13 de mayo de 2011

La Teoría Queer: el fin de las dicotomías patriarcales



La Teoría Queer: más allá de las etiquetas





La Teoría Queer rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales como "hombre" o "mujer", "homosexual", "heterosexual, sosteniendo que éstas esconden un número enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural que las otras. Contra el concepto clásico de género, que distinguía lo "normal" (en inglés straight) de lo "anómalo" (queer), lo queer  afirma que todas las identidades sociales son igualmente anómalas.

Desde la primera ecografía, la sociedad nos pone una etiqueta de la que no podremos librarnos el resto de nuestras vidas: “es niña, es niño”, prefija nuestros comportamientos, actitudes, creencias, posturas corporales, y formas de relacionarnos basándose en la idea de que la naturaleza es la que nos obliga a ser una cosa o la otra. Sin embargo, hoy sabemos que naturaleza y cultura van dadas de la mano, y que el género es una construcción cultural que varía según las comunidades humanas (porque los conceptos de feminidad y masculinidad son diferentes según las épocas históricas, las zonas geográficas, las creencias religiosas, etc.).


Etiquetar no solo nos sirve para definir los procesos, los objetos, las personas, y para comprender la complejidad de la realidad, sino también para jerarquizar, es decir, considerar que unos grupos son superiores a otros. Las etiquetas, entonces, sirven para discriminar, y están basadas en estereotiposimágenes sociales colectivas, que son reduccionistas y normalmente van cargadas de prejuicios, como la dicotomía que se establece entre la categoría "hombre" y la categoría "mujer".


En las culturas patriarcales se contempla que los hombres son por naturaleza activos, valientes, agresivos, inteligentes, y con una capacidad innata para la creación, el pensamiento filosófico, el progreso tecnológico y productivo. Las mujeres en cambio somos, según la ideología hegemónica, débiles, enfermizas, cobardes, frioleras, caprichosas, vulnerables, tiernas y sentimentales, y más que productivas, somos “reproductivas”, es decir, nuestra misión “natural” es traer hijos e hijas al mundo para que sigan los dictados de la sociedad a la que pertenecen.

La teoría queer nace al calor del movimiento queer, que como vimos en otro post, es una corriente social que se opone a las etiquetas preestablecidas y que aboga por la libertad a la hora de ser, de estar en el mundo, de relacionarse con los demás. El movimiento queer no se detiene en la crítica de la construcción de las identidades sexuales, sino que amplía su radio de acción a entramados sociales de nuevo calado como la etnicidad, la religión, la ecología, y en general, los grupos marginados por el capitalismo globalizado de fines del siglo XX.






Las teóricas y teóricos queer reniegan de la idea de “esencia” para proponer acabar con las clasificaciones binaristas, pues todos sabemos que entre el negro y el blanco hay miles de gamas de colores; la realidad es siempre mucho más compleja y rica que nuestras pobres etiquetas.  

En la práctica, la expresión queer, que originalmente significa extraño o inusual, se utiliza para definir a un amplio grupo de personas: lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, homosexuales e intersexuales. Básicamente se trata de personas, comportamientos o grupos que transgreden la heteronormatividad.

Las investigaciones queer sobre el tema del género abarcan sobre todo las opciones desviadas del género (los transgéneros, los género-queer y los travestidos), el concepto pansexual  rompe con el binarismo explícito en los términos homo/hetero/bisexual. En general, lo queer “defiende una visión de las identidades como afinidades del aquí y ahora más que como esencias inmutables e incontaminables”. Gracia Trujillo Barbadillo (2005).

Rafael Mérida Jiménez (2002) explica que el concepto queer implica rareza y extrañamiento,  y a nivel coloquial ha sido tradicionalmente un insulto sexual dirigido a la gente que no se adapta fielmente a la dicotomía hombre/mujer. Queer hace referencia a formas de vida e identidades diferentes que se salen de la norma establecida por la ideología y los estereotipos dominantes. Además, queer tiene un carácter muy polisémico y está estrechamente relacionado con el activismo político.

