23 de diciembre de 2015

El poder de las brujas


 
Revista Mente Sana, número 120 (noviembre-diciembre)


Las brujas existen, y aunque no las vemos, haberlas, haylas, y por todas partes. A diferencia de otros seres mitológicos como los duendes o las hadas, que existen sólo como figuras narrativas, las brujas de carne y hueso nos acompañan desde hace muchos siglos.

La primera referencia documentada que tenemos de ellas es del siglo X DC, y en la actualidad se cree que hay más de 200 millones de brujas en el mundo. Las brujas posmodernas son muy diversas: algunas son curanderas que ejercen en sus pueblos; unas son clandestinas y llevan una doble vida, otras son famosas y ricas; unas son brujas hippies que dominan las técnicas de sanación oriental como el reiki, la acupuntura, el yoga; otras se dedican al activismo político y social y a la defensa de los derechos de las brujas…. 

Las brujas profesionales de hoy en día estudian en academias y universidades de Brujas,  investigan y publican en revistas, se reúnen en encuentros internacionales y congresos de brujería, y fundan asociaciones y colectivos de brujas en todo el mundo.  Gracias a Internet, hoy conocemos mucho más acerca de ellas, podemos seguirlas en Facebook y Twitter, leer sus blogs, asistir virtualmente a sus conferencias, cursos y talleres, y contratar sus servicios vía skype o whattsap.

En los relatos de nuestra cultura las brujas son seres muy longevos con poderes especiales, mujeres de acción que cuando se juntan son imparables: no están solas, como las princesas, y tampoco esperan a que alguien les resuelva los problemas. Viven en sus casas con su gato negro, sus libros, sus instrumentos de trabajo, su escoba y sus hierbas, generalmente sin marido que las mande. Saben hacer y deshacer hechizos, usan pócimas mágicas, curan o provocan enfermedades, saben leer el pasado y el futuro, hacen profecías, inventan conjuros nuevos, te ponen en contacto con seres del más allá, te dan consejos sensatos o te destrozan la vida.

Los cuentos de brujas nos fascinan y nos dan miedo a partes iguales porque el poder quería que las viésemos como seres monstruosos: ellas representan a todas las mujeres libres que los hombres temen. Nos las dibujan como seres indomables y rebeldes que ponen en peligro el orden establecido con su feminidad transgresora. En el imaginario colectivo, ellas son la peor pesadilla para el poder patriarcal, porque son mujeres poderosas capaces de transformar la realidad a su antojo.

Sin embargo, en la realidad, las brujas eran tan solo mujeres cono conocimientos, como su propio nombre indica (la palabra bruja en inglés, “witch”, procede del verbo “wit”, que significa “conocimiento”). La mayor parte de ellas fueron científicas que tenían acceso a la lectura y la escritura de libros, sabias que aprendían de sus maestras y transmitían sus conocimientos a otras de su clan.

Algunas eran líderes espirituales de su comunidad, otras eran médicas, curanderas, biólogas, nutricionistas, chamanas, artesanas, científicas … todas se consideraban peligrosas para el patriarcado porque se organizaban en grupos sororarios, tenían secretos, conocían bien el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, sabían controlar su fertilidad y ayudaban a muchas a elegir y decidir sobre su maternidad.

La Ciencia occidental se propuso eliminarlas a medida que se fue imponiendo la visión masculina en todas las áreas de investigación y conocimiento. El cuerpo de las mujeres pasó a ser “cosa de hombres”: los científicos pronto se dieron cuenta de que si les impedían ejercer la medicina, y les despojaban de sus saberes, lograrían controlar los cuerpos de todas las demás mujeres.

Para poder crear un rechazo colectivo hacia ellas, la Iglesia las convirtió en monstruos y las satanizó. Se les acusó durante mucho tiempo de trabajar para el Demonio, de asesinar a niños y niñas, de provocar catástrofes medioambientales, de enloquecer a los hombres…  por eso en todos los cuentos y canciones se las representaba como mujeres malvadas, raras, feas o deformes, salvajes, misteriosas, viejas y locas que dan miedo.

Desde el principio de los tiempos, el miedo masculino al poder de las mujeres se ha expresado a través de figuras monstruosas que chupan la sangre a los hombres, que les despojan de su voluntad, que se aprovechan de ellos, que los atraen con sus encantos para destrozarles el corazón. Las mujeres malas de nuestra cultura son desobedientes, insaciables, caprichosas, irracionales, rebeldes, violentas y por eso aparecen como hienas, serpientes, sirenas, vampiresas, diablesas, magas, hechiceras…

Las maléficas (del latín maleficae) fueron, y aún son, el monstruo femenino más grande creado por nuestra cultura. Para hacernos temer el poder de la feminidad sin domesticar, nos las han pintado como la encarnación de la belleza más perversa y la fealdad más horrenda. Ellas representan las fuerzas incontrolables de la naturaleza, son las hijas de la noche y el misterio, son las que navegan por el lado oscuro de la realidad. Son las mujeres salvajes cercanas a la locura, el éxtasis, la vida y la muerte, las drogas, la divinidad y la animalidad…

La caza de brujas que asesinó a 9 millones de mujeres durante los siglos XVI y XVII, no sólo quiso acabar con el acceso de las mujeres al conocimiento y a la Ciencia, sino también con la relación de todas nosotras con nuestra sexualidad, nuestra salud, nuestros cuerpos y nuestra maternidad. El resultado de esta guerra contra las mujeres libres fue una verdadera matanza de la que aún sabemos muy poco. No sólo quemaron vivas a las brujas, sino también a mujeres que fueron acusadas de brujería por no seguir los mandatos de género o no someterse al orden patriarcal. Por eso las ejecutaban en público: eran asesinatos ejemplares con el objetivo de impedir el contagio de la feminidad rebelde.

La Iglesia Católica y muchos Estados de Europa y América se obsesionaron con las mujeres desobedientes y se propusieron acabar con todas ellas utilizando los métodos más crueles y sanguinarios. Fueron perseguidas, violadas, y sometidas a las torturas más horrendas porque el poder necesitaba domesticarlas (o mejor, eliminarlas), para instaurar el capitalismo patriarcal moderno, según nos cuenta Silvia Federici en su libro “Calibán y la bruja”.

La Historia silenció este genocidio hasta que en el siglo XX el feminismo reivindicó la importancia de las brujas, y denunció la invisibilización de la masacre de mujeres por parte de los historiadores. Hoy, muchas feministas nos consideramos herederas de esos colectivos de mujeres rebeldes a las que tanto temían los gobiernos, la Iglesia y la Ciencia. Desde que salió a la luz la represión que han sufrido las brujas en toda la Historia, son muchas las mujeres feministas que se han dedicado a estudiar su historia, a mostrarnos  su enorme diversidad, y a reivindicar el papel fundamental que ellas jugaron durante tantos siglos de patriarcado. 


¿Cómo ser bruja hoy?


Coral Herrera Gómez Blog

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