para unirnos y
separarnos, para ir y venir, para intentarlo y para dejar de intentarlo. Y no
hay malos ni buenos: lo del desamor nos ha pasado a todas, y a todos: sólo hay
que cuidar mucho a la otra persona, portarse bien, y hacer las cosas con
sensatez y cariño. Es posible, separarse con amor, romper con cariño, y mirar
hacia delante con optimismo: es cuestión de ponerle amor.
“Quien bien te
quiere, (no) te hará llorar”: no es cierto que cuando alguien te hace daño es porque te quiere
mucho y le importas, no es cierto que quien te trata mal es por tu bien. Si
alguien te quiere y te hace llorar es porque no sabe quererte bien ni tiene
herramientas para disfrutarte sin dominarte. Es hora de romper la unión entre
amor y sufrimiento: es posible (y aconsejable) disfrutar de la vida sin
tragedias ni melodramas.
(No) se te
escapa el tren si no encuentras pareja, ni se te pasa el arroz: hoy en día la gente se une a todas las
edades posibles, cada vez hay más personas sin pareja, y cada vez pasan más
trenes, te puedes montar en el que te apetezca. Además, ahora el arroz ya no se
pasa, nadie te obliga a casarte a una edad, y encontrar a un hombre no es
obligatorio para ser madre. Lo importante para tu maternidad es la red de gente
a tu alrededor que puede ayudarte a criar hijos/as sin necesidad de ponerse a
buscar a toda prisa al príncipe azul. Necesitamos redes de ayuda muta y crianza
en equipo, compañeros y compañeras de vida, no sementales que nos adoren
y nos mantengan económicamente.
“Sin ti no soy
nada”, o “Haz conmigo lo que quieras”: el sadismo y el masoquismo son unas herramientas muy divertidas
para el placer en el juego sexual, pero no deberían ser usadas como armas para
la vida real. En el día a día no tenemos necesidad ninguna de renunciar a
nuestro poder para dárselo a otra persona como prueba de amor infinito. Someterse
o dominar a la persona amada supone construir relaciones desiguales,
dependientes, violentas y dolorosas, y resulta muy difícil salir de los círculos
de la violencia (agresión-reconciliación, infierno-luna de miel) porque nos
suelen tocar mucho la autoestima. Además, las relaciones sadomaso te
aíslan de tu gente querida: no es fácil, para la gente que te quiere, verte en
una relación destructiva o funcionando con la lógica del amo y el esclavo.
Se está mejor
sola que mal acompañada: Hay
millones de mujeres con pareja o casadas, inmersas en infiernos conyugales o en
aburrimientos perpetuos que envidian la libertad y el bienestar de las
solteras. El matrimonio no es sinónimo de felicidad, echa unas ojeadas a los
índices de divorcio en todo el mundo y a las altas tasas de soltería: cada vez
son más las personas que no desean “aguantar” infiernos, porque lo que quieren
es disfrutar de la vida, y del amor.
El amor es infinito, abierto, diverso y colorido: no se puede reducir sólo a la pareja. El
patriarcado nos hace creer que es el Gran Amor de nuestras vidas, que los demás
afectos no son tan importantes, que ninguna experiencia amorosa se puede
comparar a la del romanticismo. Y no es cierto: somos seres sociales que
necesitamos a los demás para sobrevivir y para ser felices. Nuestras redes de
afecto, cooperación y ayuda mutua son imprescindibles para obtener los cuidos
que necesitamos en la infancia, en la vejez, en la enfermedad, y en momentos
importantes de nuestras vidas. Cuidar a los demás también forma parte de esas
redes de amor en las que damos y recibimos, en las que aprendemos, batallamos,
crecemos y celebramos la vida.
El amor es una
energía y no hay jerarquías: todos los amores importan, todos los afectos nos
nutren y nos hacen la vida más bonita y más fácil. Hay que desmitificar el amor
romántico como la única vía para ser feliz: hay mucha gente que nos quiere y
nos aprecia, hay muchas formas de relacionarse y de convivir, muchas maneras de
construir vínculos hermosos con la gente. Es cuestión de liberarnos de la
dependencia romántica para tejer redes afectivas que llenen nuestras vidas de
gente hermosa, para multiplicar y
expandir el amor, y utilizarlo como motor para transformar y mejorar el mundo
en el que habitamos.
Coral Herrera
Gómez