“Queer ha designado y para muchos sigue designando la falta de decoro y la anormalidad de las prácticas y orientaciones de los gays y las lesbianas. (..)  Las prácticas queer consisten en desestabilizar (to queer) normas que son sólo aparentemente fijas” (Oliver-Rotger en Mérida Jiménez, 2002).





En la actualidad, contamos con una producción cada vez más fértil en torno a los Queer Studies fundamentalmente en el ámbito anglosajón, pero cada vez más en España y Latinoamérica. Las teóricas más importantes son Judith Butler, Eve Kosofsky Sedgwick, Teresa de Lauretis, Beatriz Preciado, Riki Wilchins, José Antonio Nieto, Nicholas Bradford, Rafael Mérida Jiménez, Javier Sáez, Paco Vidarte.

En el ámbito francófono, sin duda su figura más importante es Marie-Hélène Bourcier. Destacan como influencias históricas de la TQ (Teoría Queer): Gloria Anzaldúa, Audre Lorde, Monique Wittig, Jonathan Katz, Ester Newton, Andy Warhol, Roland Barthes, Jacques Lacan, Louis Althusser, Jacques Derrida, Michel Foucault, Gayle Rubin, Joan Scott, Leo Bersani, David Halperin, Michel Moon, Michael Warner y muchos otros.

Según Beatriz Preciado (2003), "lo Queer se opone a las políticas paritarias derivadas de una noción biológica de la “mujer” o de la “diferencia sexual”. Se opone a las políticas republicanas universalistas que permiten el “reconocimiento” e imponen la “integración” de las “diferencias “en el seno de la República. No hay diferencia sexual, sino una multitud de diferencias, una transversalidad de las relaciones de poder, una diversidad de las potencias de vida”.

Preciado  hace un análisis de la relación entre el postfeminismo y el movimiento queer;  ambos convergen porque implican una revisión crítica de las luchas feministas. Frente al feminismo liberal, heterosexual y de clase media que busca la igualdad del sujeto político mujer con el sujeto político hombre (la normalización), el postfeminismo incorpora otros elementos identitarios como las reivindicaciones de clase y raza.

Frente al feminismo de la diferencia que ya integra la noción de cuerpo pero define a la mujer en clave esencialista (y habla de una identidad femenina natural con una serie de rasgos intrínsecos: instinto maternal, sensibilidad,...), el postfeminismo concibe el cuerpo (y no sólo el cuerpo de la mujer) como el efecto de un conjunto de tecnologías sexuales:

 “Las multitudes queer no son post-feministas porque quieran o deseen actuar sin el feminismo. Al contrario., Son el resultado de una confrontación reflexiva del feminismo con las diferencias que éste borraba para favorecer un sujeto político “mujer” hegemónico y heterocentrado”.

Con respecto a los movimientos de liberación de gays y lesbianas, Preciado opina que  su objetivo es la obtención de la igualdad de derechos y que para ello se basan en concepciones fijas de la identidad sexual. De este modo contribuyen a la normalización y a la integración de los gays y las lesbianas en la cultura heterosexual dominante. 



Este hecho, denuncia Preciado, favorece las políticas pro-familia, tales como la reivindicación del derecho al matrimonio, a la adopción y a la transmisión del patrimonio. Algunas minorías gays, lesbianas, transexuales y transgénero han reaccionado contra ese esencialismo y esa normalización de la identidad homosexual. Para Preciado y otros autores/as, esa normalización equivaldría a una “heterosexualización de la homosexualidad”, lo que supondría seguir reproduciendo los esquemas tradicionales trasvasados al mundo gay.

Las teorías y prácticas queers, según la autora de Manifiesto Contrasexual, no representan, en este sentido, un movimiento de emancipación que pide la adquisición de derechos en vías de un reconocimiento social y de un progreso económico (principal y casi única reivindicación de muchos movimientos feministas y de homosexuales), sino que plantean una contestación integral de la categoría de sujeto de la modernidad.

"Por ello, para la teoría queer es necesario no asumir los discursos/dispositivos de poder de la hegemonía. Por el contrario, debe intentar reapropiarse de nociones abyectas (como el propio nombre que designa al movimiento) que no pueden ser asimiladas con rapidez por el sistema capitalista”.

Se trata de un movimiento postidentitario, pero que ante una situación de opresión concreta decide poner en marcha estrategias hiperidentitarias que hagan visible la posición de ciertas minorías. Pero siempre, señala Beatriz Preciado, “desde la conciencia de que la configuración de esa hiperidentidad no es fruto de un proceso natural sino algo construido que además puede generar exclusión".

Es decir, las teorías queers deben resolver ciertas paradojas, ya que, al mismo tiempo que reivindican una identidad propia, critican las clasificaciones. Por ello no tratan de crear espacios de dualidad y dicotomía (en los que el enemigo y el objetivo a alcanzar están claros) sino de aplicar un análisis transversal y cruzado que complica mucho las estrategias políticas a desarrollar, pero dotan a su acción discursiva de una gran complejidad teórica y de un enorme potencial subversivo.


Performances de género y políticas del performativo: la aportación de la teoría queer



Los enunciados de género (es niño o niña) aparentemente describen una realidad, pero en realidad (valga, en este caso, la redundancia) son actos performativos que imponen y re-producen una convención social, una verdad política. Todo esto conduce a la re-definición de la noción de género en términos de performatividad postulada por Judith Butler (1990), que afirma que la identidad de género no sería algo sustancial, sino el efecto performativo de una invocación de una serie de convenciones de feminidad y masculinidad.

Es decir, aprendemos a ser niños o niñas en el proceso de crianza, educación, y socialización: “los niños no lloran”, “las niñas no se suben a los árboles”, “los niños no se acobardan”, “las niñas no deben sentarse con las piernas abiertas”. Todas estas imposiciones son aprehendidas e internalizadas por todos nosotros como algo “normal” y “natural”, del mismo modo que nos aprendemos un papel a la hora de salir a representar una obra teatral. Un buen actor o actriz no solo se aprende el texto (lo que debe decir el personaje), sino también como se mueve por el escenario, como se relaciona con los objetos y la escenografía, su tono y volumen de voz, su manera de andar, de sentarse y de comer, su actitud ante los acontecimientos dramáticos.

Butler (1990) entiende que la categoría género es fruto del discurso heteronormativo que no da cuenta de otras prácticas sexuales y considera necesaria la construcción de nuevas identidades que rompan con los códigos heteronormativos.  Junto al género, la identidad compone uno de los temas principales de la teoría, y eso incluye la investigación sobre la prostitución, la pornografía, las zonas oscuras de la sexualidad, etc.





Desmarcándose de la dialéctica binaria de la opresión marxista y en continuidad con el pensamiento de Foucault y de su coetánea Monique Wittig, las teorías queers hablan de un poder productivo, transversal, complejo.


 "Frente a una estructura de dominación vertical y sin fisuras, donde a un lado están los hombres y al otro las mujeres (o a un lado los poderosos y al otro los oprimidos), las teorías queers piensan que existe un sistema complejo que pone en marcha múltiples relaciones de poder y en el que, por tanto, es siempre posible intervenir, crear espacios de resistencia y desarrollar una lucha política" (Preciado, 2002).

Según Javier Sáez, los textos más influyentes en la población queer desde los años 90 son los que provienen del medio popular. Tras un decenio de elaboración de una teoría crítica, parece que una identidad queer comienza a asentarse. Existen, sin embargo, desacuerdos entre los teóricos que priman el estudio del género y los que se interesan más específicamente en la sexualidad, y entre los universitarios y anti-universitarios, ya que la complejidad conceptual de estos estudios hace muy difícil su comprensión por parte de la gente sin formación académica.

Y sin embargo, más allá de la teoría, la gente comienza a desprenderse de las etiquetas de género inventándose nuevas formas de ser; esto es perceptible en la moda unisex y la androginia estética de ciertas tribus urbanas como los emos, que hacen gala de su ambigüedad en su modo de vestir y de actuar. También comienzan a visibilizarse en los medios a gente que reclama no ser clasificada según la tradición patriarcal; en Facebook por ejemplo se pide que a la hora de rellenar el formulario de identidad no se tenga uno que definir como hombre o mujer, sino que existan otras categorías neutras que permitan a uno/a no tener que definirse como una cosa o la otra.





En Occidente, por ejemplo, cada vez son más frecuentes y socialmente aceptadas las personas que presentan roles de género alternativos, como es el caso de la primera párroco transexual de la iglesia anglicana, la vicaria Carol Stones, un caso antes impensable en el ámbito del catolicismo. También en Inglaterra se ha permitido a una persona no definirse legalmente como hombre o mujer, y es cada vez más alto el porcentaje de gente que declara no sentirse perteneciente a un grupo u otro: el tercer género o el género neutro va ganando terreno en el mundo urbano occidental. En Pakistán, por ejemplo, el Tribunal Supremo aceptó la pasada semana crear un nuevo género en el carnet de identidad, porque los hijras (el tercer sexo) reclamaban una identidad propia más allá de las etiquetas tradicionales, y lo sorprendente es que lo hayan conseguido en un país de corte islámico.


http://www.carlaantonelli.com/notis-020542011-pakistan-tercer-sexo.htm



Estoy convencida de que el futuro es trans, y de que el género experimentará una fusión de múltiples ideologías identitarias en las categorías de raza, sexo, lengua, religión u etnia, caminamos hacia procesos de hibridación del mismo modo que la música se fusiona en estilos diferentes. El futuro será queer porque las fronteras entre los extremos más radicales (la mujer muy femenina y el hombre muy viril) están diluyéndose mientras chocan aún en el espacio social. Y desde luego, es un proceso mucho más apasionante que seguir defendiendo ad aeternum las diferencias biológicas de los seres humanos en dos grupos opuestos, porque precisamente son las etiquetas lo que nos permite jerarquizar la realidad y considerar que nos son superiores y otros inferiores. Por eso creo que el camino está más allá de las convenciones sociales tradicionales…







 BIBLIOGRAFÍA

1)     De Lauretis, Teresa: Tecnologías del género. En: “Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo”, Madrid, Horas y horas, Cuadernos inacabados n. 35, 2000, trad.de María Echániz Sans.
2)     Herrera Gómez, Coral: "Más allá de las etiquetas", Txalaparta, Pamplona, 2011.
3)  Mérida Jiménez, Rafael (ed): “Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer”; Icaria, Barcelona, 2002.
4)     Patterson Torvald (2000): “Queer without fear”, traducido por Ricardo Martínez Lacey. En QUEEREKINTZA.org
5)     Paulina Martínez Peredo “Queer”, Musas del Metal, 2006
6)     Preciado, Beatriz: “Manifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de identidad sexual”, Pensamiento-Opera Prima, Madrid, 2002.
7)     Preciado, Beatriz: “Multitudes queer. Notas para una política de los "anormales", Revista Multitudes. Nº 12. París, 2003.
8)     Sáez, Javier : “La destrucción de una cultura queer en España”, publicado en www.hartza.com
9)     Valle, María Teresa del: Perspectivas feministas desde la Antropología Social, Ariel, Barcelona, 2000.



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GÉNERO INDEFINIDO (BEATRIZ GIMENO) 




Este es un artículo extraído del libro 


editorial Txalaparta, 

febrero 2011.





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